agosto 24, 2022

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Una Noche de Hermanos

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Alessandra se había despertado con un sonido de golpes en la habitación próxima. No tenía que escuchar más para entender que su hermano se encontraba en problemas, seguramente por otra de sus pesadillas. Rápidamente puso sus pies en el suelo, sintiendo por un instante como si algo hubiera cambiado. Sus pies descalzos, tocando la madera del piso, no sentían ningún pesar o molestia; parecían caminar sobre una alfombra de lana suave con cada paso que daba. Se sentía como un sueño…

—No es real… —dijo para sí misma, llevando sus pasos fuera de su habitación—. Sin embargo todo está igual…

Cada acotación iba acompañada de otro paso, acercándose a la habitación en donde su hermano mayor habría de dormir. Su corazón empezaba a latir con fuerza al acercarse, como si estuviese haciendo algo malo. ¿Por qué le daría temor acercarse al cuarto de Christopher? ¿Era la hora? ¿O el sentir que estaba en medio de sus sueños sin sentirse despejada?

Lentamente, su mano se acercaba al picaporte, temblando con cada pulso de su corazón. Dando un profundo suspiro para soltar su miedo, la chica abrió la puerta lentamente, observando al interior de aquel dormitorio. Allí, sólo se encontraba su hermano, de pie en medio de la habitación, apoyado de la pared con preocupación en su rostro.

—¿Chris, estás bien? —preguntó ella, acercándose lentamente hacia él.

No necesitó activar el interuptor para iluminar la habitación, pues en ella se podía ver con claridad gracias a las luces externas. Su cuerpo sólo se acercaba instintivamente hacia su hermano para tomar su mano con suavidad, procurando calmarlo tranquilamente.

—Si… Sólo es una pesadilla… Vuelve a la cama, Alex —le dijo él, zafándose de sus manos, aunque ella las volvió a tomar.

—Puedo… Dormir contigo si eso te calma —mencionó ella, recordando la noche del accidente.

—No somos niños, Alex…

—Por favor. Yo también…

Aquella insistencia venía de manos de saber la situación detrás de ese momento. Para ella, era revivir el pasado reciente, un momento en que el chico se sentía en soledad, uno de los instantes en que compartió a su lado antes de que su padre le prohibiera estar a solas de ese modo. Su corazón palpitaba con más fuerza, sabiendo lo que surgía entre ellos; la prohibición de cercanía que esa noche ella decidió romper, dejándose llevar por entre el sueño y el deseo del momento, sosteniendo la mano de su hermano mientras lo veía fijamente a los ojos.

En ellos reflejaba la tristeza y las pesadillas, el pesar que hacía que ese tono azul oscuro cambiase de una atrayente mirada a una cargada del dolor. En su rostro, unas leves lágrimas brotaban, intentando cubrirlas en medio de la hombría y fortaleza.

Fue en una noche tranquila como esa que ocurrió, Alessandra lo recordaba, una noche en que ambos hermanos salieron de fiesta. Él, celebrando su entrada a la universidad, dispuesto a dejarse llevar por el alcohol; ella siguiendo los pasos de su hermano mayor y celebrando su recién cumplida mayoría de edad, dejando que entre bebidas sus cuerpos en baile se entregasen en un beso que burlaba lo fraternal y se convertía en pasión. Varias semanas habían pasado de ese evento, en el que al ser acusados, su madre salió por ellos, pero nunca llegó a verlos en la discoteca en donde debía buscarlos…

El luto se convirtió en mutua compañía y apoyo, y su padre sólo les prohibió esa cercanía, siendo momento para que el chico buscase un hogar propio, mientras ella sólo lo veía con un extraño deseo que surgía en su corazón. Cada aspecto de él, su cabello negro, su tez blanca y rostro varonil, sus músculos leves por el deporte, incluso sus pequeñas orejas le eran atractivas a ella. ¿Cometía un pecado? Si, no por el deseo, sino por el ignorar el duelo por la pérdida para enfocarse en él. Sentía que así debía ser, si nadie los hubiera delatado, si sólo hubiera sido algo secreto, nada hubiera ocurrido. Ella quería saber qué pasaría si hubiera seguido más allá que un simple beso tentado por el licor.

El chico la veía, se notaba como trataba de mantener la mirada en los ojos de la menor, tratar de no ver más allá de lo que estaría permitido, no ver sus labios o su cuerpo cubierto por prendas nocturnas. Se apoyaba en su estante con una mano, mientras en la otra sentía el calor de los dedos de su hermana, entregándole calma ante aquel pesar. La chica aún sentía su corazón latir con fuerza, incluso en ciertos momentos creía que podría terminar esos instantes especiales si se dejaba llevar por el sueño; con un suspiro profundo, soltó la mano del mayor y lo abrazó con fuerza.

