
Por
Mi hermana y yo
Hola, soy de Málaga, mi nombre es Lorenzo y tengo 46 años
Desde siempre, he tenido una relación muy especial con mi hermana, Ana que es 6 años menor que yo. Ella es morena, alta, con un cuerpo precioso y unos pechos y un culo muy bien formados. Por mi parte, tengo estatura media, 1,75 m, siempre he sido deportista y corro desde hace tiempo, haciendo medias maratones, por lo que estoy en forma, fuerte pero sin grandes músculos, más bien delgado
Somos muy parecidos en cuanto al carácter y desde pequeños a ella le gustaba meterse en mi cama, mientras yo estudiaba, decía que porque le gustaba verme estudiar. Éramos pequeños y la sacaba de mi cama, pero crecemos��
Y ahora, por encima de los 40 los dos, sin parejas estables, pues nos vemos alguna vez y seguía flotando en el ambiente esa tensión hasta hace unos meses��
Me llamó al móvil y me dijo que quería hablar conmigo, por lo que como estaba en casa le pedí que viniera de inmediato, si tan urgente era.
Vino en 10 minutos, estaba cerca atenta a lo que le pudiera decir. Llegó muy triste porque su actual pareja no la dejaba irse con unas amigas de viaje, pues es un gran celoso; no te lo mereces, le dije, abandónalo, eres demasiado hembra para él. Se le pusieron los ojos encharcados de lágrimas, que resbalaban por su preciosa mejilla, surcándola inmerecidamente.
Sentí que la tenía que besar en la cara, sorberle sus lágrimas y apaciguarla, así lo hice; la abracé en el sillón de mi casa donde estábamos sentados, muy tiernamente y le besé la cara, sorbiéndole y secándole las lágrimas, ella se dejaba hacer.
Le pasé una pierna por detrás e hice que se apoyara en mí, reconfortándola, abrazándola y besándole la cara, ella girando la cabeza, y dejándome el paso libra hacia su cara y su cuello, por donde seguí, lenta y pausadamente, suave, solo insinuando mis besos, sintiendo todos y cada uno de sus pliegues, era un contacto mínimo�.seguí durante unos minutos, al cabo de los cuales, lentamente empezó a moverse rítmicamente con mis besos y caricias, ya que la abrazaba y lentamente, por debajo de sus bien formados pechos, le tocaba y acariciaba por encima de su camisa de algodón, subió los brazos y hacia detrás me cogió la cabeza, suspirando profundamente, apoyándose en mi con todo su ser.
De forma inmediata, sus gemidos se hicieron más perceptibles, su respiración más profunda y sus movimientos incluían sus caderas, que me rozaban mi pene, que en este momento se alzaba rígido por detrás suya, evidentemente lo notaba, ya que mi pantalón era de tela fina y su blusa era blanca y fina, dejando entrever sus negros pezones, duros y enormes, los cuales a la vez que lamía su cuello empecé a pellizcar suavemente.
Al hacer esto se puso rígida, se dio la vuelta y me dijo: �eres mi hermano�, no como reproche, ni como sorpresa, solo como aseveración, a lo que asentí, diciéndole, que por eso se tenía que tranquilizar, que era lo mejor, tener a un hermano para tranquilizarla y hacerla sentir amada y deseada.
Se abalanzó, me besó de una forma primaria, más que un beso fue intentar apoderarse de mí, se tumbó debajo de mí, todavía vestida, besándome, haciéndome sangre en los labios, rasgándome la piel de la espalda con sus uñas, retorciéndose, gimiendo y rozando su abultada vagina contra mi erecto pene, abriendo las piernas.
Yo por mi parte descargaba mi peso sobre ella, diciéndole al oído: �siente el peso y la verga de un macho� se retorcía de placer, se restregaba contra mí y no pude más, de un tirón le arranque, rompiéndole, la blusa blanca de fino algodón y tras ella su sujetador también blanco de encaje, los dos cayeron al suelo rotos. Sus pechos, enormes y duros por el deporte aparecieron ante mí, hundí mi cabeza en ellos, chupando y mordiendo sus grandes pezones, mientras ella gritaba y gemía de placer.
