Por

Anónimo

enero 12, 2023

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El Sobrino Capítulo 1: La Primera Noche

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Vengo aquí a contar algo real que me sucedió apenas hace unas semanas y que no me ha dejado dormir desde entonces. Tengo varias amigas y amigos en los que confío mucho, pero esto es tan intenso que me da miedo ser juzgada, por eso prefiero quedar en el anonimato, y si algún día alguien que me conozca llegase a saberlo, espero que me sepa entender. 

 

Todo comenzó un viernes en la víspera del cumpleaños de mi cuñado. 

 

Pero primero me presento: 

 

Mi nombre es Tatiana, tengo 50 años, soy casada y mi historia empieza el viernes en la noche, mientras ayudaba a mis hijos y a mi esposo a empacar las maletas para el fin de semana que nos esperaba fuera de casa. 

 

El plan era pasar esos días en la casa campestre de mis suegros, un lugar con mucho espacio que usan para las celebraciones familiares y días festivos. La casa tiene varias habitaciones donde nos acomodamos por familia y una extra muy grande, equipada con literas para los chicos. 

 

También cuenta con una piscina, sillas para acostarse alrededor de ella y una mini cabaña donde hay una bodega y baño. 

 

Allí nos reuniríamos con mis suegros, cuñados y las familias de cada uno. 

 

Entonces el viernes, después de llegar del trabajo y empacar, salimos hacia la casa en nuestro auto.  

 

Más o menos a las 8:30 de la noche estábamos estacionando el auto afuera de la casa, en un espacio en el que apenas cabíamos, pues por la cantidad de autos estacionados, supuse que éramos los últimos en llegar. 

 

«De últimos como siempre» dijo mi esposo con un tono grosero. 

 

Desde ahí supuse que las cosas no estarían muy bien con él en ese fin de semana.

Dentro de la casa nos esperaban todos: En el sofá más grande de la sala estaba sentada Margarita, la hermana menor de mi esposo, con Esteban su marido y sus dos hijas, las mellizas María del Mar y Rocío; mis suegros los acompañaban en la sala sentados en otras sillas. 

 

Desde la cocina vino la voz de Martha, la esposa de Hernán, el hermano mayor de mi esposo que ese fin de semana cumplía años. Ella salió muy festiva y buena gente a saludarnos como siempre. Hernán apareció detrás de ella y se unió al saludo. 

 

Justo cuando pensé que estábamos completos, apareció al fondo del pasillo la única persona que faltaba. El antagonista de esta historia fue el último en presentarse, como si estuviera esperando el momento indicado. El único hijo de Hernán y Martha hizo su aparición recibiéndonos calurosamente: Joaquín, mi sobrino. 

 

Martha, que era la encargada de la cena esa noche, nos avisó que en un momento estaría sirviendo, así que llevamos las maletas a nuestro cuarto y salimos a cenar de inmediato. 

 

Mis hijos Karen y Matías pidieron dormir en el cuarto grande con sus otros primos. Mi esposo y yo aceptamos sin ningún problema. 

 

De hecho… 

 

Me dio mucho gusto escuchar la petición de mis hijos, ya que así tendría mucha más privacidad con mi esposo y seguramente la aprovecharíamos para tener algo de intimidad.

 

Verán, últimamente las cosas habían estado tensas entre nosotros con lo que respecta al tema sexual. Después de llevar muchos años de matrimonio, la rutina empezó a consumirnos al punto de caer en la monotonía. 

 

A pesar de mi imagen de esposa y médica profesional seria, dedicada y respetuosa, me considero una persona caliente a la hora del sexo, con gustos variados y muchas necesidades. No soy de las que se queda con lo clásico, pues me encanta experimentar y disfrutar completamente de lo que nos brinda el placer erótico. 

Los últimos meses con mi esposo habían sido complicados, pues él ya no estaba tan interesado como yo en las noches de pasión que tenían cabida en nuestro lecho matrimonial. 

 

Les estaría mintiendo si no admitiera que en mis ratos libres me gusta encerrarme en mi estudio personal a ver pornografía. No soy una experta en el tema, ni en cómo buscarla en internet, pero encontré varias páginas que supieron satisfacer mi falta de acción. 

 

Me gustaba imaginar que estaba sola y meterme de lleno en el video, buscaba de esos con historia, pues disfruto tener algo de contexto y no solamente el clásico mete-saca. 

