Diario de un padre VI (Liam, la sobrina preferida)
Después del regreso de ese viaje, extasiado, en casa todo pareció calmarse. Laura se centró en la prueba para entrar a la U.
Ya había crecido bastante pasados 1 año y entró a la U por Idiomas Modernos. Eso me preocupó un poco, nunca pensé que le gustaran los idiomas. En fin, se iba de la casa para alquilar un apartamentito en la ciudad, pudiéramos pagar: ni muy lujoso ni muy precario. Mientras estudiaba para la prueba recuerdo que varias veces, desde la puerta de su cuarto la veía y se me venía a la cabeza que ya no la vería tan seguido y entonces iba hasta su escritorio, la alzaba en peso y sobre sus hojas rayadas la poseía desenfrenado mientras ella gemía también decía excitada: �papá, papá�.
Esos días no volverían, como padre sabes que los hijos se van y difícilmente regresan aunque guardaba la esperanza de que con mi Laurita no fuese así.
El día anterior a la fiesta hicimos una mini reunión en familia, pues mi hermana llegaba de viaje, justamente de terminar un post-grado en Alemania y pues también vino la madre de Laura. Esa mañana Laurita amaneció en mi cama, agotada, pues durante larga noche estuve follándola, a ratos hablábamos y cuando la sentía a punto de dormir, la volvía a coger hasta con más fuerza. Así que ese día, la mini reunión comenzó a eso de las 5pm. Habíamos dicho que a las 3 pero en vista de que mi hija y yo estábamos muy agotados, terminamos dejando el evento para dos horas más tarde. Me sentía resuelto, esa noche había sido suficiente como para que no pensara en Laura como objeto sexual sino como mi niña que se iba para hacerse grande y me agradaba ver que le hacía ilusión graduarse, ser una profesional. Ese día la vi como una adulta.
Entre mi hermana y yo hicimos la comida. Preparamos un �Hühnerbraten�, bromeaba mi hermana, diciendo que a veces se le olvidaba el español, cosa que hacía solo por molestar. A eso de las 8:30pm, con el licor ya subido a la cabeza de mi hermana, que por cierto, se llama Ivanna; llegó una camioneta a la puerta de la casa. �Yo voy, yo voy� gritó Ivanna con el trago en la mano, �Es para mí, es Viktor, llegó la sorpresa�. La sorpresa no era más que un par de jovencitos: sus hijos. No los había mencionado en toda la noche así que apenas se bajaron de la camioneta, fueron la sensación de la fiesta. �¿Qué edad tienen?, ¿Cómo se llaman?, ¿Qué estudian? ¿Qué les gusta hacer? ¿Quieren algo de comer? Todas esas preguntas eran respondidas por esas tímidas miradas y en un español muy forzado.
Eran Liam y Lukas. Lukas tenía 6 años y era regordete, con el peinado de honguito, una mirada fría, muy serio e Liam era más bien ligera, sonrisa radiante y rasgos finos y filosos. Después de la faena de preguntas a las que se unió incluso mi Laurita, yo mientras tanto interrogaba a mi hermana ¿de dónde salieron? ¿Cuándo? ¿Cómo? Y resulta que la mayor, no era hija de ella sino de su esposo Viktor y que el pequeño Lukas en cambio sí.
Desde el principio me llamó la atención la pequeña, que no lo era tanto pues para su edad era bastante alta y su cuerpo bien moldeado presumía practicar alguna disciplina deportiva: gimnasia. Y sus rasgos angulosos en la cara nada tenían que ver con mi hermana, gruesa, fornida, aunque femenina pero voluptuosa con atributos rebosantes que presumía con escotes abiertos que dejaban bocas abiertas; Liam era más delicada de ver, su postura era siempre erguida que resaltaba su busto creciente, su delgada cintura. Resoplé después de que se me acercó para preguntarme dónde quedaba el baño pues sentí esas ansias de tomarla en mis manos, quitarle esa bermuda beige y follarla en las escaleras, pero enseguida hice vista a otro lado para pensar otras cosas.
