Por

Anónimo

noviembre 22, 2013

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DE ENFERMERO A AMANTE INCESTUOSO

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TÍTULO: DE ENFERMERO A AMANTE INCESTUOSO

AUTOR. GALLEGO VERDE

Esta historia erótica inolvidable me ocurrió hace dos años. Yo era un estudiante de primero de Económicas y por encargo de mi madre, como se acercaba la Navidad, y yo estaba de vacaciones, me fui de compras con mi tía Anabel a un centro comercial de mi ciudad.

Mi tía, la hermana de mamá, es una solterona de 34 años, un poco anticuada y muy católica, pues uno de sus deseos más ardientes, era el de ser monja, aunque como cuidaba a mis abuelos, ya difuntos, tuvo que permanecer en casa con ellos y no le fue posible cumplir su vocación.

Yo, que había cumplido los 19 años era un ligón o picaflor, que siempre que veía la posibilidad de echar un buen polvo, a ser posible gratis, no me planteaba si el coñito era de una amiga, familiar, o de una vecina. Follar bien, sin mirar con quien era mi lema, y a fe que varias mujeres de mi entorno supieron lo que era tener a su disposición un buen pene, y a la que aún no había conseguido echarle un �quiqui�, estaba, sin duda alguna, anotada en mi lista de futuras conquistas.

Lo cierto es que fuimos a la planta de señoras y mi tía me pidió que le trajera varios vestidos, elegidos por mí y de su talla, pues sabía que yo era un entendido en moda, pues no en vano había estudiado, en mis ratos libres, corte y confección y sabía coser muy bien, aunque, por imposición de mi madre, tuve que estudiar una carrera.

Cargado de prendas femeninas, un poco atrevidas, para una mujer tan recatada como mi tía, , me acerqué hasta la puerta del probador donde estaba Anabel. Ella abrió, sacó un brazo y me dijo que me metiera en el probador, ya que estaba medio desnuda y no quería que nadie la viera así.

Estaba en tanga y sujetador blancos. No he descrito a mi tía, pero lo haré, ya que es una mujer muy hermosa. De estatura media, tirando a alta, morena, ojos negros como el carbón, melena suelta y larga. Sus tetas son grandes, pero no exageradas. Su cintura es estrecha y su culo una maravilla. Hubiera dado un ojo de la cara por follarme ese culito gordito, carnoso. sin exageración, pero muy pellizcable, al que ella sacaba buen partido, ya que las miradas de los hombres pasaban de sus pechos grandes a su culo muy apetitoso y provocativo y viceversa.

�Dame, Iñaki, en primer lugar esa faldita corta y el top. Tienes tan buen gusto que seguro me van a quedar muy bien estas prendas que me has traído.

Cuando se puso la falda, su culo quedó a escasos centímetros de mi cara. Yo comencé a tener una erección ya que mi tía está muy bien, pero que muy bien y todos los días no tienes la ocasión de tener a una mujer a un palmo de ti y en tanga y sujetador.

Bueno, no quiero ser pesado, pero mi tía, puedo asegurarles, que se probó al menos una docena de vestidos, de faldas y blusas, de pantalones. Yo me excitaba viéndola en tanga y con esos pechos que casi no cabían en su sostén. De no haber estado en un centro comercial, seguro que me hubiera echado en trompa contra ella, para tratar de follármela. Le salvó de mi ataque sexual, pese a nuestro parentesco, el encontrarnos en un probador de la sección de señoras.

Cuando eligió dos vestidos, dos faldas, una blusa y un camisoncito corto, muy sexy, me dijo que había terminado la compra y que íbamos, a continuación, al supermercado, ubicado en los sótanos del centro comercial, para comprar un poco de jamón y otras delicatessen, ya que mi tía es funcionaria y tiene un buen sueldo, por lo que puede permitirse Algún lujillo.

Tras pasar por caja, bajamos al supermercado y cuando ya la compra estaba finalizando, mi tía se agachó para ver una barra de fuet muy apetitoso, con tan mala suerte que, por un despiste, se clavó la pezuña de un jamón en un ojo y comenzó a gritar, por el dolor de su herida.

Vino el encargado del supermercado, una dependienta y yo cogí a mi tía de un brazo y le dije que la iba a llevar en un taxi a su oculista particular, con el que tenía bastante confianza.