 

Imaginaba que yo era la protagonista de muchas situaciones: unas en las que me quedaba sola en casa con un daño en las tuberías y llegaba un guapo y estilizado fontanero a reparar el daño, mientras yo lo seducía con ropa que dejaba ver más de la cuenta o comentarios que revelaran mis intenciones con él. 

 

Luego el fornido tipo me levantaba por los muslos y justo encima de donde estaba trabajando, en la sala, en el cuarto de mis hijos o incluso en mi propia cama, me sometía con todas sus fuerzas hasta penetrarme y acabar adentro mío al tiempo que yo tenía un fuerte orgasmo. 

 

Mis fantasías volaban por todos los escenarios posibles que tenía a la mano, pero pronto los videos me parecieron menos entretenidos. 

 

Fue entonces, en otra de mis búsquedas clandestinas de placer online, que encontré los relatos eróticos. 

 

Quedé fascinada con el vasto mundo que esconden este tipo de relatos y además, con su potencia a la hora de hacer que uno se excite. 

 

Fue aquí donde me llevé la primera sorpresa como novata del contenido para adultos, más específicamente con una categoría muy mal vista pero muy exitosa (y excitante) de la que al principio sentí inseguridad, luego curiosidad y al final satisfacción. 

 

Pero de eso ya hablé en el prólogo y profundizaremos luego. 

Continuando con la noche del viernes… 

 

Después de cenar acompañé a mi hijo Matías, un adolescente que empezaba a pedir más libertad y menos cuidados, a acostarse al gran cuarto repleto de literas donde de a poco llegaban todos los sobrinos. 

 

Cuando llevé a Matías ya estaban las mellizas María del Mar y Rocío, dos chicas un par de años menores que mi hijo, blancas, delgadas, de ojos azules y un abundante cabello rubio. Muy bonitas. Ambas habían preparado una litera donde dormirían juntas. 

 

Mi hijo pidió la cama de arriba de la litera contigua, donde dormiría también su primo Joaquín, pero en la cama de abajo. Joaquín es mayor que Mati, tiene cabello negro intenso, cuerpo delgado, ojos color miel y piel bronceada. 

 

Digamos que está en la época donde quiere parecer mucho más grande de lo que es. 

 

Karencita, mi hija, durmió sola en la litera del frente. 

 

Las parejas nos quedamos en cuartos separados, entonces después de acompañar a mi hijo, fui a mi cuarto para cambiarme de ropa, pues estaba agotada después de un viernes intenso en el trabajo y solo quería ponerme cómoda. 

 

Soy una mujer de curvas pronunciadas, mis pechos son grandes, también mis nalgas y mis piernas, ese día llevaba una camisa de botones y unos jeans, debajo un brasier color negro y una tanga también negra. Me gusta combinar mi ropa interior, siento que es una parte sexy que las mujeres dominamos. 

Después de desempacar casi todo, lo más cómodo que encontré para ponerme fue una blusa blanca de tiras y un short de tela. Aunque hacía frío, lo que más me importaba era no sentir el cansancio de mi cuerpo. 

 

 

Les confieso que una parte de mí esperaba verse bien esa noche para intentar algo con mi marido, por eso la combinación de ropa interior. Pero a esas alturas ya no me importaba como me estaba viendo, sino lo que mi cuerpo sentía, entonces decidí quitarme el brasier para descansar de la espalda. Tener senos grandes cansa mucho, puede ser una gran ventaja para los afortunados que los disfrutan, pero una carga a veces para las que los llevamos. 

 

Sin quitarme la blusa me desabroché el bra y lo saqué por uno de los costados. Al fin más cómoda terminé de organizar las cosas para salir de nuevo a la sala, donde me esperaban el resto de adultos. 

 

Cuando se es mujer hay que estar prevenida por muchas cosas y una de esas es cuando no se usa brasier, y más aún si no se usa brasier con una blusa de color claro que llega a transparentarse un poco, porque siempre terminan notándose de más los senos y se vuelve un poco incómodo, sobretodo si estás con tu familia. 

 

Además como les dije antes, mis pechos son de tamaño grande y a veces la gente se fija más de lo que debería en eso, incluso cuando se trata de alguien moralmente incorrecto, como tus cuñados, sobrinos e incluso tu suegro. Créanme, una siempre se da cuenta. 

