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En los vestidores del club
Diego y Jorge eran dos chicos varoniles y deportistas, rondaban los 23 años y tenían un cuerpo atlético pero no demasiado de marcado de gimnasio, sino saludable, el primero, era de pelo castaño rizado, piel trigueña, ojos color miel y pestañas grandes, siempre tenía un poco de barba cerrada de dos o tres días, también del color café claro de su cabello, era moderadamente peludo del pecho y el abdomen, pero sus muslos (sobre todo la parte cercana a su entrepierna y su verga) eran peludos, al igual que su verga, sus huevos y su culo, su verga era de tamaño normal, circuncidada, rica y de esas que se antojan tan solo de verlas, flácidas, erectas o el cualquier estado. Jorge, por su parte, tenía el cabello color negro y rizado también, tenía una barba un poco más poblada, tal vez por el color del vello de su cuerpo, unos ojos traviesos color marrón y un pecho, abdomen, culo, verga y huevos peludos, pero no demasiado, su verga también era circuncidada y de tamaño normal, pero de apariencia igualmente deliciosa.
Ambos se conocían de años por la escuela y porque siempre habían frecuentado el mismo club, sin embargo, nunca habían hecho una amistad más fuerte, aunque se saludaban con gusto y cruzaban algunas palabras. Diego, moría por Jorge, cada vez que lo veía en bóxers ajustados en los vestidores moría por arrancárselos y olerlos, meter su verga en ese culo delicioso que tantas veces había visto desnudo en los vestidores y las duchas. Diego pensó que Jorge era heterosexual al cien por ciento y es que realmente ninguno mostraba signos de ningún tipo para pensar lo contrario. Sin embargo, Diego nunca pensó lo que pasaría aquella tarde.
Después de que ambos había hecho un buen rato de ejercicio, entre correr, el gimnasio y otras actividades, se encontraron en los vestidores, se saludaron y cruzaron algunas palabras, Jorge se desvistió primero y dejó su ropa justo al lado de Diego, después, se fue a las duchas, el primero, por su parte, vio la perfecta oportunidad de conocer los olores más íntimos y secretos de su amigo, así que tomó los bóxers negros ajustados de Jorge que todavía se percibían calientes y húmedos por la sesión de deportes y comenzó a olerlos de manera desesperada, rápidamente percibió aquel aroma de delicia indescriptible, un olor a verga los invadía, pero no un olor de suciedad, sino aquél típico de después de hacer ejercicio combinado con algunos restos de la orina del día, bajó su nariz al área donde reposan los huevos y sintió cómo la habitación le daba vueltas, era un aroma delicioso, a sudor, a hombre, un olor íntimo y delicioso, finalmente, pasó al área que roza en el culo y con lo que se encontró una vez más lo volvió loco, era un aroma a culo que nunca había percibido jamás, fuerte, sudado y definido pero a la vez discreto y limpio; en ese momento estaba tan excitado que sentía como el glande de su verga latía como si estuviera a punto de estallar, se veía de un color rojo intenso, ya había dejado salir una buena cantidad de líquido seminal y sus huevos estaban más duros que nunca, sentía como toda la región anal igualmente le palpitaba. Comenzó a masturbarse lentamente mientras se restregaba los bóxers de su amigo por toda la nariz, los olía profundamente tratando de no olvidar nunca aquel momento y manteniendo su orgasmo lo más posible.
De pronto, su momento fue abruptamente interrumpido por una voz: -¿Qué estás haciendo Diego?, -el chico abrió los ojos sin dejar se masturbarse para confirmar que era Jorge quien lo increpaba; se había perdido tanto en el aroma de la ropa interior de su amigo que perdió noción del tiempo, el lugar y el pudor, pues estaba masturbándose en los vestidores del club, con riesgo de que cualquier persona lo encontrara, tal como ya lo había hecho Jorge.
