Por

Anónimo

noviembre 6, 2022

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Me abdujeron en plena bellaquera [F32]

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De esos viajes fugaces, porque un finde largo no se puede desaprovechar… menos si apenitas inicias los 20’s, y se pone peor cuando, de reprimida, lo haces a escondidas.

Era HW y yo quería disfrazarme por primera vez aprovechando que mi santurrona madre no estaría, quería dulce o travesura, quería perreo, quería beber y quería paleta, una deliciosa paleta.

El depa era estrecho, la música no dejaba hablar mucho afortunadamente y perdí la cuenta de la bebida… el tipo que yo quería mandarme estaba totalmente ebrio en un sofá hablando de la ex… ya ni atractivo se veía asi.

Pero como la vida es irónica… Felipe y Miguel estaban atentos a mis pasos.

Ambos eran mucho más grandes que el tipo del sofá, brazos gruesos y espaldas anchas, uno trigueño de ojitos almendrados y el otro rubio con sus ojitos verdes. El primero ya había llegado con perfume y bombones hace unos fines de semana, el segundo me había cantado al oído con esa bonita voz en algunos paseos.

Pero una es ciega y terca cuando se flecha, hasta esa noche que aquel tipo perdió el encanto para mi.

 

Felipe era tímido a pesar de que era uno de los mayores, por eso no me importaba el volumen, porque jamás hablaba. Sin embargo, dada la forma en que me rozaba no necesita decirme nada, esa manito ya había pasado por lugares donde no tenía permiso y me estaba ocasionando mucho morbo y humedad saber hasta donde llegaba el hijito perfecto de mamá.

Había otro par de chicas en la fiesta, ellas ya eran del grupo… y no hablo de amistad. Ellas literalmente ya se habían comido a cada uno de los integrantes de ese grupo. Así que ya me sabía yo el jueguito que tenían de compartirse a las amigas, y creía que por eso me buscaban tanto, porque conmigo no le salía a ninguno ni con el pasar de los años.

Felipe estaba más suelto de lo normal y estaba segura que esa noche me lo llevaba a disecar, mientras Miguel bailaba a su lado con una de las chicas, «La Muñeca» le decían.

Sé que esto se leerá complicado, pero vaya! Así es la vida al terminar la adolescencia… La Muñeca tenía un admirador… El pobre Mosho, que rompió en llanto cuando Miguel empezó a besarle el cuello a la chiquilla, y todo porque este último vió a Felipe besándome el hombro, luego el cuello haciendo honor al drácula que llevaba puesto, y tras eso me puso contra la pared buscándome los labios sin soltar mi mentón.

Puso su mano en mi pierna despegándola del piso unos centimetros, y la otra en mi espalda baja al fin dándome un par de punteadas que evidenciaron el cielo entre sus piernas.

Yo me dejé, Felipe era tan lindo y tan santito que verlo y sentirlo así me ponía a mil, estaba tan mojada y segura que en cualquier momento me pediría que nos fuesemos a otro lugar, pero los minutos se diluían, mis latidos perdían aceleración y él no pasaba de manosearme un poco.

Cada vez que lo hacía, podía ver por su hombro a Miguel intentando acercarse a la Muñeca para replicar en ella lo que me estaban haciendo a mi; me observaba con furia, una furia llena de calentura que me hacía necesitar una gran sacudida destrozadora con ese rostro enojado. Incluso lo vi acomodándose la tremenda erección que se cargaba, como si verme con Felipe lo llenara de cólera y deseo.

A su vez, los llantos y reclamos de Mosho todo ebrio se escuchaban a lo lejos cuando Miguel se le acercaba a su ex, la Muñeca.

Yo me había resignado pensando que talvez era demasiado para Felipe, intenté llevármelo pero al parecer le incomodaba avanzar con todos ahí mirando, sobre todo porque su prima, la Muñeca, estaba a su lado. Pero Miguel si notó la invitación que le hice al niñito bueno, y el muy aprovechado me la copió… con su acompañante, claro.

Se fueron acercando poco a poco a la puerta del baño, Miguel le agarraba las nalgas con rabia y me miraba con esa expresión de pica, ella la abrió y encendió la luz.

Estaban a punto de meterse cuando se escuchó una quebrazon y Felipe se puso alerta, era tan alto que podía ver todo lo que pasaba, y entonces le dijo a su prima:

-Muñeca, el Mosho!…

Y salió corriendo con la chiquilla siguiéndole los pasos.

No era nuevo. Ellos nunca fueron novios, solo se comieron un vez y él no la superaba, desde entonces y en cada salida hacía estos escándalos de insinuar querer atentar contra su integridad y allá partían los amigos… se tornaba agotador, por eso pense:

«Bueeenooo hora de ir a casa», y me dispuse a buscar a mi primo para irnos.