 

A eso súmenle que era una noche fría y mis pezones se endurecieron haciendo más notorio que debajo de la blusa no había nada que los detuviera de pegarse a la tela revelando su forma, su tamaño y un poco su color.

 

Por supuesto que no consideré apropiado salir así no más de nuevo a la sala, entonces resolví cubrirme con una cobija alrededor de mi cuerpo, así evitaba el frío y mostrar piel de más.

 

Al llegar de nuevo a la sala me di cuenta de que, a pesar de que la fiesta oficial era hasta el otro día, ya estaban bebiendo cervezas y whisky. Hernán, mi cuñado que cumplía años, me ofreció un trago pero yo me negué, no tenía muchas ganas de beber. 

 

Sin embargo terminé aceptando un par porque llegó mi esposo a insistir que bebiera. Cuando él bebe se pone un poco pesado y es mejor hacerle caso para evitar futuros enfados. 

 

La familia de mi esposo es muy fiestera, siempre hay alcohol de donde echar mano cuando se reúnen. 

 

Además de los adultos, en la sala se encontraban los chicos más grandes, mi hija Karen y mi sobrino Joaquín, que con la bendición de su padre también tenía un vaso de whisky en las manos. 

 

Mientras yo bebía cortos sorbos de whisky, ponía música desde mi celular a un amplificador, era la Dj de la fiesta y los animé a bailar. Al principio se negaron, pero a medida que bebíamos, las cosas se animaron al punto de que apagaron las luces normales y pusieron un par de focos que prendían y apagaban como si se tratara de una discoteca. 

 

Con la iluminación y el ambiente propicio, inició la fiesta. Mi esposo hablaba con Hernán y con Esteban, mientras Martha conversaba con mis suegros y Joaquín, que ante la mirada aprensiva de su madre, continuaba bebiendo. 

 

Margarita y Esteban los animaban a todos a bailar, entonces se formaron las parejas que cambiaban de canción a canción, hasta que mi hija se despidió de todos alegando que ya tenía sueño y se fue a la habitación de los chicos. 

 

Era muy divertido verlos disfrutar de la música que yo ponía mientras bebía arropada con mi cobija. Todo iba bien hasta que mi esposo ya ebrio decidió invitarme a bailar. 

 

Yo me negué rotundamente desde el principio, ya que no quería salir de mi escondite por motivos que ustedes ya conocen, pero él insistió tanto que no le importaron mis explicaciones, pues me dijo que nadie le pondría atención a lo que llevaba puesto y después de mucho insistir, finalmente acepté.

 

Me quité la cobija y quedé en mi pijama esperando que la poca luz no dejara que se note demasiado que no llevaba brasier, ni tampoco mi pijama tan sugerente. Me llevó al centro de la sala y bailamos de forma normal, yo fijándome con incomodidad si alguna persona me miraba más de la cuenta, pero al parecer no habíamos despertado el interés de nadie. 

 

Al parecer. 

 

Cuando acabó la canción, mi esposo me soltó de súbito para ir por más whisky. Mientras tanto, me devolví para sentarme y quedar bajo mi cobija de nuevo, pero me detuvo sentir que alguien tocaba mi hombro.

 

Al voltear vi a Joaquín, mi sobrino, a quien conozco desde que nació y que por su expresión parecía haber bebido más de lo suficiente a pesar de no estar muy bien visto. Con una voz torpe me pidió que bailáramos y yo con cariño le dije que no era el momento y prefería sentarme. 

 

Él insistió pero de nuevo me negué con más autoridad, ya me preparaba para seguir caminando pero se atravesó mi esposo y de nuevo me insistió de forma muy exagerada, por culpa de los tragos que llevaba encima, que bailara con mi sobrino.

 

Gerardo: Vaya mija, no sea aguafiestas. 

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Como ya les dije, prefería aceptar las peticiones de mi marido para evitar problemas con él, aún me quedaban dos días más en ese lugar y no quería pasarla mal o tener discusiones frente a su familia. Volteé hacia mi sobrino y caminamos al centro de la sala, en medio de las otras personas, y empezamos a bailar. 

 

Sonaba una salsa un poco romántica, que se prestaba para un baile pegado pero yo siempre intenté mantener la distancia.

