febrero 10, 2020

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Y nos hicimos Novios - 4. Provocando a la Bestia.

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Una vez terminado este capítulo, no sabía si llorar o reírme. O estar profundamente decepcionado conmigo mismo, y reconocer que soy un enfermo y que todas estas experiencias no son normales. Lo mismo con los capítulos anteriores. Porque así son las historias reales. No te dan cabida a sentir una sola cosa.

Yo le había confesado a Karina que nuestro rompimiento había sido prematuro. Le había escrito a las redes sociales sobre cómo me iba en mi nueva relación. Ella me había comentado que había comenzado una nueva relación con un pibe de la universidad. Pero que sentía lo mismo que yo.

-únicamente como amigos es que hemos podido sobrevivir.
-sólo porque así tú lo quisiste.
-qué futuro habíamos tenido estando tan lejos uno del otro.
-yo fuera ido a donde tú vayas, si me fueras explicado cuál era el problema.
-sea lo que sea ahora es muy tarde.
-eso sólo lo decides tú.

Había sentido algo de nostalgia haber conversado eso con ella. Ahora mismo sólo puedo sentir dolor y horror al saber que es Maritza quién lo estaba leyendo. Con lágrimas en los ojos y completamente callada.

-Maritza, calma, déjame explicarte.

Me dio un fuerte golpe en el pecho. Lo que realmente me dolió es que, junto con ese golpe, expresaba sus más profundos dolores.

-todo se lo cuentas a ella, qué hay de eso que decías de contarnos las cosas nosotros y no escondernos nada? Se lo decías a ella también? Dónde está toda esa confianza ahora?

Lo único que salía de mi boca era Maritza. Una y otra vez. Estaba completamente bloqueado. Parecía que lo único que le importara era leer mis conversaciones por redes sociales. No quería nada más. Tuve que apagar el switch de la fuente de energía.

-qué es lo que me estás ocultando? La vuelves a prender inmediatamente.

-sólo te haces daño. Ya déjalo así.

-qué es lo que no quieres que yo vea?

Por más que la volvió a prender los análisis que hace la PC al comienzo con el antivirus no le permitió ver más. Una vez que terminó de reparar las unidades, cuando encendió la PC, ya pedía la contraseña para poder ingresar en mis redes sociales. Ella pacientemente había esperado que encendiera la PC para ver si podía, pero no pudo.

-quiero que la elimines de tus contactos y si no lo haces ya me voy a enterar, y que coloques nuestra relación pública. Que esa zorra lo vea.

Eso sí era bastante extraño. Esperaba que me terminara. Incluso conociendo ese profundo dolor, me conocí un poco más a mí mismo. Y entendí que realmente me importaba ella. Me importaba lo que dijera y lo qué pensará de mí. Ella no me había fallado pero yo a ella sí. O al menos eso era lo que mostraba las evidencias.
Los días que siguieron no le volví a tocar el tema de Héctor Colmenarez. Para la siguiente semana no invité a Maritza a mi casa. Esperando no recordarle aquello que había pasado. Recuerdo al comienzo de otra semana haber ido para almacén a cortar los precintos del día anterior. Cuando escucho una conversación en voz alta. Me asomo para ver, haciéndome el que solo pasaba por ahí. Se trataba de un grupo de almacenistas reunidos. Estaba hablando Marcos, como el centro de atención. Narrando fervientemente cómo se cogía a una mujer.

-ese mujerón si se movía rico encima de mí. Es que tú la ves caminar y ya sabes que lo bate bien. Y cuando esa mujer terminaba se estremecía. Escuchar sus gemidos prolongado es lo más rico que hay cuando estás acabando…

Parecía un día normal después de todo. Si no fuera por qué uno de los que escuchaba el relato se alarmó cuando me vio.

-no hablen tan fuerte, miren quien llegó.
-qué imbécil eres, no sabe de quién estábamos hablando. Ya cállate.