Llegamos en un taxi a la clínica y el Doctor Sanz, le atendió con gran amabilidad, me hizo esperarle en una salita y cuando terminó la revisión, ella salió con los ojos vendados.

�Podía haber sido algo muy grave. Le he vendado, y la internaremos 24 horas en la clínica en observación y mañana al mediodía la mandaremos a casa. Pero debe de echarle tres gotas por la mañana, de este colirio que le receto, al levantarse y otras tres al acostarse, durante diez días. Ya le anotaré la fecha en que deben de venir a la clínica y si está todo bien, le quitaré la venda de sus ojos.

Asustado, cuando un celador subió a la tía a su habitación, llamé a Soledad, mi madre, que a sus 37 años había sido mamá de una niña preciosa, aunque su novio, que estaba casado, el muy sinvergüenza, le había prometido que dejaría a su mujer, por mi madre, y al saber que estaba embarazada, no quiso saber nada de la criatura. Soledad, muy deprimida por la traición de su pareja, le había tenido que darle a mi hermanita, sus propios apellidos.

Mamá cuando recibió mi llamada estaba dándole la teta a la bebita. Yo me la imaginé con esos pechos al aire, tan grandes y ricos, con esas areolas marrones y esos pezones grandes y rosados, y envidié la suerte de la pequeña. Por supuesto esa imagen onírica me provocó una erección.

A mamá, por teléfono, le expliqué la situación de la tía y Soledad me dijo que me quedase con ella hasta que le quitaran la venda. Me explicó que estaba muy ocupada con la pequeña, ya que estaba algo malita y tenía unas decimillas de fiebre. Por lo tanto no podía pasarse, en ese momento, por la clínica, y como yo estaba de vacaciones navideñas, y no teníamos familiares cercanos en nuestra ciudad, me dijo que me traería, cuando viniera a ver a su hermana, una maleta con mi ropa y mis cosas, que ella me prepararía y me pidió que me quedase cuidando a su hermana.

Le dije que de acuerdo, que me comprometía a seguir siendo su enfermero, y ella se quedó más tranquila, aunque yo me di cuenta de que cuidar a una mujer joven y hermosa como mi tía, más que un sacrificio era un placer y además si ella por culpa de la venda de sus ojos no me veía. La experiencia iba a ser muy excitante.

Fui a la cafetería de la clínica, cuando a mi tía ya le había dado la comida, y devoré, con gran apetito, un buen bocadillo de tortilla y una cerveza. Después subí a la habitación y me quedé al lado de la cama de,Anabel, imaginando y tramando un plan para poder aprovecharme de su falta de visión, por el vendaje de sus ojos, para mis fines libidinosos.

Al poco rato mi tía me dijo visiblemente preocupada:

�Iñaki. Tengo ganas de hacer �pipí� y no quiero molestar a la enfermera, pues estará muy ocupada ¿Me puedes acompañar al baño?

�Ahora mismo tía. Ven, bájate con cuidado de la cama. Ponte así las zapatillas ¿Ves que bien? Yo, por encargo de mi madre, voy a estar estos días a tu lado, pues me encuentro de vacaciones de Navidad, como sabes y puedes pedirme lo que quieras.

�Cariño, no te ofendas, pero es que soy mujer y tú un hombre y no me gusta que me veas el chichi, ni las tetas, aunque si no hay otro remedio, a estas alturas me imagino que no serás virgen ¿Verdad, mi amor?

�Por supuesto que no. No debes de verme como un hombre que quiere verte el chochito y las tetas, sino como tu sobrino�le dije aunque la realidad era todo lo contrario.

Cuando puso los pies en el suelo, comprobé que iba sin tanga ya que divisé el vello recortado de su pubis y sentí una erección de caballo. Menos mal que ella no me veía, pues me hubiera resultado difícil disimular el bulto enorme de mi bragueta.

Al caminar cogida de mi mano y delante de mí observé que la bata hospitalaria que se ataba por detrás, no le cubría su culo gordito y sensual y eso me puso más excitado que nunca. No obstante decidí disfrutar de mi dulce misión de atender a esa belleza madura, y me puse a tramar un plan para poder follarme a mi tía, en cuanto me fuera posible.

