Mi primo Chus lo tenía todo grande. La estatura, las manazas de labrador… y la polla. Había venido a nuestra casa en la ciudad para pasar unos   exámenes de tractorista. Él vivia en un pueblo próximo y ayudaba a sus padres (mis tíos) en las tareas del campo. 

Yo soy Miguel. Ahora tengo 20 años, pero lo que voy a narrar ocurrió hace seis o siete. Él tenía ya 18 y, como dije, era un gigantón gañán pero bien proporcionado, y más salido que un mandril, siempre pensando en follar, aunque en el pueblo tenía pocas oportunidades, a no ser que lo hiciese con una oveja, la burra o una gallina, que todo es posible. Durante su estancia en nuestra casa compartíamos la cama y de noche nos contábamos historias calientes y nos masturbábamos mutuamente una y otra vez. Recuerdo cómo su chorro de lefa salía impulsado de sus cojones con tal fuerza que ponía la cama perdida. Mientras lo masturbaba repetía en voz baja el nombre de mi madre, que al parecer le ponía a mil con sus tetas gordas y su cuerpo rechoncho. ¡Lo que daría mi primo por follársela de verdad!

Y la oportunidad se presentó aquella noche en la que mi padre tuvo que atender de urgencia un servicio de taxi de un buen cliente. Serían las cinco de la madrugada cuando papá abandonó el domicilio. Aquellos días mamá estaba muy caliente, yo creo que le excitaba la presencia de Chus al que descubrió desnudo en la ducha. Aquella verga de casi 30 centímetros sin duda le recalentó la entrepierna. Así que, antes de que mi padre saliese con el taxi le pidió que le echara un polvo. A regañadientes, pues el tiempo apremiaba, mi padre la folló mientras ella gemía tan alto que sus gritos de placer se oían en nuestro cuarto. Chus se levantó a oscuras y puso la oreja en la puerta, creyendo que yo seguía dormido. No tardo su polla en  alcanzar todo su esplendor, pero en vez de pajearse esperó a que acabase el polvo de mis padres. Mi madre gritaba pidiendo más y más poronga, pero papá se vació dentro de su coño al poco tiempo sin satisfacerla al completo. Luego, este acabó de vestirse y abandonó el piso.

Chus abandonó sigilosamente nuestr cuarto y entreabrió la puerta del dormitorio de mis padres, solo iluminado por una lamparita de mesa. Yo lo seguía en la distancia para no ser descubierto. Encontró a mi madre medio dormida espatarrada encima de la cama, completamente desnuda y con las piernas abiertas y sus grades tetas caídas para los lados. De entre la pelambrera del coño aún salían restos del semen que había depositado mi padre en su rápido polvo. Chus se acercó. Ya su pollón asomaba por la aberura del calzoncillo, su miembro ya babeaba. Se arrodillo a los pies de la cama para mejor contemplar aquella vagina peluda. Mamá tenía un coñito abultado pues ya quedó dicho que era algo gordita, y la visión aquella rajita colorada y jugosa aún calentó más a mi primo. No lo dudó un instante aquel hijoputa. Dirigió su cabeza a la entrepierna de mami y empezó a lamer aquella chucha que me parió. Mamá, creo que entre sueños, se dejó hacer, y separó todavía más las piernas para que los lenguetazos alcanzasen el clítoris, pero Chus se estaba esforzando en un principio en sorber hasta la última gota  la leche de mi padre para dejar el coño bien limpio para su penetración. Luego se aplicó en el clítoris con mucha maestría, pues ya quedó dicho que mi primo lo tenía todo muy grande, la lengua también.