—Chris… Yo también tengo miedo… —confesó, demostrando el sentimiento que tenía oculto desde hace mucho—. Mamá, las pesadillas, los truenos… ¡Tengo miedo de perderte! Aún sueño con aquel día y no resisto… Quiero dormir a tu lado y sentir que no te irás de mi lado. Ya perdí a alguien, no quiero perderte a ti también…

Aunque se lo había dicho en furia anteriormente, en esos instantes sus ojos se llenaban de lágrimas, aferrándose al chico mientras lo rodeaba con sus brazos. No había expresado la totalidad de sus sentimientos, pues aún ocultaba lo que su corazón le gritaba cuando estaba cerca de él. Aún cuando fuera un mundo de fantasías, no era capaz de confesar lo que él le causaba. Lentamente, sintió como su espalda era rodeada por los fuertes brazos del mayor, apretándola con algo de fuerza para no dejarla huir.

—Yo tampoco quiero perderte… Yo… Lo siento… Todo es mi culpa…

El chico se alejó un poco de ella, apartándola de sí para disponerse a retomar su sueño. Al notar esto, como si algo la impulsara, Alessandra sostuvo lo volvió a abrazar, evitando que tomase el teléfono de su escritorio. Sentía que era esa desconexión del mundo y ese recuerdo lo que los unía en ese instante, y que si rompía el vínculo, desaparecería. Se aseguró de que, todo ese tiempo, lo viera a los ojos mientras lo acompañaba. Quería olvidar, quería fingir que eso era un sueño lúcido, ignorar todo lo ocurrido hace ya tanto tiempo.

Una vez más la mirada se quedaba fijamente en el otro. Ambos hermanos, en silencio, se dedicaban a observar el rostro del contrario. Ninguno decía nada, ninguno rompía la comunicación secreta entre ellos. Sólo acercaban sus rostros lentamente, de forma casi inconsciente, hasta quedar a apenas pocos centímetros. Alessandra sentía el fuerte latido, repitiendo en su mente que aquello era una especie de terapia, esa era su excusa, un sueño lúcido en el que tenía toda la libertad del mundo y era para ayudarse. Si no lo fuera, su padre cruzaría esa puerta y prevendría a ambos de seguir con el pecaminoso deseo que los invitaba a curar ese mal.

—Ya deberíamos irnos… —mencionó él, tratando de apartarse una vez más—. A la cama, es decir. Se hará tarde y…

Ella soltó un suspiro adicional, rodeando con sus brazos el cuello del chico para acercarse a él de nuevo, teniendo su rostro a escasa distancia.

—No te alejes de mí, por favor —murmuró suavemente, dejando que su rostro terminase directo frente al suyo.

Sentía la piel de sus mejillas y nariz rozarla, haciéndose apenas un poco al lado para rozar con timidez la comisura de los labios contrarios. Un poco más cerca, un pequeño impulso, fue todo lo que bastó para sellar aquel, su segundo beso, entregado al hombre que la había acompañado a crecer durante tantos años. Su cuerpo temblaba, se estremecía al sentir esa unión, sus piernas y brazos trataban de estar estáticos y sólo se soltaban de golpe para hacerla tambalear, empujando en una caída al chico en su cama. Ahora ella estaba encima de él, viéndolo directamente a los ojos, notando en ellos el deseo de continuar, aunque su voz dijera otras palabras.

—Alex… Somos hermanos, no debemos… 

—Esto es sólo un sueño. ¿No es así? Una mentira para ti y para mí… No existe nada más que tú y yo…

Ese murmullo que salía de sus labios sellaba con honestidad el deseo que ambos sentían, fingir que aquello sólo sería un momento de fantasía en la mente de ellos y que no se repetiría. El chico pasaba su mano por la mejilla de la menor, admirando su rostro a plenitud. Su largo cabello negro, sus finos y delicados labios, aquellos que su dedo ahora acariciaba para mostrar el deseo. Ella, sonriendo suavemente, sostuvo aquella mano con la suya, besando la palma antes de aferrarse a ella un poco más, tomando el dedo pulgar que antes acariciaba sus labios para ahora pasarlo por dentro de su boca. No recordaba en dónde lo había leído, pero sabía que aquel acto erótico era suficiente para que un chico como su hermano se estremeciera cómo lo hizo en ese instante.