Al ella volver del baño, Laura, su madre e Ivonne ya iban saliendo al patio con unas sillas mientras yo me acomodaba en la computadora de la sala, abriendo Facebook, Twitter, el correo. Escuche a Liam bajar las escaleras con tanta prisa que pensé que saldría con las demás muchachas al patio, pero no, venía directo a mí, a poner su cara blanca y puntiaguda al lado del monitor. �¡Tienes internet!� dijo casi aplaudiendo. Su pronunciación seguía siendo rara y me reí afirmándole que sí y enseguida ella se sentó en el brazo del mueble y olía riquísimo, una mezcla de fresa con algo más suave, de nuevo me puse nervioso, pero estaba más seguro, ya estaba en �mi territorio�. Le dije que esperara unos minutos y le prestaría una computadora a ella. �Sólo ver mi Facebook, por favor� giró su cara hacia mí y puso una cara de piedad que, al apenas yo asentir, cambió a una sonrisa alegre y de inmediato cruzo su torso delante de mí, tuve que pegar mi espalda al cojín para darle espacio y ella tomaba posesión del mouse y el teclado. Su espalda me tapaba gran parte de la pantalla así que poniendo una mano en su torso la bajé sutilmente, ella ni siquiera miró. Mi mano estaba en la parte que dejaba su piel descubierta y el olor se hizo más fuerte. Pude ver que tenía muchas notificaciones, muchas de juegos, otras de etiquetas y muchos likes a sus fotos que al abrirlas podía verlas yo. La mayoría era en posiciones de gimnasia, dando saltos, sosteniendo el pie en alto, arrodillada en el piso con todo el cuerpo hacia atrás y su cabeza apoyada en el suelo. Me distraje en las fotos y no me fijé que mi mano seguía allí, cerca del hueso que sobresale en la cintura y como ella sólo estaba usando el mouse, tenía su mano izquierda apoyada en mi rodilla. Veía fotos de ella en traje de baño mientras ella las comentaba en alemán, cosa que no me importaba, no me interesaba en ese momento qué pudiera escribir pues verla en traje de baño ya era suficiente. Se veía más grande incluso que Laurita a esa edad, más formada, sus senitos tenían un buen tamaño ya y estaban erguidos siempre incluso si no llevase brasier (en una foto en casa sale en pijama y a través de la camisa se abultaban esos dos bultitos coronados por pezoncitos también punzantes) parecían ser ajenos a la gravedad. Abrió un álbum de fotos familiares y me las mostró, eran cerca de 70 y las vi todas atento, sin mover mi mano de su cintura ni ella de mi rodilla. Empezaba a moverla más al centro, arrastrando sigilosamente mis dedos más al centro por el borde de la correílla que ajustaba su bermuda; su piel era muy suavecita y hubo silencio por un momento mientras lo hacía, ella pasaba las fotos, pero no decía nada, ni yo. Ya tenía mi mano cerca de su vientre, un poco más debajo de su ombligo y mi barbilla apoyada a su brazo hasta que en ese momento, apretó un poco mi rodilla, su mano subió un poco por mi muslo, la vi apretar los labios y suspirar levemente, su cuerpo se ladeo levemente y repentinamente: �Ya he terminado, gracias� dijo incorporándose un poco nerviosa con sus ojos sobre los míos y otro silencio complice.
Eran eso de las 11 de la noche y las 3 mujeres de la casa hablaban en el patio, cerca de la piscina de cosas que poco me interesaban. Estaba contento con ver a mi Laurita reírse con su tía y su mamá. Espiaba desde la puerta del patio sin ánimos de participar hasta que la niña, de cabello rubio y cara blanquísima me tocó por la espalda: �¿Puedo usar la laptop?�. En ese momento estaba tan distraído que me reí de su español tan mal pronunciado y luego, como un zape del subconsciente me dije �Idiota, es la oportunidad� y enseguida cambié mi sonrisa burlona por una sonrisa amable.
Ella llevaba puesto una camisa roja con pelotitas blancas amarrada cerca del ombligo y una bermuda remangada unos cuantos dedos por encima de rodilla y unas zapatillas de piel, también rojas. Me di cuenta en ese momento que no la había visto en gran parte de la noche, la lleve poniendo mi mano en su espalda guiándola hacia las escaleras.
-Este es el cuarto de Laura, ahí está su televisor y aquí está el control. Puedes usar su cama mientras tanto. ¿Y Lukas?
-Está abajo �Se esforzaba por hablar bien- durmiendo, creo.
