Después de la muerte de mi padre, mi madre se quedó desolada durante una buena temporada. Mi madre se llama Soledad, tiene 38 años, solo 15 más que yo…me tuvo muy joven y supo tirar del carro con fuerza, sin hacer caso a las críticas que recibía casi a dirario por parte de la gente del pueblo.

Mi padre murió cuando yo tenía 19 años, desde entonces mi relación con mi madre fue a más. Antes de eso siempre me había llamado la atención la extraordinaria belleza de mi madre, pero de alguna manera desde la muerte de mi padre quise suplirlo en todos los aspectos. La verdad es que sentía celos de mi padre en muchas ocasiones; mi madre es una mujer muy bella. Su rostro es angelical, límpio, sensual, coqueta y a la vez elegante. Tiene los ojos color turquesa y su larga melena rubia le llega casi hasta el nacimiento del más hermoso trasero que jamás he visto en mi vida. Mis amigos siempre que vienen no pueden evitar hacer algún comentario sobre ella; cuando nos sirve alguna bebida mi madre se pavonea delante de ellos, sabiendo que no pueden dejar de mirarla. Esos chicos seguro que acaban luego haciendose una paja, me dijo un día. En cierta manera me gusta, aún me hace sentir que soy deseada. En fin, que después de mucho darle vueltas un día acabamos follando como locos. Fue por verano, yo estaba malo en cama, no me sentía bien desde un tiempo. Mi madre vino por la noche a mi habitación para llevarme un vaso de leche caliente con miel…al entrar mi corazón pareció salirse de su sitio, mi madre entró con un precioso camisón de color rosa, trasparente donde se le veía sus pechos con nitidez. Mi madre tiene unas medidas espectaculares, 105-60-90 que uniendolo a su belleza inusual hace de mi mama un bombón imposible no mirar. Se sentó en la cama y casi sin darme cuenta, empezó a menearme la polla. Mi madre me miraba seria, decidida a no acabar de esa manera aquella noche. Poco a poco se llevo mi enorme cipote hinchado a su boca, me hizo una mamada que jamás podré olvidar. No aguanté mucho y mi leche salió disparada a su garganta. Me sorprendió ver que mi mama no se apartaba la verga de su boca, al contrario, se la tragaba con mas ardor y la relamia mientras me miraba a los ojos. No paramos, mi madre se desnudo delante de mi, observé el cuerpo más perfecto del mundo. Se puso encima mia y me folló sin compasión. Fue un día inolvidable, un día que jamás he olvidado.

Hoy en día seguimos con nuestros juegos sexuales y somos felices…mi mama me hace de todo y creo que estoy enamorado locamente de ella. Aunque ella me dice que solo es sexo, y que debemos seguir practicando esos juegos hasta que nos cansemos. Pero ella me hace feliz.