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septiembre 10, 2025

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Mi primo me cogió

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Lo que me pasó el otro día que fue una locura. Mis viejos no estaban, mis abuelos salieron a hacer las compras, y yo dije: «¡Es mi chance!». Agarré el trípode, me encerré en el cuarto y empecé a grabarme unas fotos y videos re picantes. La cosa es que estaba re en mi mundo, en bolas, re poses, sacándome fotos con el celu… cuando de repente escucho que la puerta se abre. ¡Cagadísima! Me tapé con una remera que tenía tirada ahí, pero obvio, todo el resto quedó re expuesto.

Y ahí estaba él: mi primo, que ni me había enterado que estaba en la casa. Se supone que estaba jugando a la Play en silencio, pero el muy curioso me vio la luz prendida y se mandó. Se quedó mirándome con una cara entre sorprendido y re caliente. Lo primero que atiné a decir fue: «¡Salí de acá, boludo!». Pero él no se movió. Al contrario, se acercó re tranqui y me dijo: «¿Qué estás haciendo, eh? ¿Filmando algo para tus seguidores?». Me puse colorada, pero también me re calentó su actitud.

El muy canchero se sentó en mi cama y me dijo: «Dejá de hacerte la tímida, que ya te vi toda». Me morí de vergüenza, pero también sentí una excitación que no me podía controlar. Él se levantó, se acercó y me agarró de la cintura. «¿Querés que te ayude? Yo te filmo, y vos te relajás…». La verdad, no sé cómo, pero me convenció. Su voz me re tranquilizó, y además, estaba re bueno el chabón.

Empezamos con poses re suaves, pero después la cosa se puso más intensa. Me tocó las tetas por arriba de la remera, y yo ya estaba mojadísima. Me susurró: «¿Siempre te gustó que te miren, no?». Y yo, en vez de enojarme, asentí. Me bajó la remera y me besó los pezones, uno por uno, mientras con la otra mano me apretaba el culo. No podía creer lo que estaba pasando, pero tampoco quería que pare.

Después me tiró sobre la cama y se subió arriba mío. Me miró fijo y me dijo: «Vamos, dejate llevar…». Y así fue. Me penetró con una verga que no esperaba: gruesa, dura, que me llenó completamente. Gemí como nunca, y él no paraba de moverse, agarrándome de las caderas y metiéndome cada vez más fuerte. Encima, el muy hijo de puta había puesto mi celu en el trípode y seguía grabando todo. Entre gemidos, me dijo: «Así te gusta, ¿no? Que te graben mientras te como entera…».

Cuando acabamos, quedamos re transpirados y sin aire. Me acuerdo que me dijo: «Esto queda entre nosotros, ¿dale?». Y yo asentí, pero en mi cabeza ya estaba pensando en la próxima vez.

 

Ahora no puedo parar de recordar su verga gruesa y cómo me llenó, pero me re persigue que mis abuelos se enteren. Encima, cada vez que lo veo en las reuniones familiares, me mira con esa sonrisa cómplice que me vuelve loca.

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