UNA NOCHE DE FIESTA CON MI HERMANA PRIMERA PARTE
UNO
¡Hola a tod@s! Después de mucho darle vueltas en mi cabeza, de haberlo pensado y meditado, me he decidido a contar lo que sucedió entre mi hermana y yo una noche de hace varios meses. Ella y yo hemos hablado en varias ocasiones de lo que pasó entre nosotros, y a pesar de que lo que hicimos es algo nada habitual ni «correcto» entre hermanos, algo que debería cambiar nuestra relación para siempre, lo que más me sorprende es que no sé si lo más extraño es lo que pasó entre nosotros, o el hecho de que tanto a ella como a mí nos ocasione mayor sensación de culpabilidad el hecho de no sentirnos culpables, que no lo que hicimos.
Por esta razón me he decidido a explicarlo públicamente, con la intención de conocer la opinión de quién pueda leernos, o quién sabe si conocer a alguien que haya tenido alguna experiencia parecida a la nuestra.
Tengo 21 años y una hermana dos años menor que yo que se llama Miriam. Este es su nombre real; creo que es lo suficientemente común como para no dar ninguna pista sobre nuestra identidad si lo uso, y me gusta ponerlo por escrito al explicaros nuestra historia, ya que me parece que no quedaría tan real si uso un nombre inventado. Creo que Miriam es una chica bastante guapa, aunque quizá no de las que hacen que la gente se gire por la calle para mirarlas. Pero posee una de esas sonrisas que tienen algunas chicas que cuando las usan las hace parecer mucho más guapas. Y Miriam es una chica alegre, divertida y simpática, y casi siempre está sonriendo. Es alta, mide 1,70, y de constitución delgada, de piernas largas, y para ser delgada la verdad es que tiene bastante curva en las caderas y cintura. Tiene el pelo negro liso a la altura de los hombros, según el momento un poco por encima o un poco por debajo, la cara estrecha, los ojos de color castaño claro un poco juntos, la nariz un poco aguileña, quizá un poco grande para la cara estrecha que tiene pero no le queda mal y unos pechos de tamaño medio pero redondos y bien puestos, grandes para su constitución física (quizá una talla 80, o 75, lo cierto es que no entiendo de tallas de pecho).
Mi relación con mi hermana siempre ha sido maravillosa. Pocas veces nos hemos peleado de niños, prácticamente nunca desde que llegamos a la adolescencia. y siempre hemos sido el mejor amigo el uno del otro. Compartimos habitación durante toda la infancia, hasta que mi hermana cumplió 16 años y mi padre vació la habitación que usaba como despacho para que cada uno tuviéramos nuestro propio dormitorio, y el hecho de haber crecido juntos en la misma habitación, y haber compartido muchas noches de juegos y confidencias durante años, sin duda ayudó a generar una relación tan íntima entre nosotros.
De niños y adolescentes nos encantaba pasar horas juntos por la noche en nuestra habitación, los dos sentados en pijama en la misma cama, y contarnos cosas, bromear, reír o jugar a juegos de mesa, que es una afición que nos encanta a ambos, y cuando tuvimos habitaciones separadas, solíamos juntarnos los dos en una u otra habitación por las noches de vacaciones o fines de semana a charlar o jugar. Nunca he tenido pensamientos sexuales con mi hermana aunque, por supuesto, el haber crecido juntos compartiendo habitación provocó no pocas situaciones de esas en que bromas infantiles se combinan con otras de tono más intenso, pero siempre fruto de la curiosidad propia de la preadolescencia e inicios de la adolescencia, sin mayor intención. En estos momentos de mi vida, por supuesto que en ocasiones, mientras hablaba con mi hermana, especialmente en los meses cercanos al verano cuando vestía pijamas cortos, dirigía la mirada hacia sus piernas o pies, los bultos que iban creciendo en sus pechos, o la forma que adoptaba la ropa de su pantalón de pijama encima de sus partes íntimas, imaginando como era la parte del cuerpo que había debajo. Pero siempre con la curiosidad infantil y adolescente de preguntarte como sería el cuerpo desnudo de una chica, nunca con deseo sexual.
Por supuesto, el hecho de compartir habitación también había dado lugar a algunos «accidentes» durante esos años. Aunque normalmente usábamos el cuarto de baño para cambiarnos de ropa, en alguna ocasión lo hacíamos estando solos en la habitación si teníamos prisa, y esto había provocado algún pequeño descuido. Obviamente de niños no era raro que estuviéramos en ropa interior estando juntos en la habitación, pero siendo mayores recuerdo dos o tres veces que sorprendí a mi hermana en ropa interior cuando tenía entre 12 y 14 años, y una vez más con 14 ya cumplidos en que le vi el culo por detrás, muy brevemente ya que se estaba subiendo el pantalón de pijama y al escuchar la puerta abrirse se lo subió del todo. Confieso que me gustó verlo, era redondito y bonito y parecía suave, y cuando se dio cuenta que alguien entraba en la habitación se giró un poco de lado y eso me permitió ver un atisbo de unos pocos pelitos de vello público. Me habría gustado verla más rato, pero de nuevo era más curiosidad por ver un cuerpo de chica desnudo, cosa que no había visto nunca en la fecha, que no un deseo sexual por mi hermana.
Ella también me sorprendió a mí alguna vez, por supuesto. Que recuerde una vez me vio brevemente el culo por detrás, en una escena muy parecida a la que acabo de contar, y en otra ocasión me debió ver un poco el pene por el lado, aunque nunca le pregunté qué había visto exactamente, ni ella mencionó nada.
