Por

Anónimo

enero 30, 2011

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Camila y Martin

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¿Quién dice que no tienen imaginación? El tren corría veloz camino de la gran ciudad.

Tiempo antes habían decidido salir de la rutina, esa que todo lo apaga. Camila y Martín habían decidido salir de su entorno, de la vida rutinaria que llevaban y para ello habían decidido de mutuo acuerdo correr una aventura; una aventura que fuese original, excitante, pasar unos momentos inolvidables donde iban a jugar el papel de dos amantes solos en un lugar lejano. Habían decidido entregarse a un placer inmoderado hasta donde su imaginación les llevase.

Habían decidido pasar dos días en un hotel entregados a su pasión, si era desmedida mejor. Lo tomaban como un ejercicio saludable que los evadiera por unas horas de la pesada carga de la inercia.

Llegaron al atardecer a su destino y decidieron comenzar con sus juegos esa misma noche. Camila cambió su indumentaria usual por un atuendo excitante, que reforzaba su atracción. Y juntos, después de cenar, se dirigieron al salón-bar del hotel donde había numerosas parejas, quizás con idénticas intenciones.

El salón del club estaba en la penumbra. Sólo las luces indirectas, de colores ácidos, permitían adivinar a las parejas sentadas en los divanes. La música, muy suave, se mezclaba con el murmullo de las conversaciones.

Camila estaba recostada en el sofá con sus piernas cruzadas mostrando sus magníficos muslos. Era una mujer madura. Vestía una falda cortísima y ajustada. Un jersey muy ceñido y con un generoso escote mostraba parte de sus poderosos senos como una ofrenda carnal a su amigo.

Hablaban poco. Ella le acariciaba la nuca a la vez que introducía su lengua en la boca de Martín, mientras que él le acariciaba los pechos, y se fundían ambos en un beso larguísimo. Mientras jugaban con sus labios y sus lenguas, Martín introducía una mano dentro del jersey y rozaba por momentos sus pezones. Esto excitaba enormemente a Camila. Los prolongados besos y las caricias tuvieron como resultado una enorme excitación en ambos.

Camila, con la boca húmeda, se incorporó emitiendo un leve suspiro y tomando la mano de Martín lo invitó a bailar.

Al verla de pie, él pudo apreciar su vigorosa figura. Era alta, pero su estatura estaba aumentada por unas sandalias de altos tacones; la falda, ceñida y la camiseta ajustada resaltaban las curvas sensuales de su figura. Peto aturdido se levantó y la tomó por la cintura. Enlazados comenzaron a moverse muy lentamente en el mismo lugar donde se encontraban. Otras parejas sentadas o bailando pausadamente se adivinaban confundidas en la penumbra del local.

La música era muy suave. Camila apretó su cuerpo contra el de Martín. Las caderas de Camila se movían muy lentamente, con las cadencias de la música, rozaba con su sexo el pene de Martín cuya dureza y tamaño aumentaban por momentos. Camila, al sentir la dureza de su pene, empujaba su sexo contra él con más fuerza. La excitación de ambos se notaba en el jadeo que se iba haciendo cada vez más evidente. Ella notaba como su vagina se iba humedeciendo: estaba considerablemente excitada.

La música y la penumbra del local incitaban a las parejas a fundirse en apasionantes abrazos. Sólo se escuchaba música, susurros y jadeos.

En un momento del baile Camila acercó su boca húmeda al oído de Martín y le susurró:

�Quiero pedirte una cosa�.

�Dime ¿qué es lo quieres?� – le contestó Martín-

�Quiero follar�.

A Martín le corrió un escalofrío por toda la espalda; fue tal la impresión, que le produjo un aturdiendo instantáneo. No supo contestar, pero una vez repuesto apretó más su cuerpo contra ella a la vez que, alargando sus manos, acariciaba con más fuerza sus muslos y la curva del su trasero, que a él le parecía lo más delicioso de su cuerpo. Mientras tanto Camila, deslizando su mano derecha, agarraba con fuerza, por encima del pantalón, el pene de Martín que se había endurecido considerablemente.

La excitación era tal que seguían enlazados masajeándose, acariciándose, jadeando�se sentían aislados de las otras parejas que también seguían trabadas en sus juegos de amor; la luz se había hecho más tenue y sus colores cambiantes daban a la atmósfera del salón un aspecto irreal.

�Vamos a continuar en la habitación -le susurró ella- allí estaremos mejor solos�

Él, sin pronunciar palabra, separó trabajosamente su cuerpo del de Camila. Y agarrados de la mano, sorteando a las parejas en la penumbra, se dirigieron a la recepción del hotel a pedir la llave de su cuarto. Después se encaminaron a la escalera que subía a la habitación, en el segundo piso, pues a Camila no le gustaba el ascensor.