La suspicacia me hizo entrar en razón que estaban hablando de Maritza mi novia. Ya que no podía describir a Carmela como un «mujerón»  y no es que hubiera más mujeres en almacén a quien yo pudiera reconocer y de la cual no pudiera escuchar. Me hice el desentendido. Sí fue Maritza o no, igual, me lo merecía por lo que le había hecho. Ella no podía ocultar esa cualidad de hacer que yo me vea como el tonto. Y hacerse ver ella misma como quien tiene la razón e imparte justicia. Y este tipo de justicia me excitaba. Pero también tenía miedo. Se había expuesto a mucha gente. Cosa que yo evitaba a mis 12 años. Cuando entré a la secundaria. Recuerdo que había una chica que me gustaba e incluso de la cual me había enamorado perdidamente. Entonces me había tocado hacer grupo con ella. No sé si había viajado a mi casa con los demás con la excusa de estudiar para la exposición. Pero que estuviera allí y que nos hiciéramos ojitos, fue lo mejor que me había pasado hasta entonces… Como hombre. Porque después que todos se fueron para arreglarse me quedé solo, en la mesa de mi casa, estudiando. Y llegó Juan como siempre hacía a fastidiar. Realmente no se cansaba que yo lo rechazara. Yo siempre me lograba escabullir para evitar propiciar algo con él. Incluso estando los dos solos, yo lo ignoraba totalmente. Era casi como si él no estuviera allí. Estudiaba mi punto de exposición delante de él con frialdad, demostrándole que no siento nada. Después de todo sólo tenía que estar seguro de quién era, no? Yo también tenía un miembro entre las piernas, eso quiere decir que puedo evitar que me vean como a una hembra, no? La verdad es que no.

Recuerdo haber visitado la casa de un tío mío, hermano de mi padre. El cual le había descubierto muchas historietas eróticas en uno de sus cajones. En una de ellas, un hombre después de desvestir a una mujer se da cuenta de que tiene un miembro.

-no es lo que esperaba pero igual tengo hambre.

El hombre termina de desnudar a la mujer y resultaba ser un travesti el cual se comió a besos y después se cogió. Pensando en esto no podía ignorar la presencia de Juan. Un moreno alto y robusto que me lleva 7 años. Junto a un muchacho de doce completamente solo, nalgón y con las piernas lampiñas.

-Esteban, vamos a dar por terminado este cuento de una vez.
-otro día, ahorita estoy estudiando para una exposición.
-no hay otro día, tu primo está en casa de su padre. Vi a tu prima salir de su casa. Y tu tía no está desde esta mañana. Tu madre está trabajando. Y para cuando tu padre llegué Ya te habrás ido a estudiar. Hoy es el día.
-porque a mí? Porque no vas a preguntarle a mi primo cuando esté si él quiere?
-porque no es con el que siento esto. Es contigo que yo quiero Esteban. Esto que siento es por ti.

No tenía palabras para describir lo que sentí en ese momento. Pero esa última frase había llegado a mi corazón. Me imaginaba a mí mismo sonrojado sin poder evitarlo. Juan tenía hambre de mí. Y no era su postre, era su primer plato. Era lo primero que rondaba su cabeza. Era yo quien lo ponía así. Era mi cuerpo el que le excitaba. Obviamente lo seguí ignorando y seguí estudiando mi punto de exposición. Él se sentó en la silla que estaba enfrente. Estiró un brazo hasta colocar una mano sobre la mía.

-Sólo déjate llevar, para cuando te des cuenta ya habremos terminado.

Yo no sabía el significado de terminar. No tenía bien claro cuando un hombre terminaba. Había experimentado la sensación, masturbándome antes. Pero nunca sabía cuándo era suficiente. Yo no expulsaba cantidades de esperma cuando terminaba. Sólo tenía 12 años. Siempre pensé que si Juan me cogía, no me iba a dar tiempo de llegar a clases. Hábilmente pensaba todo esto cuando siento su otra mano sobre mi rodilla. Yo tenía las manos ocupadas. Una sosteniendo mi punto para exponer. La otra estaba atorada con su mano por encima de la mía.