Aparte de esto, tengo en mi recuerdo dos situaciones un poco más subidas de tono. En la primera de estas situaciones, mi hermana me enseñó las tetas. Aún éramos niños, ella tendría 10-11 años y yo 12-13, así que no hubo nada demasiado sexual en ese momento. Era una noche de verano, estábamos los dos sentados en la cama de mi hermana hablando y bromeando, y la verdad es que no consigo recordar que nos llevó a eso pero le pedí a mi hermana que por qué no me enseñaba las tetas y ella, sin dudarlo ni mostrar vergüenza, se subió la camiseta del pijama hasta los hombros y me las enseñó. A esa edad aún debían ser poca cosa, aunque a mí, que nunca había visto ningunas tan de cerca, recuerdo que me parecieron ya bastante grandes, y aún recuerdo como me gustaron los pezones pequeños y rosados. A ella no pareció darle ninguna vergüenza mostrármelas, y a mí me gustó verlas pero por simple curiosidad infantil, no recuerdo sentir ningún tipo de excitación.
La segunda situación, un tiempo después, fue un poco más fuerte. Yo tenía 15 años, me acuerdo bien, y por tanto mi hermana tenía 13 años. Era una noche muy calurosa de verano. Me desperté por el calor en plena noche y, al no poder volver a dormir, me levanté para ir a beber un poco de agua fresca. Volví a la habitación con una linterna para ver por donde iba y no destrozarme el dedo gordo del pie contra ninguna esquina, y al entrar el rayo de luz se paseó por encima de la cama de mi hermana, que es la que se encontraba más cerca de la puerta. Vi que ella se encontraba profundamente dormida, boca arriba en la cama, con las piernas abiertas y la sábana a la altura de los tobillos, ya que debido al calor dormida se las había ido sacando de encima. Al moverse en la cama dormida, la camiseta de dormir que llevaba, muy corta, se le había subido hasta por encima del ombligo, dejando completamente a la vista las braguitas blancas que llevaba.
Al verlo, confieso que por primera vez sentí un pequeño pinchazo interno de excitación sexual. Me acerqué a su cama, iluminándola con la linterna. Puse el foco sobre su cara, sobre todo para confirmar que estaba dormida, y después fui descendiendo la luz por su cuerpo, iluminando primero por unos segundos los bultos de sus pechos por debajo de la camiseta de dormir, y a continuación lo moví hasta iluminar sus braguitas. Me incliné un poco para verlas más de cerca, bastante excitado. Vi como la ropa adoptaba un poco la forma de lo que debían ser sus labios vaginales, y me fijé que en la parte superior a estos parecía haber una zona un poco más oscura. Entonces acerqué un dedo y lo puse en contacto con la ropa de las braguitas. Al presionar, sentí el tacto suave de la ropa de algodón y blando de lo que debía ser el labio vaginal de mi hermana. La sangre retumbaba en mis oídos, me sentía nervioso y en un estado de excitación como no había sentido nunca. Moví un poco el dedo por encima de las braguitas, hasta notar con el tacto la separación entre los dos labios vaginales, pero entonces mi hermana emitió un sonido y se movió sin despertarse, colocándose de lado y de espaldas a mí, y yo pegué un bote hacia atrás asustado por si se había despertado, pero vi que continuaba completamente dormida. Me quedé un rato mirándola, tal como estaba ella durmiendo ahora tenía una buena vista de su culo solamente tapado por las braguitas de algodón blanco. No me atreví a volver a tocarla, y además sentía que lo que había hecho no era nada correcto, pero me quedé unos segundos contemplando la piel de la parte de sus nalgas que sobresalía de la ropa de las braguitas. Por supuesto que ya la había visto otras veces, por ejemplo cuando llevaba bikini estando en la piscina o la playa, pero nunca de tan cerca ni pudiendo observarla tanto rato, ni se me había ocurrido nunca hacerlo. Me gustó mirarla, al final era el cuerpo de una chica y nunca había visto ninguno desnudo todavía, pero cuando me metí en la cama, con el pene erecto y la sangre aún sonando como tambores en mis oídos, me sentí mal por haberme excitado mirando a mi propia hermana, que además era mi mejor amiga.
No volví a tener una situación como esa, durmiendo los dos en la misma habitación habría podido intentarlo otras noches, cosa que nunca hice, y cuando pensaba en lo que había hecho esa noche, aunque por dentro me excitaba un poco, también me daba vergüenza de pensar que le había hecho eso a mi propia hermana. Confieso que esa noche, cuando me metí en la cama, no pude dormirme sin antes hacerme una paja, aún con la experiencia fresca en mi mente, y miré a mi hermana dormida mientras lo hacía, pero no fantaseé con estar teniendo sexo con ella, me hacía sentir incómodo la sola idea de pensarlo.
Cuando por fin tuvimos habitaciones propias, durante fines de semana y sobre todo vacaciones seguimos visitando la habitación del otro por las noches, para charlar, bromear o jugar a juegos de mesa, los dos en pijama sentados sobre la misma cama. No mentiré, por supuesto que de vez en cuando me fijaba en las piernas desnudas de mi hermana, o en como le quedaba la ropa por encima de sus pechos o partes íntimas, pero como os he intentado explicar, tenía ganas de ver un cuerpo de chica desnudo, y al final tenía delante el de una chica con el que me llevaba maravillosamente bien. ¿Alguna vez pensé en pedirle que por qué no nos enseñábamos los cuerpos desnudos al otro? Bueno, se me pasó por la cabeza alguna vez, pero nada más que eso, nunca tuve fantasías que hacer eso pudiera acabar masturbándonos el uno al otro, y ya no digo teniendo sexo. La idea me hacía sentir incómodo, y culpable por haber pensado eso de mi hermana. Esto seguro que la mayoría de chicos que hayan tenido hermanas de edad cercana y hayan compartido juegos y habitación con ellas, se habrán sentido en algún momento como yo durante la pre y adolescencia. Y seguro que mi hermana habrá sentido también en algún momento la misma curiosidad conmigo que yo con ella. Viendo lo que sucedió hace pocos meses entre nosotros, lo más probable es que haya sido así alguna vez, creo…
DOS
Así que llegamos por fin a la noche de la que os quería hablar. Fue hace algunos meses, mi hermana tenía aún 18 años, y yo 20, ya que nos llevamos dos años y muy pocos días de diferencia. Por supuesto, ambos habíamos tenido ya alguna experiencia sexual, alguna mejor que otra, y por tanto yo ya había visto más de un cuerpo de chica desnudo, y había podido descubrir como eran. Mi hermana seguía siendo la mejor hermana que podría haber tenido y, aunque cada uno tenía su grupo de buenos amigos, seguíamos siendo mejores amigos entre nosotros, alguien en quien podíamos confiar y contar para cualquier cosa. Aunque menos que en los años anteriores, seguíamos pasando ratos juntos, hablando o jugando a algo.
