
Por
Anónimo
TÍTULO. SOY UNA MADRE BISEXUAL Y FOLLÉ CON MI HIJO
TÍTULO. SOY UNA MADRE BISEXUAL Y FOLLÉ CON MI HIJO VESTIDO DE MUJER
AUTOR. GALLEGO VERDE
Me llamo Eva y soy una mujer viuda, que a mis 34 años vivo con mi hijo, Lolo de 18 y ambos tenemos una gran confianza. Soy bisexual y me gusta practicar el lesbianismo con algunas amigas íntimas y con mis hermanas: Carmen y Pili, dos bombones, la primera que tiene 30 años y la segunda 32.
Yo veía que mi hijo siempre estaba rebuscando la mesilla en la que guardo mis braguitas, tangas y sujetadores, más numerosas medias muy sexys, pues de vez en cuando suelo echar algún polvo con un amigo ocasional, ya que donde haya una buena polla, me olvido de chochitos y tetas, y es que soy una ninfómana, venida a menos, ya que desde que murió mi marido, hace seis años, habré echado cinco o seis polvos, con hombres, y me habré comido un montón de coños en el mismo tiempo.
Una tarde en que me encontraba muy nerviosa y preocupada, le pedí permiso a mi jefe y salí de la oficina ya que me dolía mucho la cabeza.
Al entrar en casa, pensando que no había nadie, me quité los zapatos me despojé de la falda, la blusa y en tanga y sujetador me fui a hacer �pipi�, aunque lo pensé mejor y sabiendo que estaba sola, entré al baño completamente desnuda.
Casi me quedé helada al ver a mi hijo vestido con mis prendas íntimas: sujetador, bragas y hasta unas medias. Como es muy guapo y algo femenino, parecía una mujer, ya que se había maquillado con colorete, rímel en los ojos y los labios pintados de rouge fuerte. Además lucía una peluca rubia platino mía y unos zapatos negros de tacón altísimo.
�¡Qué susto me has dado, hija mía!�le dije excitadísima mientras le abrazaba contra mi cuerpo desnudo y le daba un beso en los labios, que luego se transformó en un �morreo� con lengua, que él no rechazó pues estaba aterrado al pensar que yo me había enfadado al verlo travestido.
�Per..perdona ma�mamá. Me gustaría haber nacido mujer y cambiaría mi pene por un chochito como el tuyo, y por unas tetas tan gordas, pero preciosas y tan redonditas y suaves, me dijo mientras acariciaba mis pechos y jugaba con mis pezones que se pusieron erectos.
�Hijo. Perdona la pregunta�¿Eres gay?
�No lo sé, mamá. Te lo juro, pero estoy cansado de vestir de chico y de ser un hombre. Me gustaría salir a la calle vestido de mujer y luciendo zapatos de tacón. Me intriga mucho el mundo femenino.
�Vamos a ver como es tu verguita y yo te diré lo que debes hacer, para ver cumplido tu sueño.
Le bajé las bragas y vi que tenía un pene largo y grueso, que se metía entre los muslos para aparentar que tenía un monte de venus, en lugar de los atributos viriles. Eran tan apetitosos que me excitaron como mujer, olvidándome de que él era mi hijo.
�¿Me dejas que te haga una pajita para ver si se pone tieso el penecito de mi hijito del alma?
�Sí mamá, hazme lo que quieras. Quiero ser tu hija e irme contigo de comprar a una lencería, a una boutique y a una zapatería para adquirir mi ropa propia femenina.
De nuevo le di un beso en la boca, le cogí su verga y comencé a hacerle una paja que le gustó muchísimo, hasta el punto de que su erección fue de caballo. Luego le día un besito en el glande, que destilaba gotas del líquido preseminal y me engullí la seta gigantesca azulada por el deseo, sorbiendo todo el tronco hasta que casi me asfixié al meterme tan grande polla en mi boquita y garganta.
Me comí su polla, la sorbí, mordisqueé, la humedecía con mi saliva y le hice un masaje muy sensual a sus testículos. Tanto me esmeré con mi mamada, que mi hijo, olvidándose de su ramalazo femenino, tembló como una hoja y eyaculó en mi boca un montón enorme de semen que engullí hasta la última gota, lamiéndome los labios, golosa, después de que su pene se quedara seco, y él se sentó en el inodoro ,desmadejado por el esfuerzo y el placer.
�Ahora cómo quieres ser una señorita moderna y putilla, tienes que beberte tu propio semen, que tengo en mi boca y lengua, y que te daré gustosa, para que sepas lo que siente una mujer de verdad, al hacerle una felación a un hombre.
Mi hijo obediente me besó en la boca y le pasé una cantidad grande de su propia lefa, nos dimos caricias linguales y él disfrutó bebiéndose sus caldos viriles. Yo me mojé toda con la experiencia que acababa de vivir con mi hijo, al que bauticé como Sonia. Para cuando fuera vestido de chica.
Luego le ordené que me chupara el chocho y que metiera sus dedos en él, a la vez que titilaba mi clítoris inflamado por la excitación sexual que sentía. Él me dio una comida de �chichi� que me dejó alteradísima. Sabía, Lolo o Sonia, chuparme la rajita, meterme la lengua hasta adentro de la rosada cavidad femenina, de mi tesorito íntimo y a la vez jugaba con mi clítoris que creció una barbaridad con sus caricias.
