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Anónimo

octubre 1, 2021

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La profesora del colegio se hizo mi profesora de amor - parte III

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Hablamos otro ratito y caímos entonces en un sueno profundo sin quererlo. Cuando desperté miré el reloj y desperté a mi profesora con un beso y caricias muy tiernas de sus senos:

– Ya es muy tarde, tengo que volver a casa. Perdóname. Me gustaría quedarme para siempre contigo.

– Si tienes que irte, está bien, mi amor.

Me dijo «amor». Que caricia de mi corazón!

– Vas a volver? Me gustaría mucho. Podemos aprender uno de otra aún mucho… 

– Ay sí sí sí, tú lo sabes, cuanto me gusta mi profesora. 

Nos levantamos, ella se puso una bata, yo mi pantalón, camisa y zapatos. Nos abrazamos y nos besamos locamente. Sentí como una mano de ella apretó fuerte a mi pene.

– Cuida eso, por favor!

Mi mano llegó entre sus piernas.

– Y tú eso y lo demás, mi rica profesora.

– Vete ahora!

Me fui a casa completamente confuso. Aún no entendí nada. Mi profesora me amaba. Y lo había mostrado de una manera singular.

Poco después gané una beca y fui al exterior. No la olvidé. Le escribí una tarjeta explicando a ella el motivo de mi ausencia. Me respondio: Te espero.

Volví un ano más tarde. No la contacté. Fui a una excursión con mi clase del colegio, la última excursión. Después yo iría a estudiar en EEUU. Fuimos a la playa. Durante manana hubo cursos, después del medio día tiempo de deportes en la playa.

Una tarde jugamos fútbol en la playa. Hizo mucho calor, sudamos mucho. Nuestros cuerpos brillaron. De repente perdí el interés, mis colegas reclamaron.

– Qué estás mirando?

– Nada.

Miré a una senora que se acercó con pasos lentos a nuestro campo. Me parecía ella. 

– Sí, estás mirando aquella senora? La conoces?

– Aún no lo sé.

Ahora estaba más cerca. Sí, era ella. Vistió un largo vestido blanco un poco transparente y algo ajustado. Guapísima figura. Aparentemente le gustó sentir el viento como acaricia al cuerpo. Corrí para saludarla. 

– Ay mi M, que estás haciendo aquí? Que gusto de verte.

– Cómo estás J.? 

En este momento había dicho su nombre por la primera vez.

– Estamos de excursión, último ano. Después me voy a estudiar en EEUU. Y tú? Qué andas haciendo por aca?

– Tengo algunos días de vacaciones. Me gusta la playa, el mar, el sol, la soledad. Buen relajo. 

– Y dónde resides?

– Allá, hay un hotelito con cabanas. Es bien simple, pero tiene buena cama y rica comida. No necesito más. Si tienes tiempo visítame. Me quedo otros dos días.

– Bueno, mis colegas ya se ponen impacientes. Cuídate J.! Ya voy a ver…

– Que te vaya bien, mi M. Adios.

Despacito se fue. No pude sacar mis ojos de ella. Ahora ví su espalda. Una tanga negra dividió sus opulentas nalgas morenas que bailaron debajo de la tela blanca a cada paso de ella. Que banquete visual!

– Quién es esa tía rica? La conoces bien? Que fuego. 

– Sí, la conozco. Era mi profesora. Pero vamos a jugar.

Mi concentración se había ido. Solamente pensé en ella. Después de la cena pedí permiso. Quise hacer otro paseo en la playa disfrutando la puesta del sol. Por supuesto fui al hotelito. En la recepción pregunté por la Senora J. 

– La penúltima cabana. La llave no está aqui, ella debe estar.

– Gracias, muy amable.

Cuando salí de la recepción sentí como me pene creció, tan grande era mi excitación aunque no sabía que me esperaba.

La puerta de la cabana no estaba cerrada. Estaba en el jardín?

– J., estás? 

– Sí, entra, estoy en el bano. 

Entré al bano y allá estuvo frente el espejo. Me miró con pequenas lagrimas en su rostro. Una toalla grande tapó su cuerpo. Se volvió hacia mi, el mismo momento cayó la toalla y ella apareció en todo su esplendor, en toda su exuberante belleza. Nos abrazamos, ella apretó su vientre encontra de mi pene erecto, mis manos abrazaron sus nalgas opulentas. Nos besamos con locura, nuestras lenguas se unieron, ella me quitó la camisa y mi banador. Se inclinó y besó mi pene. Entre besos dijo

– Tanto te esperaba, mi M. Sabía que ibas a volver.

