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marzo 4, 2014

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Diario de un padre VII (Vino 11 años)

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Estaba ella aun tendida en la cama, gemía de a poquito, muy suave. Rodee la cama para asomarme a la ventana: afuera todo seguía según lo previsto con mi hija, su madre y mi hermana jugando en la piscina, se veían ya pasadas de alcohol, Laura se guindaba de su tía por el pescuezo y la intentaba hundir bajo el agua mientras la que fuese mi esposa alguna vez estaba tomando del pico de la botella. Me giré de nuevo, un poco más de luz entró por la ventana y vi la carita de Liam con los ojos cerrados, una mano bajo el mentón y encogía y estiraba los labios. Ahora además de ebria parecía estar drogada. Tensaba su cuerpo y parecía estar recibiendo por ratitos una descarga eléctrica. Yo sólo la veía mientras mi pija se tensaba de nuevo. Seguía húmeda y apenas erguida apuntaba a la jovencita Liam. Me quité también el short y lo puse en el mismo sitio de la camisa pues debía estar preparado para cualquier imprevisto.

Sujeté suavemente a Liam de la cintura, ella abrió los ojos, como impresionada, como si no hubiese esperado una nueva faena. Despacio dijo �no, no� en lo que pareció más un gemido mientras yo la arrastraba por la cama de espaldas a mí, sus nalgas se posaron sobre mi pija y era como tener dos cojines blandos de cuero aplastándote la verga y empecé a restregársela entre la línea que dividía sus nalgas. Ella intentó quitar mis manos de su cintura pero al echar su mano hacia atrás, su cuerpo se inclinó hacia adelante quedando apoyada sobre su codo izquierdo y su cabeza. Suspiraba frenética y como angustiada, como si temiera que su cuerpo fuese a desvanecer. Tomé su cuerpo y lo alcé, lo abracé desde atrás, yo seguía al pie de la cama y ella arrodillada sobre el colchón, de espalda a mí. Mis manos subieron por su cintura, yendo de a poco hacia el centro a encontrarse con sus senitos, tal como los imaginé eran firmes, respingones, con unos pezoncitos medianos y abultaditos. A pesar de ser grandes, sus tetitas las podía cubrir con toda mi mano y así lo hacía: la palma de mis manos se frotaban con sus pezones y, cuando lo hacía, sentía como ella arqueaba y meneaba su colita contra mi pija, aun perdida entre sus nalgas. Suspiraba cada vez más agudo y eso me excitaba, apretaba con un poco de fuerza sus tetas mientras le besaba el cuello como si fuese a devorarla, lamía detrás de su oreja, giraba su cabeza y lamía hasta debajo de su mentón, besaba sus mejillas y la apretaba más contra mí. Ella había echado sus manos hacía atrás y para mantener el equilibrio me agarraba de la cintura e incluso, a veces, bajaba sus manos hasta mis nalgas, lo que me indicaba que ya estaba entregada al juego. Empecé a moverla con más fuerza sobre mi verga. Mis brazos se cruzaban sobre su cuerpo y prácticamente la alzaba y la bajaba a placer, sentía la punta de mi verga recorrer todo el tramo de sus nalgas. Llevé una mano hasta su entra pierna y apretándola desde allí también la alzaba mientras movía mis dedos en círculos y la sentía cada vez más mojadita. De nuevo ese deseo gigantesco se apoderó de mí, el morbo de la situación me hacía besarla con más ganas, voraz, deseando cada centímetro de ella. Con mi boca prendida de su cuello, ella echo un brazo hacia atrás y agarraba mi cabeza. Le di un empujón que la puso de nuevo como al principio: apoyada en el colchón sobre sus rodillas y sus codos, con la espalda arqueada y levantando cuanto podía su traserito. Tomé mi pija y la pasé con más ahínco entre sus nalgas y la bajé hasta su vaginita, empujándosela sin esperar más. La sensación para los dos fue exquisita, su cuerpo se arqueó más y exhaló un gemido de gloria y yo podía sentir en mi pija la presión de su cuerpo tierno y la humedad, mojaba ya como niña grande, la sensación me hacía morder los labios y sujetarla de la cintura, enseguida comencé a follarla de tal manera que hacían un rico sonido sus nalgas al estrellarse contra mi cuerpo en cada arremetida. Respiraba entre los dientes y ella gemía con una cara de angustia y placer que la desbordaba, como a mí. Mis manos apretaban sus nalgas, su cintura, con fuerza, mi pija salía cada vez más mojada y entraba cada vez más fuerte. Mis testículos también chocaban contra ella, también me los mojaba. Para ese momento ya tenía un gemido continuo, era como un largo grito que subía y bajaba de tono y a su gemido se unía el mío y el chillido de la cama. Le saqué la pija de golpe. Estaba increíblemente mojada, �moja como putita� pensé y agarrándola de un brazo la llevé a la ventana mientras yo estaba detrás de ella le decía:

-¿Ves a tu nueva mami?

-Umjuumm.

-¿Crees que le guste verte cogiendo? �Recosté mi cuerpo contra el suyo y si cara quedó contra el cristal.

-¡No, no! �Se intentó zafar.

-Entonces te portarás bien y obedecerás así como ahora. ¿Entendido, sobrinita? �Mis manos la alzaron tomándola de la cintura, sus tetas también se aplastaban contra el cristal.

-¡Sí! �Dobló sus piernas hacía atrás y se sostuvo como pudo apoyándose en mis muslos.