También salíamos juntos de vez en cuando. Si, por ejemplo, yo estaba en casa aburrido y ella quería salir a hacer algunas compras, no era raro que yo la acompañara, y luego nos íbamos a una cafetería a tomar un café antes de volver a casa, y también ella me acompañaba a mí cuando no tenía nada mejor que hacer. Yo me aburría un poco mientras ella miraba y escogía algo de ropa, y a ella le pasaba lo mismo cuando yo iba a mirar videojuegos, pero aun así estábamos todo el rato bromeando y comentando tonterías de las cosas o la gente que veíamos y nos lo pasábamos bien, así que nos gustaba salir juntos.
Por eso, cuando nuestros padres se fueron a pasar un fin de semana fuera, a casa de una prima lejana de mi padre, y nos encontramos los dos en casa el sábado por la tarde, sin ningún plan a la vista, no tenía nada de extraño que le propusiera a mi hermana salir a cenar y luego a tomar algo. Ya lo habíamos hecho alguna vez y nos lo habíamos pasado muy bien juntos. Decidimos arreglarnos e ir a algún sitio elegante, así que yo me puse unos pantalones de vestir, camisa, zapatos y americana sport, mientras que mi hermana se puso un vestido negro que ya le había visto de alguna noche que había salido con sus amigas, y que tengo que reconocer que le sentaba la mar de bien. De hecho, no tuve ningún problema en decirle que estaba guapa, y ella me dijo lo mismo a mí, y era solo el comentario que puedes hacerle a alguna amiga o amigo, sin ninguna intención detrás. Como digo era un vestido negro, con la falda corta, con mangas aunque bastante cortas, solo le tapaban los hombros y poco más, con la espalda bastante descubierta y un buen escote, que tampoco tuve problema ni incomodidad en señalarlo y hacerle un par de bromas respecto a que igual triunfaría a lo grande esa noche y yo me tendría que volver solo a casa, a lo que me contestó riendo y diciendo que eso otro día, que esta noche era solo para relajarse entre hermanos. Y lo cierto es que así fue…
Cenamos en un elegante restaurante italiano de pasta, que nos encanta a ambos, charlamos, bromeamos, y bebimos bastante vino. Al salir del restaurante fuimos a una sala de fiestas a tomar un gin-tonic y a escuchar un poco de música, y como allí hablar era complicado por el ruido, mi hermana me acabó cogiendo del brazo y tirando de mí diciendo que fuéramos a bailar un rato. A ella le encanta y yo lo odio, siento que soy la persona más torpe y patosa del mundo cuando lo hago, y como la conozco muy bien sé perfectamente que una de las razones por las que me obligó a ir a bailar fue para que lo pasara mal y poder reírse de mí, pero también sé que lo hizo porque conmigo se sentía muy a gusto y segura, y le apetecía poder bailar tranquilamente sabiendo que ningún chico se le iba a acercar a molestarla, a diferencia de cuando sale con sus amigas.
Así que fuimos a la pista y estuvimos bailando durante un buen rato, ella como un ángel y yo como un pato borracho. Y, sin sentir en ningún momento nada fuera de lugar por mi hermana, aunque tenía que reconocer que estaba muy guapa moviéndose en la pista de baile, como suele sucederle a las chicas cuando bailan, que si la vida fuera un juego de rol ganarían un +100 en Carisma. Lo que sí ocurrió fue que, al estar bailando uno cerca del otro, se sucedieron algunos roces inevitables entre su cuerpo y el mío, bailamos un par de bailes demasiado pegados, y seguro que el alcohol también influyó, pero hubo un momento en que, involuntariamente, tuve una pequeña erección. No fue por tener ningún pensamiento consciente sucio con mi hermana, simplemente fue una reacción involuntaria a tener a una chica guapa bailando delante, a ver su escote, sentir los roces de su cuerpo contra el mío, también al alcohol consumido, y me dejó bastante incómodo y solo pensé en tratar que me desapareciera lo antes posible.
No sé si mi hermana se dio cuenta porque no me hizo ningún comentario y nunca se lo he preguntado, aunque podría hacerlo, pero debió hacerlo en alguna de las ocasiones en que su cuerpo se rozó con el mío. Y tampoco sé, aunque también podría preguntarlo (aunque esto me da un poco más de apuro que lo anterior), si ella también sintió algún tipo de excitación no deseada al estar bailando tan cerca de mí, rozando su cuerpo con el mío (¡y por el alcohol!) aunque, por lo que sucedió más tarde, deduzco que sí.
