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"Marta, una mujer de mediana edad, regresa antes de tiempo a casa y encuentra algo que no esperaba. "
Marta era una mujer de 48 años, divorciada desde hacía mucho tiempo. Hace tiempo que había decidido que no quería más relaciones, ya que pensaba que solo le traían problemas, salía alguna vez con las amigas, eso sí, cada vez menos, se divertía un poco y volvía para su casa. Estaba centrada en su trabajo, era abogada y en sus aficiones. Marta se cuidaba mucho, hacía mucho deporte y estaba bastante bien. No era muy alta, más bien delgada, aunque con buenas curvas y grandes pechos. Era morena y llevaba el pelo muy corto pues pensaba que le daba una apariencia de mujer dura y eso era necesario para su trabajo. Vivía en un piso junto a Cristina, su hija de 20 años que estudiaba bellas artes, la chica también era bastante hermosa, más alta que su madre, con menos pecho pero con un muy buen cuerpo. Era morena, pero iba teñida de rubia platino, aunque cambiaba de color cada poco tiempo.
Una tarde de abril, Marta había salido a correr con su amiga Susy, sin embargo, a ésta le había dado un pequeño tirón en la pierna y la carrera había durado bastante menos de lo esperado por lo que Marta regresó a casa bastante antes de tiempo. Despreocupada, sacó sus llaves y abrió la puerta. Entró en la cocina, cogió una botella de agua y mientras bebía le pareció escuchar unas risas y unos ruidos extraños, venían de la habitación de Cristina, la chica había salido con unas amigas y parece que también había vuelto antes de tiempo, Marta pensó en saludar a su hija y las amigas con las que estuviese, así se acercó a la habitación de la chica, la puerta se encontraba medio abierta y lo que percibió Marta la dejó sin palabras y totalmente sorprendida.
Cristina estaba en la cama con un chico, éste tendría unos 25 años, era alto y moreno de piel, tenía poco pelo pero mucho musculo, parecía caribeño. Justo en aquel momento Cristina, que llevaba solo un tanguita, bajó los boxers de su amante, dejándolo completamente desnudo. El chico estaba muy bien dotado, con una enorme polla que, aunque todavía no estaba todavía en erección completa, ya era de tamaño considerable.
Marta no sabía muy bien como reaccionar, tras varios segundos tomo la decisión de marcharse sigilosamente de allí pues los chicos estaban tan concentrados en lo suyo que no se habían percibido de la presencia de la mujer.
- Vaya polla tan grande y hermosa tienes-le comentó Cristina al chico, éste sonrió y le contestó : - Es tuya amor, yo soy tuyo.
La chica sonrió se acercó a él y le besó mientras acariciaba esa polla que tanto parecía desear. Él también pasaba sus brazos y manos por el cuerpo de Cristina.
Marta parecía alejarse despacio pero una parte dentro de ella no parecía querer hacerlo, quería quedarse y mirar aquello.
"Es mi hija, merece tener su intimidad" se decía a si misma. Sin embargo, esa parte atrevida parecía replicarlo, "Estas deseando ver como follan, ¿Por qué te vas? Quédate, vamos, atrévete." Tras esa breve discusión consigo misma, Marta decidió hacer caso a su parte atrevida y se quedó, eso si busco una posición detrás de la puerta donde no pudiera ser vista por los chicos y a la vez ella no perdiera detalle de aquel espectáculo que tanto parecía atraerla.
Ajenos a que estaban siendo espiados por Marta, Cristina y su dotado caribeño seguían a lo suyo, el chico se había colocado de rodillas en la cama para que Cristina chupara ávidamente su polla, ésta la metía en su boca, la lamía con ganas y la sacaba, para repetir una y otra vez aquella operación haciendo que el chico se retorciera de placer.
- Muy bien mi amor - le decía entre gemidos a Cristina - Sigue, sigue.. ¡Ahhhh!
- Me encanta tu polla- le contestaba mientras la chupaba todavía con más deseo.
Mientras Marta estaba embelesada viendo aquello, no podía dejar de mirar como Cristina chupaba aquella polla que cada vez se hacía más grande y gruesa en su boca. Ella comenzaba a sentir calor y a excitarse, acariciaba suave sus propios senos y su cara se tornaba con gesto de deseo, una de sus manos bajo más abajo, se metió dentro de su pantalón de deporte y su tanguita, retiro un poco éste y noto con un dedo lo mojada que estaba, llevó este dedo a su boca y lamió sus jugos para volver a bajarlo y comenzar a masturbarse con él. No perdía detalle con su cara de deseo pero tenía que contener las ganas de gemir para que no la oyeran.
Mientras, el caribeño había tumbado a Cristina en la cama, le había quitado el tanguita, y había metido la cabeza entre sus piernas y empezado a chupar su coño. Lamía sus labios y su clitoris a la vez que metía un dedo en aquel coño tan mojado. Cristina disfrutaba y gemía sin parar. Sin embargo, no estuvieron mucho tiempo en esa posición, Cristina quería otra cosa.
- Quiero que me folles amor - le solicitaba Cristina - Méteme esa polla tan rica y vuélveme loca, bueno todavía más.
La joven se puso en posición de perrito ofreciendo su coño a su amante. Éste, se colocó un preservativo y comenzó a penetrar por detrás el coño de Cristina que cuando sintió entrar aquella polla grito como una loca.
-Siiiiiii mi amor, fóllame, fóllame - repetía excitada.
Él metía su polla y la sacaba cada vez más rápido y fuerte, agarrando su cintura y sus nalgas con sus brazos y apretándolas. Los 2 gemían y gritaban de forma exagerada ya que estaban disfrutando como locos.
- Como te mueves mi reina - le decía él mientras la penetraba cada vez más duro- Me vuelves loquito.
- Dame más amor, quiero mucho más - le contestaba ella gimiendo - Empuja más fuerte, metémela más adentro.
Los 2 estaban en un mundo de placer mientras Marta también disfrutaba lo suyo viéndolos follar, hasta tal punto que no pudo reprimir un pequeño gemido. Cristina perdida entre el placer que sentía no oyó nada pero el chico si, volvió un poco la cabeza y sus ojos percibieron a Marta masturbándose. La sonrió con cara de placer y deseo y siguió penetrando el coño de Cristina que no dejaba de pedir más entre gritos de gozo. Marta, de repente, se sintió muy avergonzada y salió corriendo sigilosamente de su posición y se fue a su habitación, por el camino, oyó unos gritos todavía más fuertes que eran la señal de que su hija y su amante caribeño habían llegado al final y habían experimentado un intenso orgasmo. Marta todavía no había llegado a ese punto cuando fue descubierta, se metió en su habitación pensando en que iba a pasar, ¿Le contaría el caribeño en el estado en que la había visto? ¿Le diría que su madre no es más que una mirona? Ella pensaba que lo que había hecho, espiar a su hija haciendo el amor, no estaba bien. " No has hecho nada malo Marta, le decía su parte interior que le había incitado a quedarse, ¿No te ha gustado lo que has visto?". Esa no es la cuestión ahora, ¿qué va a pensar mi hija de mí si el otro le dice que me ha visto?
Estas preguntas, si os ha gustado el relato, serán respondidas muy pronto en una segunda parte.
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