Por

Anónimo

diciembre 1, 2024

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Somos amigos

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Algo nos unió: éramos amigos, y sabíamos que el estar prohibidos era por el lazo de la amistad de los terceros, un deseo atrapado por el peso de la moral, por ello nuestros encuentros tenían una razón: la fiesta, y como en toda buena fiesta el alcohol hacia lo suyo, nos llevaba a las conversaciones profundas, aprovechados de la ocasión, donde nadie juzgaba la cercanía y el secretismo, justificados por lo sentimental que se vuelve quien se embriaga, disfrutando a nuestra manera el tiempo juntos, pero al final siempre remarcando con el comentario en tono de broma: “En verdad, te odio”, cuando realmente se contenía el alma a decir: “En este momento, ¡Vaya manera en la que te podría hacer el amor!”.

Ya existía el deseo, no influenciado por lo carnal sino por el sentimiento del deseo acumulado en años, deseo que en un sinfín se había disfrutado solo de cercanías y abrazos, premeditados o espontáneos, roses de manos donde no deberían rosar, pero siempre ante la duda: “¿Habrá sido consciente?”. Un deseo que no fue enamoramiento, que no era tentación de nuestros cuerpos, una clase de limerencia apremiada por las ganas salvajes de disfrutarnos en lo privado de una habitación. Fueron años de deseo, pero como lo que se reprime, un día detonó…

Por azares nos quedamos solos un fin de semana, ya contábamos con la confianza que pocas veces se le tiene a un hombre con una mujer, solos y en ebriedad, “Esos se odian, jamás pasaría nada” pudieron llegar a pensar, aunque nosotros sabíamos, sin planearlo ni crearlo, que solo necesitábamos el mínimo impulso para dejarnos llevar y nos lo regalaron. Ahí estábamos, solos cada cual, en su casa, nuestras parejas por razones de trabajo habían viajado y nos dijeron: “pues vayan ustedes, no se queden sin nada que hacer el fin”. Pasaríamos por una amiga y en una fortuna rareza, canceló de ultimo momento ya estando en el bar, “¿Nos vamos o nos quedamos?”, nos preguntamos, la respuesta fue que ya estábamos ahí, un par de tragos y nos retirábamos. Los tragos surtieron mas efecto del esperado y nuestra conversación toco fibras sensibles en ambos, coincidimos con deseos profundos de la vida y nuestra percepción del matrimonio nos llevo a temas de como disfrutábamos hacer el amor, que nos gustaba y cuales experiencias extrañas habíamos tenido. Se dio el tiempo, los mensajes de nuestras parejas de buenas noches habían llegado ya con mucha anterioridad y hoy apremiaban los “¿Ya llegaste?”. Estábamos ebrios, pero con ganas de tener más tiempo para nosotros, y ella tuvo la valentía de proponerlo: “En casa tengo más cerveza, pero no les decimos que seguimos juntos porque se pondrán a dudar, ni modo que pasé qué, ¿verdad?” y acompaño esa ultima frase mirando al suelo, con una pequeña sonrisa, consciente que la yo la veía y entendía su mensaje, a lo cual acerté diciendo: “Pues sí, ni modo que, qué ¿Cierto?”, nos miramos y asentamos riendo.

Pedimos el transporte a casa de ella, entramos y había orden, inmediatamente encendió solo un par de luces, me ofreció asiento y de inmediato trajo otras dos cervezas, “¿En qué nos quedamos?”, preguntó, y respondí: “En que, si hemos cogido lo suficiente”, pregunto nuevamente: “¿Con quién? Porque a veces con quien se quiere, pues no se puede” mientras soltó una leve carcajada, seguí su risa y le dije: “Qué nos detiene, ¿Lo moral?, ¿La amistad?”, a lo que ella respondió marcando ese hito: “¿A ti y a mí? Ni siquiera somos amigos”, diciéndolo mientras en sus ojos se reflejó una mirada única, una mirada donde los nervios y el deseo se fusionan y el latido del corazón atina al impulso, el cerebro se llena de hormonas y solo se atina a una sola acción: dejar de lado todo y empezar un profundo beso.

