Por
Anónimo
Mi prima lejana de 19 y yo terminamos enredados en una brecha oscura
Esto fue hace un par de diciembres, casi llegando Navidad. Estábamos en el rancho donde vive parte de la familia de mi papá. De esas reuniones grandes, ya sabes, carne asada, rolitas, un frío cabrón, fogata y cheve a lo pendejo. una “prima lejana” que apenas acababa de cumplir los 19, también andaba ahí. pero la neta, desde que la vi bien crecidita, ya no la podía ver igual.
Yo tengo 30, así que ni al caso andar pensando en mamadas, pero la morra no paraba de coquetearme. Me tiraba el rollo bien machín, se me arrimaba, me agarraba del brazo, me servía tragos y hasta me decía cosas como “a ti no se te notan los 30, te ves mas joven”. Yo nomás me reía, pero la neta, me traía bien prendido desde rato.
Como a eso de las 3 de la mañana ya no había ni una sola cheve. La mitad de la raza ya estaba dormida y los demás bien cruzados, tirados o bailando
. Entonces Daniela se me arrima y me dice al oído:
—Oye… ¿y si vamos por más cheve? Me dijeron que por acá hay un lugar como a 20 minutos que sí vende a esta hora.
Yo traía mi troca, así que le dije que una dije que si, Ella se subió una chamarra encima de la pijama que traía y nos fuimos. Nadie preguntó nada porque todos andaban bien entrados, asi que ni cuenta se dieron que nos fuimos juntos
El camino estaba de la chingada, pura terracería, oscuro de a madre, ni un solo foco, y más solo que la chingada . Íbamos platicando leve, y de repente suelta:
—¿Tú crees que estoy buena?
Me reí y le pregunté que de dónde salía con esas mamadas si éramos primos.
Me respondió bien seria:
—Porque yo sí me he fijado en ti desde hace rato… y no te hagas pendejo, yo sé que tú también.
Me quedé callado, y ahí fue cuando se me quedó viendo directo y dice:
—¿Nunca has cogido con alguien de la familia? Aunque sea lejana…
En corto se me paró. Me agarró la pierna y empezó a subir la mano. Me dijo:
—No va a pasar nadie por aquí, ¿por qué no te paras tantito?
Busqué un lugar más o menos y me orillé. y apague el carro. se me subió encima como si lo hubiera estado planeando todo.
Me besó bien cabrón. Se quitó la chamarra y la blusita delgada que traía. Estaba sin brasier, con los pezones bien paraditos por el frío. Me decía:
—Tengo frío, pero contigo se me está quitando todo…
Me desabrochó el pantalón y se lo metió a la boca, lento, con esa mirada cochina que traía desde la fiesta. Me decía:
—Quiero saber cómo sabe tu verga desde hace rato…
Yo ya no aguantaba. Le bajé el pantalón de la pijama, traía un tanga toda mojadita. La jalé y la metí así sin avisar, estaba más que lista.
Cogimos ahí mismo, en el asiento del copiloto, con las ventanas empañadas, con el miedo de que alguien pudiera pasar, aunque sabíamos que ni de día pasaba gente por ahí, menos a esa hora. Eso lo hacía más rico, ese morbo de “no deberíamos”.
Ella gemía bajito, como queriendo aguantarse, me mordía la oreja y me decía:
Muévete más, cabrón… fóllame bien, como si no fuéramos familia…
Cogimos como por media hora tan rico y tan morboso, me dijo que le terminara en la boca asi que al cliente lo que pida jaja, nos esperamos un ratito en lo que se nos bajara la adrenalina sudando y con el corazón acelerado. Nos arreglamos, fuimos por las cheves y regresamos como si nada. Nadie dijo ni madres, todos seguían bien pedos.
Desde entonces, cada que nos vemos, cogemos. Me manda packs a cada rato, me dice qué quiere que le haga cuando nos veamos. Los dos tenemos pareja ya, pero no dejamos de buscarnos. No sé hasta cuándo dure esto, pero cada vez que vamos al rancho, ya sé lo que va a pasar.
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