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Anónimo

agosto 5, 2025

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Intente con mi hermana y me pillo

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Eran las 5:43 AM según el reloj de mi celular. La luz gris del amanecer se filtraba por las rendijas de la persiana, pintando rayas pálidas sobre el cuerpo de mi hermana. Estaba dormida de costado, con esas shorts de dormir tan ajustados que le marcaban cada curva como si fueran una segunda piel.

El aire acondicionado zumbaba en silencio, pero yo sentía el calor subiéndome por el cuello.

Había pasado toda la noche viendo cómo ese culo perfecto se movía con cada respiración, redondo y firme como dos melones maduros. Las ganas me carcomían desde hacía semanas, pero esta mañana era diferente. La casa estaba en silencio absoluto. Nuestros padres habían salido de viaje. Solo nosotros dos.

Me acerqué despacio, sintiendo cómo el sudor frío me pegaba la camiseta a la espalda. Ella seguía dormida, inconsciente de cómo mis dedos temblaban al rozar el borde de sus shorts. La tela cedió un poco, revelando el inicio de esa raya perfecta que dividía sus nalgas.

«Bajarlos sería fácil», pensé. Un tirón suave y tendría ante mí ese paraiso de carne blanca y suave que tantas noches había imaginado.

Pero los malditos shorts eran más rebeldes de lo que parecían. Cada centímetro que intentaba bajar requería una fuerza que amenazaba con despertarla. En un movimiento torpe, tiré demasiado fuerte y el elástico hizo un ruido seco al rozar su piel.

 

Sus pestañas se agitaron.

murmuró dormida, con esa voz ronca de quien no está del todo consciente.

Mi corazón se detuvo. Salté hacia atrás como si me hubieran electrocutado, golpeando la mesita de noche y haciendo caer un vaso de agua que afortunadamente no se rompió.

«¡Mierda! Me asustaste», dije demasiado alto, tratando de disimular el pánico.

Ella solo murmuró algo incomprensible, se acomodó entre las sábanas y volvió a respirar profundamente. Yo me quedé paralizado, con la polla tan dura que me dolía, observando cómo sus párpados cerrados temblaban levemente.

Dos minutos. Eso fue todo lo que duró mi alivio.

De repente, sus ojos se abrieron completamente, despejados, alertas. Me miró directamente, luego bajó la vista hacia mis manos que todavía estaban cerca de su cintura, y luego a la evidente protuberancia en mi pantalón.

¿Qué haces?» preguntó, pero su voz no sonó enfadada. No sonó asustada. Sonó… curiosa.

El silencio se extendió entre nosotros mientras yo buscaba desesperadamente una explicación que no existía.

«Yo… eh… pensé que te había caído agua del vaso. Quería secarte», mentí, sabiendo que era la excusa más estúpida del mundo.

Ella se incorporó lentamente, haciendo que sus pechos se movieran bajo la camiseta holgada. Sus ojos nunca se apartaron de los míos mientras sus dedos jugueteaban con el borde de sus shorts.

«¿En serio?» dijo finalmente, con una media sonrisa que no logré descifrar.

Luego, sin romper el contacto visual, se dio vuelta y volvió a acostarse, dejándome allí parado, sudando, con más preguntas que respuestas.

Pero lo que más me quemaba el cerebro era eso: cuando se giró, ¿había arqueado el culo hacia mí… o fue mi imaginación?

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Una respuesta

  1. cristinar

    No soy hombre, pero me tal relato me hizo provocar a tu hermana.

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