Ella subía delante mientras Martín observaba agitado el sugestivo vaivén del culo de Camila subiendo los escalones. Tres veces se detuvieron en la escalera fundidos en deliciosos abrazos que mantenían sus cuerpos en una tensión arrebatadora.

Entraron en la habitación. Ésta parecía dispuesta para encuentro furtivo de amantes: luces muy suaves y cálidas, profusión de espejos, una amplia cama�Tras cerrar la puerta del cuarto volvieron a fundirse en un prologado abrazo y comenzaron a acariciarse desinhibidos; él acariciaba sus pechos, sus caderas, el culo�, ella masajeaba con fuerza el sexo de Martín. Cuando la excitación de ambos iba en aumento, Camila se separó de él diciéndole:

�Más despacio, tenemos que disfrutar lo más posible esta noche. Vamos a relajarnos y a ducharnos antes.

Ella se introdujo en el baño y le pidió que esperara mientras se duchaba. Martín se sentó en un diván respirando hondo, intentando calmarse del ardor que lo consumía. Pasaron quince minutos que a él le parecieron cien. Al cabo Camila salió del baño.

Salió desnuda, sólo llevaba puesto un pequeñísimo tanga y los zapatos de tacón alto. Él creyó desvanecerse ante la imponente y sensual figura. Se abalanzó hacia ella con un deseo feroz, pero Camila volvió a rechazarlo:

�Todavía no. Dúchate ahora, yo te esperaré en la cama�.

Peto comenzó a ducharse consumido por un desbocado deseo. En la ducha pensó que debía tranquilizarse pues era conveniente alargar el tiempo del placer lo más posible. Abrió el grifo del agua fría. Permaneció bajo la ducha varios minutos y su cuerpo se fue calmando. Salió del baño más relajado pero con el pene en erección.

Camila estaba tendida en la cama, boca abajo. Él pudo apreciar las apetitosas curvas de su cuerpo, sus caderas, las suculentas líneas de su culo resaltado por el pequeño triángulo del tanga, que lo hacía aún más apetitoso, sus poderosos muslos, sus largas piernas�Se quedó absorto ante el cuerpo tan atractivo. De pronto ella se dio media vuelta y aparecieron, ante la cara sorprendida y muda de Martín sus extraordinarios senos. Él se quedó quieto. Otra vez le corrió por la espalda esa sensación de chispazo eléctrico que lo paralizó. Estaba tan excitado que no podía moverse.

Camila, con un movimiento muy erótico, se desprendió del tanga quedando así totalmente desnuda. Miraba a Martín sin decir palabra. Él se había quedado como una estatua, observándola, delante de la cama.

De pronto ella, que permanecía tendida boca arriba con las piernas flexionadas, separó ampliamente sus muslos mostrando a Martín un enorme sexo totalmente depilado. Los dos permanecían en silencio. A los dos se les notaba en sus caras los signos del arrebato.

De pronto ocurrió algo que quedaría presente en la memoria de Martín. Camila comenzó a acariciarse con una mano los labios de su sexo, lenta y suavemente los recorría de arriba abajo con las yemas de sus dedos. Respiraba pausadamente con la boca entreabierta mirando a Martín mientras su sexo se hinchaba excitado. Él observaba asombrado como los labios del sexo de Camila se iban separando mostrando un interior sonrosado, brillante, húmedo.

Martín en el delirio de la turbación que le proporcionaba aquella vista seguía de pie, inmovilizado. De forma inconsciente, cogió su pene tieso y comenzó a masturbarse. Así permanecieron los dos por un tiempo indeterminado, observándose mudos, mientras acariciaban sus respectivos sexos.

Pero llegó un momento en que Camila, sobreponiéndose a su entusiasmo, abandonó sus caricias y de un salto se puso de pie y agarrando con cierta violencia el pene de Martín y tirando de él, dijo:

�Ven, acuéstate conmigo�

En la cama se fundieron en un violento abrazo. Entre una profusión de caricias y besos, él le lamía los pechos, le chupaba los pezones, lo que arrancaba de ella risas y quejas, mientras ella le acariciaba el pene torturándolo con una delicada masturbación. El cuerpo de Martín se movía constantemente resistiendo las oleadas de deseo.

Camila, mientras lo masturbaba, acercó su boca al oído de Martín y le dijo con voz susurrante:

�Me gusta tu polla�.

Esas palabras desencadenaron aún más el deseo de Martín; su cuerpo comenzó a agitarse con unos espasmos que anunciaban el orgasmo.

