
Por
Mis primeras vacaciones con amigas
Mientras me cambiaba en mi habitación, noté que la cortina de la ventana no estaba del todo cerrada. Por un instante, dudé en correrla, pero algo en mí decidió dejarla así. Sabía que alguien podía verme desde el edificio de enfrente, y la idea me excitó más de lo que quiero admitir.
Me quité la ropa lentamente, sintiendo una mezcla de vergüenza y placer al pensar que alguien me observaba. Cada movimiento lo hice con cuidado, como si estuviera actuando para una audiencia invisible. Cuando me giré hacia la ventana, imaginé sus ojos siguiendo cada curva de mi cuerpo. Fue breve, pero esa sensación de ser vista, de ser deseada en secreto, me dejó con una sonrisa traviesa en los labios.
Al final, corrí la cortina, pero el recuerdo de ese momento aún me hace sonrojar.
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