diciembre 10, 2025

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Ari: Prisionero de Mi Piel V (Remasterizado)

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El día que me hicieron mujer.

Como todos los días después que mama se fue a trabajar y más tranquila por lo sucedido el día anterior, iba a empezar a trabajar cuando tocaron a mi puerta yo pensé que seguro era un mensajero o tal vez un vendedor, al abrir la puerta me quedé paralizado. No era un mensajero ni un vendedor como pensé, era Jordán. Sentí un nudo en la garganta y de inmediato traté de cerrar, pero su fuerza me lo impidió con facilidad.
—¿Q-qué haces aquí? —pregunté con la voz temblorosa, apenas atreviéndome a mirarlo.
Él dio un paso hacia adelante, forzando la entrada, con esa sonrisa que me puso aún más nerviosa.
—¿Así recibes a alguien que solo quiere hablar? —me dijo con calma, como si todo lo tuviera bajo control.
Retrocedí sin pensarlo, apretando las manos contra mi pecho. Sentía que el corazón me iba a salir por la boca.
—No… no deberías estar aquí… mi mamá… —balbuceé, sin terminar la frase.
Jordan me interrumpió con firmeza:

—Tu mamá no está. Solo estamos tú y yo.
Bajé la mirada. No podía sostener esos ojos tan seguros, tan dominantes. Estaba tan nerviosa que ni siquiera sabía qué hacer con mis manos.
—Yo… no sé qué decirte… —murmuré, casi sin voz.
Él se inclinó hacia mí, acercándose tanto que sentí su respiración.
—No tienes que decir nada. Solo escucharme.

Tragué saliva, sintiendo un calor extraño en mi cara. Alcé la mirada apenas por un segundo, y sus ojos me atraparon. Fue demasiado, la bajé enseguida.
—Por favor… yo no… nunca… —quise explicar algo, pero las palabras se enredaban en mi boca.
—Shhh… tranquila —me interrumpió otra vez, con ese tono grave que me hacía temblar—. No voy a hacerte daño. Pero tampoco voy a dejarte escapar.
Sentí un escalofrío recorrerme de pies a cabeza.
—Tengo miedo… —admití al fin, con un hilo de voz.
Él sonrió, inclinando apenas la cabeza.

—Está bien que tengas miedo. Eso significa que entiendes quién manda aquí. Mientras me iba acorralando con su enorme cuerpo.
Me quedé contra la pared, sin saber qué hacer con mis manos, sin poder controlar los temblores en mi voz. Jordan me miraba fijo, tan cerca que apenas podía respirar.

—¿Sabes qué no puedo sacarme de la cabeza? —me dijo de pronto, con esa media sonrisa que me heló la sangre.
No contesté. Me limité a bajar la mirada, nerviosa.
—La imagen de ti, con esa lencería… tan vulnerable, expuesta. “Te veías hermosa”, me dijo.
Sentí que la cara me ardía. Abrí la boca, pero las palabras se ahogaron en mi garganta.
—Yo… yo no… no fue… —intenté explicarme, pero me interrumpió enseguida.

—Shhh —susurró cerca de mi oído—. No tienes que justificar nada. Me gustó. Y quiero volver a ver esa imagen.
Mi respiración se aceleró. Me cubrí el pecho con las manos, como si eso pudiera protegerme de su mirada, pero sabía que él ya había visto demasiado.
—N-no puedo… —murmuré con un hilo de voz, sintiéndome cada vez más pequeña frente a su presencia.
Jordan rio suavemente, inclinando la cabeza.

—Claro que puedes. Lo único que falta… es que me obedezcas.
Sentí que mis piernas flaqueaban. El miedo, la vergüenza y algo más que no quería admitir me tenían atrapada. No podía apartar la mirada de él, aunque lo intentaba.

