fue un sábado en el pueblo, nos invitaron almorzar tamales unos tíos, y al terminar mi padre se fue en su camioneta a trabajar, y 3 primas con un hermano de ellas junto con mi madre y yo fuimos a su ranchillo fuera del pueblo a darle de comer a su media docena de animales.

las tres hermanas sus edades oscilaban desde los 20 la menor a 30 de la mayor, y su hermano más o menos tenía como 15 ó 16 años, yo entonces tenía como 11 años y mi madre tendría 32 años, y de las 4 mujeres mi mamá sin ir más lejos era la más atractiva, y sin exagerar era hermosa, tanto, que ni juntando los atributos de las otras 3 mujeres no le llegarían ni a la cintura de la belleza mexicana de mi madre.

la caminata nos haría digestión e íbamos muy felices, ellas platicando sobre acontecimientos y reuniones y bailes, y el primo tirándole piedras con su resortera a los pajaritos, la misma que me prestaba por momentos para hacer lo mismo (y bendito Dios por no haber matado a ninguno), pero a esa edad no hace piensa uno mas que en pendejadas.

un poco más de media hora y llegamos a la tejavana de horcones y con techo de paja, y el primo fue por una cubeta de agua a un pozo, y les dio agua y de comer al toro y la vaca como a una burra con un burro y una cría, además también le dio de comer y agua al perrito mestizo de color amarillento.

en seguida mi madre y las primas dijeron que bajarían al río a bañarse y nos fuimos bajando por una ladera empedrada, llegando a la ribera del manso río las mujeres empezando por mi madre se desponjaron de su ropa, ante mi casi indiferente mirada pero no a la vista del primo que no quitaba la vista de las chichis y la cola de mi madre, se metieron por una especie de hondonada que les llegaba a la altura del ombligo, y nos gritaron pues nosotros 2 permanecimos a la orilla del río vestidos.

Si quieren bañarse ahí adelantito también está bonito para que se metan _dijo una de las primas.

_Sí, está como aquí báñense.

Si hijo, está bien rica el agua, pero no se alejen mucho _completó mi madre al ver que nos fuimos alejando por la orilla del río.

Poco más adelante el primo dijo, vamos para acá y trepámos unos pasos por la ladera, y entre unos grandes pinos me retuvo y me dio su resortera.

espérame aquí porque voy a calzonear, no te vayas para otro lado ¿eh?

aquí espero _le dije entretenido cojiendo piedras y me subí a una peña para seguir agrediendo a los buenos pajaritos.

el primo se tardó pero yo ni lo tomé en cuenta por lo entretenido que estaba; al volver el otro nos entretuvimos otro poco pero casi me urgía a que volviéramos con las mujeres, según para ver si ya había terminado para volver al pueblo.

Cuando llegamos donde estaban ellas, entre risas andaban en pelotas de un lado hacia otro buscando sus ropas porque se «las habían robado; nos preguntaron si nosotros las habíamos tomado: y contestamos que no.

Mi madre se había suelto el largo y tupido pelo quebrado y oscuro y con él lograba tapar gran parte de sus tetas que parecían globitos de gas flotando hacia arriba, con una mano se tapaba el monte de Venus y con la otra mano trataba de cubrirse el culo, pero era como tapar el sol con un dedo; las otras hacían lo mismo cubrirse como podían: pero los ojos del primo como a esa hora los míos no perdían detalle de los desnudos movimientos de mi madre, y no había en el mundo algo más precioso en el mundo.

_entonces se la robaron los desgraciados ¿quién sería?

_Pues quién sabe estábamos tan entretenidas que no nos dimos cuenta.

¡Ya qué! vámonos a la tejavana, lo bueno es que dejaron las chanclas.