Entramos al cuarto de baño y la dirigí hacia el inodoro. Se sentó en él y oí el ruido de su micción. Poco después y sonriendo se levantó y le pude ver su sexo sin tapujos, con todo detenimiento, aunque le aseguré que me daba la vuelta para no verla.

�No te vuelvas, Iñaki, ya he asumido que eres mi sobrino, casi como si fueras mi hijo y por eso quiero que me limpies el chochito, con un trozo de papel higiénico. En estas circunstancias en las que me encuentro, sin poder valerme por mi misma, tú eres mis ojos y como tal no tengo inconveniente que me veas en pelotas.

La limpié y como ella me dijo que echaba de menos lavarse el coñito en el bidé, le dije que se sentara y me dispuse a pasar una prueba de fuego muy atractiva, ya que iba al fin a poder tocar y hurgar en la vagina de mi tía.

Cuando le froté y lavé con jabón íntimo su chochito, le hundí hasta dos dedos en la vagina alegando que así se realizaba una higiene más completa. Ella se dejó hacer y yo le fui tocando el clítoris con lo que su excitación fue superlativa.

La fui tocando, acariciando su vulva, metiéndole mis dedos, hasta que una vez la hube excitado muchísimo y comprobando que estaba más vulnerable, la levanté, le sequé su vagina y arrodillado ante ella le lamí toda la rajita, comiéndome su chochito, logrando que ella estallase en un gran orgasmo.

�Aunque no pueda verte la picha, necesito que me la pongas delante de mi cara, para poder aspirar su olor y saborear tu miembro viril, ya que me has hecho que olvidase mi lesión ocular y gracias a ti mi coño, libre de telarañas, porque solamente he follado, para que lo sepas, aunque no quiero que se lo cuentes a nadie, ni siquiera a la arpía de tu madre, un par de veces con un novio que tuve, y que me dejó muy insatisfecha, por cierto, haciéndome odiar a los hombres por su comportamiento machista y violento.

Desde entonces mi coño ha estado cerrado a cal y canto, aunque si hubiera querido, muchos moscones me han rondado con ganas de follarme. Y ya ves, lo que son las cosas, ahora llegas tú y me comes el chichi hasta hacerme correr como una colegiala. Te estoy muy agradecida, pero apresúrate no venga alguien a la habitación y me prive de comerme tu cosota.

Me bajé los pantalones, y el slip, mientras mi tía se sentaba en el inodoro. Le puse la polla al alcance de su boca y ella la besó, ponderó su largura y grosor, y tras hacerme una paja muy satisfactoria, antes de que me corriera en sus finas manos, abrió la boca y no sé cómo, aún se pudo meter el enorme tronco hasta casi la raíz.

Yo sujetaba su cabeza, imprimiendo a su mamada el ritmo adecuado. Mi tía era insaciable, pensé que era caníbal y que se quería comer mi pene, a juzgar por las absorciones y expulsiones tan violentas que hacía a mi verga. Además me rozaba con sus dientes, me lamía y hasta me mordisqueaba, de vez en cuando, el glande poniéndome excitado como una moto.

Cuando me corrí en mi boca, tras un intento fallido para que dejara de hacerme una felación tan placentera, mi tía, como una experimentada prostituta no quiso perderse los chorros de semen que brotaron de mi polla. Ella se los tragó sin rechistar, como una glotona consumada y cuando ya me quedé satisfecho, lamió las últimas gotas de lefa y se relamió satisfecha.

�Vamos a la habitación y dame un poco de agua, pues con tanta ingesta de leche me voy a engordar, pues una amiga mía que es muy putilla y que se ha tragado litros de semen, dice que ha ganado unos kilos en el culo y en las tetas, de beber a deshoras tantos biberones.

�Gracias tía por la mamada. Eres un bombón de mujer, que en estos días me voy a comer crudita, pues me gustaría follar contigo. Lástima que lleves la venda en los ojos y que la excitación te pueda perjudicar la herida.

�esto no ha sido nada, cariño mío. Esta noche cuando pase la última ronda la enfermera, nos meteremos en el baño y echaremos un polvo ¿Verdad mi vida?�me preguntó muy excitada.