Después de bailar nos sentamos en una zona de sofás a descansar y tomar una copa más, y finalmente nos dirigimos de vuelta a casa. El alcohol había hecho un poco de mella y nos pasamos el paseo de vuelta hablando un poco más alto de lo normal para esa hora, y haciendo broma y riendo de absolutamente todo lo que nos encontrábamos en nuestro camino, especialmente de las cosas que menos gracia tenían. Mi hermana tuvo que detenerse porque del ataque de risa que tuvo le temblaban las piernas y no podía ni caminar cuando vimos un Alfa Romeo aparcado en la calle y le dije: «¡mira, como dicen los chinos, un Alfa Lo Meo!, y yo no pude evitar emitir unas sonoras carcajadas cuando más tarde escuchamos ladrar a unos perros y ella dijo «quizá son los perros del Curro, o como dicen los chinos, los pelos del culo» (para que veáis que estábamos en un estado en el que nos reíamos con cualquier cosa que no hiciera la más mínima gracia). Al llegar a casa estábamos algo cansados, pero lo había pasado tan bien juntos que no tenía ganas de irme aún a dormir, así que le propuse a Miriam tomarnos una última copa en casa mientras jugábamos una partida a algún juego. Ella se mostró encantada y se fue a buscar algunos juegos mientras yo iba al mueble bar y cogía un par de vasos y algunas botellas. Ella volvió y dejó unas cuantas cajas de juegos encima de la mesilla del café. Yo preparé un par de gin-tonics y me senté en el sofá, Miriam se quitó los zapatos y se sentó también con las piernas dobladas hacia un lado, colocando entre los dos el tablero de un juego.
Jugamos algunas partidas a dos o tres juegos sencillos, no estábamos para juegos que requirieran grandes estrategias, pero no por ello lo pasábamos menos bien, riendo y haciendo bromas a cada movimiento, o tomándonos el pelo si la jugada no le había salido bien al otro. Los gin-tonics se acabaron, así que me puse a preparar un par más, y bien cargados, mientras mi hermana cambiaba el juego y preparaba el tablero de uno nuevo. Y llegados a este punto quiero aclarar una cosa importante: mi hermana y yo habíamos bebido bastante, pero de ninguna manera, ninguno de los dos, nos encontrábamos en un estado en el que no supiéramos lo que hacíamos. Estábamos ambos alegres, contentos, y muy desinhibidos (entre las bromas que nos hacíamos constantemente el uno al otro había algunas que tenían un matiz un poco sexual, quizá poco habituales entre dos hermanos, y si alguien nos hubiera estado escuchando habría podido pensar que estábamos flirteando, pero nada más lejos de la realidad. No eran sino un reflejo de la relación tan íntima que tenemos que nos hace tener la confianza de decirnos este tipo de cosas sin sentir ninguna incomodidad). El alcohol lo único que hizo fue sacar algo enterrado dentro de lo más profundo de nuestro ser, no nos hizo hacer nada que no quisiéramos.
Me senté de nuevo en el sofá con los gin-tonics y empezamos a jugar al juego de la Escalera. Supongo que la mayoría lo conoceréis, es un juego tremendamente simple donde solo tienes que tirar un dado y moverte a lo largo del tablero intentando ser el primero en llegar a la última casilla, y pudiendo avanzar o teniendo que retroceder si caías en alguna de las casillas especiales. Perfecto para jugar bebiendo y bromeando a esas horas de la madrugada. Empezamos una partida, y le pegué una paliza tremenda a mi hermana. Por alguna razón yo constantemente caía en casillas que me permitían avanzar unas cuantas más, mientras ella siempre caía en las que le obligaban a ir retrocediendo, y por supuesto cada vez que sucedía no dejaba de burlarme de ella. En este juego, cuando estás a punto de ganar, si no sacas la tirada exacta que necesitas sufres el riesgo de caer en alguna casilla que te mande varias casillas atrás, o incluso al principio del juego, pero yo saqué la puntuación exacta que necesitaba a la primera y gané, mientras Miriam aún se movía por la segunda fila de casillas tras caer hacia abajo del tablero no sé cuántas veces durante la partida. Lo celebré muy efusivamente, obviamente, y ella me retó a una segunda partida. Esta vez no me resultó tan fácil, pero también le hice morder el polvo y gané bastante rápidamente.
– ¡Joder, pero qué mala eres! Con lo simple que es este juego, y no tienes ni idea, que pena… – me burlé de ella.
– Bah, solo has tenido suerte, no como en los juegos anteriores que eran de pensar donde te he estado pegando una paliza tras otra, como tiene que ser cuando tienes la mala suerte de tener una hermana tan lista como yo.
– Creo que tienes que dejar de beber ya, Miriam. El alcohol te está afectando a la memoria y crees recordar cosas que no han sucedido nunca. Me has ganado alguna partida solo de casualidad, y además eran todas de prueba y no valían, las de verdad las he ganado todas yo.
– ¡Buah, pero tú lo flipas! ¿Cómo puedes ser tan tramposo? ¡Todas valían, y te las he ganado casi todas! ¡Además de perdedor eres un tramposo! ¡Qué vergüenza!
– Lo siento, pero como hermano mayor responsable me veo en la obligación de impedir que sigas bebiendo, en vista de todas las tonterías que estás diciendo – repliqué mientras movía la cabeza teatralmente mostrando una evidente desaprobación, a la vez que alargaba la mano hacia ella y trataba de arrebatarle el vaso de gin-tonic.
– ¡Ay, para, tonto, que me lo derramas sobre el tablero! – exclamó ella, riendo y luchando conmigo para poder conservar el vaso en su poder, y sin que se le derramara nada de líquido.
Hicimos el tonto un rato, haciendo ver que peleábamos por su vaso, y en este rifirrafe en que me acerqué bastante al cuerpo de mi hermana mis dedos rozaron los suyos y la piel de sus brazos, y hubo un momento en que mi mano rozó sus pechos por encima de la ropa del vestido, de forma involuntaria y sin que ella le prestara ninguna atención, y lo cierto es que me excité un poco, en gran parte gracias al alcohol que llevaba encima, pero solamente porque era el cuerpo de una chica, no pensaba especialmente en que se tratara de mi hermana. Finalmente nos calmamos entre risas, ella conservó su vaso, y me retó a una nueva partida.
– Esta vez te gano segurísimo – me dijo – Antes solo has tenido suerte, pero yo soy muchísimo más buena que tú.