�Espera, no te corras, �dijo Camila- hay que ir más despacio. Vamos a parar unos momentos�

Y apartándose de él quedó tendida, desinhibida, en la cama. Martín hizo lo mismo. Los dos quedaron durante unos minutos inactivos, respirando en profundidad y deseando volver a empezar con los juegos.

Pasados unos minutos ya más relajados, Camila se incorporó sobre él y besándolo le dijo:

�Ahora hazme lo que tú quieras, tan sólo no me hagas daño�.

Martín, repuesto de la excitación con la que le había torturado Camila se levantó de la cama, se puso de pie frente a ella y le dijo:

�Ponte en el centro de la cama, abre las piernas, relájate y cierra los ojos. Voy a intentar darte todo el placer que pueda. Quiero que disfrutes�

Así lo hizo y él se puso a horcajadas sobre ella.

Comenzó con un prolongado beso en la boca de Camila.

Después de que sus labios se separaran, Ella seguía con su boca entreabierta, sus ojos cerrados, expectante, deseosa de la iniciativa de Martín.

Éste, comenzó a rozar con la punta del pene el sexo de Camila lentamente; la punta de su polla tocaba la hendidura entreabierta y rozaba a la vez los labios de la vagina. Al mismo tiempo comenzó a mimar con su lengua los pezones que estaban ya totalmente erectos.

Camila, que se mantenía inmóvil, empezó a respirar más profundamente al tiempo que contoneaba las caderas y sus manos se agarraban a la almohada. El ejercicio duró unos minutos, en los que la respiración se fue haciendo más evidente, entremezclada a veces con leves gemidos.

Ante la creciente excitación de Camila, Martín retiró su polla y comenzó a besar y mordisquear los pechos, acariciar el vientre, besar la cintura y las caderas. Camila se fue relajando y disfrutando de esas caricias mientras su sexo se abría cada vez más esperando el momento.

Él fue prolongando sus besos en la parte baja del vientre, besaba y mordisqueaba todos los alrededores de su vagina, tocaba con la punta de su lengua ambas ingles, a la vez que pasaba sus manos por la parte trasera de sus muslos y con la punta del dedo acariciaba los alrededores del ano. En estos momentos, la excitación de ella creció considerablemente, los gemidos fueron aumentando en intensidad y las contorsiones de sus caderas eran más evidentes.

Ella permanecía aún con los ojos cerrados y en un silencio roto solamente por los gemidos. Después de varios minutos y con la fogosidad desbocada, le dijo:

-¡Fóllame!

A la vez que intentó agarrar la polla de Martín para metérsela ella misma en su vagina. Él, tan excitado como ella, lo impidió cogiéndole la mano y poniéndola otra vez en la almohada.

Espera, tú resistes más y yo tengo que aguantar lo más posible �dijo él.

Camila, cuyas manos agarraban fuertemente la almohada, sintió ahora la lengua de Martín introduciéndose por su hendidura; comenzó a rozar el interior de su vagina ya totalmente abierta. La punta de su lengua rozaba sus húmedos interiores, y tocaba suavemente el clítoris, que se mostraba crecido, erecto.

Los gemidos de Camila, ya transformados en pequeños gritos eran constantes, el movimiento de sus caderas era ahora hacia arriba para sentir la lengua de Martín más honda en su vagina, oleadas de placer recorrían su espalda, sus pechos, su cabeza, todo su cuerpo. Ante la inminencia del orgasmo Martín aceleró las caricias de su lengua.

Y de pronto ella, emitiendo un grito, arqueó desmesuradamente sus caderas, su cuerpo entero, hacia arriba, mientras que agarraba con sus manos la cabeza de él entre sus muslos. Segundos después se derrumbaba sobre la cama.

Rendida y con el cuerpo rebosando felicidad, su respiración se fue haciendo más reposada. Él se había acostado a su lado mientras acariciaba su cabeza.

Pasados unos minutos ella se incorporó sobre él y después de besarlo le dijo:

-Me he corrido. Ha sido estupendo, me ha gustado mucho.

Quedaron juntos, tumbados, inactivos; ella deleitándose del goce que experimentaba después del orgasmo, él gozando de su excitación mantenida.

