Por
Gang b*ng? 😍
¡Hola mis amores! ¿Cómo están? Yo aquí, con mi cafecito en la mano, pero no les miento que lo que tengo entre las piernas está palpitando de solo pensar en lo que les voy a contar. Es que últimamente, no sé qué me pasa, pero las vergas se me han vuelto una obsesión, ¡una adicción deliciosa! Y no cualquier verga, no, mis niños, tiene que ser gruesa, venosa, que se vea que tiene poder, que cuando te la meten sentís que te abren por completo, ¡ay sí!
Es que yo siempre he sido bien calentona, desde jovencita, pero ahora con mis 37 años, ¡ufff! Es como si se me hubiera destapado algo adentro, una necesidad de sentirme llena, bien llena, por todos lados. Mi novio, el chico joven con el que estoy, me da bien rico, no se crean, tiene una verga linda, delgadita pero dura como una roca, y me hace venirme bien sabroso, pero a veces, ¡ay a veces! Siento que no es suficiente, que necesito más, que mi boca quiere sentir otra cosa al mismo tiempo que mi chocha está siendo penetrada, y mis manos, ¡mis manos! Quieren estar agarrando otra verga gruesa, sentirla palpitar, que me diga que también quiere entrar en mí.
Por eso los tríos se han vuelto mi vicio, mis niños. ¡Qué delicia! Tener dos hombres, uno en la boca y otro en mi panochita, sintiendo como se mueven en diferentes ritmos, escuchando sus gemidos, viendo como disfrutan de mi cuerpo. Pero últimamente, no sé, la fantasía se me ha vuelto más grande, más intensa. Quiero sentir una tercera verga, ¡sí! Una en mi culo, que nunca falta, porque mi culito también es bien goloso, le encanta que lo penetren, que lo abran con cuidado al principio y luego, ¡zas! Que se la metan toda, sintiendo como se me inflama por dentro, ¡qué ricooo!
Imagínense, mis amores, estar en medio de tres hombres, todos con sus vergas duras y gruesas, cada una diferente pero igual de deliciosas. Uno moreno, con una verga oscura, gruesa como mi brazo, con la cabeza bien roja y goteando. Otro blanco, con una verga más larga, llena de venas que se le marcan, que parece un mapa del placer. Y el tercero, quizás un maduro, con una verga que aunque no sea la más grande, tiene una experiencia que te hace gritar como loca.
¡Ay! Solo de pensarlo se me está mojando la panty, de verdad. Me pongo a fantasear y es como si los estuviera viendo, ahí, en mi cama grande, con las sábanas negras que me gustan para que se vea todo. Yo, en el centro, desnuda, con mis piernas abiertas, mis tetas que aunque no son operadas se mantienen firmes y mis pezones duros como piedritas, pidiendo que los muerdan, que los chupen, que los hagan suyos.
Y ellos, rodeándome, mirándome con esos ojos llenos de lujuria, sabiendo que voy a ser suya, toda suya. Uno se acerca primero, el moreno, el de la verga gruesa. Se pone de rodillas frente a mí y me agarra la cara. «Abrí la boca, puta,» me dice, y yo, obediente, abro mi boquita y recibo su verga, que es tan gruesa que me estira los labios. La siento en mi lengua, caliente, salada, palpitando. Empiezo a chuparla, a lamerla, a metérmela hasta la garganta, ahogándome con su tamaño, pero amándolo, ¡sí! Amando sentir cómo me usa la boca.
Mientras eso, el segundo, el blanco de la verga larga, se pone detrás de mí y con sus manos me abre las nalgas. Siento sus dedos, untados con lubricante, masajeando mi ano, preparándolo. «Relájate, mamita,» me susurra, y yo intento, pero con la verga en la boca y la excitación, es difícil. Pero él es paciente, mete un dedo, luego dos, y yo gimo, la vibración se siente en la verga que tengo en la boca, y el moreno gruñe de placer. «Así, perra, gimé,» me ordena, y yo obedezco, gimiendo alrededor de su verga.