Sus piernas se movieron para dejar su cuerpo encima del masculino, colocándose justo encima de sus caderas, apresando al chico con sus piernas a cada lado de su cintura mientras sus labios aún succionaban los dedos del chico con lascividad. Él le pedía que se detuviera, en parte por inseguridad y otra parte por confusión. Incluso para un sueño, sentía que su hermana estaba haciendo más de lo que debía, mostraba más de lo que había deseado. ¿Estaba bien dejarse llevar por los sentimientos y seguir así? Ella hacía que él olvidase su tristeza, que su mente se enfocara en una sola cosa y que sus sueños volvieran a la paz de antes. Su cuerpo intentaba zafarse de la joven que estaba encima suyo, pero sus movimientos sólo hacían que el roce de las zonas íntimas se hiciera presente. Ella soltó un suspiro distinto, uno que hizo un leve ruido de placer a la par que dejaba salir el aire, sonriendo para sí misma al sentir el rubor cálido en sus mejillas.

—Tócame… Sin miedo… —le pidió la chica, llevando la mano del mayor hacia su pequeño pero definido pecho, en dónde le hizo acercarse más a ella.

Con el dorso de su mano, Christopher podía sentir el palpitar acelerado de su hermana, mientras que sus dedos tímidamente acariciaban aquel punto del escote en que apenas empezaba a nacer el seno de la chica. No importaba cuánto la viera como una niña, ya no lo era; sólo dos años eran lo que los diferenciaba, y su cuerpo ya mostraba las curvas esbeltas de una mujer. La suavidad de la tela que la cubría apenas lograba impedir aquella caricia torpe pero erótica del chico, quien lentamente perdía el miedo para acariciar el cuerpo de su hermana. Ella no hacía más que mover lentamente su cintura, dejando que el roce de sus cuerpos empezara a encender aquella chispa entre ellos. Sus manos ahora deslizaban la manga que sostenía aquel camisón para dormir, provocando que en un instante a otro, su torso quedara al desnudo ante la vista del chico.

El mayor tragaba saliva, cuestionándose las acciones que lo llevaron hasta allí. Aún podía retractarse, aún podía retirarse y dormir. Su mano ahora se alejaba de la chica, procurando normalidad. Ante aquella situación, en medio de esas sensaciones eróticas, Alessandra se cubrió su cuerpo. No entendía porque él se negaba a seguir con las caricias. ¿Era tan fea? ¿No era lo suficientemente atractiva para que su hermano olvidase sus miedos y su moral?

—Perdón… —musitó con timidez la joven, aún cubriendo con sus brazos ambos pechos—. Son horribles…

Esas palabras de inseguridad detuvo al joven de sus acciones. Veía el rostro de su ser querido cabizbajo, decepcionada. Iba a lograr su objetivo, con ello, ella se alejaría, lograría quitar esa tentación de su vida, pero… ¿Era la forma correcta? No podía herirla, no podía hacerle esa clase de daño. Aún recordaba los murmullos de su mente pidiéndole no negar sus deseos, y muy a su pesar, deseaba el cuerpo de la chica frente suyo. Deseaba verlo, acariciarlo, poseerlo. Sus ojos brillaban por primera vez en semanas, se había olvidado por completo de su dolor, sólo se enfocaba en el objeto de su pasión que estaba justo encima suyo. Con cuidado, retiró los brazos de la chica con su mano, usando la otra para rodearla cómo pudo por su cintura, y ahora viéndola directamente a esos cristalinos y llorosos ojos de color azul casi violeta.

—No. Son hermosos —aseguró—. Eres hermosa, Alex. Eres, incluso, perfecta.

Esa era una palabra que no esperaba que surgiera de los labios del chico. Perfección. No creía en eso, al contrario, creía que eran pequeños comparados con los de otras chicas; pero al sentir la mano de su amado recorrer su torso hasta tocarlos una vez más, ahora con completa seguridad, se sentía plena. Con dificultad, el chico se levantó para estar a la altura de su rostro, sin romper la conexión que ambos tenían entre sus piernas, evitada sólo por las prendas de ambos. Allí, fijamente y cara a cara, ambos admitían cada parte de sus sentimientos.

Aunque él estaba a punto de decir una palabra, Alessandra lo silenció con un beso, dando a entender que el silencio era la mejor arma de ambos en aquel combate de pasión. Ese beso ya no era sólo la unión de los labios, pues la lengua de la chica se movía despacio alrededor para intentar penetrar en la boca del contrario, moviendo una vez más sus caderas mientras ahogaba en ese beso los suspiros y quejidos de placer que le provocaban las caricias en su piel. Sus brazos rodeaban el cuello del chico, se aferraban más a él y le impedían que se apartara de esa unión, en dónde ella tomaba el control y sólo lo alejaba para tomar un respiro.