—Por favor… —susurré, sin saber si le pedía que se detuviera… o que siguiera.
Él sonrió con calma, seguro de sí mismo.
—Te ves aún más hermosa cuando tiemblas —me dijo, y esas palabras me atravesaron como un golpe suave pero certero.
Me quedé quieta, temblando, sin saber si retroceder o dejarme llevar. Jordan me miraba con esa seguridad que me desarmaba.
—Mírame… —ordenó con suavidad.

Levanté la vista apenas, y en ese instante sus labios rozaron los míos. Sentí un escalofrío recorrerme entera, mis rodillas casi no me sostenían.
—No… —alcancé a susurrar, pero mi voz se quebró entre jadeos.
Él me sostuvo del mentón, obligándome a mantener la mirada.
—Sí… —respondió con calma, como si no existiera otra opción.
Su boca volvió a buscar la mía, esta vez con más firmeza. Me quedé sin aire, sin defensas. Cada beso me robaba la voluntad.
Cuando me di cuenta, sus brazos me rodeaban, y con una seguridad que me hizo temblar aún más, empezó a conducirme hacia mi habitación mientras me besaba el cuello y me agarraba la cintura y nalgas. Yo apenas podía caminar, cada paso era un torbellino entre miedo y deseo.
—Tranquila… —me susurró al oído mientras avanzábamos—. No voy a soltarte.
Entramos y la puerta se cerró detrás de nosotros. Mi respiración era agitada, sentía mi piel arder. Él me miraba como si ya fuera suya desde antes de besarme y tocarme.

—Ahora te voy hacer mujer… — esas palabras me atravesaron más que cualquier gesto. Yo temblaba, me encogía, quería esconderme… pero al mismo tiempo sentía que algo dentro de mí se abría paso hacia él.
Me sentí desarmada. Su presencia llenaba el espacio, y yo, tímida, asustada, apenas podía sostenerle la mirada. Él, en cambio, parecía disfrutar cada instante de mi nerviosismo, y sumisión.
Sus manos subieron lentamente por mi abdomen, agarrando el borde de mí polera. Yo apenas podía respirar, atrapada entre su pecho y el espejo. Sentí cómo la tela ascendía; rozando mis costillas y me estremecía. Alcé los brazos, temblando, y la prenda salió de mi cuerpo y cayó al suelo, dejándome en buso.

Me miraba fijo, sin prisa, disfrutando de mi vulnerabilidad. Sus dedos entraron por el borde de mi buso, sujetándome y demorando en mi cintura, como saboreando el instante, bajando lentamente hasta mis caderas y nalgas. Sentí cómo me bajaba poco a poco el buso, obligándome a soltar un gemido nervioso. El aire frío de la habitación me envolvió cuando lo retiró por completo, y dejándome expuesta solo con mi cachetero, que se ceñía a mi piel como un secreto íntimo.

Me quedé frente a él, con el pecho agitado, apenas cubierta por mi cachetero. Sentía su mirada clavada en mí, quemándome, desnudándome más que sus manos. Y de pronto, sin apartar los ojos de los míos, comenzó a desabrocharse la camisa.
Uno a uno, los botones se fueron abriendo hasta dejar al descubierto su torso firme. Tiró la prenda al suelo y enseguida bajó el cierre del pantalón. Yo tragué saliva, nerviosa, viendo cómo lo empujaba hacia abajo junto con la ropa interior. Mi mirada tembló cuando su erección apareció desnuda, dura, gruesa, grande, apuntando hacia mí con una intensidad que me hizo estremecer.
Me cubrí instintivamente con las manos, avergonzada, y al mismo tiempo excitada. —Es demasiado… —susurré, temblando, ya que ese descomunal tamaño pudiera romperme. Él se acercó despacio, tomándome del mentón para obligarme a verlo. —No tengas miedo… —murmuró—. Quiero que sientas cómo te deseo.