-¿Y tú no estás aburrida? �Inconscientemente estaba haciendo señas para hacerme entender.
-No. �Se encogió de hombros e hizo puchero.
-La puedes usar. �Le señalé la laptop de Laura, sabiendo que ahí tenía mucha porno y muy fácil de encontrar, mi corazón latía fuerte.
-Está bien. Gracias. �Ahora sonreía.
-Te dejo sola, diviértete.
Salí con una sensación de victoria, una sonrisa se dibujaba en mí y bajé rápido a asegurarme de que Lukas estuviera allí, y lo estaba. Estaba dormido en un sofá individual, acurrucado como un perrito. Seguí el camino hasta la puerta donde antes estaba y vi a las muchachas jugando dominó y tratando de explicarle a mi ex esposa cómo se jugaba. Laurita me miró y me guiño el ojo como sabiendo en lo que yo andaba y eso me calmó un poco pues ella quizá las retendría allí todo lo que hiciera falta. Traté de calcular el tiempo que tardaría Liam en encontrar alguna porno y el tiempo que le ganaría la curiosidad por ver alguna. Era una tortura esperar, era un carrusel emocional. Escuché pasos que venían del patio y mis esperanzas se derrumbaron, �Ya van a entrar� pensé. Eran Ivanna y Laura, entraron bromeando a gritos, diciendo algunas palabras en alemán que tal vez nunca entienda. Entraron con las sillas en la mano así que mi presentimiento se iba cumpliendo, pero no. Luego de un rato que estuvieron dentro de la casa. Salieron en traje de baño y pasaron por la cocina a llevarse otra botella. Laurita me lanzó una mirada cómplice y otra vez un guiño. Apenas cruzaron la puerta y volvieron al patio subí las escaleras con el corazón en la boca, ahora latía más fuerte, abrí la puerta emocionado y� estaba dormida. Miré la PC y estaba apagada, quizá ni la encendió. Todo parecía derrumbarse, estuve un tiempo caminando alrededor de la cama, ella estaba boca abajo con las piernas cruzadas y los brazos cruzados donde apoyaba la cabeza. Enseguida tuve una excusa: cambiarla de cuarto. Así que delicadamente la volqué sobre mis brazos y la alcé. Al hacerlo, entreabrió los ojos pero me vio y los volvió a cerrar. La cargué hasta el cuarto siguiente, el de huéspedes está al fondo antes del baño.
Al llegar al cuarto ni siquiera encendí la luz, la acosté boca arriba, sentía la adrenalina, esa que precede a la conquista y mientras le quitaba los zapatos, mis manos subieron por sus piecitos apretándolos un poco, sintiendo su piel blanca que resaltaba en el cuarto semi-oscuro. Mis pulgares se movían por la planta de sus pies y mis dedos arañaban un poco cerca de sus tobillos. Se me hacía agua la boca, constantemente me mordía los labios mientras mis manos subían por sus piernas torneadas, atléticas. Ya iban llegando mis manos a sus rodillas y al alzar la vista, ella estaba mirando, con la boca ligeramente abierta, su rostro, lejos de desagrado, parecía estar agradecido, complacido, aprobando el contacto, el atrevimiento. No lo sé, pero en ese momento sentí que me brillaron los ojos y el cuerpo reacciono como los caballos del hipódromo apenas se abren las puertas: halé, agarrando sus pantorrillas, y la atraje hasta el borde la cama de manera que su entrepierna golpeó, con la fuerza del jalón, mi boca que ya esperaba abierta, lista para besar ese bultito pronunciado y divido, ahora más que antes, en dos. La tela de su bermuda era fina y me dejaba sentir lo calientito de sus labios. La miré y ya tenía la boca más abierta, respiraba en bocanadas cortitas pero no hacía ruido alguno, su rostro se debatía entre miedo y satisfacción con una creciente excitación. Besaba el interior de sus muslos, arrastrando mis dientes allí donde la piel es más suave, más sensible y sus pies colgaban a mi espalda y su mano de vez en cuando y tímida se posaba en mi cabeza hurgando mis cabellos.
