MI GRAN AMIGO Y DESCONOCIDO (Parte 2)

No sé en qué momento se despojó de sus ropas, pero ahí estaba él, con su polla erecta en la mano; mirándome con cara de triunfador.

Se acercó hasta mi cara y me la ofreció para que yo le diera placer a él.

Me negué aún a pesar de que estaba aún excitada. Pero seguía sabiendo que éso no estaba bien, que me estaba forzando desde el principio y aún no sabía hasta donde estaba él dispuesto a llegar.

Dió dos golpes con la punta de su polla sobre mi boca cerrada, a modo de advertencia para que la abriera. Pero me negaba plenamente.

Me tapó la nariz y esperó a que la abriera. Aún así yo pensaba en mordérsela si al final conseguía metérmela.

Abrí la boca en un acto sumiso y rápidamente me la metió hasta el fondo. Pensé en arrancársela en cuanto lo hizo, pero me dejaba sin respiración y éso hacía que abriera la boca lo más que pudiera para poder respirar, haciendo unos ruidos guturales y llenándole la polla de abundante saliva.

Empezó a follarme la boca agarrándome de los pelos. Y dándome cada vez más embestidas… se corrió en el fondo de mi garganta, mientras resoplaba como un animal.

Me la sacó mientras tosía, me tapó la boca con fuerza y me obligó a tragármelo todo.

Pensaba que después de éso, ya había acabado ése calvario. Pero no hizo más que empezar.

Yo estaba mareada y sin fuerzas, de las terribles embestidas y la terrible excitación que aún tenía.

Carlos, recuperó rápidamente las fuerzas, cogió unas correas del cajón de su mesilla y se dedicó a atarme a la cabecera de metal de su cama de rodilla en la posición de �perrito�.

No sé que pretendía en ése momento, pero empezó a insultarme y decirme obscenidades cada vez más subidas de tono.

-Carlos: ¿Te gusta que te follen verdad? Tanto tiempo calentándome… Ahora me toca a mí. Eres igual de puta que las demás. Mira lo mojada que estás, maldita zorra. ¿No te da vergüenza? Eres una jodida perra y te trataré como tal.

Agarró una correa y collar para perros y me lo puso en el cuello volviéndome a llamar perra y burlándose de mí. Estiró la correa hacia atrás ahogándome, se me salían los ojos, me faltaba el aire…

Pensaba que perdería el conocimiento en cualquier momento. Pero cuando estaba apunto de desmayarme, me despertaron una serie de azotes que me devolvieron a la realidad.

Era un cinturón normal de cuero, de ésos de hebilla gorda. Me daba latigazos en las nalgas mientras se reía de mí y de mi situación actual. Me llamaba perra, me fustigaba, me humillaba.

Yo a ésas alturas ya lloraba de nuevo suplicándole que por favor acabara con ése suplicio, pero parecía que cuanto más lloraba y suplicaba, más excitado estaba él.

Volteé mi cabeza lo más que pude para verlo a los ojos y suplicarle. Pero vi su cara… Su cara desfigurada por el deseo y las ganas de hacerme daño. Vi malicia y una sonrisa desencajada, con unos ojos de loco que harían retroceder al mismísimo diablo.

No me lo podía creer. Parecía otra persona. No era mi amigo de siempre, esa persona que hablaba conmigo todas las noches para que el día se hiciera más ameno. Esa persona que cada día me decía cosas preciosas y cuidaba de que no pasara por momentos trágicos. ¿Tan mal me había portado yo con él? Solo quería ser su amiga.

Así como estaba, y después de azotarme por un tiempo que me parecieron horas… volvió a tirar fuerte de la correa que llevaba en el cuello para susurrarme al oído:

-Carlos: Ahora empieza lo bueno perrita.

Así como estaba en la postura de perrito, cogió unas pinzas de tender la ropa y me las empezó a poner en los pezones, labios vaginales y…clítoris. Me hacían daño, mucho daño y volvió de nuevo el suplicio de las nalgadas con el cinturón de cuero en mi dolorido culo.

Notaba mi culo enrojecido, ardiendo y sobre todo…sangrar. Todo ello acentuado por las pinzas en mi cuerpo.

Cuando ya pensaba que se había cansado de azotarme, me arrancó las pinzas sin compasión de los pezones, me dió la vuelta violentamente haciéndome gran daño en las manos, que seguían atadas a la cabecera de la cama, me abrió de nuevo las piernas y me metió sin compasión alguna 3 dedos en mi dolorida vagina que seguía con las pinzas puestas.

Los metía y sacaba a una velocidad que yo desconocía hasta ahora. Volví a mojarme sobremanera. No lo entendía, pero todo ése dolor hacía que me diera vueltas la cabeza y sintiera desvanecerme en ése momento pero… de placer.

Ahí me encontraba yo, con mis nalgas sangrando, mis muñecas enrojecidas por los roces, mis pezones hinchados, mis labios vaginales a reventar por aquellas pinzas…, pero aún así, yo gemía más y más, quería mucho más. Era una excitación insoportable. Me venía de nuevo ése orgasmo, estaba por terminar, iba a ser bestial, lo veía venir, lo notaba en mi interior.

Carlos, al ver que venía mi esperado orgasmo, volvió a sonreírme y exclamar:

-Carlos: Veo que a pesar de todo, te vas a correr como la perra que eres, ¡jajajaja!

De golpe y sin esperármelo, hizo una piña con sus dedos y me los metió todos de golpe hasta pasar los nudillos.

El orgasmo que tuve sobrepasó todo lo conocido hasta ahora. Dolor, placer… una mezcla explosiva.

Fue algo que no podría explicar del todo bien, pero una explosión eléctrica subió por todo mi cuerpo, desde mi entrepierna hasta mi cabeza, haciendo que todo mi mundo cayera bajo mis pies.

No había experimentado nunca algo así.

Mis sentimientos hacia mi violador se mezclaron en mi cabeza. Lo amaba, lo odiaba, me repugnaba, lo quería entre mis piernas, lo amaba de nuevo… Estaba confundida y no sabía que pensar a ésas alturas. No sé si era una violación o es que de verdad me lo merecía.

Me arrancó las pinzas restantes devolviéndome de nuevo a la realidad.

No sabía qué me esperaba a partir de ahí, pero estaba claro que iba a descubrirlo muy pronto.

Continuará…

Fin de la parte 2