Caí en cuenta que ya no había vuelta atrás iba a ser su nenita, su mujer, Jordán me iba a quitar mi virginidad, pero eso ya no me importaba yo lo deseaba como una adolescente enamorada, Jordán me tomo fuerte por la cintura que me hizo gemir fuerte y nos comenzamos a besar por un buen rato, yo estaba muy excitada que empecé a actuar como su mujer, por iniciativa le fui besando su pecho, su abdomen marcado, Jordán tomo una almohada y la puso en el piso para que yo pusiera mis rodillas, ahí estaba yo de rodillas ante aquel macho grandote, frente a mi primer pene.
Se veía enorme, grande, grueso y jugoso, rematado con un glande gordo en forma de hongo, brilloso, no sabía que hacer lo tome con mi manita y no lo abarcaba en su totalidad, lo empecé a pajear, lo olí, ese olor a macho que desconocía y me embriagaba, empecé a darle besitos en la cabeza, luego a todo lo largo hasta el tronco, después le pase la lengua desde sus bolas hasta la punta, así varias veces, sentí como ese par de bolas se ponían duras y arrugadas, y por primera vez, me metí esa cabezota en la boca, mientras la tenía adentro, movía mi lengua acariciando con ella el frenillo el bufaba de placer, mi primera mamada y estaba saliendo bien.

Después de un rato chupando, le lami las bolas, esas bolas morenas y grandes, pesadas de verdadero macho, llenas de leche, que ahora eran para mi, las lami, las chupe, me las metí en la boca, mientras con mi mano no dejaba de darle placer en su pené, empecé a sentir como se hinchaba más y se hacía un poco más grande de lo que estaba calculo que ya bordeaba los 25 cm.

Con un movimiento firme me alzó y me llevó a la cama, tumbándome sobre las sábanas. Se inclinó sobre mí, atrapándome bajo su cuerpo, y sus manos descendieron directo a mi cintura. Tiró del borde del cachetero lentamente, bajándolo apenas unos centímetros, lo suficiente para hacerme jadear de ansiedad.
Su respiración caliente chocaba contra mi cuello mientras lo deslizaba cada vez más abajo, con una calma cruel, disfrutando de cómo me retorcía entre el deseo y el miedo. Yo cerré los ojos, mordiéndome el labio, hasta que al fin el encaje cedió del todo y quedé completamente expuesta bajo su mirada.
Su erección rozó mis muslos, dura, palpitante, y sentí un escalofrío recorrerme entero. Me sentía vulnerable, atrapada, pero también profundamente encendida. Esa mezcla me desgarraba por dentro, y lo único que pude hacer fue gemir su nombre.

Jordan me fue besando el cuello la espalda hasta llegar a mis nalgas, me sube de rodillas a él borde de la cama y me hace ponerme en cuatro, pegando mi pecho en la cama y mi culito en pompa a su disposición.

Sigue besando mis nalgas, cuando me da el primer lengüetazo en mi anito sentí una corriente eléctrica que me recorrió mi cuerpo, mi espalda se arqueo más y mis nalgas quedaron más levantadas, Jordán era todo un profesional en esto de hacer el amor, me lamia, me pasaba la lengua en círculos, sentía como rozaba su lengua cada pliegue de mi anito haciéndome desfallecer de placer, para cuando acordé ya tenía dos de sus dedos dentro de mí y movía mis caderas suavemente, sintiendo un placer desconocido para mí, mi ridícula minúscula y miserable pollita estaba dura como nunca me había pasado y no me avergonzaba ya que más parecía un clitorix de mujer.

Jordán me estaba dando un placer indescriptible, mi pollita daba un brinco y sentía unas ganas de orinar muy fuertes, ya tenía rato que había empezado a venirme como una nena y no me había dado cuenta.

Hasta que saco sus dedos e hice silencio, escuche su voz cuando me dijo estas lista para ser mi mujer, adelante le dije hazme tuya, sentí como aquel duro y gordo miembro, se posaba en la entrada de mi huequito, y empezó a hacer presión, sentí cuando entro la cabezota con algo de ardor pero soportable, solo trátame con cuidado, es mi primera vez, nunca nada me ha entrado en mi colita, ni penes, ni consoladores ni nada, era completamente virgen.