Le di un beso en los labios, para sellar nuestro acuerdo y luego nos unimos las lenguas como si fuéramos dos novios, o mejor dicho dos amantes apasionados. Noté el sabor de mi esperma y ella el de sus jugos vaginales. Bendije, en silencio, la pata de jamón que había causado la< lesión a mi tía, pues gracias a ella iba a poder cumplir uno de mis sueños eróticos más frecuentes: el llevarme a Anabel a la cama y follármela hasta que ambos quedásemos exhaustos.

Por la tarde vino mi madre a ver a la tía. Estaba bellísima y me trajo la maleta con mis cosas. Al darle un beso en los labios, como era habitual entre nosotros, desde que era un niño, Soledad, que es muy larga me dijo:

�Sabes a coño ¿Te has comido un chochito de alguna enfermera? o�además de cuidar a la tía, le riegas la rajita.

Luego se echó a reír, me guiño un ojo y mi silencio, unido al rubor de mis mejillas, le contestaron por mí. Mamá antes de irse me dijo picarona:

�Si llego a saber que os compenetráis tan bien, tía y sobrino, os hubiera traído una caja de condones.

�No te preocupes, hermanita�dijo mi tía�que yo vivo al lado de una farmacia y en ella venden unos condones hasta con sabor. El comprar una caja de preservativos será uno de los primeros encargos que le haré a tu hijo.

Tras lanzarse unas puyas ambas y unos comentarios subidos de tono por parte de mi madre, que le replicó mi tía, mamá se despidió. Cuando nos quedanmos solos, Anabel, se rio de la intuición femenina demostrada por su hermana, mi madre.

La tarde pasó lánguida y aburrida, hasta que después de cenar y a eso de las doce de la noche, la enfermera pasó por la habitación, le cambió el gotero, le dio un calmante y se despidió hasta la mañana siguiente. La noche era para mi tía y para mí.

A la una de la madrugada, mi tía me pidió que le pintase los labios, que le echara colonia y la llevase al baño para hacer pis y cumplir su promesa.

Aunque no habíamos tenido ocasión de comprar la caja de condones, recordé que llevaba uno en la cartera y cuando lo iba a abrir, mi tía me dijo:

�No me gusta que un hombre se meta la polla en látex. Yo siempre he soñado que follaría con mi amante, con mi príncipe azul, a pelo. Y además quiero que te corras en mi chocho.

�¿Y si te preño, tía?

�Pues seré mamá sin tener que ir a una clínica de inseminación. De ser así, me ahorraría una pasta ¿No crees?

�Si te hago un bombo, mamá me echaría de patitas a la calle�le dije preocupado por esa posibilidad si follábamos sin protección.

�Mejor. Así viviríamos los dos juntos con nuestro bebé y seríamos una familia feliz. Además, si pasa eso, le quitas a Soledad las bragas, le echas un par de polvos, que es lo que necesita y verás como no te dice ni �mu�, aunque me dejes preñada.

�Pues ahora que lo dices, el follarme a mi madre, sería otro gran sueño, que no sé si algún día veré cumplido.

�Tu madre es una �calientapollas� que se pirra por una verga como la tuya. Tócale las tetas, chúpale esos pezones y bébete la leche de sus cántaros de miel. Si haces eso, el chocho se le hará agua y podrás follártela cuando y como quieras.

Dicho esto los dos nos metimos al baño y desnudé a mi tía, quitándole su camisón de clínica y yo me quedé también en pelotas. La abracé y nos morreamos, la venda de sus ojos no era ningún obstáculo, pues estaba buenísima y muy caliente, a juzgar por la humedad de su rajita.

Me senté en el inodoro y le pedí a mi tía que se colocase sobre mi polla erecta y que poco a poco se la fuera metiendo en su rajita húmeda, que ya no necesitaba, como pude comprobar, ninguna lubricación.

Ella obedeció sumisa y posó sus tetas delante de mi boca, ofreciéndome sin palabras esos dulces melones de ambrosía, que yo acepté y cuyos pezones erguidos y desafiantes me los fui metiendo sucesivamente en la boca, al mismo tiempo que le ordenaba que cabalgase, para que mi pene se le incrustara hasta el acceso a su útero.