Es una mujer de 1.65, delgada, cabello negro, tez morena clara. Nada que se pudiera remarcar como espectacular, como suelen vender estos relatos, una mujer de hermosa sonrisa, piernas lindas y unas nalgas que quedaban precisas a las caricias, al tamaño de las manos, pero con el suficiente tamaño para ser nalgueadas. De senos medianos, al tamaño perfecto para acariciarlos mientras ella estuviera arriba y disfrutarlos rebotar mientras se le hace el amor en posición de misionero. Esa noche llevaba un vestido negro, nada provocador, del estilo ajustado de arriba y con un poco de vuelo debajo. Denotaban tentando sus senos, bien marcados por el sostén. Como era inicios de invierno, debajo llevaba unas medias negras, quien iría a pensar que fueron la sorpresa de la noche. Comencé a besarla de forma apasionada, no siendo brusco, aunque mi deseo me pedía desvestirla de forma inmediata y besarle desde los senos hasta el ano, pero me contuve, teníamos toda la noche y quizá fuera la única, tenia que disfrutarlo, ambos debíamos. Cuando comencé a pasar mi mano por sus piernas descubro que llevaba puesto un liguero, me retiro un poco de sus labios para reafirmar lo que sentía, abrí sus piernas lentamente, levante de poco su vestido y efectivamente mi tacto no mentía: un liguero en tres piezas, medias de encaje, sostenidas por un par de ligas y una hermosa tanga de encaje que dejaba ver su vagina, depilada a la altura de los labios y con un poco de bello en el monte venus, se veía ya muy húmeda y con el aroma propio de una vagina que incita a lamerse.

Esta sorpresa me puso la verga al máximo de erección, sintiendo el impulso muscular de hacerse mas gruesa, pidiendo salir del pantalón (detalle que ella no paso por alto) ya que el haber visto que esa noche llevaba puesto un liguero me reafirmaba los años de sospechas: me deseaba tanto como yo la desee por noches enteras. Y no me pude callar ese sentimiento. Acerque mi mano lentamente a su vagina, acerque mi boca a sus labios, le di un par de besos cargados de deseo, mordiendo un poco sus labios y mientras metía mis dedos entre las ligas y su tanga, le dije: “esto demuestra que esta noche seria para ambos”. No dijo palabra alguna, procedió a dar un fuerte suspiró en mis labios y me tocó con deseo desenfrenado la verga. Ella comenzó a frotarla mientras me besaba, yo pasándome a su cuello, esto hizo acelerar su respiración, por lo que la tentación la obligo a desabrochar mi pantalón. El deje sacar mi verga, ella la miró un segundo, y dijo: “Ya sabía que estaría gruesa”, luego con una leve sonrisa, procedió a metérsela de un golpe en su boca. La combinación de esa frase, el olor de su perfume y lo húmedo de su boca casi provoca que eyacule en ella en ese momento. Comenzó a mover su lengua con mi verga dentro de su boca y casi consigue que vacíe mi semen en su garganta, conteniéndome nuevamente y para desviar un poco mi deseo, la tome del cabello y empuje un poco de su nuca, acelerando el subir y bajar de su mamada, luego le dije: “¿Que te puedo hacer esta noche?”, luego sacándose mi verga de su boca, respondió: “Quiero que me quites todas las ganas que te he tenido”.