– No te preocupes chiquita lo haré despacio, Jordán empezó a penetrarme de pocos y muy suave, creo que me estaba cuidando de no hacerme daño o lastimarme ya que su pene era enorme, yo empezaba a gemir como una chiquilla, Jordán reía mientras me iba penetrando, y así de apoco, fue entrando hasta que lo sentí pegado a mí, ya está toda adentro Ari, estas super apretada, yo con unas ganas inmensas de orinar, estas lista me dijo.
Si mi amor despacio, y empezó a sacar de a poco y volver a meter, así me fue dando hasta que solo dejaba adentro la cabeza y me la dejaba ir de nuevo toda, empezó a acelerar el ritmos y yo a gemir y a poner los ojos en blanco en mi vida había recibido tanto placer, te gusta me decía y yo, si amor así dame más, más por favor, dame más duro amor, y más duro me daba me tomo de las caderas y me empezó a dar durisimo, sentía que a cada metida me salía un chorro de orina, pero no, era esperma, porque estaba muy espeso, me tenía ya gritando así Jooordaaaan Jooordaaaan Jooordaaaan te amo, dame más soy tuya, solo tuya, te amo mi amor, nunca me dejes mi amor, te amo Joooooordaaaan que rico mi amor, no pares dame más, dame más.
El ritmo se aceleró; mis gemidos llenaban la habitación, y la tensión en mi cuerpo crecía hasta ser insoportable. Sentí cómo me consumía, cómo todo se quebraba dentro de mí al mismo tiempo que un clímax me atravesaba, haciéndome gritar su nombre.
Y en ese instante, Arián había muerto para dar paso a Ari, la mujer de Jordan ya no habían dudas ni reproches ni culpa. Solo entrega, solo fuego, solo nosotros.

Después de estar dándome de lo más duro tuve mi primer orgasmo anal, fue algo realmente maravilloso, empecé a temblar y a gritar, me vengo mi amor, me vengo, así no pares que rico, métemela toda, así así, mas, fue como una corriente eléctrica que empezó en mi culito, subió por el perineo, paso por mis bolitas, recorrió mi pollita y salió en forma de lechita, me vine muy abundante, nunca cuando me masturbe había botado tanta leche.
Aparte el orgasmo anal es más intenso, porque cuando me masturbaba solo al salir el esperma era la parte cumbre de el orgasmo y ahora no desde antes de salir la leche ya estaba disfrutando, acabe de eyacular y el placer siguió por varios minutos o así lo sentí yo, recorriendo mi cuerpo, seguí convulsionando de placer, mi culito se abría y se cerraba como loco, todavía el terminar sentía corrientes de placer en mi cuerpo que me hacían estremecer, y el entrando y saliendo en mi sin venirse, cuando ya pasó todo, caí en la cama, suelta, todavía gimiendo, y gritando, que rico, que rico Jordán, me llevaste al cielo.

El me volteo boca arriba y me empezó a besar y acariciarme, mi piel se erizaba con sus caricias, y en lugar de que se me quitaran las ganas como cuando me masturbaba me empecé a excitar más, y el me tomo de los tobillos poniendo mis piecitos en sus hombros con su mano guio su pené a mi colita y me la metió toda ahora si no hubo resistencia, ni dolor, ni ardor, solo placer, sentía en cada metida como aumentaban mis ganas de orinar, se inclinó y empezó a besarme y mordisquear mis pezoncitos, que estaban duros como piedras, así chupaba, mordía y lamia mis pezones sin dejar de moverse.

Me dobló toda dejando mis rodillas, a un lado de mi cara, completamente abiertas mis piernas y en esa posición podía ver como me enterraba todo su miembro, como desaparecía aquella barra de carne en mis entrañas haciéndome, gemir y gritar como loca pidiéndole más y más, así mí amor, dame duro, dame más, mas, por favor no dejes de cogerme.