Mi tía era una campeona follando, mucho mejor que la mayor parte de mis follamigas y que las prostitutas de pago, cuyos servicios sexuales, en pocas ocasiones había contratado, pues no me gustaba pagar para joder, pudiendo por mi juventud, físico y miembro viril bastante grande, el acceso a muchos coños de mujeres: casadas, solteras y viudas, con un denominador común obligatorio. Tenían que estar muy buenas, sanas y a ser posible que fueran sumisas y aceptasen cualquier juego sexual que yo les propusiera.

Me encantó ver como los labios de la vagina de tía, Anabel, lograban tragar mi miembro grande y grueso, abriéndose como una flor y sumiéndome en un placer inenarrable. Me encantó ensartarla hasta que rozó mi pubis su clítoris y ella, olvidándose de su lesión ocular, movió las caderas rotándolas con una fuerza y entusiasmo que le provocó una serie de orgasmos, dado que su clítoris se friccionaba constantemente contra mi cuerpo y eso la enervaba, la volvía loca de gusto.

�¡Follameee, Iñaki, jódemeee!�gritaba enloquecida mi tía, aunque yo le pedí que se contuviera, no fuera a entrar la enfermera y nos cogiera follando.

Anabel, movía los pechos que yo acariciaba, besaba, tocaba, mientras la mantenía ensartada con mi pene que amenazaba por desbordarse y llenarle la vagina de mi semen.

Anabel se estaba corriendo ininterrumpidamente pues chorritos, hilillos de sus jugos femeninos se salían de la vagina, y caían a mis piernas, mojándomelas.

Cuando llegó de nuevo a otros orgasmos, mi tía me arañó en la espalda, con sus uñas afiladas y comenzó a lanzar apagados sonidos guturales, hasta que ya no pude resistir más mi excitación y el placer que me daba, y tas advertirle que me corría, que no podía aguantar más tanto goce, ella me autorizó para que le llenase el chocho de leche. Y yo, como un buen sobrino obedecí a mi tía y me corrí dentro de su vagina, mientras le apretaba las tetas,le daba un beso feroz de tornillo y nuestras lenguas se juntaban.

Después de follar durante casi una hora, nos dimos una ducha juntos, y me hizo llevarla a la cama, pues tenía que descansar, ya que su ojo tenía que estar recuperado para que el doctor le diera el alta y nos fuéramos a su casa, a follar y a disfrutar hasta que le quitasen la venda y pudiera valerse por sí misma.

Al día siguiente, el médico tras revisar su ojo la mandó a casa y yo en mi coche la conduje, al que iba a ser nuestro picadero durante unos días.

Al entrar en su piso la llevé en volandas hasta su dormitorio. Allí la desnudé, le di un montón de besos y le pedí que me dejara follarle el culo.

Mi tía, me pidió que como llevaba unos días sin ir al baño, por culpa del estreñimiento, que le pusiera un supositorio, de los que guardaba en su mesilla.

�Vale tía, lo haré encantado, pero antes te lubricaré el culito, ya que al supositorio lo empujaré con mi polla para que no se te salga ¿De acuerdo, mi amor?

�Por supuesto que sí, mi vida. Aquí en la mesilla tengo un tubito de vaselina, engrásame el ano y dilátamelo con tus dedos. Así entrará mejor el supositorio en mi culito y de paso, con él, ese dedo gordo y larguísimo que tienes entre las piernas.

Cogí el tubo y tras ponerla de rodillas, colocarle una almohada bajo el vientre, y hacerla bajar la cabeza y brazos, sacando el culo, le unté de vaselina todo su anito cerrado, con mucho cuidado para no hacerle daño. Luego le fui metiendo uno, dos dedos, para que el orificio fuera mayor y entrase mejor mi ariete sexual.

Le metí el supositorio de glicerina y después me atreví a empujárselo con mi pene erecto, que le fue penetrando su esfínter, hasta que pude meterle toda la cabeza babeante del glande. Ella gemía de dolor, pues nunca le habían sodomizado. Pero pronto contrajo el esfínter y mientras yo apretaba sus tetas y le clavaba más profundo mi pene, ella movió su trasero con mucha picardía. Fuera de mí, loco de pasión, no pude aguantar más y me corrí rellenándola con mi semen, hasta que me quedé seco.

He de reconocer que pasé con mi tía unos días muy buenos. El día de la revisión la llevé a la clínica y el doctor se mostró muy satisfecho con su recuperación y le dio el alta, tras quitarle la venda de sus ojos.

