Por
Anónimo
Me la metió en silencio
No hables. Abrí las piernas.
No me tocó el clítoris. Me cogió como si tuviera que desquitarse algo.
Y yo… mojada desde antes.
Me agarró del pelo apenas abrí la puerta. Yo todavía tenía el abrigo puesto, y él ya estaba con la bragueta abajo.
—Hoy no quiero que hables. Solo gemí.
Me empujó contra la pared del pasillo. Sin besos, sin charla. Se bajó el pantalón, me corrió la tanga, y me la metió tan profundo que me hizo gritar sin sonido.
Me cogía con bronca. Como si me estuviera castigando.
—Así es como se coge a una putita que se hace la difícil.
Me daba sin parar. Cada embestida me rebotaba en el cuerpo. Con la otra mano me apretaba la garganta, como si supiera exactamente cómo me gusta.
Yo ya estaba acabando, pero él no paraba.
—Todavía no acabés. Quiero que lo hagas cuando me la chupe.
Me bajó al piso. Me la metió en la boca como si fuera suya.
Me vine ahí, de rodillas, con la boca llena y las piernas temblando.
Y lo peor de todo… es que quiero que lo haga de nuevo.
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