La continúe besándola, abriéndole bien sus piernas hice su hermosa tanga a un lado, poniendo mis yemas levemente sobre sus labios tomé un poco de su saliva, ella los lamio con deseo; comencé acariciar su vagina, empezando por su clítoris -mismo que a ese punto estallaba de lo excitado-, usaba mis dedos para penetrarla, lo hacía de lento, adentro y fuera con delicadeza y de tanto en tanto metía cuanto podía todos mis dedos, con mi pulgar presionaba su clítoris con movimientos circulares, estimulándola al grado de que cada vez gemía más fuerte, respiraba aceleradamente y se retorcía sobre el sillón. Ella, sostenía mi verga con fuerza, de arriba abajo, pasaba sus dedos sobre mis testículos apretándolos suavemente, como para calmar y prolongar su abrupta e inmediata necesidad de ser penetrada. Su vagina palpitaba, ya no podía más, quería ser penetrada. Quiso subirse de un golpe encima de mí, la acomodé no sin antes decirle: “me pediste que te quitara las ganas, y aun ni siquiera comenzamos”. Ella sonrió, exhalando un dulce aroma entre el alcohol y su aliento, nos besamos, dejándonos unos segundos ella encima de mí, mientras movía sus caderas suavemente yo acariciaba sus nalgas, apretando su culo hacia mi verga, que rosaba en su vagina húmeda, que aun cobijada por esa tanga de encaje me hacia experimentar mas deseo. Con un leve movimiento la puse de pie, me paré y la voltee para bajar el cierre de su vestido, desabroche su brasier, lo retire a la par que mis manos sintieron por primera sus senos, firmes y tan suaves como toda su piel, con mis dedos presione sus pezones. Baje lentamente su vestido al par que yo bajaba quedándome sus nalgas en mi cara, y tomándolas con ambas manos, separe sus nalgas para besarla entre su ano y vagina, sintiendo inmediatamente sus jugos en mí. Tantas veces me masturbe pensando en ella, imaginando escenarios donde la penetraba, olía y besaba y esa noche, al fin, podría materializar mis pensamientos; yo solo pensaba en que debía sentir cuanto pudiera en ella, porque no sabía si era el comienzo de algo o en si la única ocasión que aquello ocurriría.

Me puse de pie, la voltee de frente, la besé unos segundos más y la acomode para que se recostara sobre el sillón. Bajando su tanga, yo entrelazaba su liguero entre mis dedos -ya que soy amante de la lencería- por el hecho de saber que esa sensación de lencería era de ella, me excitaba aún más. Acariciaba sus piernas mientras ella jalaba mi cabello hacia su vagina, sin más comencé a darle oral, y vaya que le encantaba, se retorcía de placer, jalaba mi cabello dándome indicaciones sobre los lugares donde debía mover mas mi lengua. Chupé, lamí y besé cuanto pude y resistí su vagina, debía terminármela, debía dejar suficientes recuerdos en mi sobre ella y esa noche.

Me pare y ella ayudo a desvestirme, ya no resistía más el deseo de penetrarla y sin más, me postre sobre ella, levante sus piernas levemente y la penetre lento y profundo, haciendo que ella exhalara un fuerte gemido, lo que me dio luz verde a penetrarla rápidamente. Comenzamos un frenesí de gemidos, yo sintiendo su estrecha vagina y ella sintiendo como mi verga la penetraba, tuvo un fuerte orgasmo, sujetando mi espalda y presionando sus piernas. Duramos unos minutos de esta manera, hasta que ella se levantó, se postro sobre mi y me dijo: “ahora sí”, se acomodó mi verga y me lleno de placer con sus caderas, ella comenzó su orgasmo y yo a punto de eyacular, la contuve un rato con mi verga adentro, palpitando pero pidiéndole unos segundos antes de terminar, nos besamos mientras yo me tomaba unos segundos para relajarme, luego me paré, la puse en cuatro para comenzar a lamer su ano, lamia profundamente, de su ano a su vagina, penetrándola con mi lengua, y ella increíblemente tuvo un orgasmo dejándome sentir como su squirt corría por mi barbilla. Me puse de pie y sosteniendo sus caderas comencé a embestirla nuevamente. Ella movía su cadera a la par que mi verga le entraba, gimiendo, exhalando y pidiendo mas fuerza, yo de tanto en tanto jalaba su cabello, haciendo su cabeza hacia atrás y besándola, dejándola gemir sobre mi boca, la deje terminar en un par de ocasiones más, luego le dije que estaba por terminar, a lo que sorpresivamente ella paro, se sentó y comenzó a mamar fuertemente mi verga, sin duda los quería en su boca y yo no me negaría. Eyacule fuertemente sobre su boca, rosando mi glande por sus labios, culminando el deseo y frenesí. Al final las horas de la madrugada apremiaron y nos quedamos dormidos. Ya por la mañana despertamos en la sala, nos despedimos y salí inmediatamente hacia mi casa. Hoy día nos saludamos, jugamos el mismo rol de detestarnos, manteniendo discreción y solo ocasionalmente nos repetimos que tanto yo como ella solo esperamos con ansias un nuevo viaje de nuestras parejas.

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