-con calma, sólo cierra los ojos.

Cuándo empezó a subir lentamente por mi rodilla, tocó una de mis zonas erógenas que ya me estimulaba para entonces. En esos días que usaba la lencería de mi prima, me veía al espejo, por detrás, me acariciaba los muslos. Despertando esas zonas erógenas. Haciendo que, descargas de adrenalina recorrieron toda mi pierna. Justo eso era lo que estaba pasando ahora. Su mano se abrió camino dentro de mi short. Rústica y caliente. Mi respiración iba a un ritmo acompasado con la de él. Ya nos estábamos mirando a los ojos otra vez. Nos estábamos ahogando de la excitación. Esta vez dejé que llegara hasta donde quisiera. Se abrió camino dentro de mi calzón sobándome una nalga. Palpando uno de esas abultadas bolsas de carne que me hacían pensar en una mujer. Casi imaginándome con él, lo que haría con una nalga como esa. Juan tenía hambre y yo le estaba dejando tomar una probadita. Tenía que recompensarlo por haberme hecho sentir como lo único que él quería. Después de todo eso era lo que él quería, no? una probadita nada más? pues no. 

Se levantó del asiento y se colocó a mi lado. Me sujeta la mano que había sujetado antes y la colocó encima de su paquete.

– Mira cómo me tienes.

A pesar que lo dijera no podía entender cómo se sentía. Esperaba tocar una verga que pudiera cerrar con mi mano. Pero esto era como tocar mi propio cuello. Ni siquiera le encontraba la forma. No me queda más que suspirar descaradamente mientras lo miraba a los ojos. Ambos estábamos en la misma situación. Nuestra respiración era incontenible.

-déjame tocarlas bien, sí?

Mirarlo a los ojos fue mi perdición. Como no conmoverme con esa mirada de perro triste? Parecía que estaba sufriendo. Ahí, parado. Con su mano forzando a la mía a tocarle el paquete. Esa verga que, al estar yo sentado, quedaba a la altura de mi cara. Me sentía mal por él? O me sentía excitado por él? Estaba a punto de llorar con él de lo excitado y triste que se sentía. Parecía que realmente se iba a morir, cuando, con la excitación entrecortada, susurró.

-no me dejes morir.

Completamente decidido. Sin mediar palabras. Me levanté del asiento me apoye de la mesa y levanté el pompis, mientras mi mirada se perdía hacia el frente, en una mesita donde se apoyaba la licuadora en la cocina. Pensando en lo claro que había quedado de que Juan no había probado bien su recompensa. Sin pensarlo mucho busco meter las manos dentro de mi calzón. Mi short estaba tan apretado que tuvo que bajármelos para poder meter mano. La sensación fue demasiado placentera cuando empezó a restregar sus manos en mis nalgas como si estuviera amasando pan. Yo había perdido todo el poder para rechazarlo. Estaba tocando todas las zonas erógenas que yo mismo me tocaba frente al espejo. Era como un hormigueo entre mis nalgas que le indicaba a él por donde tocar. Una descarga de adrenalina que bajaba por mis muslos y luego subía hasta la boca de mi culo. Donde Juan, con sus ásperas manos, me punzó sin pensarlo dos veces. Todo se había salido de mi control. Ya estaba a tal punto de excitación que la incomodidad de tener su dedo clavado en mi culo, paso desapercibida, mientras me perdí en sus ojos cafés. Al ver en mi cara lo bien que la estaba pasando con él, me soltó enseguida para oler los dedos que me había metido por el culo. Y sólo me dio tiempo de acomodarme el short antes que me abrazara desde atrás y me pegara su verga a mis nalgas. Haciéndome recordar una vaga conversación que tuve con el vecino. Donde yo le preguntaba el significado de un juego de palabras con el que bromeaba con otro muchacho.

