Por
Anónimo
UNA NOCHE QUE CHISPEA Y TERMINA LLOVIENDO SEMEN
Mi primo y unos amigos suyos, mi hermana y yo esperando para entrar en un pub céntrico, donde se concentraba casi toda la fiesta del Sábado noche, por aquel invierno. La cola era larga, habitual en ese lugar. El radar activo, detectando chicas atractivas. Un grupo de chicas, que parecían ya algo entonadas, llamaron mi atención. Risotadas y bailoteo entre ellas. Eran el jolgorio de la fila. Una vez dentro, la pista estaba repleta de gente. Nos ubicamos en el medio y pedimos la primera copa para ir calentando y dejarnos llevar por la música; tan elevada que casi absorbía el ruido ambiente. Tras unas cuantas copas, el alcohol ya mostraba sus efectos. La conquista ya rondaba por la mente.
Buscando el objetivo femenino pude ver a una de las chicas del grupo, ese que formaba jarana en la cola de la entrada, como se dirigía a la barra para pedir una copa. Era bajita, morena, con ojos grandes y un cuerpo sinuoso. Me enamoré. Mi reacción inmediata fue ir hacia ella para cruzarme en su camino y llamar la atención. Me paré delante de ella para cortarle el paso haciendo gestos seductores y ella sonrió como pensando que nos conocíamos. Me acerqué a su oído y le dije que no la dejaría pasar hasta que no me dijera su nombre. Le pregunté que de donde había salido una chica tan guapa. Se puso sonrojada y, sin contestar, esbozó una dulce sonrisa de esas que parecen guiarte hacia el éxito. Le agarré por la cintura y comenzamos a bailar sensualmente, su mirada me insinuaba atracción, morreo y magreo. Nos empezamos a comer la boca, devorarnos la lengua, magrear nuestros cuerpos; mi mano se deslizaba por su ingle y podía sentir el fuego que emanaba su chochito, mientras ella agarraba con fuerza mi nalga. Le propuse ir a mi piso para conocernos más a fondo. Ella, con un gesto de ardiente deseo, no dudó un instante. Fui a despedirme de mi primo y mi hermana que, espectadores de la escena y absortos con mi conquista, me preguntaron si ya la conocía de antes. Evidentemente no. Saltó la chispa y surgió el incendio.
Salimos del pub, camino hacia mi piso, comiéndonos la boca con ferocidad, embriagados de alcohol y deseo. Nos parábamos a liarnos en casi cada portal por el que pasábamos. Estábamos tan calientes que casi follamos sobre la pared de una catedral.
A ese ritmo me preguntaba si aguantaríamos sin follar hasta llegar a casa. Ni aquella madrugada tan fría de invierno, de cielo amenazante, nos hacía acelerar el paso. El calentón era máximo.
Empezó a chispear y nos refugiamos en unos soportales, justo al lado de una condonería. Parecía un buen presagio. Empezamos a liarnos de nuevo, pero ya estaba tan excitado que no puede resistirme a desabrocharle su abrigo, subir su jersey y chuparle todas sus tetas. Se puso tan cachonda que metió su mano por debajo de mi pantalón agarrando fuertemente mi polla y, yo aprovechando que vestía un abrigo ¾ me desabroché el pantalón, me lo bajé un poco y me la saqué. Comenzó a masturbarme fuertemente, mientras yo le desabrochaba su ajustado pantalón vaquero. Le metí los dedos en su vagina humedecida y no puede aguantar a agacharme y lamer su clítoris, tan excitado que no tardó ni un minuto en correrse. Justo en ese momento se acercaba un grupo de personas y, así y todo, no pudo frenar su ansiado orgasmo. El morbo era total. Se corrió a chorros agarrando mi polla fuertemente y salpicando de flujo vaginal toda mi boca. Después de correrse me pajeó con salvajismo, diciéndome que me corriera sobre sus manos para después beberse toda mi leche. Llené todas sus manos de semen y, toda cachonda, se las llevó a la boca, dejando derramar mi leche sobre sus labios y barbilla, chupándose los dedos, mientras me miraba con cara de viciosa.
No desperdició ni una gota de leche.
Una respuesta
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