Por

Anónimo

julio 4, 2013

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Por infiel, inicie a mi esposa en la prostit(11)

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Mientras yo y el peligroso capo sorbíamos nuestras copas de licor, contemplábamos la incomparable figura de Andrea, que subida en esos elegantes tacos, parecía altísima, y hondamente excitante.

Y como no serlo, con su exuberante cuerpo blanco, contrastando con esas diminutas prendas negras: La prenda inferior, un sensual cachetero negro de encaje transparente, permitía que las ampulosas curvas de Andrea se expandan de sus filos de forma voluptuosa, impresionantemente carnales. Daba ganas de acercarse, y acariciar esos grandes y sensuales muslos con la verga, y apretar esos cachetes traseros de sus nalgas, que impúdicamente sobresalían del indecente interior negro. Arriba de esta prenda, el apretado corsé negro; que solo llegaba hasta la base de sus hermosos senos, hacían que estos derramen y exploten con blancura y sensualidad, mientras sus sexys aureolas rosadas, invitaban a ser besados de manera golosa. La imagen sexual de mujer que mi esposa mostraba, era irresistible y carnal.

Y mientras ella caminaba, insinuándose por la habitación, la música de salsa que escapaba del interior del prostíbulo, se filtraba en nuestro ambiente, haciéndolo sentir vulgar y sensual, porque en corto tiempo, esa mujer, iba a ser poseída por ese gigantón peligroso. Y esa mujer era mi propia esposa, con quien hacía menos de 2 meses, compartía conmigo y con nuestra hija, un hogar respetable y próspero. Ella, una mujer distinguida y hermosa, proveniente de la alta sociedad Guayaquileña. Yo, un hombre de gran experiencia, trabajador, hogareño, y poseedor de una cuantiosa fortuna. ¿Qué hacíamos allí? ¿Qué nos había ocurrido?

Primero, la sombra dolorosa y persistente de la traición de ella, rompiendo el orden y la paz del hogar. Luego, mi explosiva reacción, queriendo compensar mi dolor, llevando por despecho a mi esposa a un burdel de la 18, incitándola e introduciéndola al sensual mundo de la prostitución, haciendo que una arrolladora pasión sexual; oculta en ella, se manifieste y se muestre de manera que ahora era imposible detener. Después de ello, con la ansiosa complacencia y aprobación de ella, la había compartido, haciendo que otro hombre la desee, la seduzca, y la posea como hombre en mi propia casa. Y ahora, roto el dique que la contenía como mujer casta y honrada, ella estaba dando rienda suelta a ardientes fantasías, que nos había traído al peligroso ambiente de este prostíbulo, cuyo dueño era el gigante negro en cuya habitación estábamos, y que jadeando de deseo por mi esposa, con la mirada fija en sus deliciosas curvas, se disponía a hacerla suya.

El negro se sacó sus pantalones y zapatos blancos, y haciendo una seña, invitó a Andrea a sentarse en sus fuertes y velludas piernas. Andrea, sabiéndose deseada, se acercó con movimientos voluptuosos, y se sentó en regazo del fornido varón. El la contempló sonriente y satisfecho, apretando sus pechos con deseo, besando de manera vulgar las provocadoras aureolas rosadas de Andrea. Ella, cerrando los ojos, emitió prolongados gemidos complacientes, mientras las gruesas manotas del negro acariciaban sus pantorrillas y muslos, besando después sus labios, con la complacencia y poderío con que acariciaba y besaba a las putas de su burdel.

Mi esposa tenía las mejillas rosadas por la excitación, y poseída por el demonio del deseo, solo quería ser de él. Sus brazos rodeaban el grueso cuello del negro, besándolo en el rostro, en sus labios, y dejando escapar su ardiente y oloroso aliento de mujer en el cuello y en la nuca de su poderoso violador. Yo para ellos estaba ausente, y solo se oían sus gemidos y susurros de placer, mientras se acariciaban, mordían y besaban con pasión cada vez más intensa.

El negro puso de pie a Andrea, le sacó el cachetero, y de rodillas besó y acarició sus pantorrillas, sus piernas blancas y carnosas, llegando a su pubis, para introducir su lengua en el sexo palpitante y húmedo de ella, que con los ojos cerrados, y la cabeza hacia atrás, tomaba la cabeza del negro, acercándola a su sexo, mientras con la boca abierta jadeaba con fuerza: ¡¡AH, AHH, AHHH, AHHHH, AHHHHH, AHHHHHHHH�!!. El negro Pambelé, con la fuerza y tesón de un ternero amamantando, se prendió del sexo de Andrea, chupando, absorbiendo, mordiendo su vagina y su clítoris, haciendo que la Puta pierda el control gritando: ¡¡AY, AY, AY, AYYYYYYY, AGHHHHHH�.OHOOOO, OHHHHHH!!

Fuera de sí, el negro mordía el abundante vello púbico de Andrea, tirando de los pelos, arrancando algunos de ellos, poseído por un tesón de animal; y escupiéndolos, mientras ella temblaba y gritaba, moviendo su cabeza con los ojos cerrados y apretados. Luego, el negro se sacó su camisa, y tomando con fuerza a mi esposa, se la hecho sobre sus hombros robustos y vellosos, y sin consideración alguna, la arrojó sobre la cama, la acomodó en el filo de ella, y continuó amamantando con salvaje gozo el sexo de mi esposa, que para ese momento estaba irreconocible, jadeando y gritando sin control.