-Qué significa eso cuando dices verga chalala y culo chalala?
-cuando te dicen tu culo chalala y mi verga chalana, es porque tienen el mismo apellido y por eso, deben estar juntos.

Así estaba yo en medio de la sala, con mis nalgotas intentando llevar el mismo apellido que el de su paquete. Aún con ropa.

Para mí, era una pila de emociones nuevas en muy poco tiempo. Para él, el mejor banquete que se pueda comer con tanta hambre encima. Me estaba abrazando desde atrás cruzando sus manos en mi barriga. Envistiéndome con tanta pasión. La misma pasión con que yo lo recibía. Toda esta sensación de adrenalina era como magia que recorría todo mi cuerpo mientras sentía su verga entre mis nalgas. El gemía de placer y yo también lo comencé a hacer. Era una locura. La excitación me tenía completamente descontrolado sintiendo como refregaba su paquete una y otra vez contra mi cola. En ese momento era una mujer, no era Esteban. Mis nalgas y mis muslos eran los de una mujer. Me había enfocado tanto en entender a las mujeres que yo me había convertido en una. Era una niña de 12 años completamente sola en su casa a punto de ser corrompida por un moreno fornido y mayor. Y él lo sabía. Estábamos en muto acuerdo de que esto es lo que ambos queríamos. Estaba completamente loca de deseo. Y él también. Ya no podía disimularlo, cada vez que sentía su respiración en mi nuca, otra descarga de adrenalina bajaba por mi espalda, lo excitaba, y él seguía respirando. Su excitación me excitaba y la mía lo excitaba a él. Era inevitable.

-es tu primera vez verdad? Yo te ayudaré.

Y como un hombre que lleva a la mujer al matadero, así fue que me llevaba a mí para mi propia cama. Me tomaba de la mano como si fuera su novia.

-quítate la ropa.

Me ordenó una vez estando frente a la cama. Yo apenas estaba tomando fuerzas para tocarme el short y bajármelo. Era una decisión difícil e importante la que estaba a punto de tomar. Él no esperó tanto y me bajó el short con todo y calzón luego me empujó para la cama. Yo, cayendo completamente boca abajo. Una vez estando en la cama boca abajo ya no estaba tan excitado como antes. Sólo escuchaba que hacía lo posible para quitarse el cinturón. Pensaba en la chica que me gustaba en clases y me arrepentí de lo que estaba pasando. Entonces me levanté e intente subirme el short mientras le decía lo que estaba pasando.

– creo que esto no está bien…

Fue lo único que alcancé a decir antes que él me terminará de bajar los calzones hasta los talones y me volviera empujar para la cama. Se puso encima de mí para que no me pudiera volver a levantar mientras se desabrochaba el cinturón. Entonces entendí que no había marcha atrás. A pesar que mi miedo había vencido a la excitación, ya sólo me quedaba esperar que pasara. Y esa sensación amarga quedó allí plasmada. Yo había provocado a la bestia. Ahora tenía que dejar que comiera mi carne. Era justo eso lo que estaba pasando ahora. Maritza me había hecho sentir una sensación amarga por haber estado con otro muchacho de la empresa. Pero ya había provocado a la bestia. Ya sólo tenía que dejar que pasará. Maritza había aceptado perdonarme y seguir conmigo. Quién era yo para decir lo contrario?

No podía ir directo al grano y preguntarle a Maritza si lo que había pasado era verdad. En cambio hice como en todas mis relaciones y le di permiso para estar con otros hombres. Ya que, después de todo, «son oportunidades que tendría así no tuviera nada conmigo» y no podía dejar que la desaprovechase. Para demostrarle que no estaba molesto decidí salir ese fin de semana con ella a un centro comercial para comprarle algún regalo. En una de esa que ya estábamos en un piso alto me pide que la espere sentado frente un lugar dónde íbamos a comer. Ella buscaría al guardia de seguridad del centro comercial para preguntarle dónde estaban los baños. Justo ese momento era el que tenía para pensar todo lo que había pasado. A Maritza no le habría quedado bien claro eso de dejarle estar con otro muchacho. Sentado frente donde se comen, mientras la esperaba, pensaba en esa respuesta que me dio cuando se lo propuse.
-eso es de enfermo, si serás cabrón?


