Por

Anónimo

agosto 31, 2013

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La esclava del sexo 1 (contado por ella)

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Todo lo que recuerdo de mi infancia, es el temor a los hombres que me inculcó mi madre. Ella me decía: �Cuídate, cuídate de los hombres, lo único que buscarán de ti es tu cuerpo. Y así lo hice, yo les huía desde niña, pero lo que más me asustó fue descubrir que me gustaban; pero no cualquiera de ellos, sino los que tenían cara de pícaros y sinvergüenzas. Es que ellos conocían ya quien era yo, y en cualquier rincón y esquina me detenían y me arrimaban a la pared, besándome y llenándome de caricias, mientras me decían cosas obscenas. Yo, con el corazón latiendo fuertemente, me escapaba de ellos, llena de susto. Pero sentía por ellos algo extraño dentro de mí.

Pero eso no era lo malo, lo malo es que desde muy joven he tenido un cuerpo deseado por los hombres: Soy muy piernona, tetona, y bonita; y siempre me he sentido muy sexy, y de nada me pongo excitada. En mi barrio los chicos me llamaban �la guitarra�, por mis curvas.

De todos mis miedos, el mayor de todos era dejarme llevar de mis pensamientos sobre el sexo. A pesar de que me cuidaban, el sexo me atraía, y me imaginaba cosas: Me imaginaba a veces que me asaltaban y me llevaban lejos, a una casa donde me violaban por una semana, en otras me veía vestida con poca ropa paseando por los muelles, donde están los estibadores, provocándolos a tener sexo conmigo: Luego, llena de pánico me arrepentía, y suspirando con fuerza, trataba de alejarme de esas ideas.

Lo cierto es que por esos miedos, a pesar de tener 17 años no iba a los bailes, no tenía amigos, y procuraba estar lejos de cualquier hombre.

Hasta que un día, mi papá me apoyó y me prestó una plata. Fui donde el mayorista y adquirí un lote de ropa, iniciando mi propio negocio de venta puerta a puerta.

Yo solo vendía ropa de señoras, y me iba muy bien con ellas, hasta el día que toqué esa puerta.

 

La persona que me recibió era la viva imagen de los hombres que yo temía. Su sonrisa era vivaz y burlona, tenía una pequeña cicatriz en la mejilla. Mirándome de pies a cabeza me dijo: �¡¡Vaya, que tenemos aquí, una rica angelita!! ¿vino a provocar a los pecadores?�

Yo, muy agitada repuse: �No es broma ¿está su esposa?

No está; me dijo poniéndose serio, pero estoy yo ¿en qué puedo servirle?

�Vendo ropa de mujer, pero si su esposa no está, me voy nomás�

�No, ¿por qué? Yo soy el que paga su ropa, pase, quiero ver lo que usted quiere venderme�, me dijo insinuándose con picardía y segunda intención.

Yo, que percibí bien lo que quiso decirme, en vez de mostrarme seria ¡¡me sonreí!! Así soy yo de loca y tonta.

El, cogiendo confianza, me empujó suavemente por mi espalda, y con un ademán de su brazo me hiso entrar. Yo, embobada, y mirando todos lados de esa sala, me senté llena de temor, y un calor ardiente que me iba creciendo por dentro. Él era un patán atractivo, fatalmente atractivo.

�Quiero ver lo que trae, seguro le compraré algo�

Dicho esto último por parte de él, cogí algo de confianza y le fui mostrando algunas prendas, mientras él; en ciertos momentos, miraba sin ningún disimulo mis rodillas, y parte de mis piernas, que se habían descubierto al sentarme.

Mientras el parecía ver la ropa, su intención de seducirme me cubrió en silencio en todo momento. Su mirada intensa era penetrante, yo sabía lo que esos ojos me decían, y sentía que por momentos iba a desfallecer delante de él, o a salir corriendo de allí.

De pronto me preguntó: �¿Tiene lencería, ropa interior de mujer?� Yo, sin pensar nada le dije: �Si� y saqué de mi bolso algunas prendas que el empezó a ver.

De pronto; de manera resuelta, me dijo algo que me dejó paralizada: �Esta prenda está bien, mi esposa tiene más o menos su talla, pero no estoy seguro. Por favor, pruébese esta pieza; si le queda bien a usted, le compraré media docena de ellas�

¿Qué, cómo? ¿Ese hombre me pedía que me cambie delante de él, y me pruebe para él esa ropa íntima? ¡¡Que descaro!! Sentí que una ráfaga de calor y de vergüenza me cubría, y rápidamente respondí: �¡¡No, no señor, no lo haré!!�

Él, persuasivamente respondió: �No le estoy pidiendo que se cambie delante mío, solo quiero comprar; venga, aquí puede hacerlo, yo no la miraré�, Y en medio de mi confusión, me dejó en una salita adyacente, y cerró la puerta, alejándose.

Allí, a solas, presa de la mayor confusión no entendía lo que me estaba pasando ¿Porqué era tan débil, y porque no había resistido, o abandonado la casa de ese desconocido?