Ese día, después de comer, me fui a mi casa. Había telefoneado una hora antes, para decirle a mi mamá que la tía estaba curada, que veía bien y que tenía ganas de volver con ella y mi hermanita.

Cuando abrí la puerta y entré en mi casa, mamá estaba en la ducha. Me pidió que entrase y lo hice. La mampara me mostró, por vez primera su cuerpo de vedette, o de modelo de alta costura desnudo. Estaba para comérsela y aunque mi pene estaba agotadísimo después de tantos días de goces ininterrumpidos con mi tía, al ver a mi musa, mamá, tan preciosa, no me lo pensé dos veces y cuando ella me invitó a meterme con ella, en la ducha, acepté y desnudos ambos nos dimos unos besos de amor y lengua, que duraron varios minutos.

Al cerrar la mampara acaricié su cuerpo de mujer madura, sensual y muy atractiva. La traté con mimo, con mucha suavidad como si sus tetas de madre lactante fueran de cristal y pudiera romperlas, si las oprimía o rozaba, sin miramientos y con rudeza.

Mamá olía a limón, a hembra ardiente y ella se volvió de espaldas a mí para que le diese otra manita de jabón y yo aproveché para colocarle mi polla tiesa, dura y lista para entrar en combate carnal, en la rajita de su culo.

Mamá no se asustó por notar el ariete que estaba dispuesto a ensartarla. Todo lo contrario se rozó coqueta, aún más, con mi verga. Mientras tanto besé su nuca, le di muchos besitos a lo largo de su cuello suave y tentador, y disfruté mucho al sentir, en mi rostro, la suave caricia de su cabello húmedo.

Incapaz de soportar la impresionante visión de esa venus desnuda, le hice darse la vuelta y la abracé poniéndole mi pene a la altura de sus pubis. Era la hora de follarla, de quitarme de una vez esas fantasías eróticas con mamá, para convertirlas en realidad tangible y deliciosa.

Soledad me lavó como si fuera un bebé y se entretuvo demasiado jugando con mi pene, masturbándome, acariciando mis testículos que sopesó sorprendiéndose de la cantidad de semen que debían de contener y que deseaba para ella, en exclusiva�según me dijo.

�¿Has gastado todos los condones que compraste en la farmacia?�me preguntó con un tono de picardía.

�Hemos follado como locos, en todas las posturas, pero a pelo. A la tía no le importaba quedarse preñada de mí, ya que dice que podría ser un padre ideal para su bebé.

�Me parece muy bien. En su chocho y en su tripa ella es la que manda. Y si ha querido meterse este pollón tan apetitoso en su almejita y gozarlo también en su culo y en su boca ¿Quién soy yo para oponerme, por muy madre que sea de su galán?

Mientras se mostraba tan comprensiva, yo le lavé los pechos y gocé besando sus tetas llenas. Esos pechos me volvían loco y también sus pezones que desee mamarlos, aunque ella me lo prohibió hasta que no le diera su lechecita a mi hermanita. Un poco contrariado me concentré en mi labor de lavarle su vagina lampiña, que esa noche pensaba penetrar.

Me agaché ante ella, para ver más de cerca su grieta vaginal, y aparté con los dedos sus labios mayores y luego los menores para hundir en su almejita rosada, en su concha materna, mi lengua, que barrió su cavidad íntima, en una caricia placentera e incestuosa. También lamí y hasta le di unas succiones eróticas a su clítoris que me pareció una golosina muy apetitosa, que la excitó hasta provocarle un orgasmo.

He de confesar que me encantaba el sabor del chocho de mi tía, pero el de mi madre, casi me gustaba más. Mamá después de correrse un sinfín de veces con mis lamidas vaginales, me lavó mi pene a conciencia y luego se arrodilló ante mí y comenzó a besarme mi miembro, soplándome en el orificio babeante, del que manaban incesantemente gotas preseminales, que se tragó con gula.

Ella me hizo una felación de antología y se tragó todo mi miembro, mientras acariciaba, como una muchacha traviesa, mis testículos y me hacía una paja soberbia, con su mano pequeña de dedos finos y uñas pintadas de rojo.