– Si, J., estoy. No puedo sin ti, sin mi profesora. 

Por supuesto buscamos la cama. Se echó encima de mi, besó mi pene, lo chupó, jugó con mis huevos entre sus dedos. Yo acaricié su espalda. Poco a poco mis manos buscaron las nalgas de ella. Que tesoro ese trasero. Era mío, mio! No pude creerlo. Ella volvió a besarme. Y de repente se sentaba encima de mi, introdució mi pene duro en su vágina y comenzó a cabalgar. Mi pene la penetró profundamente. Cuando estaba completamente a dentro paramos nuestros movimientos. Simplesmente disfrutamos nuestra unión. Pero era demasiado grande mi excitación. Sin que yo lo hubiera querido corrí. Fuertes disparos de semen se soltaron muy adentro de ella. Ella gimió. 

– ah, me encantan tus disparos, mi M. 

– Son toditos tuyos y para ti.

– Yo sé, mi amor. La proxima vez quiero tragar tu semen. 

– Sí, claro. Me encantaría. Y yo me chupo tus liquidos.. Sabes, tus nalgas… Ay, no puedo decirte … me encantan tanto. Quisiera comérmelas… Cuando saliste del campo de fútbol no logré sacar mis ojos de tu trasero … que provocación… Dios mio. 

– Y por qué no te lo comes? Es tuyo. Permítete cualquiera fantasía… Quisiera saber cuales ideas te evocan. 

– Tengo muchas, pero me parecen … hasta sucias…

– En el amor no hay nada sucio, mi amor.

– Me gustaría tomar ahora una ducha contigo. Y a ti? 

– Ya vamos.

Debajo de chorro de agua tibia nos masturbamos mutuamente entre muchos besos locos. Después no nos secamos. Salimos muy abrazados al pequeno jardín. Sopló un viento tibio que secó nuestros cuerpos. 

Volvimos a la cama. Ella se acostó, vientre abajo. Apoyé mi cabeza en mi brazo y miré su espalda que me ofreció. Mi mano descubrió la riqueza de las curvas de ella, de las caderas, de las nalgas, de los muslos, de las pantorillas. 

– Que rico. Sigue, mi amor.

Sí, seguí, por supuesto. Mi mano ahora se encontró en las piernas de ella. De nuevo toda la región estaba mojada. Un dedo subió y se quedó entre las nalgas de ella. Puse un poco de saliva en mi dedo. Entonces acaricié su anito. Escuché un suspiro de ella. 

– Acarícia mi anito. Es rico. 

No era necesario decirmelo otra vez. Por un largo rato mi dedo siguió acariciando esa entrada misteriosa que comenzó a sudar mucho. De repente ella comenzó a levantar y bajar su trasero. Cuanto más duraban mis caricias tanto más se levantó su trasero.  

– Ahora espera. Sentate en la butaca. Ya vengo. 

Hice como ella me lo había dicho. Mi pene estaba durísimo. Ella volvió del bano. Me miró con una mirada misteriosa, entonces dio una abrupta vuelta y se acercó a mi en marcha atrás. Cuando estuvo cerquísima con sus dos manos dividió y abrió sus nalgas ofreciéndome una espectacular vista de su anito. Entonces se sentó con mucho cuidado guiando mi pene duro a la entrada misteriosa. Poco a poco mi pene desapareció entre sus nalgas. Casi no supe respirar, tan fuerte era la experiencia. 

– Te gusta?

– Ay mi amor. Que pregunta. Es lo más rico que hay. Quédate así!

– Sí, claro. A mi también me gusta mucho esto. Te siento muy mio así. No puedes escapar…

– Nunca quiero escaparte, J., mi amor.

– Yo sé.

Ella comenzó a moverse determinando el ritmo. Y lo supo muy bien. A veces más rápido, entonces más lento, mientras yo besaba su espalda y acaricié los pezones duros de sus senos. 

– Ay, ya voy a terminar. Quiero sentir ahora como eyacules en mis entranas. 

Ya no pude contenerme. Eyaculé fuerte.  

– Que rico! Adoro tus disparos. Tengo lo tuyo muy a dentro de mi. 

Cuando mi pene se puso débil salió del anito. 

– Ven mi amor, vamos de nuevo a la cama. Tienes aún tiempo?

– Si, mi amor. 

Pasamos toda la noche descansando muy abrazados contándos de esas experiencias ricas. Y nos prometimos que iríamos a repetirlas y disfrutarlas lo más pronto posible. 

Fin de la parte III

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Una respuesta

  1. helenx

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