– Ni lo sueñes – contesté – Una niñata como tú no me puede ganar jamás a este juego, soy el número uno mundial del mundo entero, y parte del extranjero.
– ¿Qué te juegas a que te gano?
– Lo que quieras, vas a perder…
Mi hermana se lo pensó unos segundos, y entonces sucedió todo.
– Vale, pues si tan seguro estás de ganar… ¡Si gano yo, me tienes que enseñar el pene!
Me reí, y contesté sin pensar, con lo primero que me vino a la cabeza. Me arrepentí de lo que había dicho tan pronto como las palabras abandonaron mi boca, aún con el estado de embriaguez y un poco de excitación en el que estaba me pareció demasiado fuerte y fuera de lugar, pero ya estaba dicho.
– ¡Pues si gano yo, me la tienes que chupar!
– ¡Jajajaja, hecho! – contestó Miriam, también rápidamente sin pensar, y sin desdecirse después, o parecer estar incómoda.
Empezamos una nueva partida. Sabía que lo que habíamos dicho no era más que una broma causada por el estado de desinhibición que el alcohol nos había provocado, pero mientras empezábamos a jugar no podía dejar de pensar que había escogido mal, que podría haberle dicho que si ganaba yo ella me tenía que enseñar las tetas, por ejemplo. Con lo desinhibida que se encontraba mi hermana, es posible que me las hubiera enseñado de verdad, y lo cierto es que tras verle el generoso escote del vestido durante toda la noche, no me habría importado verlas. Pero bueno, solo estábamos bromeando, así que dejé de pensar en eso y me concentré en lo importante, que era humillar a mi hermana en el juego por tercera vez seguida.
La partida fue bastante reñida y larga, y por un momento pareció que mi hermana iba a ganarla. Yo me encontraba bastante abajo en el tablero, tras una serie de tiradas desafortunadas, mientras ella se encontraba en la parte final, a la espera de una tirada buena para ganar. Cada vez que iba a tirar el dado me miraba y me decía, riendo, «¡y ahora veremos como es este pene!» o algo parecido, pero no conseguía sacar la puntuación exacta que necesitaba para ganar y yo le iba recortando terreno. Tras un par de tiradas afortunadas llegué al final del tablero justo por detrás de la pieza de mi hermana, y al segundo intento saqué la puntuación exacta que necesitaba y gané.
– ¡Toma ya! – exclamé levantando los brazos – ¡Menuda perdedora estás hecha!
– ¡Pero qué suerte tienes, no es justo! – contestó ella – Así es imposible jugar.
– Venga, menos llorar y a cumplir la apuesta – dije solo para ver como reaccionaba ella, sabiendo que, por supuesto, no iba a cumplir con lo que habíamos apostado.
– Vale, una apuesta es una apuesta, y hay que cumplirla – contestó ella despreocupadamente.
Y tras decir esto, Miriam se bajó del sofá, me abrió las piernas con la mano, y se arrodilló en el suelo entre ellas. Yo me reí, y dejé que mi hermana continuara con la broma. Tenía curiosidad por ver hasta donde llegaba, así que no me inmuté cuando me desabrochó el cinturón y los pantalones, e incluso dejé que me los bajara hasta los tobillos. No me daba ninguna vergüenza que mi hermana me viera en calzoncillos, los llevo de tipo bóxer y no es tan distinto a cuando me ve en traje de baño, pero vi que estaba llevando la broma demasiado lejos cuando me cogió la goma de los calzoncillos con los dedos. Conociendo a mi hermana como la conozco, sabía que era completamente capaz de dejarme con el pene al aire para entonces reírse de mí (y de paso vérmelo).
Tal como estaba en ese momento no me importaba demasiado que mi hermana me viera desnudo, la verdad, pero aún estando medio excitado y con la cabeza enturbiada por el alcohol era capaz de discernir que al día siguiente y en adelante ya no me resultaría muy cómodo estando con ella sabiendo que me había visto tan íntimamente y yo a ella no, así que tuve intención de decirle que parara, pero luego pensé que si ella me veía a mí, yo luego tendría la excusa para pedirle a ella que me enseñara también su vagina, o al menos sus tetas, y no porque tuviera realmente un interés sexual, sino simplemente curiosidad de verla. Pero perdiendo el tiempo pensando en todas estas cosas lo que hice fue quedarme quieto sin decidirme a hacer nada, y dándole tiempo a mi hermana para que, de un tirón, me bajara los calzoncillos también hasta los tobillos.
Me quedé congelado, sin saber como reaccionar. No acababa de sentir demasiada vergüenza porque mi hermana me estuviera mirando fijamente mi pene desnudo, igual que tampoco me había dado demasiada las veces que había entrado en la habitación y me había visto medio desnudo, en los tiempos en que compartíamos habitación, pero sí me daba cuenta que, seguramente, al día siguiente sí la sentiría al recordar lo que estaba pasando en ese momento. Nos quedamos los dos inmóviles unos segundos, yo sin saber qué hacer o decir, mi hermana mirando fijamente mi pene, yo esperaba que en cualquier momento se echara a reír y me hiciera alguna broma, pero cuando se movió fue para alargar la mano en dirección a mi miembro. Lo sujetó con dos dedos, me lo levantó, y deslizó los dos dedos a través de toda su longitud, desde la base hasta la punta.