No pude soportar tanto chupeteo, tanto goce con su felación y antes de que pudiera darme cuenta, temblé como una hoja mecida por el viento y me corrí en un río de semen en su boca y garganta. Mi madre tampoco se ofendió y se tragó, al igual que hacía mi tía, todo mi semen con placer y deseo. Al mismo tiempo ella gritó mi nombre y se quedó desmadejada después de tener , de nuevo, uno, dos� un montón de orgasmos.

Tras desinfectarse los pezones y secárselos convenientemente, se peinó, se echó perfume y se puso guapa para cuando cumpliera su promesa de dejarse follar por mí, hasta quedarnos agotados. Entonces cuando ya estuvo bellísima, mamá me dijo con picardía:

�Vamos a la cama, mi amor. No aguanto un minuto más, sin que me folles, sin que me horades mi chochito materno con tu riquísima lanza de carne y te corras dentro de mí, pues yo también soy una mujer moderna y me importa un carajo el qué dirán.

�¿Y si te hago un nuevo hijo, mamá?¿Qué pasará?

�En ese caso serás el mejor padre que la criatura pueda tener. Y yo seré tu mujer, aunque dejaré que te folles a tu tía, pues no soy celosa.

�¿Viviríamos como un matrimonio, mamá?

�Claro que sí, yo seré tu mujer, tu amante, hasta que te canses de mí y busques un coñito más joven para follártelo sin descanso, pues veo que eres un buen semental. Un macho de los pies a la cabeza.

Nos fuimos los dos desnudos hasta su dormitorio. Mamá me sujetó con picardía, mi pene, que era ya el suyo y al verlo tan grande, grueso y provocativo le echó un montón de piropos, dedicándole fases soeces para una dama. Pero a mí, que la llevaba cogida de sus nalgas gorditas, riquísimas no me importo. Ella era la mujer de mi vida y quería pagarle con mucho sexo y mucho amor, los problemas que había sufrido en su relación con otros hombres.

Cuando entramos a su dormitorio conyugal, desnuda como estaba se dirigió a la cuna donde mi hermanita, Nines, lloraba pidiendo su alimento. Mamá después de cogerla se la acercó a uno de sus pechos grandes, llenos de leche y le dio de mamar a la chiquitina, yo mientras tanto al ver la escena tan sensual, me masturbé, aunque mamá me pidió que no me corriese, ya que ese semen lo quería tener en el interior de su coñito.

Le dio de mamar con el otro pecho y la niña se durmió. Mamá entonces la acostó en la cuna y vino a mi lado. Nos besamos y nuestras lenguas se unieron en un cálido y sensual ósculo, mientras que yo acariciaba sus pechos, aún bastante llenos de leche, y apretaba sus pezones riquísimos.

Le pedí que me dejara mamar y entonces si me lo permitió. Le alivié con mi glotonería láctea la pesadez de sus tetas, lamiéndolas, tratando de introducir esos dulces globos en mi boca. Era imposible pero mis succiones, besos y hasta mordisqueos suaves, la volvieron loca de gozo y, de nuevo, tuvo un gran orgasmo. Después me ofreció sus tetas, para que apoyase mi miembro en su canalillo, y casi eyaculé cuando esos dos adorables meloncillos me aprisionaron entre ellos mi miembro.

Después de disfrutar de estos placeres indescriptibles, le pedí a mamá que se acostara sobre la cama y sin poder evitarlo le fui lamiendo los dedos de sus pies pequeños, preciosos ,que tenían sus uñas pintadas de un color rouge fuerte, como a mí me gustaba-

Luego mis besos y lamidas ascendieron por sus piernas esculturales hasta los muslos, perfectos y bien torneados. Acaricié seguidamente sus amplias caderas y cuando me di cuenta estaba con la cara pegada de nuevo a su chochito abierto y húmedo, pleno de jugos femeninos desbordados por culpa de tantos orgasmos como le había provocado.

Mamá gemía, me llenaba de piropos, de alabanzas y de nuevo me vi ante su rajita, limpia de vellos que estaba ante mi boca y nariz, como tentándome provocativa. Mi madre cerró los ojos para disfrutar con mis besos y caricias prohibidas para un hijo, que yo le estaba regalando.

Besé su coño y separando sus labios mayores me interné dentro de ella hasta los menores, que custodiaban la entrada a ese joyero sexual. Le metí un dedo en su chochito y ella gimió más fuerte, luego le metí otro dedo más en su estuche íntimo. Por fin tuve tres dedos dentro y comencé a rotarlos para hacerla enloquecer de deseo, de pasión. Ella temblaba, se movía nerviosa, pedía que la follase.