Inesperadamente para Diego, Jorge tomó su verga circuncidada y aunque se moría por comerla desesperadamente, sabía que si lo hacía su amigo se vendría rápidamente, pues estaba bastante excitado, por eso, tomó aquel hermoso mástil y comenzó a dar pequeños besos a su glande, presionándolo para que salieran más gotas de líquido seminal, al tiempo que las repartía con la punta de su lengua por toda la cabeza al ritmo de los gemidos de Diego, le encantaba su sabor y su olor, la olfateaba despacio al tiempo que le daba pequeños mordiscos y lengüetazos, poco a poco, fue bajando por su tronco dándole besos lentos y húmedos hasta llegar a sus huevos, los cuales, desprendían un aroma delicioso, el mismo que tienen después de hacer ejercicio, ese sudor y olor tan íntimos y profundos, comenzó a lamerlos y mordisquearlos despacio hasta comerlos desesperadamente mientras Diego se masturbaba, podían escucharse los gemidos de los dos al unísono con los lengüetazos y la respiración de Jorge contra los huevos de su amigo, al tiempo, Jorge ya se encontraba masturbándose también, los dos sudaban desesperadamente. Diego sugirió que pasaran a un lugar más privado porque alguien podría descubrirlos, de hecho, era raro que no hubiera entrado ya alguien, así que entraron a una de las cabinas de masaje, cerraron la puerta con seguro y se tiraron en el suelo a continuar con lo que ya habían empezado.
Diego se colocó boca arriba y Jorge encima de él, comenzaron un 69 apasionado, Jorge seguía concentrado en mamar la verga de Diego, quien había perdido un poco de excitación por moverse de sitio, él, por su parte, olía y mamaba con gusto el culo de Jorge, peludo, bien formado y con un aroma indescriptible, pronto pasó a su verga cuando se bajó de encima de él para quedar a un lado en la misma posición, era un mástil delicioso, circuncidado como el de Diego, peludo y babeante, su presemen era delicioso, dulce y viscoso, después de un buen rato de disfrutar del placer del sexo oral en toda su extensión, Diego sugirió que era el momento de coger, así que puso a Jorge en cuatro patas y comenzó a comerle de nuevo su culo, sentía cada uno de los pelos de su amigo en su lengua, comenzó por meterle un dedo, luego dos, Jorge gemía del placer y cerraba sus ojos, sus gemidos eran dulces, aquellos que de solo escucharlos provocan una súbita erección y ganas de masturbarse, Diego sacó sus dedos, acercó su verga, pegó el glande al ano de Jorge y escupió hacia abajo para tener un poco de lubricación, comenzó a meter su pene despacio, al ritmo de un gemido fuerte y contundente de Jorge, comenzó entonces el vaivén hasta alcanzar meter y sacarla por completo chocando sus huevos contra el culo de Jorge mientras éste se masturbaba, los dos gemían, eran gemidos jóvenes, dulces pero no afeminados, de pronto diego sacó su verga, volteó a Jorge boca arriba y comenzó a besarlo con locura mientras frotaba sus vergas, una contra la otra, sintiendo la humedad de ambas y el intercambio de fluidos, Jorge tomó ambas vergas con su mano derecha y comenzó a masturbarlas, los dos sentían cómo salía y salía presemen de sus penes, éstos latían y estaban a punto de reventar, pero ambos sabían lo que querían, Diego bajó tras una seña de su amigo y comenzó a mamar la verga de Jorge una vez más, pero esta, esperando recibir su recompensa, tras un fuerte gemido y la expresión �no puedo aguantarlo más� Jorge expulsó una cantidad enorme de semen en la lengua de Diego, éste procuro no dejar escapar nada y también lamió los restos que habían caído por los huevos de su amigo, en su vello púbico y sus muslos peludos para subir y fusionarse en un beso apasionado, acto seguido, Diego se tumbó boca arriba y ahora Jorge fue quien se acercó a mamar su verga y, al igual que él había hecho, Diego acabó con una venida colosal en su boca, su semen era dulce, viscoso, delicioso, Jorge subió y se besó con su amigo, ambos intercambiaron sabores con sus lenguas y quedaron bastante satisfechos.
Pasado un rato, salieron de la cabina de masaje y se fueron a las duchas, donde cada uno se masturbó pensando en lo que recién habían hecho, salieron, intercambiaron sus bóxers para masturbarse a solas con ellos y se fueron.
Desde aquél día, cogen cada que se les presenta la oportunidad.
3 respuestas
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