Yo saqué del armarito del baño un pene grandísimo que tenía de látex y con el que me masturbaba todas las noches, en la soledad de mi cama conyugal. Le hice que pusiera mi �nenaza� morritos de puta y que lo chupara para que aprendiera a hacer felaciones.
Estoy segura de que el juguetito tendría el sabor de mi chumino, ya que me lo introducía en mi coño hasta el útero, y en mi culo, hasta la base, regalándome un montón de orgasmos, pues sustituía dignamente a ese amante anónimo que pocas veces tenía entre mis piernas.
Cuando Sonia chupó golosa mi polla de látex, le hice venir a mi habitación, la tumbé en la cama bocabajo y con un lubricante le unté su anito y el interior de su esfínter anal, para que la introducción del pene de plástico fuera menos dolorosa, para esa aprendiza de putita adolescente.
Mi hijo se puso muy excitado cuando le metí medio juguetito en su culito y puse en marcha el vibrador. Y seguí empujando más aunque sabía que le dolía ya que a mí me costó bastante poder introducir en mi culo, tan hermoso sucedáneo de polla. La follé con un placer indescriptible mientras él se corría de placer y me ponía perdida la sábana de mi cama, al llenármela con su semen.
Después de que concluyera el jueguecito anal, le hice echarse bocarriba tumbado en mi lecho y me subí abierta de piernas encima de él y me introduje su pene erecto en mi chocho. Fue una cabalgada salvaje la que le hice, ya que la textura de su pene, su dureza y grosor, su longitud, me devolvieron el deseo sexual hacia los hombres y me olvidé de mis sesiones lésbicas, que eran gratas, pero más el follar con mi hijo, por muy vestido de mujer que estuviera.
Movía las caderas rotando como una batidora y el culo. Subía y bajaba, me metía hasta lo más profundo de mi coño su picha y él me chupaba las tetas, me mamaba los pezones y jugaba con esos dos melones carnosos y femeninos que siempre han causado deseo en los hombres y envidia en las mujeres, ya que sin operármelos y después de haber tenido un hijo parecen tan tersos y altivos como los de una jovencita.
Cuando se corrió en mi coño y me llenó con chorros de leche, le di las gracias, grité su nombre y tuve una cadena de orgasmos que me dejaron hecha una piltrafa, ya que tenía todo el coño y el culo lleno de leche y la cama mojada, pero no me importó.
Hicimos un sesenta y nueve y después de lavarle a mi hijo la picha y de escondérsela atada entre los muslos, le dejé uno de mis vestidos más sexys, y tras darle un repaso a su estética ambas nos fuimos cogidas del brazo, a ver boutiques y lencerías, para proporcionarle unos vestidos, tangas, sujetadores y medias propios. También unos saltos de cama, unos picardías, etc. Era una perfecta mujer y nadie se dio cuenta de que era un muchacho en vez de una nena.
Lo puse a trabajar en las vacaciones del instituto en el gimnasio femenino, donde yo trabajaba como secretaria. Él, vestido de mujer de la limpieza, iba, por todas las instalaciones, tan feliz, donde muchas señoras y señoritas estaban desnudas, creyendo, erróneamente, que solamente allí estábamos un grupo de mujeres, nunca un hombre, aunque fuera travestido.
Se ponía a limpiar las duchas cuando las clientas se estaban duchando y se hartaba de ver culos, tetas, chochos, de mujeres de todas las edades y yo me reía imaginando la cara que pondrían las puritanas, si supieran quien era el que se escondía bajo esa apariencia femenina, o mejor dicho de mujer preciosa.
Llegó tan lejos en su transformación femenina, que era perfectísima, que llegó a meterse en la cabina del baño de señoras con una compañera mía, que tenía 32 años y acababa de parir. Lourdes, que así se llamaba mi compañera, se bajó la braga, se limpió el chochito�según comentó mi hijo�y él se tuvo que sentar en el inodoro para que ella no le viera el pollón que ocultaba y la erección que ese monumento de mujer le había provocado.
Ahora han pasado dos años y mi hijo y yo, follamos todos los días, somos una pareja de lesbianas, aunque él tenga una buena polla, de momento, pues ha seguido ya un tratamiento hormonal y tiene tetas, piernas, cara y culo de mujer y cuando reúna un dinerillo se someterá al cambio de sexo.
Pero como los secretos no se pueden guardar mucho tiempo, en nuestras orgías suelen participar muchos días mis hermanas Carmen y Pili, que son folladas por mi hijo como perras y les riega sus coños provocándoles todos los orgasmos que una mujer puede soportar.
Mi hijo también se ha follado a mis amigas, que dicen a sus maridos y parejas, que Lolo es una chica y ellos sin duda y a poco que mi hijo se lo propusiera tratarían de tener un rollo con él, creyendo que era una mujer auténtica.
Pero omitía decir, que antes de que Lolo y yo seamos madre e hija y se convierta para siempre en Sonia, me ha dado una hermosa niña y el ginecólogo me ha anunciado que estoy de nuevo encinta. Pase lo que pase como hombre y mujer, o como dos mujeres, mi hijo y yo siempre seremos una pareja feliz y bien avenida personal y sexualmente hablando.
FIN
2 respuestas
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