Yo me quedé paralizado sin saber qué hacer mientras sentía el tacto de los dedos de mi hermana acariciarme mi miembro y veía como me lo miraba fijamente, pero quién sí supo qué hacer fue mi pene, que se puso de inmediato completamente erecto. Por fin empecé a sentir vergüenza, podía pasar que mi hermana me viera el pene en estado normal, pero que me viera con una erección me parecía demasiado. Seguía esperando que en cualquier momento se echaría a reír y a burlarse de mí por haberme visto mis partes íntimas, diciendo «¿pero de verdad te creías que te iba a hacer eso?» y yo me defendería diciendo que claro que no me lo había creído, pero que ahora ella me tenía que enseñar su vagina para compensar, a lo que sin duda se negaría, y discutiríamos en broma a ver quién enseñaba qué de su cuerpo. Pero, en vez de todo eso, lo que hizo mi hermana fue sacar la lengua y acercar su cara a mi pene. Sentí el tacto caliente de su lengua en la piel de la base de mi pene, y luego ascendiendo a lo largo del miembro, hasta llegar a la punta, y entonces empezó a bajar de vuelta hasta la base. Después volvió a ascender, pero esta vez no se detuvo al llegar a la punta, sino que continuó hasta el glande y se puso a recorrerlo el círculos usando la punta de su lengua. Las piernas me temblaron y por un momento creí que iba a tener un orgasmo en ese mismo momento.
Mi cabeza era un hervidero de ideas y sentimientos. ¿Lo que estaba sucediendo era real, o solo un sueño? ¿De verdad mi hermana, mi mejor amiga, me la estaba chupando? Intenté decir algo, pero no sabía qué. ¿Le pedía que parara? ¿Le decía que me estaba gustando? Mi hermana tampoco decía nada, simplemente me recorría el pene arriba y abajo con la punta de la lengua, lo hizo tres o cuatro veces más, y, entonces, tras estar unos segundos trazando círculos con la lengua sobre mi glande, abrió los labios y se metió mi pene dentro de la boca.
Empezó a chupármela, muy lentamente. Sentía sus labios rodeándome el pene y deslizándose arriba y abajo, sentía el calor y la humedad del interior de su boca, su pelo que al inclinar la cabeza contra mi regazo me acariciaba las piernas desnudas, sus manos apoyadas contra mis muslos. Era la situación más incómoda y a la vez maravillosa de toda mi vida. Me quedé en silencio, sin saber qué decir. La vergüenza que no sentía porque mi hermana me viera la polla, o me la chupara, sí la sentía a la hora de hablar, no me atrevía a decirle lo mucho que me gustaba, o simplemente expresar en voz alta lo que no podía dejar de repetirme dentro de mi cabeza: «¡mi hermana me la está chupando!». Tenía una voz en mi cabeza que me repetía que debía decirle que parara, que dejara de hacerlo, y una parte de mí sabía que debía decirlo en voz alta, pero ganaba la parte que prefería quedarse quieto y disfrutar de lo que estaba pasando. Y, encima, creo que mi hermana me estaba haciendo la mejor mamada que había recibido en toda mi vida. No se parecía a las que podemos ver en películas porno, rápidas, con movimientos de cabeza muy rápidos arriba y abajo, con mucha saliva. Era lo más tranquila y lenta posible, pero el uso combinado de sus labios y lengua a la vez me estaba provocando una excitación superior a la de cualquier otra que me hubieran hecho, y solo la combinación del alcohol ingerido y el sueño por la hora que era impidieron que me corriera inmediatamente dentro de la boca de mi hermana.
Si no podía moverme y no me atrevía a decir nada, lo único que podía hacer era relajarme y disfrutar del momento, y eso fue lo que hice. ¿Estaría mi hermana teniendo también todos estos pensamientos contradictorios en su cabeza? Si era así, nada daba a entenderlo. Tampoco decía nada, no desviaba la atención hacia mi rostro para mirarme, simplemente tenía una mano apoyada contra mi muslo desnudo, con la otra sujetaba mi pene, y con la vista fija hacia abajo continuaba moviendo la cabeza lentamente hacia arriba y abajo, metiéndose y sacando mi pene de su boca. Lo único que me atreví a hacer fue colocar mi mano sobre la suya, la que tenía apoyada sobre mi muslo. Miriam reaccionó sujetándomela, entrelazando sus dedos contra los míos, y durante un rato más mi hermana me la continuó chupando mientras nos sujetábamos las manos y acariciábamos nuestros dedos entre ellos.
Tendría que haberlo dejado aquí. Apartar la cabeza de mi hermana de mi miembro, decirle algo, irnos a dormir, y al día siguiente hacer ver que no había pasado nada y tratar de seguir con nuestra relación como había sido hasta ese día, achacándolo todo al calentón ocasionado por una noche de diversión y alcohol. Pero estaba tremendamente excitado, dejé de pensar que quién me la estaba chupando era mi hermana, y lo que pensé fue que ella me había visto el pene y lo tenía dentro de su boca y yo también quería ver algo de ella. Alargué los brazos hacia ella, la sujeté por los hombros y tiré de ella hacia mí. Mi hermana se sacó mi pene de la boca y siguió arrodillada en el suelo entre mis piernas pero irguió el torso y se inclinó hacia mi cuerpo. Entonces agarré las mangas de su vestido y las deslicé hacia abajo por sus brazos. A medida que el vestido bajaba, el escote era mayor, hasta que finalmente sus pechos quedaron completamente al descubierto.
No voy a decir que eran unas tetas impresionantes, como las que tienen tantas chicas por Instagram y redes similares, pero me gustaron mucho. Para tener una constitución delgada eran bastante grandes, más de lo que imaginaba, y tenían una buena forma, redondas y bien puestas. Y tenía unos pezones y aureolas exactamente como a mí más me gustan, pequeños y rosados. Mi hermana no reaccionó porque le estuviera viendo las tetas, y tampoco cuando empecé a recorrerlas con los dedos. Eran suaves y blandas, los pezones muy agradables de apretar entre dos dedos, y sentí un pinchazo de excitación inmediato que me hizo desear chuparlas y lamerlas. Me dije a mí mismo que no era buena idea, pero Miriam me estaba dejando tocárselas sin problema y además ella bien que me había chupado el pene, así que la sujeté por los antebrazos y con delicadeza volví a tirar de su cuerpo hacia mí.