Ahora la difencia era que mis bolitas casi habían desaparecido dentro de mi cuerpo, mi pollita no estaba dura, se había perdido dentro de mi y era solo un botoncito, apenas perceptible, el en ocasiones me sacaba su miembro y con el golpeaba mis bolitas y mi botoncito como diciendo que el era el macho, con su enorme miembro y yo su nenita, el mostraba así su dominio y eso a mi me excitaba más, en una de esas me la clavo duro y de golpe hasta el fondo y un chorro de semen salto de ella, y empecé a sentir el inicio de un nuevo orgasmo, le exigí que me diera, duro, durísimo, sin piedad y me tomo fuerte de mis piernas y empezó a entrar y salir como loco de mí.

Yo voltee los ojos en blanco y empecé a sentir de nuevo esa corriente eléctrica qué recorría mi cuerpo, esta vez no hubo erección, de mi parte, solo me empezó a brotar mi lechita despacio sin fuerza, pero mi orgasmo fue intenso, arquee mi espalda al máximo, y gritaba como loca me vengo, mi vida, me vengo otra vez, así me tuvo convulsionando tomada fuerte de mis tobillos, tarde en reponerme, no podía dejar de temblar y sentía esos corrientasos de placer que me hacían tener espasmos, mientras el trataba de calmarme con besos y caricias, ya estaba yo más que rendida.

Cuando el se gira y quedo yo arriba, con todo su miembro dentro de mi, me dice te toca cabalgarme, empecé a moverme despacio de atrás hacia adelante, era yo un desastre, el cabello revuelto, el maquillaje corrido y sintiendo espasmos de placer de mi anterior corrida, me toma de la cintura y empieza a moverme de arriba a abajo haciendo que parte de su miembro, saliera y entrará en mí, cada vez más arriba, cada vez más fuerte, cada vez salía más pedazo de su miembro y volvía a clavarse violentamente en mí, cada metida más violenta que la otra.

Nos besábamos nuestras lenguas jugaban en nuestras bocas, no podía parar de darme sentones en ese rico palo, empecé a sentir como se agita a su respiración, su pollon se sentía más duro y más grueso en una de esas me levanta más alto solo dejando su glande adentro y muy violentamente me deja caer en su pene.

Tocando algo adentro de mí que me hace explotar en un nuevo orgasmo, empecé a ver lucecitas brillantes a mi alrededor, mi pollita se desapareció solo quedo afuera el cuerito qué la recubre, pensé que lo iba a manchar al venirme, en su abdomen, sentí como palpitaba su miembro, y un bufido como de toro, se estaba viniendo dentro de mi y yo me estaba viniendo en su polla, yo gemía tan fuerte que temía que me hayan escuchado mis vecinos, al terminar toda avergonzada le dije, te manche, no importa me dijo, yo te llene tu culito de mi leche, yo le sonreí tímidamente mientras me salían unas lagrimas de mi ojos.

Al ver su abdomen me di cuenta que no habia eyaculado nada, solo fue el orgasmo anal, como toda una nenita me vine sin eyacular, y con mi pollita a su más mínima expresión, me quedé recostada en su pecho sintiendo como un río de leche, escurra de mi culito, y me humedeció mis muslos.
Pero Jordán era todo un semental me hundió en la cama, su peso sobre mí. Podía sentirlo, duro, palpitante, rozando mi piel desnuda. Yo temblaba bajo él aun por el orgasmo dado, encogida, con las manos intentando cubrirme, me sentía un desastre, pero él las sujetó con fuerza contra las sábanas.
—Aun no termino… —susurró en mi oído.

Me besó con hambre, con una intensidad que me cortaba la respiración, su miembro parecía tener vida propia, ya que solito empezó a buscar mi hoyito, y su cabezota me empezó a penetrar, lo sentí entrar en mí otra vez, gemí, arqueando la espalda, atrapada en ese placer que me desgarraba por dentro.