Podía ver ahora en ella una sonrisa genuina, una expresión de placer que ahogaba un suave gemido en medio de muestras de felicidad. Quería que esa caricia fuera más allá, que se dirigiera a otra parte de su cuerpo, quería decirle que era el momento para dar el siguiente paso, pero mantuvo el silencio que había procurado dar. Sólo llevó sus manos a la orilla de la camiseta del chico, levantando aquella prenda para retirarla por completo y observar el cuerpo que su hermano ocultaba. Músculos que se dejaban ver definidos a pesar de la oscuridad de la noche, en esos brazos que deseaba que se movieran más y la tocasen con todo el deseo oculto que cargaban encima. Cómo una guía, luego de retirar la prenda del chico del camino, le hizo llevar sus manos hasta sus pechos una vez más, ayudándose con sus piernas para moverse y seguir con el roce íntimo entre ambos.

Los besos se movían de posición, ya no estaban enfocados a su boca, sino que recorrían todo su rostro. Aquella caricia de sus labios rozaba su cuello mientras acomodaba su cuerpo para poder acceder más abajo. Ella se incorporaba con sus rodillas, dejando que sus pechos estuvieran a la altura de esos besos y lamidas de deseo que su hermano le entregaba. Sintió la primera de muchas caricias, respondiendo ante ella con un gemido suave. Ahogaba el gemido de su nombre, cerraba sus ojos para sentir como su pezón era succionado con anhelo, mientras sus brazos rodeaban al mayor para apegarlo más a ella. Era un acto tan simple, pero tan dedicado, que sólo podía sentir el placer detrás de ello.

Como si hubiera hallado la clave, aquellos movimientos despertaron el deseo más instintivo y primal del chico. Sus ojos se mantenían fijos sobre el rostro de Alessandra, mientras su lengua jugaba con las zonas erógenas del cuerpo ajeno para buscar otorgar ese placer. Aún cuando ella dijo su nombre para preguntarle, él seguía con la iniciativa. Ambos cuerpos se unían, sentían el calor del otro, el palpitar del corazón del otro, y el roce en aquella zona que sólo producía un quejido de placer en ambos. Sin tener que decir más, la chica se alejó, levantándose encima de la cama para dejar caer aquel camisón a sus pies, dejando ver su cuerpo indefenso y casi completamente desnudo ante los ojos de su hermano.

Aquella vista lo dejaba embelesado, le hacía olvidar por completo todo lo que había jurado. Ya no importaba si aquello era un pecado, pues aquel delgado y fino cuerpo, cubierto con ese largo velo negro de cabellos, sería la razón por la cual dejaría caer su alma al mismísimo infierno. Con cuidado, ella se retiraba la última prenda que cubría su cuerpo, maldiciendo por lo bajo por no haber usado su lencería esa noche; y arrodillándose ante Christopher, empezó a quitar las ropas que lo cubrían a él, dejando ver la imponente erección que escondía bajo ellas. Sus manos se acercaban a él tímidamente, viendo como el pulso de la sangre lo hacía moverse por sí solo. Apenas lo rozaba lentamente con sus dedos, sabiendo que aquel caliente mástil sería el que entraría en su ser.

Aquella sensación de hipnosis, la expectativa de saber el siguiente paso y el momento de cumplirlo, había paralizado a ambos en esa posición. Ella llevaba inconscientemente su mano derecha hasta la entrada de su vagina, acariciando lentamente toda su extensión mientras él se acercaba a ella para acariciar su cabello. ¿Esperaba que usara su boca en él? Sentía que debía hacerlo, que era justo que si su mano derecha jugaba con su húmedo cuerpo, la izquierda tomase el mando del pene del chico.

El sólo rodear con sus dedos aquella polla provocó un gemido en el chico, uno que no resistió en soltar. Murmuraba el nombre de su hermana, le pedía que no jugase más, le pedía silenciosamente que se unieran en aquel profano acto. Ella sólo dió una pequeña risa al ver cómo el recto y moral hombre caía ante una simple caricia, dejando que su lengua entregase la siguiente. Lamía en la punta, recorriendo todo el camino desde la base con su boca mientras sus dedos penetraban en su virginal vagina, ahora humedecida por la expectativa.

Terminando aquella corta mamada, la chica empezó a moverse cada vez más arriba de la cama, estando ahora con ambos cuerpos rozándose, a sólo un movimiento de que el roce se volviese una penetración completa entre ambos. Él le acariciaba de nuevo el cabello y el rostro de su hermana, sabiendo que ya no habría marcha atrás en el siguiente paso.