Miriam se incorporó y subió al sofá encima de mí, apoyando las rodillas una a cada lado de mi cuerpo, y se sentó justo encima de mi pene. Me incliné acercando la cara todo lo que pude hacia ella, saqué la lengua, y lamí uno de sus pechos. Pasé la lengua también por encima de su pequeño pezón, y entonces abriendo los labios, los coloqué alrededor de él, y lo empecé a chupar, usando los labios y la lengua. Era sensacional sentir el pequeño pezón dentro de mi boca, y lo sentí endurecerse y aumentar un poco de tamaño, a la vez que escuché a mi hermana proferir un pequeño gemido. Me saqué el pezón de la boca, chupé un poco más el resto del pecho, y entonces cambié al otro y se lo chupé también entero,a lamiendo la piel y mordisqueando con delicadeza el pezón.
Mientras le chupaba las tetas a mi hermana la mantenía sujeta por la cintura con mis manos, pero me fui animando y poco a poco fui moviendo las dos manos hacia su culo, hasta que empecé a acariciarlo por encima de la ropa del vestido. Miriam no se movió, no dijo nada ni intentó apartarme las manos de su culo ni mi boca de sus tetas, de manera que, al cabo de un rato, animándome aún más, introduje las manos por debajo de la ropa de su falda. No puedo decir que mi hermana tenga un culazo, pero a pesar de su constitución delgada lo cierto es que lo tiene redondo y bastante respingón, y ahora descubría que también es blandito y suave, y muy agradable de acariciar. Con el tacto vi que mi hermana llevaba unas braguitas de las que creo que se llaman brasileñas, es decir, con más tela que un tanga pero que le dejaba la mitad de las nalgas sin cubrir, y disfruté tocando de forma simultánea la piel de su culo directamente con mis dedos y a través de la fina tela de las braguitas.
Entonces aparté la cara de las tetas de mi hermana y levanté la vista hacia su rostro. Nos miramos por primera vez a la cara, en silencio, sin atrevernos a decir nada, o sin saber qué decir. La encontré más guapa de lo que la había encontrado jamás. Tenía algo distinto en su rostro, un brillo distinto en los ojos. Sonreía un poco, pero era una sonrisa un poco diferente a la que tiene normalmente. Ella acercó un poco más su rostro hacia el mío, yo me incliné un poco hacia su cara, luego nos acercamos un poco más… No sé quién empezó, pero en un momento dado mis labios entraron en contacto con los suyos. Sintiendo su suavidad y calidez abrí un poco la boca; ella haría lo mismo porque nuestros labios se entrelazaron, mordisqueé primero su labio inferior, luego me introduje en la boca el superior, ella se metió en la boca el mío inferior y lo lamió. Yo usé la punta de la lengua para recorrer sus labios, y entonces entró en contacto con algo caliente, que me di cuenta que era su propia lengua. Sin pensar en lo que hacíamos nos besamos, primero lenta y casi tímidamente, pero a medida que pasaban los segundos cada vez más apasionadamente. Nos lamíamos los labios, entrelazábamos nuestras lenguas, las introducíamos en la boca del otro, y mientras tanto yo no dejaba de acariciar el culo de mi hermana por debajo de su falda, y debajo del cuerpo de mi hermana sentía mi pene cada vez más hinchado. Además, empecé a introducirle los dedos por debajo de las braguitas para tocarle el culo al completo sin nada entre su piel y la de mis dedos. Mi hermana me dejaba hacerlo sin inmutarse, y yo no dejaba de besarla, lamiendo, chupando, mordisqueando sus labios y jugando con su lengua sin parar, con gran pasión.
Antes he comentado que, de niño, tuve un tiempo de fascinación en que me preguntaba como sería la vagina de mi hermana, y me habría encantado poder verla. Como he dicho, era mucho más por curiosidad preadolescente que no por excitación sexual. En este momento en que estaba acariciando el culo de mi hermana mientras la besaba en la boca, renació en mí un recuerdo de ese antiguo deseo, la vocecilla que aún me iba diciendo que era aconsejable dejar de hacer con mi hermana lo que estábamos haciendo, de no ir más allá, estaba siendo claramente superada por otra voz que me impelía a ver y tocar su vagina, a por fin descubrir como es, me decía que ese era el momento de conseguir lo que hacía años quería hacer, y que no volvería a tener otra oportunidad para ello. Siguiendo la llamada de esa voz agarré con los dedos la goma de la cintura de las braguitas, y se las bajé hasta los muslos.
