Por

Anónimo

enero 13, 2022

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COMO SI LO HICIÃ?RAMOS DE TODA LA VIDA

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Hola, mi nombre es Julio y quisiera compartir con ustedes lo que sucedió en una ocasión con mi esposa y una amiga del trabajo. Antes de relatarles la historia de esa magnífica noche, los pondré de una forma muy breve en contexto.

Diana y yo estamos juntos hace ocho años. Somos bien parecidos los dos. Yo tengo 30, ella 28 y a pesar de no pasarnos la vida haciendo dietas y frecuentando el gym, estamos en buena forma física. Debe ser la genética. Al comienzo de nuestra relación fue un poco difícil sincronizarnos sexualmente porque ella venía de relaciones anteriores muy tradicionales. No había experimentado nuca el sexo anal, prácticamente no conocía la pornografía y mucho menos la lésbica, no le había practicado nunca a ninguno de sus novios un beso negro. En fin, que al comienzo fue complicado encontrar el punto medio en que, en el ámbito sexual, nos sintiéramos a gusto los dos. Una vez que nos fuimos compenetrando y por supuesto, luego de largas conversaciones donde exponíamos a flor de piel todos nuestros deseos, fuimos mejorando en ese aspecto. Fue en esas largas charlas donde descubrí que a Diana la embargaban tantísimas inquietudes y fantasías por realizar, incluso más que a mí.

Tiempo atrás luego de ver una porno de lesbianas, le comenté que me encantaría tener sexo con ella y otra mujer al mismo tiempo. Quedó atónita al escuchar semejante petición, incluso se molestó. Con el pasar de los días su opinión fue tornándose más flexible llegando al punto de concordar en que, en cuanto apareciera una mujer acorde a la situación, limpia, y que nos gustara a ambos, daríamos el paso. El caso es que este deseo o fantasía quedó en el olvido luego de procurar mujeres sin obtener éxito.

Últimamente me ha dado por cocinar, y como tengo bástate tiempo libre pues en la oficina estamos haciendo reformas, paso las horas procurando vídeos de cocina en internet. Hace poco comencé a apasionarme por la cocina italiana en especial por las pizzas y luego de mucho navegar en ese mundo, encontré mi fórmula perfecta para masas de pizza. Total, que estoy hecho tremendo pizaiolo. Cierta mañana le envié un texto a Diana diciéndole que tenía ganas de comer pizza esa noche, que si le parecía bien. Quedó encantada con la idea y todo quedo ahí. Más tarde me manda un mensaje que si podía invitar a una amiga que tiene en el trabajo y respondí que sí. Mi esposa es directora adjunta en una clínica, y una de sus compañeras es Lía, una chica de unos 26 años que, según me cuenta Diana, luego de pasar 5 años de matrimonio con un esposo que la maltrataba estaba divorciada en esos momentos. Siempre me ha gustado confraternizar con los compañeros de trabajo de mi esposa, además de que me encanta recibir visitas en casa. Por eso acepté a la primera y lo juro, sin pensar en nada más.

Llegadas las ocho de la noche tocaron a la puerta y Diana se dispuso a abrir. Me llamó mucho la atención que no llevara sostén. Siempre que vamos a recibir visitas en casa Diana usa sostén, porque a pesar de no tener los pechos muy grandes, tiene unos pezones espectaculares que se ponen duros con tan solo un pequeño roce o con la mínima disminución de temperatura. De la misma manera llamó mi atención el short que estaba usando. Era uno bien corto que se había comprado hace ya algunos meses pero nuca lo usó porque le quedaba tan corto que daba para ver la parte inferior de sus nalgonas. ¡Diana tiene un trasero de actriz porno! Abrió la puerta y allí estaba Lía, una trigueña de pelo liso por la cintura y a pesar de ser delgada poseía unas bellas curvas. Diana la llevó hasta la cocina y nos presentó.

