junio 23, 2022

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Dominatrix (F32)

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El ímpetu desbocado de sus manos y lo tosco de sus movimientos empezaban a delatarlo poco a poco y muy temprano; cuando recién se arrebataban algunas prendas.

Sus besos le evocaban tiempos nostálgicos de sus primeras andadas pero no parecían corresponder a la edad de su sobrino putativo y al camino que se supone debió recorrer antes de llegar a ella; o al menos eso le dictaba su prejuicio y lo que sabía de él por su propia boca.

Tampoco es que ella fuese una experta, pero la diferencia era al menos llamativa y curiosa considerando que él era menor sólo por tres años.

Sin embargo, ella seguía igual de nerviosa y excitada que al inicio, sin creer que su amigo de tantas, con el que ella misma se había silenciado y había decidido no hablar sobre la atracción que le provocaba, ese mismo que desde siempre se refirió a ella como «tía» supuestamente por respeto, ese chiquillo que lloraba en sus brazos por la noviecita infiel que tenía a distancia… Ese mismo, ahora la desnudaba frente a su cama, denotando tanta torpeza como ansías y desesperación por tenerla.

Para ser honestos, en algún momento ella se desalentó con todas esas señales y desaciertos. Pero, también era verdad que todo el juego de hace unos minutos; con la música de fondo, con aquel sensual baile que la puso contra la pared, con los ojitos vendados por su propio lazo del abrigo que él mismo le había quitado y todo el tequila en la cabeza, la tenían viviendo una realidad que por salud mental ni siquiera había fantaseado.

Ambos desnudos, con él sobre su cuerpo y sus labios en su cuello, por primera vez sintió deseos de dominar. Era extraño y nuevo, las ganas de quitárselo de encima y mostrarle, castigarle un poco y diciplinarlo no le permitían continuar.

Sentía como si su sobrinito le pidiera a gritos un correctivo y, como si todas sus ansias giraran en torno a la idea de moldearlo para su beneficio, tal como lo habían hecho con ella hace tanto tiempo atrás.

Por fin, vió la oportunidad y cambió su acostumbrada actitud de sumisa por una dominante y tan segura que lo dejó sin opciones. Las nuevas sensaciones se adueñaban de todos sus sistemas y a su vez, ella se apropiaba de las manos de su querido y falso sobrino.

De pie frente a un confundido chiquillo, le enseñaría con una cándida voz y una mirada reveladora, la forma en quería ser tocada, besada y lamida en cada espacio de su cuerpo.

Sin negativas, él accedía a sus deseos y a cada una de sus órdenes que dejaron de ser sutiles para transformarla en la dominatriz que llevaba oculta.

Le mostró los dotes de su boca, el uso de sus senos, le mostró la habilidad de su cadera, le enseño como deshacer su lengua en su empapa vulva, la utilidad de su cabello y las ventajas de oprimir su cuello.

La inexperiencia de su víctima la sumergía en un éxtasis jugoso y malicioso lleno de lujuria y codicia por comer toda esa carne casi sin estrenar y tan poco aprovechada.

Cuando estuvo satisfecha, se entretetuvo con su verga pasándola por sus nalgas y sus labios al borde de penetrarla, lo masturbó de esa forma hasta que él finalmente sacó la voz para suplicarle que le dejara anidar su glande hinchado y colorado que goteaba néctar recién cosechado.

Las palabras de su discípulo encendieron aún más la llama de sus entrañas y, tomándolo por la nuca, se dejó clavar tan profundo y sin espera, permitiéndose caer con todo el salvajismo que contenía.

Un excitante gemido de placer y alivio escapo del abusado jovencito, que aturdido contemplaba como toda su dureza se perdía una y otra vez en las brutales sentadas que le propinaba su contendora. Un par más de esas terminarían de exprimirlo pero ella aún quería gozarlo más.

Con desfachatez, ella giró sobre su verga para darle la espalda y dejarle a la vista el golpeteo de sus gluteos subiendo y bajando tan rápido que podía sentir como el frenillo de su verga ya no podía contener tamaña longitud e inflamación.

Un fuerte golpe en su pierna acompañado de un claro mandato, lo sacaron del trance que lo mantenía inmóvil y boquiabierto admirando el espectáculo que a ratos le hacía temer una circuncisión casera.

Ven, ábreme el culo, sobrinito…

En dos tiempos, la ardiente tía se levantó y puso su cara contra la pared, abriéndose las nalgas de par en par, esperando la animal estocada anal de su afrodisíaco novato, que se incorporó azorado con la irresistible escena.

Una deliciosa declaración confirmó de sus labios, que con ella debutaría en esa práctica y así, en ese instante, terminó por dejarla agobiada de atrevimiento, azotándose solita y provocando, en incontables ocasioneslos, los embates de esa rígida envergadura hundiéndose en su jugoso culo, hasta que él se acostumbró al ritmo calándolo a fondo e impregnándolo de su ya incontenible esperma.

Un riquísimo juego de su suelo pélvico terminó por exprimir hasta la última gota del agotado cuerpo de ese jovencito, aún cuando las piernas de esa impúdica mujer terminaban apenas de temblar a causa de la culminación.

Su sobrinito no pudo más que dejarse caer sobre la cama a sus espaldas y en pocos minutos durmió rendido por el resto de la noche. Ella se encargó de arroparlo, adecentar un poco el desastre y acomodarse a su lado pensando en el banquete que se daría en un par de horas, al despertar.

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Una respuesta

  1. helenx

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