diciembre 8, 2025

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Mi novia y su amiguita

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Hace poco mi novia me confesó que cuando ella recién descubrió el porno fue en casa de una amiguita que tenía. Se juntaban a ver porno juntas, su amiguita se tocaba delante de mi novia y así fue como aprendió a masturbarse. Además que la amiguita insistía mucho en tocarse la una a la otra. Esa historia me excitó muchísimo..

Me volvió loco. No fue solo lo que dijo, fue cómo lo dijo. Con esa inocencia sucia que solo ella tiene, como si estuviera contándome qué comió en el almuerzo. “Fue en la casa de Camila”, dijo, jugando con un hilo de mi suéter. “Teníamos como catorce, quince años. Ella tenía una compu en su cuarto y sabía dónde buscar. Cerraba la puerta con llave y poníamos el volumen bajito.”

Podía verlo. Las dos niñas, en ese cuarto de adolescente con posters en las paredes, la luz tenue de la pantalla iluminando sus caras de curiosidad y morbo. “Al principio solo mirábamos, ¿sabes? Nos daba risa. Pero después… después Camila se empezaba a tocar. Sin esconderse. Se bajaba los leggins y se metía la mano, mirándome a mí, viendo si yo hacía lo mismo.”

Me ardían los oídos y la verga se me puso dura al instante, presionando contra el pantalón. “¿Y vos qué hacías?”, le pregunté, con la voz más ronca de lo normal.

“Me quedaba mirando, al principio. Pero se sentía tan rico, aunque no me tocara. Verla a ella, cómo movía los dedos, cómo se le abría el coñito y se le ponía brilloso… un día no aguanté y me toqué yo también, por encima de la ropa. Ella me vio y se rió, pero no era una burla. Era como… de complicidad.”

Dios, cada palabra era un latigazo de lujuria directo a mi entrepierna. “¿Y lo de tocarse?”

Mi novia se mordió el labio, y esa mirada bajita, casi culpable, me terminó de prender. “Ella insistía. Decía que sería más rico si nos ayudábamos. Un día, después de vernos un video de dos chicas, se acercó y me dijo ‘¿probamos?’. Yo me congelé, pero… pero dejé que pusiera su mano sobre la mía, y juntas nos tocamos a mí primero. Sus dedos encima de los míos, metiéndose en mi ropa interior, encontrando mi clítoris… ay, papi, fue la primera vez que me vino de verdad.”

No podía respirar. La imagen se me grabó a fuego en el cerebro: la mano de esa zorra, Camila, guiando los dedos de mi novia dentro de su propio coño. Enseñándole. Poseyéndola.

“Y después”, continuó, ahora susurrando, como si el recuerdo la excitara también, “ella se acostó en la cama y se abrió de piernas. ‘Ahora vos’, me dijo. Y yo… le toqué. Sentí su chocha por primera vez. Caliente, súper mojadita, y los labios bien gordos. Me pidió que le metiera un dedo, y lo hice. Ella gimió y dijo mi nombre.”

Fue ahí cuando me vine en los pantalones, como un maldito adolescente. Un pequeño chorro que manchó mi ropa interior. Ella no se dio cuenta, siguió hablando, perdida en el recuerdo, pero yo ya estaba en otro planeta. Un planeta donde mi novia, mi chica buena, tenía los dedos hundidos en la concha empapada de su amiga puta, aprendiendo a gemir con la boca de otra mujer.

Desde entonces, es imposible. Cuando la cojo, la tengo debajo de mí, y cierro los ojos, y ya no es a ella a quien veo. Es a Camila. Es a Camila abriéndose las piernas y guiando la mano de mi novia. Es a mi novia bajando la cabeza entre los muslos de su amiga, aprendiendo a usar la lengua. Es a las dos, desnudas, frotando sus chochas una contra la otra, con esos gemidos agudos de adolescente que se transforman en gruñidos de mujer.

Me corro con una furia animal, bombeando mi leche dentro de ella como si con cada chorro pudiera borrar la imagen, pero solo la hago más fuerte. He stalkeado a Camila en Instagram. Es una perra. Se ve en cada foto. Esa sonrisa que sabe, esa mirada de “yo te enseñé a tu novia a gozar”. Tiene el culo grande, las tetas operadas, y sube historias en bikini que sé que medio barrio se la ha cogido. Y ahora yo, el novio buenudo, me pajeo como un enfermo con sus fotos, imaginando que es a ella a la que estoy metiéndosela. Que es su coño, más usado, más experto, el que está apretando mi verga. Imagino que mi novia nos mira, y que le gusta. O que se une. Una triad de mi propia obsesión.

No quiero serle infiel. La amo. Pero este deseo es un monstruo que me come por dentro. Quiero coger a Camila. Quiero que me cuente, con lujo de detalle, cómo fue tocar a mi mujer por primera vez. Quiero que me diga si mi novia gime igual ahora que cuando tenía quince años. Y luego quiero cogerlas a las dos, juntas, y que mi novia vea cómo le devuelvo el favor a su amiguita, metiéndole mi verga hasta el fondo en el mismo coño que ella exploró primero. Quiero que sea un círculo completo, sucio, retorcido y tan caliente que nos queme a los tres.

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Una respuesta

  1. Javier Ignacio López

    Que rico. Hasta yo me las quiero coger

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