Después de un momento de agitado aturdimiento, miré la prenda que él había elegido: Era un Body-tanga negro muy revelador y sexy. Atontada como estaba, me tomé la cabeza llena de una excitante confusión que fue creciendo cada vez más. La sangre me hervía, las venas me latían, y una sensación erótica que ya conocía en mis sueños y fantasías se fue apoderando de mí. En la salita había por casualidad un gran espejo de cuerpo entero, me miré en él. Yo no veía nada, solo un rostro confuso, dominado por una pasión desconocida, que me pedía que haga algo prohibido para mí.

Obedecí como sonámbula ese impulso, y me saqué lentamente el jean que vestía.

Las curvas de mis muslos brotaron poderosamente de la tela elástica que las ceñía ocultas. Al quitarme los sostenes, mis seños parecían volcanes que respiraban fuego y sexo. Quedé desnuda.

Yo estaba asombrada, el espejo reflejaba un cuerpo de mujer Latina voluptuoso, curvilíneo, y bello. Toqué con íntimo placer cada pliegue de mi piel. La sentía suave, femeninamente vellosa y ardiente. Parecía que lo que estaba pensando provenía más bien de una loca, pues dije en mi interior: �Soy bella, me siento atractiva, cualquier hombre se dejaría atacar por defenderme y hacerme suya, ¡¡que rica que estoy!!� Y mi pensamiento se hiso más atrevido: �Si ese hombre que está afuera me viera, quedaría impactado, no podría creer lo que ven sus ojos�

Y me puse esa indecente prenda íntima. Al verme me sentí incitante y sensual, una mujer que con el pretexto de probar esa prenda podría mostrarse tal como era: Una hembra de rostro hermoso, con piernas torneadas y exuberantes �Lo dejaré mudo de admiración� dije dentro de mí, y venciendo todo rastro de temor, salí.

Al verme, Yaro; que así se llama, se puso de pie en silencio, y como una fiera sexual dominante que disfruta a su hembra, recorrió con sus ojos profesionales todo mi cuerpo. �Date una vuelta�, me ordenó. Yo, completamente dominada por la salvaje excitación sexual que sentía, me di la vuelta para él.

�Jamás había visto una mujer más completamente bella que tu� Me dijo, con una pasión concentrada, y con poder varonil se acercó a mí, me tomó con fuerza de mis cabellos elevando mi barbilla, y mis labios entre-abiertos y calientes, recibieron su primer beso con excitada y apasionada sumisión y entrega. Y mientras sentía su dominio, su lengua recorría el interior de mi boca. Yo ya era suya.

Luego, me volteó de espaldas, de cara a la pared, sostenida por mis manos, mientras sus dientes de fuego mordían mi nuca y mi cuello. Y mientras sentía que se desvestía y me desvestía, sus labios fogosos besaron y mordieron mi espalda, mi cintura, mis nalgas redondas y macizas, la curvatura de mis muslos carnosos y vírgenes, mis delicadas pantorrillas que jamás ningún hombre había acariciado. Y cuando parecía que yo iba a explotar de deseo, mientras besaba mi nuca, y sus manos apretaban mis senos, una verga ardiente e hinchada irrumpió en medio de mis nalgas, haciéndome sentir su vigor de varón.

Luego, suavemente me susurró al oído: �¿Te sientes mujer, te sientes una hembra rica de verdad?�

�Si�, le dije, mientras buscaba de costado sus labios, sintiendo el empuje de su enorme verga, simulando penetrarme por detrás.

�Ahora, te voy a hacer mi mujer, te voy a culiar rico, para que sientas mi verga en tu rica vagina, ¿te quieres dejar culiar de mí?�

�Sí, quiero que me hagas tu mujer�, le dije susurrando con suave intensidad.

A continuación me dio la vuelta, y después de acariciarme toda, besándome, con su lengua dentro de mi boca, me fue penetrando despacio, hasta llegar a lo más hondo de mis entrañas. Él iba metiendo y sacando su grande y gorda verga de proxeneta, mientras me decía: �Te voy a hacer conocer distintos ambientes�, �te voy a hacer que disfrutes la carne�, �voy a hacer que te vuelvas loca por la verga� �Dejarás todo a un lado por mí�, �Te convertiré en la más rica y complaciente de las putas�

Y yo, trastornada de placer, a cada una de esas frases respondía: �Si, si, lo haré, lo haré papito�

Y me culió, despacio y con gozo, con el dominio de un macho que hace suya a una hembra que disfruta complacida su obediencia.

Después de culiarme por más de una hora, haciéndome sentir varias veces lo que era un orgasmo, Yaro me tuvo acurrucada, besándome con ternura, mientras yo acariciaba su gran verga, siempre erecta. Esa fue mi entrada al excitante, turbulento, y carnal mundo de los hombres que me empezaron a convertir paulatinamente en su hembra, su esclava del sexo��..CONTINUARÁ.


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2 respuestas

  1. nindery

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