 

Al principio me sentí incómoda, pues las mujeres siempre nos damos cuenta cuando nos miran demasiado y mi sobrino lo hacía todo el tiempo, intentaba disimular pero era demasiado obvio que no le interesaba verme a los ojos. Al final, mi atuendo estaba causando los efectos que yo había intentado evitar a toda costa, y para mi mala suerte, apenas era el inicio.

La canción avanzó mientras él intentaba pegarme a su cuerpo, yo me alejaba con cuidado para que no sintiera que lo rechazaba, pero también con firmeza evité que nuestros cuerpos se pegaran demasiado. Si no quería que me vieran usando ese improvisado pijama, mucho menos quería que me tocaran.

 

Sin embargo, era imposible que al menos por unos instantes nuestros cuerpos no se juntaran, yo sentía cada roce de su pecho contra el mío y cada vez que ocurría, se pegaba con más fuerza haciendo que mis senos se hundieran un poco sobre la superficie de su pecho. 

 

Repitió esto una y otra vez, dificultando mi tarea de evitar el contacto. 

 

Tanta insistencia empezó a parecerme sospechosa, sobre todo porque mi rechazo era muy evidente y hasta ese día, Joaquín había sido siempre muy respetuoso de lo que le decíamos sus mayores, incluyéndome. 

 

Así que no hice nada más que convencerme todo el tiempo que era normal y que seguro mi sobrino no estaría haciéndolo a propósito. Todo esto debía ser mi imaginación, cómo iba a pensar que mi sobrino estaría intentando tomar ventaja de una situación así y más aún en frente de casi toda su familia. 

 

No, era imposible.

 

Pero siempre volvía a mi cabeza ese pensamiento, el roce entre su pecho y el mío era más y más frecuente, aunque cada vez que se me pegaba yo lo despegaba, no podía evitar los toques, la pequeña fricción que generaban nuestros cuerpos chocando apenas en el límite y el hecho de que yo no llevaba brasier lo hiciera más peligroso.

 

Mis senos brincaban libremente casi encima de él, apenas atajados por la blusa blanca de tela fina. Tal vez para los demás no era visible, pero estoy segura de que él ya había notado la ausencia de mi prenda íntima. 

 

Para tomar el mando de la situación necesitaba saber con claridad todo lo que estaba pasando, no era nada nuevo para mí que alguien intentara cortejar en un baile, pero… ¿mi sobrino? No cabía esa posibilidad en mi cabeza, bueno, solo en las fantasías más locas que leí en internet, pero no en la vida real. 

 

¿De verdad estaría intentando sentir mi cuerpo y seducirme de alguna manera o solo bailaba de forma muy confianzuda y pegachenta?

 

Como sabía que cada segundo contaba, aproveché para tomarlo del brazo y darle una vuelta mientras bailábamos, él accedió y mientras quedé a su espalda, aproveché para ver qué tanto se notaba mi cuerpo en ese desafortunado atuendo. 

 

Me corrió un escalofrío al bajar la mirada hacia mi cuerpo y descubrir que tenía los pezones muy parados. Al parecer todos esos roces habían tenido efecto en mí. Quería dejar a Joaquín de espaldas a mí y salir corriendo a cubrirme, pero la fuerza de su brazo me hizo completar el giro y terminar de nuevo frente a él, esta vez aprovechándose de mi distracción para dejar su cuerpo presionando fuertemente al mío.

 

Él no se detenía, continuaba bailando como si nada pero yo en sus ojos podía ver que estaba sintiendo todo mi cuerpo y lo disfrutaba. No podía creerlo, todos sus esfuerzos por pegarse a mí habían dado fruto y en ese momento debía estar sintiendo mis pezones erectos contra su pecho, mi abdomen contra el suyo y mi vientre contra su entrepierna…

 

Todos los pensamientos me atacaron en un segundo cuando pude analizar bien la situación. Dejé que mi cuerpo sintiera también la delgadez y firmeza del suyo, quise inspeccionar cada parte que mi cuerpo lograba sentir: grave error. 

 

Justo en ese momento pude comprobar que estaba pasando algo más, algo que no había calculado hasta entonces porque me parecía lejos de toda posibilidad. En ese momento, pegada a todo su cuerpo, sentí algo duro y fuerte en su entrepierna.

