Por

Anónimo

septiembre 23, 2013

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MI DULCE Y APASIONANTE ESPOSA TERESA 2

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Pero lo más terrible de todo, es que esa �visita� había en realidad despertado en mi una sensación erótica que antes no había experimentado con relación a mi bella esposa, y que me tenía fuertemente excitado, pensando en lo que podía pasar aquella tarde. Yo podía negarme a aceptar la presencia de este sujeto en mi hogar, pero un sentido oculto y morboso había asomado y crecido dentro de mí.

¿A qué se debía esto? Quiero confesar que desde joven, las Putas y el ambiente que ellas provocan me gustaron siempre. Ese fuego, ese calor, esa tensión sexual que solo se encuentra en los locales que ellas frecuentan, me encendía, haciendo que yo disfrute intensamente ir donde ellas. Pero era soltero en ese tiempo, ahora estaba casado, con una hembra tiernita y sexy; la cual, estaba seguro, era físicamente más voluptuosa y provocativa que cualquiera de ellas.

Lo que yo estaba sintiendo entonces, era un morboso deseo de experimentar junto a ella, la cercanía de otro hombre, que no sea yo, y que; quien sabe, no tenía otro deseo que seducir y hacer suya a mi mujer. Estos sentimientos tan encontrados entre mi morbo y mis celos me habían quitado la paz, y todas esas horas previas a la visita, me tenían erotizado y sexualmente despierto.

Por su parte, creo que a mi niña le pasaba lo mismo, ya que por momentos la veía pensativa y algo inquieta. Esa noche del viernes, aunque los dos nos sentíamos atraídos, no había sino una especie de alerta sexual. Yo por mi parte, estaba irreconocible, sentía solo el deseo de acariciarla e incitarla sexualmente, como lo haría un hombre extraño, que por primera vez tenía la oportunidad de manosear esa carne apetitosa y palpitante. La besé con una intensidad desconocida, y las palmas de mi mano; que juntas no alcanzar a cubrir la parte trasera de una sola de esas piernas abundantes y carnosas, la envolvieron, la empalmaron, y la rozaron de abajo hacia arriba, y de arriba hacia abajo; disfrutando mi posesión de varón, exaltando su deseo de ser poseída, enardeciéndola; haciendo que ella disfrute golosamente y con delicia, la sensación de sentirse tomada, poseída, y rendida como mujer.

La mente sexual de ella estaba también encendida, alerta, y con cierta lujuria, porque mientras me besaba, se le salió espontáneamente decirme: �¿Qué ropa quieres que me ponga mañana en la tarde?� Yo, sonriendo pensé: �Estás tocada también por el morbo, mira como tiemblas y suspiras�

– Quiero que mañana estés atrayente y sensual, quiero que el mecánico sienta envidia de la tentadora mujer que tengo por esposa. Ponte ese terno jean, con el que siempre me gusta verte.

– ¡¡Diego, me voy a ver demasiado atrevida vestida así!!

– No, nada de eso, es tu cuerpo, ¿porqué tienes que ocultarlo?

– ¿Tú crees? ¡¡Uyyy�!! Siento cosas� como escalofríos.

– A ver, ¿Cómo te sientes Tere para mañana?

– �¡¡Hay, hay!! No sé, me siento como acalorada, pero con algo de miedo�, Dijo; y con los ojos muy abiertos, se estremeció.

– Siéntete tranquila, no te olvides que estaré a tu lado.

– �Si, si�, respondió, y con un profundo suspiro se acurrucó en mi pecho, mientras yo la abrazaba protectoramente.

Eran las 3 de la tarde cuando alguien tocó fuertemente la puerta. Yo abrí, era el mecánico Fedro.

Sinceramente, me sentí algo impresionado. Este hombre medía unos 15 cm más que mí; es decir, tendría por lo menos 1,90 mts de estatura. Su rostro era blanco, juvenil, muy bien parecido, de dientes blancos bien alineados, con una quijada grande y firme, y ojos confiados pero dominantes. Se lo veía con un porte muy seguro, y físicamente fuerte. Su pecho parecía una armadura, y sus antebrazos eran gruesos y fuertes, propios de gente de su oficio.

Lo hice entrar, me porté muy cordial, y el muy atento y caballeroso. Destapé una botella de vino, y empezamos a dialogar de cosas triviales.