Mi mami no decía nada y sólo sonreía, y al parecer que no le importaba mucho andar encuerada, pero yo estaba que ardía de celos pues el primo cada rato volteaba a verla y dismiludamente se acomodaba la verga para arriba cubriéndola un poco con la playera.

tú te vas adelante de nosotras cuidando por si alguien viene _dijo la más grande a su hermano.

nosotras te vamos siguiendo en fila, y nos avisas por si hay moros en la costa, aunque casi no pasan por aquí sino uno que otro mocito arriero ji ji ji _dijo otra.

tú te vas atrás de mí hijo, y ojo por si viene alguien.

sí mami _le dijé y empecé a subir tras de ella, y sus dos manos las dejó libres dejándo a pleno aire su circular trasero; en un resbalocito se tuvo que apoyar con las manos en las piedras y pude verle la grieta de sus nalgas entreabiertas y su pigmento era de una tonalidad café oscura… no como el matiz de color arena como las redondas lomas que hay en las afueras: y si sus senos parecían dos jarritos de panela su cadera parecía un grande cántaro foorado de piel fina.

subí maravillado toda esa distancia que se me hizo corta hipnotizado ante la monumental espanda y esculturales glúteos de mi mamita linda; llegando a la tejavana las 3 primas con mi madre y yo nos acomodámos por la sombra de un coposo árbol junto a la cerca de la tejavana, y el primo montó en el burro y se fue al pueblo por algunas prendas.

las primas se sentaron y recogieron de lado las piernas tratando de cubrir su púbis y nalgas, pero mi madre se sentó en una piedra plana junto al tronco del árbol, y recogió sus piernas apróximandolas a sus pechos y por lo bajo de sus exquisitos muslos se le veía un mechón oscuro rizado y a la vez brillante, yo estaba sentado en otra piedra casi frente a ella.

_yo pensé que ellos nos había gastado una broma _dijo la mayor.

si hombre, pero como no, quién sabe quién sería el cabrón y se llevaron mi falda casi nueva, y hasta mi blumer que más me ponía _se quejó la mediana.

yo lo siento por mi vestido (amplio de popelina) me gustaba por lo floreado, y como lo uso como las tías sin sostén ni calzón pues no perdí mucho ji ji ji _comentó la chica.

yo también no uso calzón como las tías, pero mi pantalón de mezclilla no estaba tan viejo, y mi blusa (blanca) aunque de manta es la segunda puesta _dijo mi madre.

y descuidadamente mi mamita cruzó sus piernas como «yogui», y pude ver la espesa vegetación de su sexo, y su arroyito dejaba ver los bordes y aletitas de sus delgadas orillas y una acuosidad profunda y pantanosa.

el primo volvió casi a la hora y trajó unas mantas y un hupil amarillo bordado, que mi madre lo tomó en seguida, mientras el primo hasta se le iba los ojos de lado ante los íntimos encantos de mi mamacita: «rápidamente se puso el hupil y le quedaba a la mitad de las primorosas piernas, lo ató por la cintura y aunque se le veia parte de los senos y la cadera y los muslos, algo era algo y de algo a nada se puede decor que ya andaba vestida.

las otras con las mantas y una con un holgado vestido volvimos hacia el pueblo, el primo volvió a recibir instrucciones de adelantarse, las primas lo seguían casi juntas, y mi madre y yo un poquito atrás, yo aggarrándole la mano y sientiendo con mi torso la finura de sus muslos exteriores y yo no quería llegar nunca al pueblo, antes de entrar al poblado mi mamá se agachó atarse bien el guarachito de piel curtida, y yo tras de ella todavía pude ver sus bellísimas nalgas en todo su esplendor y por un poquito le veo el anillito de oro de su esfínter, pero me conformó con haberle visto los corrugados pliegues.

esa fue la más cruel y más feliz de mis experiencias infantiles, y aún sigo fijado en las carnes y orificios de mi mamacita chula. «lo que sí he reflexionado es que, mi primo ya estaba un poco maleado, y para mí él fue quié robó las prendas nomás por ver a mi mamá encuerada y de cerquita… y se le hizo al hijo de la chingada, aunque sí muchas gracias.