agosto 31, 2025

96 Vistas

agosto 31, 2025

96 Vistas

Me importa un culo decirlo

0
(0)

Les voy a contar algo que me pasó anoche y que todavía me tiene las piernas temblando. Es que a veces esta calentura me gana y no me queda de otra que entregarme a mi misma como si fuera mi propia amante. Y anoche, pana, fue una de esas noches.

Todo empezó después de un día bien pesado en el salón. Llegué a mi apartamento con esa energía rara que te da cuando has estado sonriendo todo el día pero por dentro estás muriendo de aburrimiento. Me quité los zapatos, me serví un trago de ron y me senté en el sofá a ver alguna tontería en la tele. Pero mi mente no paraba. Empecé a recordar un video que me mandó un tipo con el que salí hace unos meses un tipo que, aunque no sirvió para nada serio, tenía una creatividad para el morbo que te juro que me dejaba loca.

De repente, sentí ese calor familiar que empieza en la panza y se va directo para abajo. Me tocé por encima del pantalón y, marica, ya estaba humedeciendo la tela. Sonreí sola. «Cristina, esta noche es tuya», me dije, y apagué la tele.

Subí a mi habitación y encendí las velas que tengo en el buró una vaina que me pone en ambiente. Me quité la ropa lentamente, frente al espejo grande que tengo en la puerta del closet. Me observé. A mis 35 años, este cuerpo me ha dado tantas alegrías como dolores de cabeza, pero anoche solo vi a una mujer que se conoce, que se quiere y que sabe lo que desea. Mis tetas, un poco más pesadas que a los 20, pero todavía firmes; mis caderas, anchas, como a los hombres les gusta; y mi pepita, rosadita y ya asomándose entre el vello bien arregladito que me hice la semana pasada.

Empecé a acariciarme las tetas, pellizcándome los pezones hasta que se pararon como dos soldaditos. Los gemidos me salían solos, bajitos al principio, pero ya yo sabía que esta noche no iba a haber vecinos que se quejen. Agarré el aceite de coco que uso para hidratarme y me unté las manos. Empecé a masajearme la barriga, bajando poco a poco, haciendo círculos cerca del monte de Venus pero sin tocarlo todavía, alargando el placer como si estuviera jugando conmigo misma.

Cuando por fin me atreví a bajar, mi dedo medio se deslizó entre mis labios y, marica, estaba empapada. El sonido fue obsceno un chasquido húmedo que me hizo gemir más fuerte. Empecé a mover el dedo en círculos sobre mi clítoris, que ya estaba hinchadito y palpitando. Cerré los ojos y me dejé llevar, imaginando que era la lengua de alguien más alguien que supiera hacerlo bien, que no se cansara, que disfrutara saborearme.

 

Pero yo sola me conozco mejor que nadie. Sé exactamente cómo me gusta: presión firme pero no muy fuerte, movimientos laterales rápidos cuando estoy cerca del climax, y después más suaves para bajarme. Anoche, sin embargo, quería más. Quería sentirme llena.

Agarré mi juguete favorito un vibrador rosado que me compré por internet y que parece un conejo con orejitas. Lo encendí en la velocidad más baja y lo pasé por todo mi cuerpo: por el cuello, por las tetas, por el ombligo. Cuando llegó a mi clítoris, casi salto de la cama. La vibración era perfecta no muy intensa, pero constante. Lo dejé ahí un rato, disfrutando la sensación, hasta que el calor en mi pelvis se volvió insoportable.

«Ahora sí, mi amor», me susurré, y con la otra mano me empecé a meter dos dedos en la vagina. Entraron fácil, gracias a lo mojada que estaba, y empecé a moverlos en esa come y vete que tanto me gusta. El vibrador seguía en mi clit, y la combinación era celestial. Empecé a mover las caderas, siguiendo el ritmo de mis manos, perdida en una fantasía donde había tres pares de manos encima de mí.

De repente, sentí esa presión que anuncia el squirt. Yo sé que hay gente que dice que es meado, y puede ser, pero a mí me importa un culo se siente del carajo. Empecé a acelerar el vibrador, presionando más fuerte, y mis dedos adentro se movían más rápido. Grité no gemí, grité y entonces llegó. Un chorro calientico salió de mí, empapando las sábanas debajo de mi culo. Temblé toda, con contracciones que parecían no acabar, y el vibrador se me cayó de la mano porque ya no podía más.

Me quedé ahí, jadeando, sintiendo cómo mi corazón latía en todo el cuerpo. El olor a sexo llenaba la habitación—ese aroma dulzón y muskioso que es tan mío. Me toqué entre las piernas otra vez, suavemente ahora, y todavía sentía pequeños espasmos de placer.

Pero la calentura no se me había ido del todo. Sonreí, maliciosa. Agarré mi teléfono y me puse a grabar. Sí, marica, me filmé. Empecé con close-ups de mi pepita todavía palpitando, luego de mis tetas sudadas, después de mi cara congestionada del esfuerzo. Me metí los dedos a la boca para saborearme, y luego los bajé otra vez a mi vagina para mostrar lo mojada que seguía. Grité cada vez que me tocaba el clítoris de nuevo, ahora sensible pero todavía con ganas.

En un momento, me di la vuelta y me grabé el ano que, como te dije, estaba bien dilatado del morbo. No me metí nada, pero la tentación estaba ahí, y quizás para la próxima…

Después de like media hora de grabarme y masturbarme de nuevo esta vez hasta venirme con un orgasmo más suave pero igual delicioso apagué el teléfono y me quedé mirando el techo. Las sábanas estaban hechas un desastre, yo estaba sudada, y mi habitación olía a mí, a mi sexo, a mi placer.

Me levanté, con las piernas todavía bamboleándose, y me fui a la ducha. El agua caliente cayendo sobre mi cuerpo sensible fue casi otro orgasmo. Me lavé con cuidado, saboreando la evidencia de lo que había hecho.

Al salir, me puse una camiseta vieja y me tiré en la cama de nuevo, esta vez sobre sábanas limpias que había puesto rápido. Revisé mi teléfono y vi los videos. Marica, me dio vergüenza y orgullo al mismo tiempo. Ver cómo disfruto, cómo grito, cómo me entrego… es una vaina que te hace quererte un montón.

Así que sí, anoche me di el mejor regalo del mundo: a mí misma. Y hoy, cuando mis clientas me pregunten por qué estoy tan radiante, les voy a sonreír y decirles que es por el nuevo serum que estoy usando. Pero tú y yo sabemos la verdad, ¿verdad? A veces, la mejor compañía es una misma, un vibrador cargado y las ganas de gritar hasta quedarse ronca. ¡Así es la vida, mi amor!

¿Que te ha parecido este relato?

¡Haz clic en una estrella para puntuarlo!

Promedio de puntuación 0 / 5. Recuento de votos: 0

Hasta ahora, ¡no hay votos!. Sé el primero en puntuar este relato.

Deja un comentario

También te puede interesar

Lo que aprendí yo solita (1)

anonimo

04/05/2016

Lo que aprendí yo solita (1)

Con una foto

anonimo

26/10/2018

Con una foto

masturbaciónes y tragando lefa

anonimo

29/01/2013

masturbaciónes y tragando lefa
Scroll al inicio