Pasados unos minutos, Camila, poniendo una pierna sobre la cadera de Martín comenzó a acariciarle el pene, que permanecía en una excitación latente. Después se incorporó y empezó a lamer y mordisquear sus pezones. Peto volvió a moverse sintiendo como le subía la excitación. Ella continuó masturbándolo más enérgicamente y él comenzó a jadear. Cuando ella vio que se acercaba al orgasmo se detuvo, y le dijo:

-�Ahora quiero que te estés quieto. No te muevas y déjame hacer a mí. Te voy a follar�-

Martín, con mucha tensión, se estiró boca arriba sobre la cama y colocó los brazos sobre la almohada, adoptando la misma postura que un rato antes adoptara Camila. Ella se colocó a horcajadas sobre él. Inclinándose hacia delante comenzó a besarlo en la boca. Después retirándose, empezó a rozarle la cara con sus enormes pechos, que colgaban lujuriosos. Él intentaba morderlos pero ella lo esquivaba, a la vez que, sentada sobre la polla erecta, la masturbaba con los movimientos de su culo. Transcurrieron unos minutos en este juego torturante para Martín. Camila sentía que las contracciones y los jadeos de él eran cada vez más frecuentes y no quiso desencadenar su orgasmo. Se retiró y se sentó en cuclillas entre las piernas abiertas de él.

Ella tenía ante sí la polla erecta a la que siguió masturbando de forma muy suave. No quería que Martín se corriera aún. Para él eso era una situación torturante y desesperadamente le pidió a Camila que se la mamara.

Ella, sin dejar de masturbarlo, le dijo:

-�Sabes que no me gusta hacer eso�-

Pero al punto ella cambió de posición y se estiró en la cama, entre las piernas de él, con la boca cerca de su polla. Y comenzó un juego que llevó a Martín a sentir un placer inaudito. Camila se puso a masajear, a masturbar sus testículos mientras que le daba pequeños mordiscos por todas las partes de su sexo; mordía los testículos, la polla, acariciando también con sus uñas la punta del sexo. Esta situación llevó a Martín otra vez al borde del orgasmo, situación que advirtió Camila, quien con mucha habilidad, paró sus juegos para evitar que él se corriera. Ella, que se sabía dueña de la situación, quería terminar follándolo.

Se dio cuenta que él ya no soportaría más la tortura de la espera y decidió pasar al último acto.

Camila, después de estos juegos de amor, había sentido como su cuerpo volvía a excitarse y deseaba experimentar otro orgasmo. Podía conseguirlo si actuaba con la maestría de la que se sentía capaz.

Así que volvió a ponerse a horcajadas sobre él y cogiendo el pene comenzó a acariciarse su hendidura con él. Martín sentía como la vagina de Camila estaba otra vez totalmente abierta y húmeda por lo que su polla se deslizaba con gran facilidad. A todo esto ella acompañaba las caricias con eróticos movimientos de sus caderas. Otra vez comenzaron en ambos los jadeos.

Camila comprendió que él no podría resistir más aquel tormento voluptuoso a que lo estaba sometiendo y decidió introducirse la polla hasta el fondo de su vagina.

Lo hizo primero con un lento movimiento hacia abajo. Él sintió deliciosamente en todo su cuerpo sus cálidas profundidades.

-�La tengo metida hasta el fondo�-dijo ella

Y acto seguido comenzó a moverse, cada vez con más rapidez, arriba y abajo, metiendo y sacando la polla a su voluntad. Los espasmos anunciaban el rápido orgasmo de Martín. Cuando esto ocurría ella, dominadora de la situación, hacía descender el ritmo hasta parar incluso, quería retrasar al máximo el momento en que Martín se corriera.

Cuando estaba parada y los dos jadeando, ella aplicaba una técnica de gran amante que hacía terminar de derretirse a Martín. Consistía ésta en masturbar la polla, estando toda ella dentro, a base de rítmicos movimientos de los músculos interiores de la vagina. Esta técnica manifestaba el enorme poder de seducción erótica de Camila.

Después de esta masturbación interna, ella volvía a moverse con más rapidez arriba y abajo unas veces, y moviendo el sexo de forma circular otras, y todo esto acompañando sus movimientos con excitantes jadeos.

El orgasmo de Martín se precipitó. Se corrió en el interior de Camila dando un grito. Ella aceleró el ritmo para arrancarle el último placer mientras que un chorro de semen inundó la vagina de Camila. Ella, no llegó al orgasmo, pero muy excitada, se apretó contra su cuerpo para mantener la polla y el calor del semen dentro de su vagina. Le producía un tremendo placer.

Después de un rato con los cuerpos fundidos se separaron exhaustos. Ambos, en silencio, pensaron que había sido una experiencia maravillosa, que el sexo constituía un ejercicio sano, mágico, prodigioso que la providencia había regalado a la naturaleza humana, y reconfortados en su cuerpo y su mente y sin saber el tiempo que había durado su práctica de amantes se quedaron dormidos�

Al siguiente día, renovados, volvieron a la rutina.

Fin


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2 respuestas

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