Después de unos 30 minutos, llamé a Tere para que venga donde estábamos. Mientras esperábamos su llegada, una corta pero tensa expectativa se dio entre los dos machos.

La entrada de mi esposa no pudo ser más espectacular. Parada sobre unos elevados taconcitos celestes, lucía un coqueto y pequeñísimo short jean, y una blusita de la misma tela, que apenas le llegaban debajo de sus senos. Con todo descubierto, su cintura y su vientre se mostraban finísimos, insinuantes, y reveladores. De esas caderas amplias y rotundas, brotaban de manera escandalosa unas piernas curvilíneas, carnosas, y sensualmente atrevidas.

Era el sexo hecho mujer, incitando el morbo, seduciendo con su presencia, tentando y conquistando el deseo de los dos hombres que la contemplábamos incrédulos.

Tere estaba irresistible, su figura de mujer era sexualmente indecente, yo pensé de inmediato: �Parece una puta atrevida y seductora, con rostro y sonrisa casi infantil�

Fedro; deslumbrado, se apresuró a saludarla con un beso en la mejilla. Al hacerlo, sus fuertes manos apretaron la delicada cintura de mi esposa; que, al sentir el contacto, se estremeció involuntariamente. Al separarse de él, ella parecía a punto de desmayarse.

Después de hacerlo sentar, yo noté que Tere tenía una cierta palidez en su lindo rostro sin maquillaje, se la veía visiblemente nerviosa e insegura frente a ese hombre. Algo intimidada, se levantó a servir unas copas de vino. Al hacerlo, por detrás de sus piernas, rebosando de carne apetitosa, brotaron los carnosos cachetes de sus nalgas; completamente expuestas, pues los filos del pequeñísimo Short llegaban a cubrir apenas la parte superior de sus voluptuosas caderas.

Fedro, ante esta insinuante y carnal contemplación, hiso como que apartaba su mirada al suelo; luego, regresando su mirada hacia mí, pareció sorprenderse al descubrir que yo, mirando a mi curvilínea esposa, y moviendo con incredulidad mi cabeza, estaba sonriendo.

Este gesto mío animó al mecánico, y lo hizo entrar en confianza, que terminó por decirme: �Vecino, con todo respeto, déjeme decirle que tiene usted como esposa a una mujer de belleza impresionante, y un físico fuera de serie� Yo lo miré fijamente y solo le dije: �Gracias�, mientras pensaba entre mi: �Si supieras como esta rica hembra culea en la cama�

Después de esto, la velada continuó con una tensión sexual que podía cortarse con un cuchillo.

Fedro, aunque caballeroso y atento conmigo, no dejaba de lanzar a mi esposa rápidas y furtivas miradas de admiración. Cuando esto ocurría, mi esposa se sofocaba y bajaba la mirada; o inquieta, dirigía sus ojos en otra dirección, y en otras ocasiones, respirando con fuerza, se frotaba las rodillas con sus dos manos. Era evidente para mí que el mecánico no le era indiferente a ella; y por el contrario, aunque parecía estar muy nerviosa y excitada con su presencia, a ratos reía con gusto, y elevaba su copa de vino en dirección a él, como invitándolo a beber, con una sonrisa de deliciosa ingenuidad.

No tardé en darme cuenta que, a medida que pasaba el tiempo, el mecánico Fedro de manera natural se hacía más simpático en el ambiente de mi casa, en la que los tres estábamos reunidos. Debo reconocer que tenía buen humor, narró algunas de sus más divertidas historias, y parecía cada vez más amigable con mi esposa, la cual estaba encantada, riendo mucho.

Yo quería ver como se portaba en mi ausencia, y no sabía como, así que cuando sonó en mi celular una llamada dije que volvería en un cierto rato, pues con esa persona debía tratar asuntos vitales de mi trabajo. Salí y me dirigí a un discreto observatorio que solo yo conocía.

