La confianza con mi novio es total. Ayer, mientras veíamos una película, me mostró sin tapujos el celular donde una compañera suya le mandaba mensajes insinuantes, invitándolo a salir. En lugar de enojarme, sentí una curiosidad morbosa. La mina era una auténtica bomba, así que le dije que le respondiera, que quería ver hasta dónde llegaba la cosa. En el fondo, mi fantasía secreta era que le mandara una foto en bolas; necesitaba ver cómo era esa mujer desnuda.

La conversación empezó a escalar rápido. Mientras ellos se tiraban chistes subidos de tono, yo metí mi mano dentro del boxer de mi pareja y empecé a acariciarle la pija, sintiendo cómo se le ponía dura al instante. Él quiso dejar el celular, pero yo se lo impedí. «No, seguí,» le susurré. Cuando la tuvo bien dura, le bajé un poco el boxer y empecé a masturbarlo con más decisión, mientras le chupaba y mordisqueaba la oreja, y le daba besos húmedos en el cuello. Él, con la respiración entrecortada, seguía tecleando respuestas para la otra.

La charla ya no era de chistes. La piba le decía que era muy lindo y la tensión sexual a través de la pantalla era palpable. Yo, cada vez más prendida, aceleré el ritmo de mi mano y lo besé con más hambre, sintiendo cómo el calor nos envolvía a los dos. Estábamos al borde, y la situación se volvía más adictiva con cada segundo.

Entonces le dije que le confesara que tenía novia. La muy zorra le respondió: «Tu novia no tiene por qué enterarse…». En ese momento, le di permiso a mi novio para que hablara sin filtros. Él, ya sin freno, le decía que la quería poner en cuatro, que si entregaba el orto… Fue entonces cuando le pidió que se mostrara. Y ella lo hizo: nos mandó una foto en tetas. Dios, esas tetas eran una locura. Ahí ya no pude más.

Me puse de rodillas en el piso, frente a él, que seguía sentado en el sillón, y me metí su verga entera en la boca. Se la chupé como la petera experta que soy, con toda la baba y los sonidos, hasta que él ya no podía ni escribir del placer. Tuve que bajar la intensidad para que pudiera seguir con el celular. Ella le pidió una foto de vuelta y yo, en un arranque de exhibicionismo, le dije: «Mandale una así, de nosotros». Le sacó una foto a mí, con su verga en mi boca. La piba se quedó callada un rato, impresionada, y nosotros seguimos, enloquecidos.

Finalmente, ella respondió: «No sabía que eran pareja abierta» (que no lo somos) y soltó la bomba: que si queríamos, podíamos organizar algo los tres, porque ella tenía muchas ganas de estar con mi novio. Esa propuesta nos terminó de incendiar. La conversación murió ahí, y mi novio me cogió ahí mismo, en el piso del living. Mientras me daba, yo le gritaba al oído: «¿Te la querés coger a esa puta, eh? ¿Vos querés llenarle el culo de leche?». En un arrebato de lujuria, me dio por el culo, y entre gemidos me decía que me amaba. Después de romperme el orto un buen rato, me puso de rodillas y me vino toda en la cara, marcándome como suya.

Luego, ya en la cama y con la calentura bajando, hablamos en serio sobre la propuesta. Él no está seguro, tenemos una familia hermosa que proteger. Yo le dije que lo amo profundamente y que, si él no quiere, se respeta. Pero también le confesé que yo no tendría problema, siempre y cuando fuera solo sexo y nuestra relación siguiera siendo prioridad. Además, siendo bisexual y con años sin estar con una mujer, confieso que siento unas ganas brutales de experimentar con alguien diferente. No es que mi novio no me satisfaga (me coge como un dios), es simplemente un deseo visceral de variedad, sobre todo de sentir el cuerpo de otra mina contra el mío.