JHonatan

noviembre 16, 2025

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Mi esposa en la playa

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Mi esposa, Gabriela, tiene un culo que no es normal. Es de esos que cuando camina parece que llevara dos lunas pegadas, redondas, firmes, que piden a gritos que las agarren. Y en verano, la muy zorra siempre me anda diciendo que quiere ponerse los bikinis bien metidos en el rabo, para que se le marque todo. Al principio, yo deberia sentir celos, pero la verdad es que me excita saber que a ella le gusta exhibirse, que quiere que otros hombres la miren y se coman con los ojos lo que es solo mio.

El dia llego. Hacia un calor de los mil demonios, el sol pegaba fuerte y el aire olia a mar y a bronceador. Gabriela habia estado hablando de ir a la playa por dias, y yo ya me la imaginaba con ese bikini diminuto que se compro, mostrando ese culo que me vuelve loco. Cuando por fin salimos, note que solo llevaba una mochila pequeña, pero no le di importancia.

Al llegar, encontramos un spot chevere, alejado del bullicio, con poca gente alrededor. Fue entonces cuando ella, con una sonrisa picara, me dijo: «Amor, creo que solo traje el top del bikini. Se me olvido el fondo». Me entristeci por un segundo, pense que se pondria unos shorts y ya, que se arruinaba la sorpresa. Pero no, la muy arrecha se quito los pantalones cortos y quedo alli, en medio de la playa, solo con sus bragas. Unas bragas negras, sencillas, de algodon, que se le metian en el culo de una manera que me dejo sin aire.

«Vas a seguir asi?», le pregunte, tratando de sonar normal, pero con la voz un poco ronca. «Si, por que no? Total, pasa poca gente», me respondio, y se recosto sobre la toalla, como si nada.

Pana, te juro que esa imagen se me quedo grabada a fuego. Esa mujer, mi esposa, tumbada boca abajo, con esas bragas negras que se le comian el culo, la tela tensa, marcando cada curva, cada hendidura. El sol le daba en la piel, haciendola brillar, y yo no podia dejar de mirar ese espectaculo. Y lo mas arrecho era que a unos metros habia una pareja, y el tipo no disimulaba, se le salian los ojos mirando el culo de mi mujer. Eso, en vez de darme rabia, me prendio aun mas.

Me acoste a su lado, tratando de calmarme, pero el olor a coco de su bronceador se me metia en la nariz y me volvia loco. Pase la mano por su espalda, despacio, y luego baje hasta la cintura de sus bragas. Ella gimio suavemente, un sonido que se perdio en el ruido de las olas. «Te gusta que te miren, verdad?», le susurre al oido, y ella solo asintio, con los ojos cerrados.

Mi mano se metio bajo la tela de sus bragas, y pude sentir su piel caliente, suave como la seda. Empece a masajearle una nalga, despacio, sintiendo como se tensaba bajo mis dedos. Ella se arqueo un poco, presionando mi mano contra ella. «Asi, papi, asi», murmuro, y su voz temblaba.

Me atrevi a mas. Baje aun mas la mano, hasta el borde de sus bragas, donde empezaba su entrepierna. La tela ya estaba un poco humeda. Pase un dedo por alli, suavemente, y ella jadeo. «Cuidado, nos pueden ver», dijo, pero no me detuvo. Al contrario, separo un poco las piernas, dandome mas acceso.

La pareja de al lado se levanto y se fue, riendose, pero yo ya estaba en otro mundo. Mi dedo encontro su clitoris a traves de la tela humeda, y empece a hacer circulos, lentos, firmes. Ella empezo a mover las caderas, siguiendo el ritmo de mi mano, y sus gemidos se hicieron mas fuertes. «Jhonatan, por favor…», gimio, y supe que estaba perdida.

Me puse mas audaz. Con la otra mano, le baje un poco las bragas, solo lo suficiente para exponer la parte superior de su culo. El contraste de su piel blanca con la tela negra era una locura. Me incline y le di un beso alli, justo donde la tela se hundia en su rabo. Ella grito bajito, y sus manos se aferraron a la toalla.