 

Estaba nerviosa y atrapada, pues no podía pensar en otra cosa que se acabara la canción, pero como también estaba confundida, le eché la culpa a los tragos que me había tomado de whisky y a los que también había tomado Joaquín. 

 

Me dije que eso no podía ser verdad, cómo iba a tener una erección un chico como mi sobrino conmigo, las personas de su edad pueden tener chicas jóvenes, sus compañeras de estudio o alguna de sus novias seguro habrían sido más sexys que yo, entonces pensé que debía confirmar lo que sospechaba y sin dudarlo puse mi mano sobre su lumbar y terminé de empujarlo contra mí.

 

Toda su pelvis quedó aprisionada contra mi vientre y ahí pude confirmarlo todo: una erección completa que sentía desde el Monte de Venus hasta mi ombligo, parecía una columna de hierro que sostenía su cuerpo. Así la sentí mientras nos seguíamos moviendo ahora mucho más lento al ritmo de la música. Yo lo miraba fijamente a los ojos mientras él intentaba esquivar mi mirada. Ninguno decía nada. 

 

Al parecer, ahora que me tenía donde tanto había querido, estaba asustado y no sabía qué hacer.

 

Yo continué bailando, meneando mis caderas a un ritmo más lento pero más pegado a él, restregándome sutilmente sobre lo que escondía su pantalón. 

 

Esos movimientos debieron estimularlo porque inmediatamente allá abajo todo se movió de un salto, estábamos tan juntos que casi podía sentir cómo la sangre entraba a toda velocidad y aumentaba el tamaño y el grosor de su pene, en ese momento no podía detenerme, no sabía quién era yo ni por qué no había cortado con todo.

 

De repente era como si nos hubiéramos teletransportado a otro lugar, como si no hubiera nadie alrededor y esa sala fuera una habitación llena de lujuria en la que solo estábamos los dos. Yo, no como una esposa aburrida sino como una diosa del placer y él no como Joaquín mi sobrino, sino como un semental lleno de ganas de complacerme.

 

Estaba bajo un hechizo difícil de escapar, y si lo describo con mucha precisión es porque se sintió tan intenso que puedo recordar cada detalle. Mi cuerpo pegado al suyo, su pecho apretando mis senos, mi vientre presionando su pene, nuestros rostros frente a frente, inexpresivos, esperando a que el otro reaccionara, a que el otro hiciera el primer movimiento para descubrir lo que ambos estábamos dispuestos a hacer. 

 

Cuando acabó la canción, inmediatamente salí del hechizo. No sé cuánto tiempo duramos así, pero cuando la música cesó fue como estar de nuevo en la sala con toda la familia de mi esposo rodeándome, y la persona que tenía enfrente era mi sobrino Joaquincito. 

 

Me llené de terror en ese momento, pues llegué a pensar que quizás alguien nos había visto, pero al parecer nadie se percató de lo que ocurría casi al frente de sus ojos. Benditas sean las luces de discoteca y la oscuridad parcial que nos cubrió de los demás. 

 

Lo alejé bruscamente de mi cuerpo y me fui a sentar. Joaquín me dijo que volviera pero preferí ignorarlo y envolverme en mi cobija. Afortunadamente todos seguían bailando y bebiendo, demasiado ocupados para prestarnos atención. 

 

Él se sentó en una silla alejado de mí mientras yo tomaba otra copa de whisky y decidía irme a dormir, pues las miradas de mi sobrino no paraban y yo ya me sentía un poco ebria e incómoda.

 

Le dije a mi esposo que me acostaría ya y él aunque me insistió de nuevo en quedarme, esta vez no le di gusto y me fui derecho para el cuarto.

 

Entré y cerré la puerta, lastimosamente en esas habitaciones solo era posible asegurar la puerta con una llave y yo no la tenía en ese momento, así que no pude cerrarla bien.

 

Dejé caer la cobija al piso y me di cuenta que mis pezones seguían parados y duros, me pasé las manos por encima de ellos y los pellizqué fuerte con mis dedos hasta que sentí otro escalofrío por mi cuerpo, entonces apagué la luz y me tumbé en la cama boca arriba muy excitada.

 

Busqué mi celular para intentar bajar la calentura con alguna distracción pero me di cuenta que lo había dejado en la sala con la música.