Ella por fin reaccionó a lo que le estaba haciendo. Levantó su culo de encima de mi regazo donde estaba posado, y alargó una mano hacia él para apartar las mías. Sin duda, intentar quitarle las bragas a mi propia hermana era llegar demasiado lejos, y ella por fin se había dado cuenta de lo que estábamos haciendo e iba a colocarse bien su ropa interior y a levantarse de encima de mi para que dejara de tocarle el culo. Luego supongo que nunca hablaríamos de lo que acababa de suceder, haríamos ver que nunca había pasado, y ojalá pudiéramos seguir teniendo la fantástica relación de hermanos/amigos que habíamos tenido siempre, que no fuera raro estar solos en compañía del otro…
Esto es lo primero que pensé cuando Miriam se incorporó, pero para mí sorpresa lo que hizo en realidad fue agarrar las braguitas con la mano y acabar de deslizárselas piernas abajo, sacudió un pie cuando se le quedaron atascadas en el tobillo, y cuando cayeron al suelo volvió a sentarse encima de mi regazo para continuar besándome. Volví a poner mis manos sobre su culo, levantándole la falda por detrás, y esta vez se lo acaricié completamente desnudo, y mientras se lo tocaba y la besaba, aún con la inmensa excitación que sentía, una idea me iba dando vueltas en mi cabeza: mi hermana estaba sentada sin ropa interior encima de mi pene…
Aún así, sigo convencido que, en ese momento, no tenía intención de ir más allá, de traspasar el mayor de los límites. Pero lo que sí quería era cumplir ese antiguo deseo juvenil de ver como era la vagina de mi hermana… Por eso, un rato después de estar acariciándole el culo desnudo, empecé a deslizar las manos por encima de sus caderas hacia adelante, y las introduje por entre sus piernas. El corazón me botaba ruidosamente dentro del pecho, pero aún dio un bote más grande cuando la punta de mis dedos notaron un pliegue de piel suave, y bastante húmeda. Exclamando para mí mismo que le estaba tocando la vagina a mi hermana deslicé los dedos hacia arriba, pasándolos por entre sus labios, hasta llegar al final y palpar una zona con vello corto y suave. Entonces hice el mismo movimiento pero en sentido inverso, deslizando los dedos hacia abajo recorriendo el canal entre sus dos labios vaginales; al estar sentada encima de mí, Miriam tenía las piernas abiertas, una a cada lado de mi cuerpo, de manera que me fue sencillo recorrer con los dedos sus partes íntimas. Miriam no reaccionó, más que emitiendo un pequeño gemido y mordisqueándome el labio inferior, de manera que continué deslizando el dedo por entre sus labios vaginales, cada vez más deprisa, de manera que al final acabé masturbándola, mientras ella me besaba sin parar emitiendo gemidos cada vez más frecuentes e intensos. En algún momento intenté introducirle un dedo dentro de la vagina, pero debido a estar sentada encima de mí y a su posición inclinada sobre mi pecho para besarnos, no pude conseguir introducir más que la punta de un dedo, de manera que en su lugar continué simplemente tocando sus labios vaginales y deslizando un dedo entre ellos, masturbando a mi hermana.
Entonces ocurrió. Como he dicho antes, tras haberle dado muchas vueltas, hoy sigo pensando que, cuando me moví, no fue con la idea consciente de hacer eso, que no quería ir más allá de lo que ya estaba haciendo. Tampoco sé exactamente lo que pensaba mi hermana en ese momento. Es obvio que estaba muy excitada, ella misma se había quitado las braguitas y estaba sentada encima de mi pene desnudo, con las tetas al aire, dejando que le tocara el culo y sus partes íntimas, pero quería llegar a tanto? Lo hemos hablado, y ella está tan poco segura como lo estoy yo…
Nos estábamos besando, lamiendo y mordisqueando, nuestros labios, juntando nuestras lenguas, en algunos momentos riendo, en otros gimiendo, mientras yo no dejaba de acariciarle a turnos el culo o la vagina desnudos, y de vez en cuando llevaba las manos a sus tetas para acariciar y pellizcar sus pequeños pezones excitados. He dicho que mi hermana estaba sentada, sin braguitas, encima de mi pene desnudo, pero en realidad nuestras partes íntimas no estaban muy en contacto ya que tenía mi pene, completamente erecto, colocado hacia un lado y presionado por los muslos de mi hermana al estar sentada en mi regazo. La sensación era tan excitante que al principio no hice caso a las molestias, pero la presión del cuerpo de mi hermana sobre mi miembro empezó a provocarme un poco de dolor, así que mi intención solo fue colocarlo en una posición más cómoda, para poder seguir besando y tocando el cuerpo de mi hermana. Prometo de verdad que al menos eso es lo que creo, que lo que sucedió en ese momento no fue algo decidido conscientemente, sino tan solo una secuencia de cosas que fueron ocurriendo, poco a poco, sin que ninguno de los dos atináramos a detenerla.
Coloqué las manos por debajo de los muslos de mi hermana e hice un poco de fuerza hacia arriba, para levantar su culo de encima de mi regazo, o indicarle a ella que lo hiciera, como así fue. Al levantar ella su cuerpo de encima de mí, pude coger mi pene y colocarlo hacia adelante, con la intención que cuando Miriam volviera a sentarse encima de mi regazo, mi pene quedara entre sus muslos en dirección hacia mí, en lugar de debajo de uno de ellos como había estado hasta ahora. De acuerdo, he dicho que solo quería colocarlo de forma que no fuera molesta y eso es verdad, pero también reconozco que se me pasó por la cabeza la idea de que así podría frotarlo un poco contra los labios vaginales de mi hermana. La idea me excitaba muchísimo, pero eso es lo máximo que pensé hacer, de verdad.
Pero, en lugar de colocar mi pene hacia mí, plano contra mi vientre, lo dejé un poco en vertical, en dirección a la vagina de mi hermana, aunque solo quería hacerlo durante un segundo, para poder frotar la punta contra su vagina, solo un instante, antes de inclinarlo más en dirección a mi cuerpo. Ella hizo descender un poco su cuerpo hacia mi regazo, haciendo que, casualmente o no, su vagina rozara la punta de mi pene. El corazón se me desbocó, y no pude evitar desear introducir un poco la punta, solamente eso, qué importancia tenía a esas alturas? Ella debió pensar lo mismo, puesto que descendió el culo un poco más, moviéndolo un poco para colocar su vagina justo encima de mi pene erecto. Luego solo fue un poco más, yo levanté un poco mi pubis para que mi pene entrara, pero tan solo un poco más; mi hermana descendió más su cuerpo, pero solo un poco más, solo un poco… Sentía una presión contra la punta de mi pene, luego también un poco más abajo, y más, se sentía muy estrecho pero también muy húmedo, y no me costaba nada deslizarme un poco más dentro de ella… Finalmente, el cuerpo de mi hermana volvió a descansar sobre mi regazo, a los dos se nos escapó un pequeño gemido, y por encima de toda la excitación que sentía, un pensamiento muy claro retumbó en mi cabeza:
¡Me estaba follando a mi hermana!
CONTINUARÁ…
Una respuesta
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