Mis primeras pajas viendo porno en la TV
Era una de esas noches donde el silencio en la casa era absoluto, y sólo se escuchaba el tic-tac del reloj en el pasillo.
Mi madre ya dormía profundamente, y el ambiente estaba tan quieto que incluso podía oír mi propia respiración. Me quedé un rato en mi cuarto, sin sueño y en total calma, cuando se me ocurrió intentar una vieja «técnica» para enganchar alguna señal perdida en la tele. Así que me acomodé en la cama, agarré el control y empecé a cambiar de canal uno tras otro, buscando en esas frecuencias que a veces mostraban algo más… interesante.
Después de un rato de insistencia, el televisor empezó a mostrar imágenes medio borrosas de algo que, a juzgar por las sombras y movimientos, parecía un programa diferente al resto.
Con el volumen al mínimo, miraba la pantalla casi sin parpadear, y poco a poco, entre interferencias, se iba aclarando la imagen. Sentí el pulso acelerarse y me quedé pegado a la pantalla, cada vez más atrapado por lo que veía.
Era una mezcla de adrenalina y emoción por haber «capturado» esa señal que nunca estaba durante el día, solo en esas horas de la madrugada. A medida que el contenido se hacía más claro, sentí un impulso muy familiar que empezó a ganar terreno.
Recordé esa sensación de hacía unas semanas cuando me había frotado la pijita hasta sentir ese cosquilleo y alivio.
Ahora lo tenía más claro: probé refregarme directamente. Era un tremendo placer, aunque seguía con el miedo de que fuera “pis” y hacerme encima.
El tiempo parecía detenerse mientras veía esas tetas en la pantalla. Era todo bastante vintage ahora que recuerdo: pelos ondulados, tetas al descubierto y un hombre acariciándose.
Ojo, mientras, con la otra oreja no dejaba de escuchar atentamente los sonidos de la casa, sobre todo porque sabía que mi mamá dormía en la habitación de al lado y que, en cualquier momento, podría levantarse para ir al baño.
La puerta de mi habitación estaba entreabierta, y cada vez que escuchaba algún crujido o algún movimiento, saltaba el corazón e inmediatamente dejaba de tocarme. Sin embargo, la atracción por la pantalla y lo que veía era más fuerte, así que continué, atento, entre refriegos y frenadas de golpe.
Tenía la pijita súper dura. Unos 13 centímetros bien erectos.
Llegó un momento clave y es que, para más comodidad, probé bajarme el calzoncillo por debajo de los huevos, y hacer el movimiento directo de mi mano sobre mi piel de la pija.
Debo aclarar que no tengo hecha la circuncisión, y la piel me cubre toda la cabeza del pene, y apenas la bajaba con dificultad.
Cada tanto, me quedaba quieto, escuchando, asegurándome de que todo seguía en silencio. Pero era tan excitante la situación, que seguí.
Y así pasaban los minutos, mientras me refregaba por momentos la mano en la cabeza de la pijita, por otros me la empujaba para abajo y en otros la tomaba y subía y bajaba la piel del prepucio.
El riesgo de que mi madre pasara justo por la puerta solo intensificaba esa velocidad.
Cada ruido en la casa, cada sombra en el pasillo, era un recordatorio de que cualquier movimiento en falso podía descubrirme.
Así, luego de unos minutos más, sentí ese cosquilleo nuevamente, recorriendo la base de mi pene hasta la punta de la cabecita, sentí un pequeño espasmo en mi cuerpo y piernas, y al fin me relajé.
En pocos segundos, mi pijita volvió a su minúsculo tamaño que tenía en reposo: unos 2 a 3 centímetros, con suerte, con la cabeza cubierta por la pielcita.
Deja un comentario
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.