Su clítoris era bastante sensible, grande y sobresalía de su capuchón, como consecuencia del placer que le estaba proporcionando, por lo que seguí lamiéndolo, disfrutando del momento, como si ese botoncito fuera un caramelo delicioso, que fuera a derretirse en el cáliz de mi boca de amante incestuoso y amoral.

Después de que tuviera mamá un orgasmo violento, que la sacudió enérgicamente, subí besándola hacia su vientre y metí la lengua en el hoyito de su ombligo.

Cuando la vi, a punto de caramelo, derretida y sometida a mis deseos, cogí mi pene erectísimo y se lo coloqué a la entrada de su vagina y subiéndome encima de su cuerpo adorable, la fui penetrando lentamente, observando como ella colaboraba activamente para que mi miembro la horadase, la llenase y se acercara hasta su útero, en donde aspiraba a derramar mi semilla viril.

Cuando nuestros pubis se juntaron, me di cuenta de que la tenía clavada con mi polla, y que le estaba llenando su vagina materna. Soledad cerró los muslos y luego me puso los pies, con una agilidad sorprendente en mi nuca, por lo que el encaje de mi sexo en su chochito fue perfecto y excitante.

Mamá arqueaba su espalda y yo la bombeaba con ardor, con furia, consciente de que era, e iba a ser mía, mi mujer y que con ese coñito en el que estaba introducido hasta los testículos y con el de mi tía, ya no iba a necesitar a mis follamigas.

Nuestro mete y saca, unido a sus arañazos en mi espalda, nuestros gritos de placer, los besos que nos dimos en las bocas y lenguas, fueron los ingredientes de un polvo antológico.

Yo me comportaba como un semental acuciado por el deseo de saciar su concupiscencia con la hembra rendida a sus encantos y por ello le besé las tetas, luego sus labios de miel y fuego, mientras la follaba a un ritmo cada vez más intenso.

Me metí hasta lo más profundo de sus entrañas y de repente el temblor que fue preludio de una eyaculación copiosa, sacudió mi miembro viril y mi espina dorsal.

�Mamá estoy a punto de correrme, de llenarte de semen. Quieres que eyacule en tus tetas, vientre o en tu boca?

�No, no, mi amor. Esa lechecita la necesito dentro de mi coñito, para que lo riegues con tu semen.

Me relajé y ya no hubo marcha atrás. Mi eyaculación se produjo y llené de mi lefa el coñito de mamá. Luego tranquilo y relajado, me quedé tendido sobre su cuerpo, y mi tórax aplastó sus pechos y sentí como se me llenaba de su leche materna.

Cuando ya estábamos ahítos de placer, ambos nos besamos, nos acariciamos y nos dormimos desnudos y abrazados, envueltos en nuestro semen y jugos femeninos.

Me despertaron las caricias procaces de mamá y pronto ella se subió sobre mi vientre y se metió mi verga, de nuevo presta al combate sexual, en el interior de su coñito lleno de semen. Ella era entonces una amazona ardiente, que cabalgaba sobre mis muslos, mientras se clavaba mi pene hasta lo más profundo de su cadito íntimo, del tesoro que llevaba entre sus muslos.

No sé cuánto tiempo duró el coito, pero mi pene entraba y salía entre chapoteos gratos de su rajita dilatada, por la invasión de mi pene grande y grueso, como hecho a su medida.

Las paredes de su coño aprisionaron mi verga y yo no tuve otro remedio que eyacular de nuevo en el coño de mamá, tras varios minutos de tenerla ensartada con mi ariete. Mamá gimió, se retorció de goce y yo seguí vaciándome en el ánfora de su vagina, besándola ardientemente en su boca y jugando con sus pechos de madre, que ya se habían llenado de nuevo de su leche.

El dulce epílogo a nuestra pasión fue el descansar un buen rato, hasta la hora de cenar, acostados en su cama, que iba a ser la nuestra. Yo la abracé, la besé y mamá comenzó a llamarme: Esposo. Este fue el kilómetro cero de una vida amorosa muy activa y gratificante.

FIN


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2 respuestas

  1. nindery

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