 

Entonces solo cerré los ojos y empezaron a aparecer en mi cabeza imágenes de cuando bailaba con mi sobrino, de la forma en que me miraba con deseo y como se sentía su cuerpo pegado al mío. Era inevitable, necesitaba sacar toda esa fogosidad de mi cuerpo cuanto antes, era momento de actuar.

 

Me quité el short y lo dejé encima de la cama para ponérmelo rápido por si necesitaba salir. Metí mi mano derecha debajo de la tanga con mucha suavidad, tenía empapada la tanga, no me había dado cuenta de lo excitada que estaba, entonces me empecé a tocar con mis dedos de arriba a abajo acariciando mi vagina y sintiendo toda su humedad que cada vez aumentaba. 

 

El corazón me palpitaba más fuerte, quería arrancarme la ropa pero no quería quedar completamente desnuda sabiendo que cualquiera podría entrar en cualquier momento, entonces con la otra mano me subí la blusa dejando salir un poco mis tetas, para poder tocar mis pezones desnudos que cada vez se endurecían y le transmitían más placer a todo mi cuerpo.

 

Me acariciaba casi como todos los días lo hacía en las mañanas, antes de ir al trabajo, cuando amanecía con ganas y mi esposo no estaba para quitármelas. Pero esta vez era un poco distinto, no entendía porqué estaba tan excitada, tan mojada, tan sensible, apenas con suaves caricias el cuerpo se me estremecía por completo, esa sensación me preocupaba ya que era nueva para mí, pero a la vez me encantaba poder sentir tantas cosas, en esos momentos no me cambiaba por nadie.

 

La mayoría de las veces usaba mi celular para ver porno e inspirarme un poco, pero en ese momento no necesitaba nada, mi cabeza proyectaba imágenes confusas, prohibidas, que me tenían a punto de estallar. Uno de mis dedos rozó mi clítoris y me hizo soltar un gemido… oh, mi cuerpo se arqueó como si pasara electricidad por él, mi piel se erizó y me mordí los labios para intentar contener otro gemido.

 

Cada imagen de su pelvis contra mi vientre se sentía muy real, era como si tuviera a Joaquín encima mío, casi podía palpar su cuerpo, mis pezones sentían como rozaban su pecho y sentía que se iban a reventar. Todo mi cuerpo había provocado semejante erección en un joven como él, de pensar eso me retorcía en la cama mientras mis dedos se empapaban y yo hacía más esfuerzos por no gemir muy fuerte…

 

¡Oh! 

 

Dejé escapar uno muy fuerte a la vez que mis dedos se resbalaban hacia adentro de mi vagina, ya no podía parar, empecé a meterlos cada vez más rápido y más fuerte…

 

¡oh, oh, oh! 

 

Me masturbaba mientras imaginaba lo que había pasado allá frente a todos… Frente a mi esposo, sus hermanos y toda su familia había sentido el gran pene de mi sobrino sobre mi vientre, esa situación que ni en mis más oscuros sueños o pesadillas se me había aparecido, me tenía semidesnuda, empapada, masturbándome y gimiendo en la cama.

 

Estaba apunto de llegar al clímax y lograr hasta ahora uno de los mejores orgasmos de mi vida, pero un ruido fuerte en la puerta me hizo detener en seco pensando que mi esposo había entrado al cuarto.

 

Sin pensarlo dos veces me subí las tangas, me bajé la blusa para cubrir mis senos y paré de gemir, me hice la dormida pero al cabo de unos minutos no entró nadie, entonces decidí pararme a mirar qué había sonado, encendí la luz y me di cuenta de que la cerradura estaba entreabierta. 

 

La abrí por completo y no había nadie en el pasillo, afuera se escuchaba aún la música y todos de fiesta, hasta mi esposo, pensé que todo había sido sugestión entonces decidí cerrar, apagar de nuevo la luz y acostarme a dormir.

 

Me desperté tiempo después, cuando sentí llegar a mi esposo, venía muy ebrio y cayó acostado a mi lado casi dormido ya. Yo aún estaba mareada por el whisky y también tenía muchas ganas de ir al baño, así que me levanté, pero cuando quise buscar el short para ponérmelo, noté que mi esposo se había acostado encima de él. 

 

Como ya no aguantaba las ganas de orinar, aproveché que la casa ya estaba en completa soledad para salir al baño solo en tanga.

 

Continuará…

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Una respuesta

  1. helenx

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