En eso una mano firme me detiene agarrándome desde el antebrazo y me jala brusco hacia la luz que salía desde el baño. En segundos estaba dentro y contra la pared con Miguel en frente… más bien contra su pecho porque comparado con su 1.80, mis escasos 1.56 me hacen quedar bastante diminuta.

Inclinado para alcanzar mi cuello, su mano obligándome a levantar el mentón:

-Si aprovechamos el showcito, Manzanita?

Yo solo suspiré soltando un pequeño gemidito.

Rápido bajó sus manos a mis nalgas sobre la faldita plateada, notoriamente tratando de subirla, pero al parecer no estaba muy cómodo tan inclinado y terminó por subirme desde las nalgas cargándome apoyada todavía contra la pared. Hizo su pelvis hacia la mía y ahí sentí tan rico que le planté un beso que duró todo lo que tardó en descubrirme los pechos y abrir su pantalón.

Yo agarrada de su carita blanquita y suave no quería soltar su boca con sabor a ron, pero acomodó su verga entre mis labios y entrando en mí despacito no me dejó más alternativa que soltar un quejido que lo liberó para comerme las tetas a chupones y languetazos sin dejar de empotrarme contra la cerámica del muro.

Esos tremendos brazos siquiera necesitaban esfuerzo para hacerme ir y venir en su tronco gruesote que me quitaba el aliento. Tanto que olvidé por completo todo lo que estaba pasando afuera.

Tras el primer impacto, fui disfrutando más y más. Cuando ya logré acostumbrarme a su anchura, me agarré de su espalda y su nuca para besarle el cuello y la orejita, murmurándole lo rico que me daba, para rogarle que me lo encajara más, para decirle lo gruesa que tenía la verga y cuánto necesitaba que me partiera duro contra la pared hasta que lo sentí, arre vaquero . Estaba aún más hinchado su pene y me sentí voltear los ojitos tratando de avisarle que me venía…

-Yo también, Manzanita, yo también…

Me decía entre una montonera de frasesitas de esas que encienden a cualquiera:

Le chorrié toda la verga y los huevos entre unos muy sentidos » cosita rica » » te voy a llenar la conchita » y yo desvariaba. » Putita deliciosa » » cómo te tenía ganas «. Me tenía temblando entre sus brazos » quiero partirte entera » » perrita caliente » y quizás cuanto más, porque mi orgasmo fue tan prolongado que cuando sentí su disparo dentro de mí ya me hizo voltear los ojitos otra vez sin escucharlo más.

Siguió con unas estocadas pausadas pero salvajes con las que terminó sentado en el retrete y yo sobre él.

Ahí mismo le mandé un par de sentones con los que me di cuenta que podía tener su carne aún más adentro y me dejó enferma con ese descubrimiento.

Él no me detuvo, la verga no se le bajó aun con todo lo que cayó al piso y empecé al saltarle encima. Él siguió comiéndome las tetas y diciéndome burradas deliciosas » que zorrita me saliste » » no dejaste ni que se me bajara el pico «.

Me nalgueaba y yo le cabalgaba » asi Manzanita rica, cómetela todita «, hasta que no aguanté más y dejé de saltarle para refregarme en su carne con mucha energía, me agarró la cadera siguiendo el ritmo, lo que me dió mayor velocidad y un restriego mucho más pegado.

El corazón se me iba a salir por la boca cuando empecé a acabar otra vez y él, a diferencia de antes, dejó de hablar y empezó a gemir agudo como si se le fuera la vida en ello, sentía unos temblores en su cuerpo como si fuesen choques eléctricos y aproveché el tiempo para venirme otra vez.

Sudábamos y jadeábamos… cuando sentí su carne salir se me olvidó hasta aplicar talento y controlar la contracción de mi vaginita y sin darme cuenta dejé escapar todos los fluidos… y que bueno, porque fue una sensación increible percibir como escurrían todos esos jugos por mi piel.

Salí yo primero del baño y me encontré a Mosho frente al sofá punteándose al «Pokeperro» (un peluche gigante de bassethound que tenía mi primo) como si se lo estuviera culeando y a La Muñeca montada sobre la cabeza del perro como si éste le estuviera dando un oral.

La fiesta se había puesto tan buena que ni siquiera nos extrañaron. Me integré a ver el espectáculo cuando sentí una nalgada que me retumbó en la conchita; era Felipe que me lanzó tremenda miradita de calenturriento.

Ya sé, yo debí quedar muy llenita y satisfecha, pero una idea se me espinó en fracción de segundos… Si Miguel la tenía tan masiva con su 1.80, que pasaría con Felipe que estaba aun más grandote y ya me había dejado sentir algo de eso con las punteaditas de rato antes…

La puta insasiable que llevo dentro le respondió la miradita mordisqueándose los labios…

Ay que tiempos…

Volver a disfrazarme de extraterrestre este año me sacudió la memoriað�¤­

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Una respuesta

  1. helenx

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