Mamá empezó a gemir. El clit abultaba como nunca y en un momento de calentura agarró a mi primo por el cabello forzándolo a imprimir más ritmo en el cunilingüis. O sea, que de dormida, nada. La muy puta estaba gozando como lo que era. Así que Chus no dudó en sacarse el calzoncillo, subirse a la cama y meterle todo el cipote en la boca hasta casi ahogarla. Ahora era mi primo el que gemía, sin preocuparle que los gritos se escuchasen fuera de la habitación: «¡Bien adentro, gran zorra, yo voy a demostrarte lo que es una buena polla!». Y mamá babeaba introduciendo aquel miembro XXL hasta la campanilla, comparándolo con la polla estandar del pobre cornudo de mi padre. ¡Cómo gozó la furcia con aquella mamada! Pero lo bueno fue cuando Chus la puso a cuatro patas y le introdujo la verga hasta los huevos. Empezó un bombeo sin piedad. La cuca de mami estaba bien lubricada por su calentura y por los restos de la lechada de papá. No sé cuántas veces se corrió mi madre en esa postura del perrito, pero Chus estaba dispuesto a que aquella jodienda fuera inolvidable para los dos. La puso al borde de la cama en la posición del misionoero y de un golpe le introdujo la tranca hasta las entrañas. Ela pedía más y más. Y él le daba más y más mientras le mordisqueaba los pezones y le metía la lengua hasta la garganta. Así un buen rato. Yo ya iba por mi tercera paja desde mi escondite. A punto de correrse, mi primo llevó su polla a la boca de mamá y vació toda la leche que estaba a punto de reventarle los cojones. Mami bebió hasta la última gota de lefa y cayó exhausta, con la chuca en carne viva y las tetas coloradas como un tomate por el despiadado magreo.

Chus se fue de casa después de realizar la prueba para  tractorista, que suspendió. Tendrá que volver a examinarse dentro de unos meses. No quiero pensar lo que puede volver a ocurrir (Ojalá así sea, porque yo estoy disfrutando como un enano, no me había imaginado una adolescencia tan apasionante). Papá volvió de su viaje al día siguiente. Cuál sería su sorpresa de que mamá no quiso follar aquella noche, ella que estaba siempre dispuesta a recibir mandanga. La razón era de que tenía el coño dolorido y las tetas con moratones por el mordisqueo brutal de su sobrino, y no quería que su marido se percatase. Papá se cabreó como nunca por esa negativa a chingar, y en un arrebato abandonó el dormitorio matrimorial y se fue a cobijar en mi cama conmigo. Al poco estaba ya roncando pero me percaté en la semioscuridad de que estaba más empalmado que un burro en celo. Sentí cuiriosidad por saber cómo tendría la polla, así que me incliné sobre él, lo destapé y le bajé el calzoncillo. No estaba mal dotado pero nada que ver con la verga descomunal de Chus. Sin saber porqué toqué su capullo y la polla empezó a ponerse más dura y crecida. No lo dudé un momento: tenía que aliviar a mi padre del polvo que le negó mi madre, sus testículos estaban a reventar, así que empecé a pajearlo. Primero suavemente, luego como no ofrecía resistencia alguna, con más fuerza. Al poco llevé mi boca a su polla y empecé a mamársela. El glande se hinchó como un champiñón. Papi estaba gozando con mi felación. Pero de repente, ocurrió algo imprevsto.

Papá me agarró por el cabello y me echó sobre la cama, me arrebató el slip y se situó encima de mí. Levantó mis puernas, que colocó sobre sus hombres, escupió sobre su glande, y me introdujo sin contemplaciones su polla en mi culo. Además de la sorpresa, noté un dolor inicial en mi ano, pero con el mete-saca la cosa empezó a gustarme. Mi polla se empalmó todavía más. Papi, con gran cuidado empezo a pajearme, procurando no me corriese demasiado pronto y disfrutase del momento. El orgasmo lo tuvimos los dos casi simultaneamente. Papá vació toda su lechada dentro de mí y luego dirigió rápidamente su boca a mi verga y al poco también yo me corrí entre gritos de placer, sin preocuparme de que la zorra de mi madre nos escuchase.

Habrá lectores que no crean que este relato sea cierto. Pero puedo jurar por la concha de mi mami emputecida que esto fue real como la vida misma. Hubo a continuación situaciones tan calientes como esta sin necesidad de salir de casa, pero quedan para otro día.