El negro; al fin, sudoroso se levantó, ostentando con salvaje virilidad una verga tan descomunal, que parecía imposible creer que sea humana, no solo por su tamaño, sino también por su grosor. Esa verga negra, cabezona, y venosa, estaba tan erecta, que daba la impresión de que pertenecía a un burro, y no a él.

El negro, de pie frente a la cama, hiso sentar a mi esposa al filo de ella, y tomando con fuerza su cabeza, acercó la vergota a la boca de Andrea, quien estupefacta contemplaba el descomunal miembro. Y como si algo en ella le dijera que para eso había venido, pasó su lengua por la cabezota, y empezó a lamerla por los costados. Luego, por primera vez en su vida, introdujo ese enorme mazo de carne en su boca, que por su grosor no quería entrar en ella, hasta que luego de varios intentos llenos de suspiros, arcadas, y asfixias, la monstruosa verga del negro, expandiendo los labios de Andrea como un estrecho guante de caucho, se introdujo en su boca. Mientras el negro metía y sacaba su pieza en medio de sus expandidos labios, Andrea abría y cerraba desmesuradamente sus ojos, agarrada de las nalgas del negro.

Cuando Pambelé, después de más de 10 minutos de esta violación oral, sintió que se venía, retiró la vergota de la boca de Andrea, dedicándose a mamar con pasión sus erectos pezones. Ella, fuera de control se retorcía gimiendo a gritos. Y cuando parecía que Andrea no podía más de excitación y placer, sin sacarle el corsé que oprimía el vientre de mi esposa, le depositó debajo de sus nalgas una grande y sólida almohada, levantando su palpitante y velluda vulva, que anhelante se ofreció a la penetración del negro.

Lo que vi y filmé me dejó impresionado por mucho tiempo: Pambelé, sudoroso, y con la decidida actitud de una animal, agarrado de las ricas piernas de Andrea, comenzó a introducir su gran verga en el hoyo de Andrea, como un poderoso torpedo de 35 centímetros en un estrecho guante de carne. Los cerrados labios de la vagina de Andrea, sin poder expandirse más, parecían a punto de reventarse, pero el negro, con bestial empeño, y moviendo en círculos su verga, no se detuvo hasta coronar la parte más profunda del sexo de Andrea. Luego, el negro, con una gran dificultad le sacaba 10 centímetros de ese negro salchichón, y se lo volvía a introducir, haciéndolo así, hasta que los jugos de los dos empezaron a lubricar el angosto orificio de su chucha de Puta.

La verga del negro Pambelé parecía una inmensa y gruesa varilla de hierro, penetrando la carne de mi esposa, en tanto que ella, a cada poderoso empuje de ese animal gritaba: ¡¡Ay, Ay, Ay, Ay, Ay, Ay�!!. El brutal mete y saca fue creciendo en poder e intensidad, mi esposa gritaba en cada enterrada de verga: ¡¡OH, OH, OH, OH, QUE BESTIA, QUE RICA TU VERGA, CULEA, CULEA, CULEA, CULEATE A TU PUTA, ASI, ASI, ASI, ASI, ASI, ASI�!! Y se estremecía y temblaba sudorosa, con cada golpe de la intensa y profunda penetración del negro.

Pambelé, encorvado y apoderado de esa ardiente vagina, le gritaba apasionado a mi esposa: ¡¡TOMA, TOMA, TOMA, TOMA TU VERGA, TOMAAAA, PERRA ARRECHA, TOMA, TOMA, TOMA TU VERGA, ESTA SI ES VERGA, PUTA REGALADA, CULEA CON TU MACHO, CULEA, CULEA, CULEA COMO PUTA!!

De pronto, de golpe paró la salvaje embestida de su enorme e verga, sacándola de improviso de la ardorosa vagina de Andrea, escuchándose un sonido parecido a ¡¡CHUPPP!! Como si se hubiese descorchado una caliente botella de carne. Luego, la volteó de inmediato. Iba a darle por el culo, en el momento de mayor compenetración y excitación de los dos. Con un ágil movimiento sacó de un velador cercano, una caja de vaselina de petróleo, y se la untó en esa verga como si fuera un mástil, y con otro movimiento le untó el culo de Andrea, metiéndole el dedo hasta dentro, como si engrasara un engranaje de carne. Luego, colocó a Andrea en posición de 4, mientras ella sumisa obedecía; y antes que se diera cuenta, la inmensa cabezota negra de su pene se estaba abriendo paso por ese virgen y rojo anillo de cuero. Andrea grita con la fuerza de una loca: ¡¡SÁCAMELA, SÁCAMELA, AY, NO, NO, NOOOO, HAY, HAYYYY!! Y así, hasta soterrarla hasta el fondo. Luego, el maldito negro, con la pose anhelante de un burro, comenzó a enterrarle su mazo, con una fuerza terrible. Y DALE, Y DALE, Y DALE, Y DALE, Y DALE, Y DALE, Y DALE, Y DALE��.

Andrea no pudo más, y se desvaneció dando saltos y espasmos, mientras los dos orgasmos simultáneos llenaban de leche espesa y caliente la cama que soportó la más salvaje y brutal culiada de la cual ella había sido cómplice. �Eres rica, la más arrecha de las putas, y que rica tu boca, tu chucha, y tu culo. Quiero que vuelvas a venir� le dijo el negro Pambelé a Andrea, que casi sin sentido, se derrumbó después en el cuarto del hotel, donde durmió hasta las siguientes 24 horas siguientes���..


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2 respuestas

  1. nindery

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