¡Ay, Sergio Rami, mi amor español! aquí estoy con la conchita palpitando y los dedos manchados de mis juguitos, escribiéndote esta fantasía bien caliente que te prometí. Tu mensaje, ese que me mandaste diciéndome todas esas cosas ricas de mi relato, me tuvo todo el día con la cabeza en otra parte, ¡no podía parar de pensar en ti! Y como lo prometido es deuda, aquí estoy, en mi cama, con las piernas abiertas y un vibrador haciéndome gemir bajito para que mi hombre no escuche, pero es que tú, papi.

Me imagino que eres así, con esa pinta de hombre maduro que sabe lo que quiere, y yo, que siempre he sido una loca por los jóvenes, de repente me muero por un español con experiencia. ¡Qué ricooo! Y aunque no te he visto toditito, mi amor, en tu foto se te marca un bultito en el pantalón que me tiene loca, y yo me lo imagino así, de unos 12 o 15 centímetros, pero grueso, ¿verdad? Esa clase de verga que te llena justito, que te golpea justo en el punto que a una le hace ver las estrellas. ¡Deliciosooo!

Bueno, papi, esta fantasía es pa’ ti. Cierra los ojos e imagínate esto, mi vida:

Estamos en mi tienda de ropa, pero ya cerré, así que estamos solos, solitos tú y yo. Las luces están bajitas y hay ropa por todos lados, en las mesas, en los percheros, un desastre pero un desastre rico. Yo te recibo con un vestidito rojo, corto, sin nada debajo, ¡claro que no! Tú llegas con esa sonrisa tuya que me derrite y sin decir mucho, porque los hombres como tú no hablan, actúan, me empujas contra el mostrador donde atiendo a mis clientes y me das un beso que me deja sin aire. ¡Qué beso, papi! Con lengua, profundo, sabroso, y tus manos ya en mis tetas, apretándolas como si fueran tuyas, que lo son, en este momento son solo tuyas. Yo gimo en tu boca y siento tu verga dura apretándose contra mi vientre, ese bultito que tanto he imaginado, y te juro que se me sale el alma por la conchita, que ya está goteando.

“Mary, quiero verte,” me dices, con esa voz que tiene acento español que a mí me vuelve tarumba, y yo, que soy una atrevida, me subo al mostrador y abro las piernas, mostrándote todo, mi chochita depilada, brillando de lo mojada que estoy por ti. Tú te quedas mirando, con esos ojos que me comen, y dices “¡qué mujerón!” y yo me derrito. Pero entonces, Sergio, mi amor, viene lo mejor. Porque en mi fantasía más loca, de repente llega Kevin, el novio de mi sobrina, un chico de 22 años que a veces me ayuda en la tienda, ¡y nos ve! Se queda paralizado en la puerta, viéndonos, y en vez de asustarme, a mí se me prende más el fuego. “Quédate, mi niño,” le digo yo, y el pobrecito se queda ahí, con los ojos como platos.

Y entonces, papi, te conviertes en el rey. Te arrodillas frente a mí, ahí en el piso de la tienda, y me abres las piernas más. “Esta conchita es mía,” dices, y me clavas la lengua. ¡Ayyy, qué lengua, papi! Me la metes toda, me la mueves rápido, chupándome el clítoris como si fuera un caramelo, y yo grito y me agarro de tu cabeza, mirando a Kevin que se está jalando la verga a través del pantalón, viéndonos. ¡Es demasiado! Tu lengua no para, y yo soy un descontrol, moviendo las caderas, pidiéndote más, mientras el chico nos mira. Hasta que no aguanto más y me vengo en tu boca, un chorro caliente que tú bebes todito, ¡qué hombre!

Pero no termina ahí, mi Sergio. Te levantas, con la boca brillando por mis jugos, y me das la vuelta. Me pones en cuatro encima del mostrador, entre pantalones y blusas, y por fin, siento tu verga en mi entrada. Es justo como me la imaginé, no enorme, pero gruesa, que me abre perfecto. Me la metes de un golpe y los dos gemimos. ¡Qué sensación, papi! Me llenas completita. Y empiezas a cogerme, duro, agarrándome de las caderas, y cada embestida tuya hace que el mostrador cruja. Kevin ya se sacó la verga y se la está jalando, viéndonos follar como animales, y eso a mí me pone peor. “¡Dame más, español, rompeme este culo!” te grito, y tú obedeces, dándome más fuerte, más rápido, mientras le digo a Kevin “¿Ves, mi niño? Así es que una mujer madura sabe coger”. El chico gime y se corre en el piso, viéndonos, y eso a ti te prende más.

Cambiamos de posición, yo encima, y me siento en tu verga, ahhh, ¡qué rico me la llenas! Empiezo a moverme, a bailarte encima, con mis tetas en tu cara, y tú me las chupas y muerdes mientras yo voy arriba y abajo, sintiendo cómo me golpeas adentro. Me miras a los ojos y me dices cosas al oído, cosas sucias, que con ese acento me derriten. “Eres mi puta peruana,” me dices, y yo te juro que me corro otra vez, sin poder evitarlo. Tú, al sentir cómo me estremezco, me agarras fuerte y me volteas otra vez, y en esta última embestida, salvaje, los dos llegamos al cielo juntos. Gritas mi nombre en español y siento tu leche calentita adentro de mí, llenándome, mientras yo gimo y muerdo el mostrador.

Después, nos quedamos jadeando, tú encima de mí, y Kevin se fue corriendo, todo avergonzado. Tú me das un beso dulce y me dices “Así es como se coge, María”. Y yo, aquí en mi realidad, con mi vibrador apagado y toda sudada, te juro, Sergio, que me acabo de correr otra vez solo de escribir esto. Esta paja fue toda para ti, mi hombre. Espero que te hayas jalando la verga imaginando que eras tú el que me daba ahí en el mostrador. ¡Eres un fuego, papi! ¡Gracias por existir!

¡Un beso bien mojado desde Perú, mi español del alma!