Comenzó a soltar sus primeros gemiditos con la boca cerrada apretando un los labios mientras mi lengua se trataba de abrir paso entre los de su vaginita, empujando fuerte, húmeda la lengua. Me percaté de que le estaba mojando la bermuda y rápido le desabotoné el cinto y la bajé con ayuda de ella que seguía con esa cara de emocionada y asustada. Llevaba un cachetero negro ajustadito y de encaje que también deslicé hacia abajo, mi mirada permanecía en su cara mientras lo hacía, sonreía un poco para que ella entrara en el juego y por ratos me encantaba esa actitud permisiva como de quien disfruta ser abusada. Ya sin nada que la protegiera cintura para abajo, pasé mi lengua desde la parte interior del tobillo, subiendo rápidamente hasta sus muslos deteniéndome un poco hasta llegar a su vaginita: el paraíso. Parecía tener ese olor a fresa tan esparcido en todo el cuerpo, que apenas mis labios entraron en contacto con aquella vaginita suave, depiladita con minucioso detalle, cuidada con cremas tal vez, humeda� sentí estar lamiendo un delicioso majar de fresa o melocotón, con mi lengua hundida entre esos labios, jugando con la entrada de su conchita, totona, cuquita o como le quieran llamar, sentía que ella se movía al ritmo de mi lengua, todo su cuerpo era un instrumento conectado con mi lengua que cada vez se adentraba más, saboreaba sus juguitos que empezaban a abundar, se dilataba, mi lengua entraba empujada con fuerza y ella apretaba mi cabeza entre sus muslos y me encantaba. Mis manos se aferraban a sus muslos, llevaba rato arrodillado al borde de la cama, sentía mojada toda la boca y aun así, con mi lengua ya dentro de ella, movía mi cabeza en círculos mientras mi lengua se movía frenética, sentía cómo estaba de apretadita pues aun así de mojada, tenía que hacer fuerza en mi lengua para moverla y en un momento que soltó mi cabeza de sus muslos escuché que gemía fuerte y me levanté como resorte a taparle la boca la miré sin decirle nada y enseguida supo por qué lo hacía. No me había dado cuenta pero mientras le tapaba la boca, mi cuerpo había quedado entre sus piernas que ahora me rodeaban la cintura, con mi verga ya dura, abultando el short largo que cargaba y bajo mi mano sentía vibrar sus gemidos todavía, antes de preguntarme por qué gemía sentí su conchita restregarse contra mí, sentí la puntita de la verga mojada y consecutivamente en resto del tronco� En un impulso como el de antes explicado con caballos, mi mano bajó y sacó mi verga reluciente, con la puntita hinchada que pasé desde su ombligo hasta la entrada de su vaginita brillante de saliva y jugos. Ella mordió mi mano fuerte, en la parte carnosa de la palma, volvió a poner esos ojos de piedad, piedad que no tuve pues comencé a penetrarla tan fuerte como su mordisco. Así como sus dientes me apretaban la mano, sus piernas apretaban mi cintura contra ella y yo, apoyado con mis pies todavía en el piso y sus nalgas rebotaban en el borde de la cama con cada embestida subía y bajaba prendida de mí con sus piernas.
Mis ojos siempre estuvieron sobre su cara, sobre sus ojos mientras que con la otra mano (la que no tapaba su boca) fui desabotonando su blusa y desanudaba el lazo al ras de su ombligo. Le seguía dando fuerte, ella tenía sus dos manos agarrando el brazo que le tapaba la boca, se aferraba a él y sus ojos se abrían cuando aumentaba el ritmo, las embestidas, sentía un crujir líquido en su vaginita, mi verga entraba ajustadita y se abría paso cada vez más, gimió fuerte: acababa, y sus ojos se cerraban, sus piernas apretaban y su cuerpo se tensaba tanto que por más que me movía, mi verga no salía sino que permanecía allí adentro. Luego su cuerpo se relajaba derrotado y segundos más tarde, volvía a acabar. Saqué mi verga despacio, apenas salió dio un respingo que chocó contra mí, estaba muy mojada. Quité la mano lentamente de su boca, su pecho crecía y decrecía en grandes bocanadas sus ojos entrecerrados la hacían parecer ebria y tenía pequeños temblores que controlaba mordiendo su labio inferior. Mientras tanto yo me quitaba la camisa y la miraba girarse y arrastrarse a gatas con su cuerpo blanco al centro de la cama, me reí un poco pues para mí, todavía no había terminado�
3 respuestas
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