El tercero, el maduro, se sienta a mi lado y me agarra una mano. La guía hacia su verga, que aunque no es enorme, está dura y caliente. La agarro y empiezo a jalarla, sintiendo cómo late en mi palma. Con la otra mano, me toco mi clítoris, que está hinchado y palpitando, necesitando atención. ¡Ay, dios! Es una locura, sentir tantas cosas al mismo tiempo, mi boca llena, mi culo siendo preparado, mi mano trabajando otra verga, y mi propia chocha goteando, pidiendo a gritos que la penetren.
Entonces, el blanco decide que ya estoy lista. Saca sus dedos y acerca la punta de su verga a mi ano. Empuja, despacio, y yo cierro los ojos, sintiendo cómo mi cuerpo cede, cómo se abre para él. Duele, al principio, siempre duele, pero luego, ¡ay luego! El placer se apodera de mí, un placer intenso, que me hace olvidar el dolor. Él se mueve, lento al principio, luego más rápido, y cada embestida me hace gemir más fuerte, lo que hace que el moreno fogle mi boca con más fuerza.
Y el maduro, viendo el espectáculo, no aguanta más. Se levanta y se pone frente a mí, pero esta vez, me guía para que con mi boca libre le haga un oral a él también. ¡Sí! Cambio de verga en la boca, ahora chupo la del maduro mientras el moreno espera su turno otra vez. Y mi chocha, ¡pobrecita! Está ahí, goteando, vacía, pero no por mucho tiempo. Porque el moreno, viendo que mi boca está ocupada, decide que es el turno de mi panochita. Se pone entre mis piernas y, sin avisar, me mete su verga gruesa de una. ¡Ayyyy! Grito, pero el grito se ahoga con la verga del maduro en mi boca. Es demasiado, es intenso, es delicioso. Siento cómo me llena, cómo raspa mis paredes, cómo llega hasta el fondo.
Ahora tengo verga en la boca, verga en el culo, y verga en la chocha. ¡Tres agujeros llenos! Mis manos agarran las nalgas del moreno, apretándolas, mientras él me folla con fuerza. El blanco no se queda atrás, acelera su ritmo en mi culo, y el maduro empuja mi cabeza hacia su verga, follándome la cara. Soy su juguete, su puta, y me encanta. El sonido de los tres follándome al mismo tiempo, sus gemidos, mis ahogos, el chasquido húmedo de sus cuerpos contra el mío, es una sinfonía del vicio, del placer puro.
Y entonces, siento que voy a venirme. Una ola de placer empieza en mi clítoris y se expande por todo mi cuerpo. Grito, o intento gritar, pero con la boca llena, solo salen sonidos guturales. Mis piernas tiemblan, mi cuerpo se convulsiona, y ellos, sintiendo mi orgasmo, se vienen también. Primero el moreno, que llena mi chocha con su leche caliente, luego el blanco, que explota en mi culo, y finalmente el maduro, que se corre en mi boca. Yo trago, ansiosa, saboreando su semen, mezclado con el sudor y la pasión.
Cuando terminan, me sueltan y yo caigo en la cama, hecha un desastre, con semen saliéndome por los tres agujeros, jadeando, sudada, pero con una sonrisa de oreja a oreja. Ellos se sientan a mi lado, riéndose, tocándome, diciéndome qué puta más rica soy. Y yo, les juro, me siento la mujer más feliz del mundo.
Pero luego, cuando se van y me quedo sola, la fantasía se va y vuelve la realidad. Mi novio joven me escribe, preguntándome cómo estoy, y yo le digo que bien, que lo extraño, pero por dentro, sé que en unos días, la necesidad va a volver. La necesidad de sentirme llena, de tener más de una verga a la vez, de vivir esa locura otra vez.
¿Es normal? No lo sé, mis niños. ¿Será que soy una adicta al sexo? ¿A las vergas gruesas? ¿Al semen? ¡Quizás! Pero mientras me haga feliz y no le haga daño a nadie, ¿por qué no? La vida es una sola, ¡y hay que disfrutarla! Así que si alguno de ustedes tiene una verga gruesa y le gustaría un trío, o un cuarteto, ¡ya saben! Aquí estoy, esperando, con mi panochita mojadita y mis ganas de vivir todo lo que el placer me ofrezca. ¡Ay, qué ricooo! ¡Hasta la próxima, mis amores!
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