Amanece, siento el peso de la existencia.

Me revuelvo entre remolinos de lienzos suaves,
no quiero abrir los ojos, tampoco puedo seguir durmiendo,
que debilidad inconfesable me sacude cada mañana.

Espiral entre mis brazos, entre giro y giro noto un cuerpo,
no estoy solo en esta cama, en este mar
¿es solo un cuerpo?¿puedo tocarlo?

Encarcelo mi tedioso pudor y te acaricio, no
no te acaricio, te toco
no hay cariño a estas horas, ya tendremos tiempo,
para eso, en una tarde de lluvia sentimental.
Ahora te toco, a mi gusto
sin reparos, me excito en tus pliegues
siento tus piernas, subo, rozo
muevo a un lado la tela, te siento
no tengo miedo, aprieto, me hundo.

¿Qué hacés? Estaba dormida,
ahora me despertaste, cogeme.
Lapso temporal, ruptura en el infierno
de la productividad, del día,
abismo breve. Recreo.

Tus ojos todavía cerrados, me das la espalda,
tu hombro en mi boca,
muerdo, entro, abro,
te moves, ondeas tu cadera,
presionas contra mi y sentis la profundidad,
adentrada, explorada por mi suavidad.
Temblas, me agarrás los brazos,
te aferrás a un ritmo ya precipitado,
¡no pares!

No se porque, pero
te estoy tirando del pelo,
te estoy apretando la cintura,
te estoy inundando.

Vuelta a la existencia.