-Al fin conozco a la famosa Lía. Diana me ha hablado mucho de ti. Encantado. Y al darle un beso en la mejilla mi mano derecha inconscientemente fue en busca de su cintura. Ella me respondió el beso diciéndome que también le habían hablado mucho de mí. Les ofrecí unas cervezas y ambas fueron al salón. Yo me quedé unos minutos más terminando de cocinar mi obra maestra. Al rato salí con mi cerveza y una tremenda pizza. Después de servirles, me introduje en su conversación.

 

-¿De que hablan? Pregunté.

– De la vida. Respondió mi bella esposa riendo.

Al instante percibí que hablaban de algún tema bien pícaro. La mirada de ambas las delató.

– No, en serio. ¿De qué?

– Hablamos de las relaciones de pareja y lo complicadas que son. Dijo Diana, al tiempo que se continuaban mirando con total complicidad.

-La gente debería ser más simple. En ocasiones deberían dejarse llevar por sus instintos primarios. Soltarse de vez en cuando da una inyección de adrenalina muy necesaria para recordarnos que aún seguimos vivos.

No entendía nada, pensé que esto iba a ser una cena entre compañeras de trabajo pero, al parecer, por el tema de la charla, estaba tomando otro camino.

-Tienes toda la razón. No vale la pena fingir que tenemos deseos ¨perversos¨, al fin y al cabo, somos animales también. Animales racionales, pero animales al fin. Agregó Lía.

Para aquel entonces todas las cerveza ya estaban vacías y decidí que íbamos a necesitar unas cuantas más de lo que pensaba, así que fui hasta la cocina y llené una pequeña nevera con varias botellas y algo de hielo.

-¿Se puede saber de qué deseos estamos hablando específicamente? Pregunté con cara de yo no fui, intentando jugar al gato y al ratón.

-jajjajja ¿No sabes todavía? Jajajajaj ¡Pues imagínatelo!

-Tú tienes una buena imaginación para darte cuenta. Aseguró entre risas.

-¡Conozco bien a mi maridito! Le dijo a Lía pasando una mano por sus muslos.

La noche se ponía interesante y luego charla, pizza y cerveza, con una música bien sensual, comenzamos a bailar los tres en medio del salón.

Pasado ya un tiempo Diana se tiró en el sofá. – quiero verlos bailar bien apretados.

Lía puso mis manos en sus nalgas y las apretó con fuerza. Pasó su lengua lentamente por mi cuello hasta llegar a mi boca donde nos dimos un beso mojado con las lenguas jugueteando. Aquella mujer estaba desbordada, exhalaba sexo. Sentí su corazón latiendo bien fuerte y sus pezones como piedras rozando mi pecho.

¿Esto querías ver? Le preguntó a mi esposa, que ya tenía su short abierto y una mano acariciando su clítoris. Parecía como si estuviese viendo una peli porno en vivo y en directo.

-Si. ¡Continúen por favor!

Esta vez tomé yo las riendas y comencé a besar su cuello. Abrí su blusa y descendí lentamente pasando mi húmeda lengua por sus dos pechos pequeños pero espectaculares.

-¡Chupa, chupa, muérdelos!!! Susurraba mientras miraba a Diana como yacía en el sofá toda abierta y extasiada.

Descendí por su barriga y quitándole de un solo movimiento un short apretado y un hilo dental negro, metí mi lengua en su vagina la cual me recibió con un hilo de flujo delicioso. Estaba muy mojada y yo colocando mi boca sobre la abertura de su vagina para no perder nada de aquel preciado líquido viscoso.

Pasado un tiempo rosando mi cara contra su sexo y dejándola casi loca con las piernas temblando, decidí entonces que era la hora de introducir a Diana en este juego la cual ya estaba completamente desnuda e igual de húmeda que su compañera. Pasamos al sofá. Lía se sentó sobre mi mujer con las piernas abiertas y Diana le comenzó a acariciar suavemente las nalgas mientras chupaba con fuerza sus pezones de un color rosado muy tierno, pero duros como rocas. Lía le acariciaba el cabello, le apretaba la cabeza contra su pecho y suplicaba que chupara cada vez más y con más fuerza. Mientras acariciaba las nalgas de su amante, Diana las abría para dejarme ver ese ano depilado y totalmente embebido por las secreciones vaginales, comenzando a meter poco a poco un dedo lo cual dejaba a Lía aún más loca. Yo me deleitaba con la tremenda escena que tenía en frente, preguntándome como habíamos llegado hasta aquí. De repente la forma de vestir de Diana aquella noche cobraba sentido. ¿Será que estaba todo fríamente calculado? Tenía tantas preguntas por formular, pero de seguro no estaba dispuesto a hacerlas en este momento.  