Le abrí el pantalón y de un rápido tirón de la parte baja se lo quité de un solo movimiento, la experiencia lo es todo, quedando en bragas. Por mi parte me arranqué la camiseta y me quité el pantalón y la ropa interior rápidamente, mi pene chorreaba líquido preseminal, estaba enorme y duro, me dolía, y mis testículos se encontraban llenos de semen por la excitación.
Al verlo, exclamó diciendo que era enorme y que le iba a doler. Moví la cabeza afirmando y cogí suavemente la suya, le besé en los labios y encaminé su boca hacia él, sin resistirse se lo metió en la boca, suavemente masajeándomela con la boca, succionando cada vez más rápido, deleitándose. Por mi parte, la cogí de la cabeza y le obligaba a tragársela hasta que daba arcadas, lo que le encantaba, pues sonreía, limpiándose la boca con la mano llena de su salivación, que le corría por la barbilla y el cuello.
Le dije que parara, porque me la estaba mamando muy duro y la succionaba muy fuerte, con lo que el placer era enorme y estaba sintiendo que me podía correr. No pares, me dijo, córrete en mi boca, que deseo recibir tu semen y tragármelo. Pero yo no quería, estaba excitado y quería hacerla mía, por lo que de un golpe, la empujé hacia atrás en el sillón, la hice que se abriera de piernas y se la metí de un empujón, muy duro, hasta el fondo, gritó de placer y dolor desde lo más interno de su ser, un grito ancestral, primario, mezcla de placer, lujuria y dolor.
Le seguí bombeando muy duro, sus gritos, estoy seguro, se oían desde cualquier punto de la planta, temblaba, no paraba de tener orgasmos, me arañaba con una fuerza desconocida la espalda, me mordía la oreja haciéndome daño, con sus piernas me abrazaba, sentía palpitar su vagina, caliente, húmeda, chorreando sus calientes fluidos.
Aguanté todo lo que mi experiencia me permitió y cuando no pude más, me corrí dentro de ella, inundando sus entrañas de mi semen. Abrió los ojos cuando lo sintió dentro, el grito de placer no le llegó a salir, se le quedó en su garganta, atenazado por el placer.
Se derrumbó ante el nuevo orgasmo que tuvo, al sentir mi calor y el chorro de semen en su interior, temblando de nuevo, apretando con una mano mi cabeza y con la otra hincándome las uñas en la espalda, volviéndome a hacer sangrar.
Por mi parte, me dejé caer sobre ella, exhausto. Se la saqué y sentí como le salía el semen de su interior, mojando el sillón, a ella.
Volteé lateralmente en el sillón quedando junto a ella boca arriba, le pedí que me la limpiara, con su boca. Lentamente se incorporó y mirándome a los ojos, la volvió a introducir en su boca y con suaves movimientos, me la limpió, lamiéndome los testículos, por donde había resbalado parte del semen.
Me abrazó, me miró a los ojos y me dijo:� voy a dejar al inútil de mi novio�.
La besé en los labios, abrazándola todavía más fuerte, si quitarle la vista, le dije que me tenía a mí, que cada vez que quisiera, me volvería a derramar dentro de ella, haciéndola mi hembra.
Asintió y me dijo que desde siempre se había sentido mi hembra, que cuando la penetraban sus novios, siempre había pensado en que quien la penetraba era yo, y que jamás ninguno la había hecho sentirse tan hembra ni tan deseada.
Desde entonces, hacemos el amor y follamos como locos cuando y donde queremos, porque ¿Quién puede pensar otra cosas que dos hermanos que llevan muy bien y salen de viaje juntos? ¿no?
Tus comentarios en capitanblake04@gmail.com
2 respuestas
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