—¿Estás segura de esto, Alex?

—Si, hermano… —murmuró en respuesta, negando con su cabeza instantes después, poco antes de acercar su cuerpo al del chico, llevando sus labios a la oreja del contrario para susurrar de forma un poco más sensual—. Quiero entregar mi virginidad a ti.

Sólo requirió esas palabras para que el chico tomase algo de fuerza, su cuerpo ahora se movía por sí mismo, aprovechando aquella posición para aumentar los roces que ambos cuerpos tenían. Christopher la rodeaba con sus brazos, mientras ella se movía torpemente para lograr que estar en la posición correcta. Una simple embestida bastó para culminar aquella unión, haciendo que ambos soltasen un quejido mezclado de dolor y placer. No se movían, no sentían que debían hacerlo, ese instante en el que sus cuerpos estaban conectados les bastaba para sentir el placentero cosquilleo. Lentamente, apenas separando sus torsos, ambos se miraron al rostro; aquella expresión de deseo y felicidad que cada uno dejaba ver en sus ojos les decía que aquello no era un error, ni un momento de debilidad, sino la plena libertad de sus cuerpos. Aunque lágrimas de dolor salían de los ojos femeninos, la plenitud del momento era genuina. Sentía la calidez en su interior, empujando sus paredes y entregando ese peculiar placer.

Otro beso, ayudado por el movimiento de las caderas de la joven, terminaba de entregar el deseo oculto en ambos. Las manos del chico se aferraban en su espalda para que no se separase ni un segundo, en la izquierda aún jugaba con los senos de la menor, y con la derecha la parte más baja de su cuerpo, acariciando su piel para hacerle soltar más de esos placenteros gemidos que servían de música para sus oídos. Ella sólo decía el nombre del chico que estaba debajo de ella, moviendo su cuerpo para otorgar placer en su interior. Fuertes choques de corriente que corrían por su cuerpo con cada empujón que le era entregado, escuchando de la boca del hombre su propio nombre. Ambos se dejaban llevar sin más por el deseo.

En un movimiento, la chica hizo apretar sus piernas, aprisionando a su hermano para que dejase salir en su interior aquel cálido líquido de amor. No le importaba el riesgo al embarazo, sólo quería sentir todo el calor de su ser su interior. Le hizo calentar más, le hizo moverse más, hasta que incluso ella llegaba al climax del éxtasis en pocos instantes.

No importaba cuánto tiempo pasó, segundos, minutos u horas. Dentro de aquellas cuatro paredes, sólo la existencia de ellos dos era lo que importaba. La existencia de dos hermanos que en secreto deseaban el cuerpo del otro, y extasiados de las sensaciones eróticas de sus cuerpos, descansaban en aquella cama.

—Desearía que una noche así fuera real… —murmuró la chica, recostada sobre el cuerpo de su hermano, dando pequeñas caricias sobre su pecho—. Si tan sólo…

Acercando su mano a la del chico, con el objetivo de entrelazarlas para demostrar la unión, Alessandra se encontró con el teléfono móvil del chico. El ruido proveniente de él le hizo salir de su trance, despertando de ese dulce sueño falso lleno de placer. Sus manos se encontraban acariciando por debajo de sus rojas panties, mientras el teléfono del chico yacía al lado suyo. Soltando un suspiro, apagó esa alarma y volvió a ver el fondo de pantalla: era la foto de ella, una simple foto sonriente y alegre que le demostraba cuan enamorado estaba él.

Se lamentó, como muchos días, de no saber la clave de él. También se lamentó el no tener acceso a más nada. Una lágrima recorrió su rostro, seguida de otra, y otra, y otra. Su llanto volvía después de una plácida noche que se sintió tan real. Era sólo un sueño, y aquel chico del que ella estaba enamorada nunca volvería. Volvió a culparse, volvió a decir que fue ella quien causó su muerte, pues fue ella quien le robó ese beso en la discoteca, fue ella quien confesó que eran hermanos, y aunque no fue ella quien le clavó el cuchillo llamándole enfermo, sintió que fueron sus palabras y acciones los que produjeron ese suceso.

Apagando de nuevo el celular, la chica volvió a cerrar sus ojos, deseando volver a ese mundo onírico en el que el ser a quien más amaba estaba a su lado y le entregaba todo el placer que ella pidiera. Sólo debía soñarlo una vez más, hasta que algún día se hiciera realidad…

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Una respuesta

  1. helenx

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