Me subí en el sofá y coloqué mi pene (que estaba al reventar) a la altura de sus bocas. La primera en chupar fue Lía. -¡Que palo más rico! Dijo. -¡Y con un sabor delicioso!

-¿Te gusta? Preguntó Diana. -Pues chúpalo todo hasta el final. Le estaba encantando la idea de compartirme con su amiga de trabajo.

Ambas comenzaron a succionar mi verga como queriendo tragarla toda de una vez. Una chupaba mis testículos mientras la otra se adueñaba de mi pene con total sinergia. Parecía un procedimiento totalmente cotidiano para ellas. En el punto donde sus bocas coincidían, comenzaba un rose de lenguas e intercambio de saliva que me dejaba loco de tensión.

-¿Era lo que tanto querías amor? Pues me está encantando. ¡Quiero más! Diana colocó a Lía a cuatro patas, se posicionó detrás de ella y comenzó a lamer su vagina y su culo por detrás. Le daba nalgadas dejando su trasero enrojecido. Sentía como su respiración se aceleraba mientras Lía me follaba con su boca llenando mi palo de saliva. En lo que realizaba su tarea, Diana me miraba con ojos de quien siente verdadera satisfacción pero sabe que está haciendo algo prohibido. Pasaba su lengua por los labios y terminaba metiéndola en la vagina intentando no dejar escapar ni una gota de los exquisitos fluidos de Lía.

-Ven cariño, cómete este bollito bien calentito. Diana sabía perfectamente lo que hacía. Tomó mi pene y lo llevó directo hacia el clítoris de Lía. Pasaba mi cabeza por toda la abertura de su vagina hasta terminar en su ano. Sentía la calentura y la humedad de esa zona además de tremendo espectáculo el ver aquella chica a cuatro patas.

-Mete por favor, mete. Métela toda. Cómeme. Reclamó Lía.

-¿La quieres dentro? ¿Quieres que mi maridito te folle?

– Si por favor. Quiero, quiero…

Comencé a moverme lento al comienzo y luego más rápido y más profundo. Sentía los jugos de Lía hirviendo dentro de su vagina. No tardó nada en tener su primer orgasmo mientras Diana pellizcaba sus pezones y la besaba en la boca. Diana dirigió su cabeza hacia su vagina e hizo que esta comenzara a lamer todo su sexo. Luego Lía le pidió que se colocara a cuatro patas para lamer su culo tal y como lo había hecho con ella. La vista era espectacular. Dos mujeres con un trasero de espanto, en fila a cuatro patas frente a mí.

Pasados unos porrazos y loco por penetrar a mi mujer, decidí que era el momento de satisfacerla con mi verga. Aproveché su posición y la penetré mientras Lía se disponía a tener su segundo orgasmo de la noche masturbándose frente a nosotros. Ambos la mirábamos saturados de pasión y ella se abría cada vez más para dejar ver como salían sus fluidos de ese precioso orificio vaginal. Saqué mi polla de dentro de mi esposa y masturbándome aún las posicioné a ambas para que tragaran todo mi semen que justo, estaba saliendo a chorros. Terminaron las dos bien embarradas en un triple orgasmo, chupando con sus lenguas cada sitio donde había una gota de mí.     

Tomamos una ducha juntos, dándonos besos a tres bocas y allí comenzó la magia nuevamente, como si lo hiciéramos de toda la vida. Pero esto será motivo de otra historia.

 

 

FIN

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