Lo que voy a contar se produjo hace muchos años, era por Mayo del 81. Tenía yo entonces 14 años. Yo era buen estudiante y me estaba preparando los exámenes de fin de curso. Era una tarde calurosa. La vivienda familiar era una vivienda modesta de alquiler. Me levanté para ir a beber agua y cruzando el pasillo me encontré la puerta del dormitorio de mis padres abiertas, en él mi madre totalmente desnuda cambiándose de ropa. Me quedé parado observándola, mi madre al poco, 10 segundos quizá, advirtió mi presencia, volvió la cara, y yo desaparecí azorado inmediatamente pasillo adelante hasta la cocina.

Al rato cuando mi madre se iba a la calle, me miró hasta que levanté la vista de los libros y me dijo: «no te vayas a tocar», me ruboricé, y le contesté que no, que no se preocupara.

Mi madre entonces tenía 37 años, tenía un buen tipo y era guapísima de cara. Me llevé eludiéndola algunos días. Por supuesto que me hice una paja diaria pensando en sus tetas, grandes y con unos pezones puntiagudos, en su bonito culo y en su coño peludo que apenas pude ver.

Éramos cuatro de familia, mi madre y yo, mi padre, cuatro años mayor que mi madre y mi hermano tres años menor que yo.

Recuerdo que ya habían finalizado los exámenes, probablemente era finales de Junio. De nuevo pasé por el pasillo, de nuevo la puerta abierta y de nuevo mi madre desnuda. Se estaba mirando al espejo y se arreglaba el pelo con las manos. Estábamos solo los dos en casa, mi padre en el trabajo y mi hermano había ido con los tíos a la playa. Somos de Jerez de la Frontera. Ella advirtió de nuevo mi presencia, pero esta vez no salí huyendo, me quedé quieto, casi paralizado, no sé que me ocurrió. Ella, después de mirarme, «vamos abobao», y como yo no me movía se fue y cerró la puerta. Esta vez vi, observé su coño, tuve tiempo suficiente, me gustó mucho. Cuando mi madre se iba, yo estaba viendo la tele, y me dijo: «tenemos que hablar, eh», de nuevo me ruboricé, agache la cabeza y callé.

Recuerdo que en esas semanas, un día que vino el casero, que por cierto venía a menudo, mi padre le dijo a mi madre: «Loli, ven que don Rafael quiere verte». Mi hermano y yo comíamos en la cocina. Mi madre entró en el baño y refunfuñando, en un par de minutos se cambió de ropa saliendo con un albornoz puesto. Me intrigó la situación y al rato fuí a espiar. La puerta de la salita estaba cerrada y yo miré por el agujero de la llave. Veía a mi madre de espaldas y parecía que se sujetaba el albornoz abierto. Mi padre decía a don Rafael que ya parecía que estaba mejor, don Rafael le preguntó a mi madre:� y tú, que, ¿para cuando?�. Mi madre le respondió que a ella le gustaría estar para el fin de semana.

En esos días mi madre era mi auténtica obsesión, me pajeaba continuamente pensando en ella.

Mi madre se estaba duchando, mi hermano jugaba en su habitación, mi padre no estaba en casa. No sé si impulsado por mi obsesión, me armé de valor y entré en el cuarto de baño. Me dijo mi madre que qué hacía yo allí, que saliese inmediatamente; pero yo me quedé, observándola, mi madre se tapó las tetas con las manos y cuando se disponía a gritar, le dije que mi hermano estaba allí, que vendría y la liaría. Observé que sus tetas estaban llenas de moratones y que su culo y el interior de sus muslos lo estaban igualmente. Que te ha pasado, le pregunté, me dijo que nada, que se cayó y que saliese de allí inmediatamente. No le hice caso. Cogió la toalla indignada y se tapó. Le volví a preguntar, no me dijo nada y se fue al dormitorio envuelta en la toalla.

Al poco entré en el dormitorio, tenía las bragas puestas. Le volví a preguntar y me gritó que me fuese. Me fui.

Creo que era el viernes cuando por la mañana don Rafael vino a casa con mi padre, mi padre gritó: �Loli, don Rafael�. Y mi madre volvió a meterse en el cuarto de baño y a salir a los tres minutos siguientes dentro del albornoz y con unos zapatos de tacones. La dejé ir y de nuevo espié mirando por el agujero de la puerta. Pude oír como don Rafael le dijo que ofreciese su mejilla, ella se la ofreció y don Rafael le propinó una sonora bofetada, ni ella ni mi padre se quejaron. Después vi como se quitó el albornoz quedando totalmente desnuda y don Rafael le dijo, que magnifico, que este fin de semana habría fiesta, mi madre sonrió y mi padre hizo un gesto de aprobación. Hui antes de ser descubierto. A medio día mientras ella trajinaba en la cocina le dije a mi madre que necesitaba verla desnuda, que era necesario para mi, a lo que ella me contestó que se lo diría a mi padre, que me dejara de tonterías, yo insistí, le conté que sabía que don Rafael la veía desnuda y que la abofeteó, la amenacé con que se lo contaría a Juanito, y que Juanito, mi hermano, la emprendería con el casero. Mi padre estaba con Juanito viendo la tele.

Cuando mi padre se fue al trabajo, al rato escuché la voz de mi madre desde su cuarto que me llamaba. Acudí. Bien, me querías ver desnuda ¿no?, pues pasa. Atranca la puerta con una silla, no vaya a ser que el durmiente aparezca, se refería a Juanito que estaba durmiendo la siesta. Así lo hice. Entonces ella comenzó a desnudarse mecánicamente, sin escarceos ni movimientos provocativos. Yo me saqué la polla y comencé a masturbarme lentamente, mi sorpresa fue que ella no protestó. Cuando se quitó toda la ropa se recostó en la cama dónde yo estaba sentado pelándomela. Casi sin proponérmelo se me fue las manos a sus tetas y le pregunté si le dolían los moratones, me dijo que un poquito, también le pregunté que si se lo había hecho don Rafael y ella me dijo que sí. Le pregunté el porqué de aquello, a lo que ella me contestó, que era por dinero, porque a mi padre le gustaba y porque a ella no le disgustaba. Seguí acariciándola y en un momento me encontré con mi mano izquierda metida dentro de su coño, a ella le dio un pequeño sobresalto y me dijo que bueno que basta ya, que Juan se iba a levantar y que saliese y así lo hice.