Por

Anónimo

noviembre 26, 2021

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La decepción ante cristo Jesús

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Ahora en jueves de adoración al Santísimo se llevan a cabo confesiones como parte de los santos sacramentos. Por covid-19 el sacerdote se encuentra aislado y una pequeña ventanita lo separa del que se confiesa.

Dijo mi madre «ve a buscar la paz de dios». Por que claro, a una hija violada (que bueno, eso creyó el médico al revisarme) solo le hace falta hablar con un sacerdote.

Y mientras ocurría la adoracion, fui a la parte de a lado de la iglesia, junto a la sacristia, donde la ventanita de la misma comunicaba con el exterior para llevar a cabo tal oficio.

Y con esperanza, pues en el fondo deseaba la paz, me persigno. Y tras el «ave maria» confesé mis errores, sufrimiento y dolor. Y no hablé extensamente de temas sexuales, que ante una persona en la vida real me cuesta mucho hablar sobre «eso» (o sobre cualquier cosa). Mi masturbación excesiva y extrema, y mis aventuras de esta misma semana. Con mucha vergüenza todo lo confesé

Me temblaba la voz por el llanto, de vergüenza y arrepentimiento. Escuchaba al sacerdote carraspear y respirar agitadamente. Seguro esta enojado, pensé. Seguro en cualquier momento explotará en ira. No podía verlo bien ni él a mi. Probablemente no identificaba quien era la chiquilla que había abierto su corazón temblando en lágrimas. Mientras yo sentía un vacío en el estómago, como cuando estás por presentar un examen final del cual todos esperan de ti una calificación perfecta

Cuando el sacerdote habló, no sonaba enojado. Tampoco amable. Sonaba emocionado. Asquerosamente excitado. De la impresión dejé de llorar de repente, entendiendo que todo lo que le importó a ese adulto asqueroso era que del otro lado del muro había una chica de sexualidad enfermiza

 

dijo que estaba muy mal todo lo que había hecho, pero que no era tarde para redimirme. Que él me podía ayudar y asi llevar a cabo una penitencia especial. Solo debía venir los domingos por la mañana a los cuartos del sacerdote a ayudarle a limpiar unas cosas, bien bañadita y lavadita, dijo.

Tras todo lo que he hecho, toda mi experiencia, por que me sentó tan mal la respuesta del padre? Y cuando vi que el padre preguntaba mi nombre y se agachaba para intentar ver quien era, me levanté, di media vuelta y corrí fuera del patio de ese lado de la iglesia, buscando a mi madre y me senté junto a ella.

«Todo bien?»

Asenti, sin hablar, mientras me secaba las lagrimas.

«Supongo que debiste sacarlo todo. Bien, ya vamonos»

Y eso fue todo. Yo estaba muy afectada. Por que me producía tanto asco la insinuación del sacerdote? Por que no me producía la misma sensación que me da imaginar un doggo sobre mi? Tras mucho pensarlo, lo entendí. En los doggys no hay malicia. En los perritos solo hay necesidad, responden a lo que quieren en el momento sin pensar en dañar o aprovecharse de otros. Y con ese pensamiento, me convencía más de que el camino elegido era el adecuado, a pesar de todo y de todos

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  1. helenx

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