Tal vez debería dejar de presionarla y dejar que las cosas fluyan para que no me pase como con Karina. Me veía a mí mismo esperándola más de la cuenta. Y con lo que yo odiaba esperar. La fui a buscar, pero en vano porque ya estaba subiendo las escaleras. Estaba sonriendo con vergüenza.

– te dije que me esperarás sentado.
– es que me dejaste esperando demasiado.
– quieres saber lo que paso? Me encontré con un muchacho que me tiene hambre desde hace tiempo.
Yo solo suspiré porque pensé que me lo estaba diciendo para molestarme.


– no pongas esa cara ahora tú me dijiste que me dabas permiso y podía contarte. Y que si te contaba entonces ya no era engaño.
– tienes razón estás haciendo sincera conmigo, puedes contarme.
– Bueno, nos saludamos, me dijo que me veía preciosa que me tenía ganas. Me abrazó intentó darme un beso el cual no pude rechazar y le correspondí. Lo hábil que es con la mano, que mientras lo hacía me la metió por dentro del leggins y el tanga y me tocó el clítoris mientras me morreaba. Cuando me lo quité de encima me estaba mirando con cara de depravado y probó con sus dedos mis fluidos vaginales.
– eso parece algo que haría alguien que ya estubo contigo.

Ella suspiro mientras miraba para otro lado.

– bueno, sí, ya estuve con él. Pero no me puedes juzgar porque este es lindo.
– está bien muéstrame.

Empezó a pasar fotos nuevamente de su teléfono hasta que dio con una de Marcos. Fue entonces cuando recordé lo que me dijo cuando me lo presentaron. «mucho gusto Esteban, siempre hablan de mis ojos color miel. Espero no te pongas nervioso» luego recordé lo que le había contado a todos «ese mujerón si se movía rico encima de mí» otra vez no sabía ni qué decir.

-no te preocupes Esteban. Esta vez no me dio vergüenza nada de lo que pasó, así que te contaré todos los detalles… si así lo quieres.

Ya estaba hecho. Estaba yo de nuevo debajo de Juan en ese momento. Esperando que se bajara la cremallera y me cogiera. Así se sentía? Algo caliente entre tus nalgas y ya?

-Pélatelo. Me susurraba al oído. Yo no entendía lo que quería decir.

-No entiendo?

-Que te lo peles.

Dijo molesto. Y como no hacía nada, él mismo me separo las nalgas. Y su enorme verga se abrió canal por mi culo. Sentía que raspaba y ardía como si fuego me quemara por dentro. Ahora entendía eso de “dame candela Papi” y es que ardía como el infierno. Y ya no estaba excitado. Simplemente estaba doblegado a su excitación. Él disfrutaba y yo soportaba. Eso era la verdadera sumisión. Pasar penurias para enriquecer al que tiene el poder. Yo era un esclavo porque me sometía. Era una mujer porque me cogían. Pero sobre todas las cosas, era puta, porque me gustaba recordarlo. Me recuerdo a mi mismo de 14 años escribiendo esto por primera vez. Porque sería diferente ahora?  Por fuera Esteban. Por dentro. Una Puta esclava. Y aunque todavía me escucho insistiéndole que parase, porque me dolía. Lo cierto es que lo recuerdo con perversión. Y entre todas las formas que tengo de excitarme. La más fuerte es pensar en eso. Maritza estaba ahí, mirándome.

-Y bien?

-que cosa?

-Quieres que te lo cuente o no.

Una vez más tragué grueso pensando en todas las explicaciones que le debía yo a ella.

-Está bien… cuéntamelo.

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2 respuestas

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