
Por
Día de Playa (2): Despertando
Abrí los ojos y noté el calor de otro cuerpo pegado al mío. El delgado brazo de Rebeca cruzaba sobre mi pecho, se había dormido junto a mí a pesar del calor asfixiante de pleno Agosto y de mi advertencia de que fuese a su cama. Habíamos pasado la noche jugando y viendo los fuegos artificiales, aprovechando el frescor de la brisa que venía del mar, que nos había quitado la pereza de un golpe. Rebe no había vuelto a decir nada sobre lo que había pasado en la bañera y yo tampoco. Seguíamos riendo, peleando, haciendo toda la vida juntos… nuestros padres todavía estarían unos días fuera y realmente no había otra cosa en la que ocupar aquellas ardientes horas muertas.
Me moví y Rebe empezó a estirarse, ronroneando como una gata. No me apetecía echarla de mi lado, de alguna manera me gustaba notar su peso y la sensación de su piel contra la mía. Ambos estábamos desnudos, nos habíamos dado un último chapuzón bajo la Luna y habíamos vuelto a casa a la carrera. Antes de que me diese cuenta Rebe ya había cogido la manguera y nos enchufó a los dos mientras se partía de risa y huía de mí. No me extraña que cayésemos rendidos después de tanto ajetreo.
La marca del bikini sobre la piel morena seguía dándole a mi hermana un aire pícaro y sensual. Pasé un dedo por su espalda y se estremeció, al momento alzó la cabeza, me miró con ojos adormilados y me sacó la lengua.
– ¡Qué malo eres, despertarme así! – dijo.
– Ya es hora, fíjate que tarde – respondí señalando el reloj. Eran casi las tres.
– Total, ahora no podemos ir a la playa, hace demasiado caloooooor – dijo ella, dejándose caer a un lado, extendiendo los brazos. A propósito me dió con el izquierdo.
– ¡Eh! – protesté.
Rebe soltó una carcajada y saltó, escapando por el pasillo. La visión de su espalda y de ese culo pequeño y perfectamente redondo me produjeron un escalofrío agradable que llegó entre mis piernas y me produjo una leve erección. Me puse en pié y la seguí.
Como me imaginaba estaba en la cocina, subida a una silla y con un bote de mermelada en una mano y una tableta de chocolate en la otra. La comida sana no entraba en sus planes. Viéndose atrapada, intentó bajar y esconderse pero me puse delante y la sujeté por la cintura. Sus pechos me quedaron a una altura muy sugerente y me incliné, bromeando, mientras daba pequeños mordiscos y lametones a su escote, soplando y besando pero sin llegar a ser demasiado evidente. No pudo resitir y se tronchó de risa, revolviéndose entre mis brazos, para ella también era un juego.
Al ver que no podía librarse, se enlazó con sus piernas a mi, enganchándolas alrededor de mi espalda. No me costaba sujetaba en el aire porque casi no pesaba, alcé la vista un momento para ver qué sería lo siguiente y… agachándose, me besó en los labios, con su pequeña lengua buscando la mía, nerviosa y excitada. Rebe me miraba a los ojos como esperando mi reacción, correspondí a su beso y entonces sí que cerró los suyos, redoblando sus esfuerzos. Sólo el beso ya estaba haciéndola temblar como una hoja, no me costó imaginar la excitación que sentía porque yo también tenía un nudo en la garganta.
Su respiración se aceleró, me abrazó y noté que la recorría un escalofrío, mientras jadeaba. Me pregunté maravillado si esta preciosidad habría tenido su primer orgasmo sólo besándome. Estaba tan pegada a mi que notaba la humedad entre sus piernas mojando mi propia piel y rodando hacia mi erección, ya totalmente desarrollada. Rebe se soltó un poco y se inclinó hacia atrás. Su cara estaba colorada y sonreía, su pelo moreno estaba revuelto, tomaba aire como si acabase de correr una maratón. Se fue dejando caer y adiviné sus intenciones, la deposité poco a poco sobre la mesa de la cocina y ella soltó la presa de sus piernas. Quiso taparse con las manos y descubrió avergonzada que todavía sujetaba con ellas el bote de mermelada y el chocolate. Los dejó a un lado y se tapó la entrepierna, pero para entonces yo ya había visto de sobra su jugosa vagina sonrosada, brillante por la excitación.
Me acerqué y me puse entre sus piernas, no tenía muy claro hasta dónde queríamos llegar, pero entonces ella extendió las manos y tocó mi rostro, llevándome de nuevo hacia sus labios. Nos besamos, esta vez más despacio. Sus manos llegaron a mis hombros, mi espalda, y me atrajo hacia ella.
– Más cerca… – susurró.
– ¿Así…? – le pregunté, acomodando mi pene entre sus piernas, rozándola mientras avanzaba, mojándome y acariciando su clítoris primero con mi glande y luego con toda la extensión de mi miembro. Suspiré al comprobar lo suave que estaba. Rebe estaba empapada por mi, pensé, y la besé apasionadamente.
– Si… si… si… – cada afirmación suya era interrumpida por un beso y seguida por un movimiento hacia delante y atrás de nuestros cuerpos. Arañaba mi espalda, cada vez más desesperada. Yo no podía dejar de pensar en clavar mi polla en su interior y hacerla disfrutar hasta la locura. Estaba tan excitado que no podría aguantar mucho más.
Rebe pareció leerme la mente, jadeó y arqueó su espalda, separándose un poco de mi, puso los ojos en blanco y la recorrieron sacudidas eléctricas. Con sus manos agarró mi miembro y lo meneó con toda la rapidez que pudo, estaba teniendo su segundo orgasmo y quería que yo la acompañase. Me corrí y mi leche salió disparada, a borbotones, me concentré en no cerrar los ojos porque quería verla así, gozando cubierta de mí. Gritó y me abrazó mientras a los dos nos envolvían espasmos de irresistible placer.
Pasó un momento, el justo para recuperar la respiración. Ella se incorporó y se sentó en la mesa, rodeándome otra vez con sus piernas, mirándome y bajando la vista, con una sonrisa traviesa en los labios. Estaba juguetona y estaba seguro de que lo que acababa de pasar sólo era lo primero de todo lo que pasaba por su cabeza. Con su dedo índice hacía círculos en mi pecho y cuando encontraba una gota de semen la recogía y la llevaba a su boca. Verla hacer eso era una delicia y no tardó en sonreír más abiertamente… mi pene estaba empujando de nuevo entre sus piernas.
– ¿Rebe, bajas a la playa? – gritó de pronto alguien en la puerta del jardín. Era una de sus amigas.
Continuará…
4 respuestas
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esto es un plagio de otros foros,estos relatos llevan años rulando ya,lo mimimo que deberias hacer es decir que no son tuyos ok,
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Eso es mentira, sin más. Los relatos los escribo yo y los publico el mismo día que los termino.
No encontrarás ningún foro donde «lleven años rulando» porque sólo los publico aquí.
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