Sus embestidas eran firmes, profundas, cada vez más voraces, y me aferraba más a él, clavando mis uñas en su espalda.
Ese hombre me tenía sumisa, rendida a su merced, y yo me sentía mas suya, me sentía su mujer, la única, la oficial.
Jordan me estaba haciendo el amor, me sentía diminuta, frágil , débil, vulnerable, me gusta ser mujer, disfrutar como mujer, le empecé a decir entre gemidos fuertes:

Hay Jord daaaan hayyyyy hayyyyy Jordaaaaan te amooooo soy tuuuuuuyaaa mi amooooor, preñameeeee quiero tener un hijo tuyoooooo mi amor hayyyyy ya no me importaaaa nadaaaa, preñameeeeee por favor… asiiii miiiiii amoooor… mientras lo abrazaba fuerte, le decía que no me deje, que soy suya , lo abrazaba fuerte, así estuvimos como media hora, yo gritaba y gemía fuerte hasta que empecé a convulsionar por otro nuevo orgasmo, sentía que me iba de este mundo no sé qué paso pero perdí el conocimiento por unos instantes, creo que ya había llegado a mi limite por los múltiples orgasmos que me causo Jordán ese día.

Quedé tendida bajo su cuerpo, la respiración desordenada, el sudor pegando mi piel a las sábanas. Mis piernas aún temblaban, abiertas, vulnerables, mientras él permanecía encima de mí, caliente, firme, sin apartar su mirada de la mía.
Quise cubrirme, esconderme, pero me sostuvo del mentón con suavidad, obligándome a mantener los ojos abiertos.
—Mírate… —susurró—. Nunca fuiste tan hermosa como ahora.
Me sentía frágil, entregada, amada.
Me descubrí sonriendo entre lágrimas, temblando, Jordan me rodeó con su brazo, apretándome contra su pecho fuerte, y en ese silencio solo se oía nuestro jadeo compartido.

La habitación quedó en silencio después del torbellino, todo el lugar estaba impregnado del olor a sudor y sexo. Yo estaba tendida en la cama, desnuda, apenas podía moverme, rendida, con el cuerpo agotado y tembloroso. Mis piernas aún no respondían, mi respiración era corta, muda de tanto gemir y sin embargo no podía apartar los ojos de él. Jordan seguía erguido, mirándome como si yo fuera suya desde siempre, como si mi entrega fuera la única certeza que necesitaba.

Jordan se levantó sin apuro, sereno, como si todo hubiera sido parte de un plan cuidadosamente ejecutado. Se vistió frente a mí, abrochando cada botón de su camisa con calma, sin necesidad de hablar. Yo lo miraba en silencio, con los ojos vidriosos, sintiendo un vacío extraño en el pecho: agotada, pero con el corazón latiendo con fuerza.
Cuando estuvo listo, se acercó y me tomó del mentón, obligándome a alzar la mirada hacia él. Su sonrisa era oscura, dominante, ya me voy chiquita, estuviste maravillosa.

—Yo estaba cansada, rendida, desorientada, perdida.
Mis labios se abrieron, pero no encontré palabras. Solo un suspiro, una confesión muda de que tenía razón. Yo estaba rota y al mismo tiempo llena, enamorada hasta la médula, atrapada en un lazo que no podía romper.
Me besó la frente como si fuera un dueño marcando su posesión, y se apartó sin mirar atrás. La puerta se cerró con un clic suave, dejándome sola en la penumbra.
Me abracé a las sábanas arrugadas, todavía oliendo a él. Y en ese momento lo supe: Jordan me tenía. Me tenía por completo. Yo era suya, estaba enamorada de ese niño de 19 años de ese macho 6 años menor que yo… y aunque él se hubiera ido, su dominio se quedaba conmigo, grabado en cada rincón de mi piel.
Jordan no solo me tomó: me transformó. Después de esa primera vez, ya no fui la misma marcando un antes y un después en mi vida.

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