«Quiero verte», le dije, y la gire suavemente para que quedara boca arriba. Sus bragas estaban empapadas en el centro, una mancha oscura que delataba su excitacion. Le baje la tela un poco mas, mostrando su vello pubico, cuidadosamente recortado. Pase un dedo por sus labios, sintiendo la humedad caliente, y ella arqueo la espalda, ofreciendoseme por completo.

«Hay alguien?», pregunto, con los ojos entrecerrados, mirando a su alrededor. La playa estaba practicamente vacia, solo se escuchaban las gaviotas y el mar. «No, mi amor, solo nosotros», menti, porque en realidad habia un par de tipos caminando a lo lejos, pero a mi ya no me importaba.

Me baje el short de playa, liberando mi verga, que estaba dura como una piedra y palpitando. Me puse sobre ella, protegiendola con mi cuerpo, y acerque la punta a su entrada. «Abreme, mi vida», le pedi, y ella separo las piernas, envolviendome con sus muslos.

La penetre lentamente, sintiendo como su ceda caliente y humeda me recibia. Ella enterro los dedos en mi espalda, ahogando un grito en mi hombro. Empece a moverme, con embestidas cortas y profundas, sintiendo como me apretaba por dentro. El sonido de nuestros cuerpos mojados chocando se mezclaba con el de las olas, y era la cosa mas erotica que he escuchado.

Lo que empezó aquí puede continuar en privado. Ver ahora

Ella, la muy zorra, empezo a gemir mas fuerte, como si ya no le importara quien la escuchara. «Dame mas duro, papi, por favor», suplicaba, y yo le daba, agarrándola de las caderas, clavándome hasta el fondo en su chocha. Cada vez que me hundia, veia como sus tetas se sacudian bajo el top, y eso me enloquecia aun mas.

En un momento de locura, la volvi a poner boca abajo, sin salir de ella, y le di por detras. Asi, podia ver ese culo magnifico, esas nalgas que se estremecían con cada embestida, las bragas negras ahora bajadas hasta sus muslos, marcando el lugar donde nuestros cuerpos se unian. Agarre una de sus nalgas con la mano, apretandola con fuerza, y con la otra le cubri la boca para amortiguar sus gritos.

«Eres mi puta personal», le gruñi al oido, y ella gimio asintiendo, completamente sumisa. El ritmo se hizo mas rapido, mas desesperado. Yo sentia que me estaba por correr, pero queria llevarla conmigo. Baje la mano a su clitoris y lo frote con mis dedos, rapido, sincronizado con mis embestidas.

Fue entonces cuando ella exploto, con un gemido largo y tembloroso, que estoy seguro que alguien escucho. Su cuerpo se convulsiono alrededor del mio, y eso fue suficiente para mandarme al borde. Con un gruñido, me vine adentro de ella, profundamente, sintiendo como mi leche llenaba su interior, caliente y espesa.

Nos quedamos asi, jadeando, pegados el uno al otro, mientras el sol nos calentaba la piel. Cuando por fin me separe, vi como mi semen goteaba entre sus piernas, y ella sonrio, satisfecha. «Que rico», murmuro, y se limpio con la punta de sus bragas.

Nos vestimos en silencio, pero la tension sexual segui ahi. En el carro de vuelta a casa, no podia dejar de mirarla. Esa mujer, mi esposa, la que se exhibio en la playa solo con bragas, la que grito mi nombre mientras nos cogiamos al aire libre, era la misma que en casa prepara la cena y ayuda a los niños con la tarea.

Y esa dualidad, pana, es lo que me vuelve loco. Saber que tengo a una santa en publico y a una zorra en la cama, o en este caso, en la playa. Esa noche, cuando los niños se durmieron, la lleve a la ducha y se la volvi a dar, recordando cada detalle de nuestra aventura en la playa. Y ella, la muy caliente, me confeso que si habia traido el fondo del bikini, pero que lo dejo a proposito en casa. Queria que la vieran, queria que yo me excitara con eso.

Y vaya si lo logro. Ahora, cada vez que vamos a la playa, me aseguro de revisar su bolso, por si acaso. Pero en el fondo, espero que vuelva a «olvidarse» el fondo. Porque esa combinacion de riesgo, exhibicionismo y puro deseo carnal, pana, es una vaina que no se consigue con cualquiera. Y con Gabriela, cada dia es una nueva oportunidad para vivir una aventura.

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