Estando a solas los dos, mi esposa, y después de un rato de tensión y silencio en la que él la traspasaba con su mirada, ella; sumamente nerviosa, se levantó a llenar las copas. Cuando estaba en esta tarea, el mecánico llegó hacia ella desde atrás, y suavemente y con cierto temor le dijo a Tere si podía ayudarle a llenar el vino. Ella quedó en silencio, y el acercándose detrás de ella tuvo la audaz ocurrencia de tomar y guiar la mano de ella en esa tarea, mientras el gran bulto de su verga erecta rosaba sus nalgas. Ella, paralizada de nervios y de excitación le dejó hacer, luego ella movió su cabeza, como queriendo sacudirse del calor de su aliento, pero él no se inmutó, y siguió tomando y guiando la mano de Tere hasta que las copas quedaron llenas. Luego, muy naturalmente, como si fuera su mujer en la intimidad, mientras sostenía y apretaba aún con su mano derecha la mano derecha de ella, con su mano izquierda apartó un mechón de sus cabellos, y besó suavemente su delicada nuca.

Ante esta caricia, a Tere pareció que la había alcanzado un rayo, y con los ojos cerrados, y la cabeza levantada, hiso por un instante con sus labios un delicado pucherito, moviendo su cabecita de un lado a otro, con un gesto que parecía más un gesto de entrega que de protesta. Cuando después de hacer algo de ruido yo entré, el ya estaba sentado, y con una mirada un poco temerosa, me sonrió.

Por un momento, quise terminar este asunto a mi modo, y despedir a este sujeto de mi casa, pero rápidamente resolví dejar que esto continuara. Después de todo, este tipo por alguna razón había dejado a mi mujer trémula, y como una gelatina de nervios excitados, y había convertido también a mi verga en una potente vara de hierro. Mi Pene me ardía y latía con fuerza, mientras mi mente vagaba por parajes de erotismo insospechado. ¡¡Que sensación tan intensa y tan ardiente ver a ese hombre hacer en mi ausencia; y tan rápidamente, esas caricias que habían tocado tan profundamente la sexualidad de mi mujer, a pesar de la lealtad que ella me profesaba!! Este hombre me estaba demostrando que la psiquis de mi joven esposa se había mostrado en ese momento muy vulnerable y débil, y yo quería saber más de ella, y la forma en que su conducta iría evolucionando en su trato con Fedro.

La velada entre los tres se hizo más intensa. Las miradas y frases del mecánico se hacían por momentos más insinuantes, y a pesar de que Tere ya no estaba tomando hacia mucho rato, parecía como ausente y embriagada de una sensación interna que parecía tenerla excitada permanentemente. El mecánico se dirigía a ella con insinuante respeto, y en ocasiones la halagaba delante mío, el parecía muy cómodo, y contento de disfrutar estos momentos con nosotros. En ese momento sonó el teléfono y Salí nuevamente, dirigiéndome otra vez al observatorio. Cuando estuve allí, descubrí con cierta preocupación que me sentía muy excitado sexualmente, la respiración me faltaba, y parecía que estaba poseído por una fiebre erótica.

Sintiéndose a solas, mi joven y provocadora esposa parecía no hallarse en sí mismo, se movía en su puesto de un lado a otro sin mirar al mecánico, parecía algo indefensa y sensible, y se la veía sexualmente vulnerable a la presencia cercana de ese hombre, que evidentemente había afectado sus defensas de mujer. El, en ese momento parecía muy tímido. A pesar de ello, como tomando fuerzas se sentó a su lado. Mi esposa, temblando miró en otra dirección, luego; repentinamente y con mucha inseguridad, ella lo miró, y el impulsivamente le estampó un beso. Al separarse de ella, la volvió a mirar a los ojos; y esta vez, lentamente se apoderó como varón de esos labios que solo habían sido besados por mí. Y Mientras le daba este segundo beso, sus manos se encontraron con las tersas y sensuales curvas de las piernas de mi deliciosa hembra, a las cuales acarició despacio y delicadamente.

Cuando entré por segunda vez, el no se había apartado del lado de mi esposa, y sin saber qué hacer con sus gestos, hiso el ademán de invitarme a una copa. Mi esposa Tere ya no daba más, con toda su sexualidad alterada parecía que no se hallaba en si mismo, ni yo tampoco. Así que decidí que por ahora esto era suficiente, y que debíamos procesar lo que estaba ocurriendo, y hablar con ella sobre esto, sin culpabilizarla, y con la idea de que estos intensos momentos eróticos tendrían que llegar a algo después, no sé de qué manera. Así que despedí a este hombre de la manera más tranquila, que con cierta oculta culpabilidad en su mirada, se despidió de mí y de mi esposa�.CONTINUARÀ (Mi esposa culea por primera vez�.con otro hombre)


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2 respuestas

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