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Anónimo

diciembre 4, 2016

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Sexo frenético en un baño público

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Me llamo Elena. Siempre he sido de esas chicas que no socializaba mucho con el resto. Más que antipática, era algo anti-social.

No me gustaba en exceso estar rodeada de gente, sobretodo de desconocidos. Lo mio era perderme entre las letras de los libros y imaginar miles de cosas e historias. Mi compañera de piso, era todo lo contario a mí. Extrovertida, loca y sociable, por lo que nuestro piso siempre estaba lleno de gente.

Después de los exámenes de la universidad, tenia ganas de relajarme, así que cuando Valeria, mi compañera, me ofreció juntarme con ella y sus amigos para ir a tomar algo (por milésima vez en lo que llevábamos viviendo juntas) acepté de buen grado. Me presentó a sus amigos, todos tan locos como ella. Y allí estaba él, Luis, un chico que me pareció un auténtico gilipollas desde el primer momento que abrió la boca, pero que era de esos hombres que no te cansas de mirar, era perfecto allá donde lo miraras. Unos brazos fuertes, músculos marcados, espalda ancha, alto, pelo negro y ojos azul muy claro. Estaba prendando mirándolo como una idiota hasta que dijo: «¿Quién es la rarita?». ¿Rarita? Sería que él era demasiado común y no era capaz de ver que hay gente que tiene un mínimo de seriedad. No pude evitar responderle: «Según tú soy rara, para mí punto de vista tú eres el que no destacas en nada». Pasamos toda la noche lanzándonos pullas así. La verdad, en sí no era tan malo, recordándolo ahora después de 5 años, pero con 22 años era mucho más susceptible.

Desde esa noche, establecimos un patrón de peleas. Al final, cansaba vernos todo el tiempo peleando como idiotas así que una de las tantas noches que seguí yendo con ellos (no lo niego, iba por verle a él) decidí beber hasta caerme con tal de no escucharlo. «Para de beber, Elena, no estás acostumbrada», me decia Valeria, pero yo ya estaba muy puesta en pasármelo bien así que la ingoré y me fuí a la pista del pub en el que estábamos a bailar. Llevaba un buen rato moviéndome todo lo bien que sabia, cuando noté unas manos grandes agarrarse a mi cintura y una pelvis pegarse a mi trasero. El tipo en cuestión tenia una enorme erección y me estaba rozando las nalgas con ella moviéndose conmigo al ritmo de la música. Giré un poco la cabeza para vislumbrar un poco quien era el hombre que tenia detrás y di un respingo cuando vi a Luis mirándome con la misma lujuria que yo lo miré a él. Seguia enfadada, muy enfadada, por la última pelea que habíamos tenido y recordarlo me encendió más. Acercó su boca a mi oído y susurró: «Rarita, voy a darte una lección que nunca olvidarás». Me puse tensa cuando lo sentí empujarme entre la gente llevándome hacia los baños públicos. Abrió la puerta del baño de hombres y de un tirón me metió adentro. Casi sin darme, cuenta estaba con la espalda pegada a la puerta de una de las cabinas, en el aire con mis piernas rodeando su cintura y él pegado a mi con la lengua torturando mi boca. Empezó a tocarme los pechos por debajo de la camiseta mientras pegaba su erección a mi sexo y la restregaba. Estaba sin aire. Tenia sus manos por todas partes, y yo me agarraba con las uñas a su espalda. Le quité la camiseta para sentir su piel y él hizo lo mismo sin bajarme de esa posición. Bajó una de sus manos hasta mi falda y la subió más, agarró mis braguitas y de un tirón las arrancó. «Te la voy a meter hasta que grites mi nombre tan fuerte que se oiga más alto que la música», me gruño en el oído mientras bajaba su bragueta y sacaba su polla de los calzoncillos. Rozó su capullo por todo mi mojado coño y gemí fuerte, quería que me rebentara, ya estaba a mil. «Eres un imbécil» le dije excitada y con eso me la metió de una estocada que me hizo gritar de dolor y placer, y empezó a embestirme con fuerza. Mi espalda golpeaba la puerta y su pelvis y la mia se encontraban en fuertes golpes. Gritabamos mientras nos mordíamos. Me sentía a punto cuando me bajó y me puso de cara a la puerta, y volvió a penetrarme duro desde atrás mientras metia un dedo en mi ano y frotaba mi clítoris con el índice de la otra mano. Empecé a gritar más fuerte cuando noté que llegaba mi orgasmo. «Oh si, si Luis, fóllame más». Me embistió más fuerte y más rápido, haciendo chocar sus testículos contra mi sexo mientras su polla entraba y salia a un ritmo frenético. «¿Te gusta? Cuando este culo sea mio si te va a gustar» dijo mientras metia y sacaba su dedo de mi ano. Me corrí entre gritos y rápidamente me arrodilló en el suelo y me metió la polla en la boca haciendo que se la chupara un par de veces antes de correrse a chorros por en mi garganta.

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2 respuestas

  1. nindery

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