-Mojas como una putita, ¿sabías? �Empecé a empujar de nuevo mi verga dentro suyo.

-¿Putita? No sé. �Soltó un suspiro y respiro entre dientes muy rápido.

-No, no. Cuidado, calladita. �Le susurré poniéndome un dedo en la boca para que entendiera mejor.

La luz entraba por la ventana y ya ponía ver mejor su cuerpo que con la luz de la lámpara del patio ahora tornaba a un tono dorado, la veía morderse los labios y contener la respiración mientras era de nuevo, su vaginita crujía en líquidos de lo mojadita que estaba y cada embestida la empujaba hacia arriba haciendo restregar su cuerpo contra el vidrio ya un poco empañado de sudor y de su aliento, el vidrio ahora también chillaba al ritmo de las embestidas. Su sudor eclipsaba el cuarto en un ligero olor a fresa que me estremecía. Era excitante ese aroma, perverso, morboso, era un perfume de inocencia que me impulsaba a poseerla de todas, todas. En esa posición, mis manos la sostenían de la cintura y a veces ya abrazaba como a un costal y la subía y bajaba sobre mi pija a la cual le escurrían sus jugos, sentía que me mojaba hasta los testículos y eso sólo hacía que me empeñara más en follarla. Empezaron a escaparse sus gemidos, neutralizados por el vidrio de la ventana, hacían un eco inmediato y daba la sensación de ser dos Liam�s las que gemían al mismo tiempo. Sentía su espalda ya sudada, la sentía contra mi pecho, el vello de mi pecho contrastaba con su espalda blanca y suave. Sin embargo, ella se arqueaba, le gustaba sentirse entre mis brazos, recostada a mí, ser follada de esa manera, en esa ventana.

Bajé las revoluciones y ella parecía más blanda, parecía un títere de carne y hueso. Alarmado vi que las muchachas ya se habían terminado la botella y buscaban las toallas para salir de la piscina. Me giré hacía Liam quien estaba tendida en el piso, de lado, apoyada en una sola mano y la otra la tenía sobre su vaginita, como compadeciéndola del esfuerzo pero a pesar de eso tenía una ligera sonrisa.

Tenía inmensas ganas de acabar, pero no aun. No obstante, las muchachas pronto entrarían a la casa. Así que pronto tomé a Liam de las mejillas y la guié al borde de la cama, donde yo me senté mientras ella permanecía en el piso con los brazos ahora sobre mis muslos y mirándome con cara de �no sé�, no tuvo tiempo más que para sentir que mi verga se abría paso en su boca diminuta. Sentía sus dientes raspar el tronco de mi pija y la puntita atropellar su lengua que, tratando de esquivarla, sólo me daba un rico placer. De inmediato empezó a tener arcadas y un sonido más líquido aún comenzó a escucharse. En su boca tenía menos de la mitad de mi verga y parecía imposible que le entrara más así que tomándola del cabello le hice echar su cabeza hacia atrás y le pasaba mi pija entera por sus labios. Ella chupaba como si fuese un helado y succionaba sus jugos a la vez que impregnaba mi pene ahora de su saliva. Escuché el sonido de las sillas doblarse, venía del patio, y eso sólo indicaba el poco tiempo que teníamos. Mis ojos se posaron sobre ella �¿Lista?� le dije, pero sin darle tiempo a responder ya tenía de nuevo mi verga en su boca. Se aferraba a mis muslos y me miraba implorando un �detente� con sus ojos bien abiertos, con fuerza logré que al menos mi pija entrara la mitad y sentía cómo su saliva escurría por el resto de carne que se quedaba afuera, sus ojos se ponían vidriosos y sentí que estaba a punto de acabar. El sonido de su boquita con cada entrar y salir era más fuerte, más atropellado, y se volvió más fuerte apenas empecé a acabar. Yo jadeaba fuerte y ella me apretaba los muslos pero con mi mano en su cabello le impedí sacarse la pija de la boca. La veía tratando de devolver la leche que le inundaba la boca y al hacerlo se veían gotitas resbalar por mi pija, la cual le seguía empujando ya más suave. Saqué mi pija de su boca y para mi sorpresa, no escupió ni una gota, sino que se vio obligada a tragar todito. Sólo se limpió los labios con sus manos donde sí le había quedado la esperma que había tratado de escupir. Ahora estaba más agotada que nunca y la ayudé a incorporarse sobre la cama. Le puse su ropa a un lado y la acobijé tapándola a ella y a sus prendas, cerré las cortinas y me vestí delante suyo, la veía exhausta y complacida, con una toalla le limpié la carita y el cuello, �ahora serás mi sobrina preferida� le susurré antes de darle un beso en la mejilla, cerca de los labios. El olor ahora era de leche, jugos y fresa. Encendí el ventilador de techo y salí dejando con seguro la puerta. Me lavé en el baño la cara y me fui a mi cuarto que quedaba apenas empezando las escaleras. Me cambié y bajé. Me encontré con mi hija que me dijo �Mi mamá se va a quedar aquí, mi tía también. Dormiremos todas en mi cuarto.� Y para evitar cualquier duda yo sólo asentí, le di un beso en la frente a Laurita y bajé a la cocina donde paradójicamente tenía un helado de fresa con mantecado.


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4 respuestas

  1. cariitho

    me muero de ganas por el otro relato y como te coges a tu sobrina y a tu hija al mismo tiempo

  2. nindery

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  3. loobo caliente

    buenisima , historia, espero con ansia la continuación

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