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"Daniela solicita un favor muy especial "
Las clases siguientes no mejoraron del todo. Daniela llegaba algunos días con vestimenta normal: jeans, blusas ligeras, suéteres, y flats o tenis. Ciertamente no hubiera podido disimular su perfecta silueta ni aunque usara un hábito, pero así ataviada llamaba menos la atención.
Sin embargo, había ocasiones en las que llegaba vestida como para retar al mundo, y eso solía conflictuarme: jumpsuits cortitos, pantalones sastre ceñidos, shorts de piel negra...lo peor sin duda era su colección de minifaldas: de algodón, de licra, vinipiel; sueltas, de lápiz, tableadas... Conforme el semestre escolar avanzó, logre comprender algunas normas de su arreglo personal: mientras mas larga era la prenda inferior tenía que ser más ajustada; si la vestimenta inferior no era tan sexy, se debía compensar con la superior.
Sin embargo, y esto debo aclararlo bien, Daniela no se vestía como una cualquiera. Conocía con precisión matemática la diferencia entre vestir sensual y la vulgaridad, entre el insinuar y el exhibirse. Eso le ayudaba entre el profesorado a no poder llamarle la atención y, al menos yo, nunca escuché que alguien se hubiera quejado por eso.
Por otro lado, si bien parecía divertirle desordenar su entorno, como alumna era magnífica. Atenta siempre, y con disposición. Participaba, debatía con sus compañeros, tomaba posturas. No le hubiera regalado una calificación ni aunque estuviera loco por ella - y estaba cerca de eso- pero no le hacía falta. Sus exámenes eran de diez.
¿Qué se hace con una mujer que lo tiene todo?
Admirarla, solo eso. No podía pensar en acercarme con otros propósitos, mal que bien estaba en medio mi ética profesional.
Acepto que a veces llegue a imaginarme cosas. Como que su vestimenta y su trato, a veces cortés y otras coquetos, no eran sino instrumentos de seducción que ella utilizaba para hacer caer a mi o a cualquier mortal. Sin embargo, reconozco que no la vi haciéndole caso a nadie y de hecho casi siempre mostraba con sus compañeros una altivez que rayaba en lo grosero...
¿Estaría intentándolo conmigo?
¡Bah! Por supuesto que no.
Una clase, ya cercana al final del semestre, Daniela esperó a que se fueran los demás. Como era mi costumbre, cerré mi portafolio y me encamine a la salida. Justo ahí fue que se me acercó.
-Doctor, disculpe, no se vaya todavía. Quiero hacerle una consulta.
-Si, claro. ¿De qué se trata Dany? Contesté sin entender a dónde me iba a llevar eso.
-Es algo personal... No sé si este lugar sea el adecuado para contarle.
Dudé por un momento. No me pareció buena idea citarme con ella fuera de la universidad, pero la curiosidad pudo más que la prudencia.
-Puedo verte en mi oficina. Hoy a las 16:00 tengo un espacio de tiempo que podría darte.
Ella se me quedó viendo con esa mirada que desarma a los hombres, al tiempo que decía:
-¿Puede ser un poco más tarde? Tengo que ir a ver lo de un empleo.
Por mi mente pasó decirle que no. Que mi tiempo era tan valioso como el suyo y, que si no podía, lo veríamos entonces en otro día y lugar.
-¿A las 19?
-¡Perfecto!-Dijo con una gran sonrisa y repentinamente me abrazó.- ¿Le pido su numero al jefe de grupo para que me envíe su dirección?
-No, espera. Te doy mi tarjeta. -Le conteste mientras sacaba ese rectángulo de cartón de mi cartera. Una sensación de estar equivocado me estremeció.
Ella volvió a sonreír. Me dio la impresión de que esa sonrisa era de triunfo.
-Entonces lo veo más tarde. - concluyó.
Se retiró; mi mirada fue tras de ella. En mi excitacion, solo alcancé a ver una falda, pequeña y ligera, que iba de un lado a otro. Aquella forma de caminar tan suya era un prodigio: la octava maravilla del mundo curvilinea y en tacones.
Esperar. No sólo es cosa de tiempo, también tiene que ver con vislumbrar lo que se espera. Me había enviado un mensaje de whatsapp a las 7:15 pm: había tráfico y venía retrasada. De eso hacía media hora.
¿Qué iba a hacer? No quería aguardar por más tiempo, además de que en mi despacho la secretaria había volado apenas veinte minutos atrás y solo quedábamos un socio y yo.
-Vamos Joel, no seas cobarde. ¿Qué te va a pasar? Es como una cliente más de la firma.- Alcance a escuchar entonces una voz en mi interior.
Era cierto: por más que me hubiera obsesionado con mi alumna, aquella era una reunión profesional. Tomé un vaso y me serví un poco del whisky que guardaba en uno de los cajones. Abrí de nuevo el servidor de mi computadora, y me dispuse a revisar la contestación de una demanda que debía concluir.
-Nos vemos mañana Joel.- Dijo entonces mi última esperanza de no quedarme solo.
-¿Te vas ya mismo, Roger? -Le pregunté sin dejar de ver el monitor.
Mi socio libró una carcajada antes de responder:
-Pues deberías hacer lo mismo. Los muchachos ya deben ir en camino al bar de costumbre. ¿Te apuntas?
-Esta vez no. Espero a alguien.
-Será para la próxima. Hasta mañana.
Me despedí con un ademán mientras volvía a mi labor, pero no hubo tiempo para más. Hubiera pensado que se habían puesto de acuerdo porque tan luego como mi socio salió, alguien llamó a la puerta. Apuré un trago más, y me levanté a abrir. Supe que algo estaba mal cuando mi corazón latió con más fuerza de la acostumbrada. Llevaba nervios, ansiedad y una velada excitación. Exactamente el mismo tipo de sensación de cuando, hacía unos treinta años, había perdido la virginidad.
-Buenas noches Doctor, una disculpa por la demora. - Dijo ella cuando entró, pero su expresión no era de arrepentimiento, sino divertida.
-Claro Daniela, pasa.-Le respondí, mientras ella se acercaba a darme un beso en la mejilla. Su perfume ligero era embriagador.
-Que amable. En verdad no sabía con quién acudir.
-¿Es algo grave?
-No estoy segura. - Dijo mientras se sentaba frente a mi escritorio. Me explicó de un ex novio que la molestaba, que había llegado a ser violento con sus amigos y que, en sus exigencias por volver, incluso la había llegado a lastimar. Intenté seguirle el hilo de la conversación, pero el sexy palazzo que llevaba puesto atraía mi atención hacia el centro de gravedad que eran sus bien formadas piernas.
-¿Qué cree que podamos hacer?
Su pregunta me volvió de mi tortura.
-Por lo pronto, hacer la denuncia correspondiente, solicitando una orden de alejamiento.
-Si, eso había pensado... Pero el asunto tardará tiempo, y yo temo por mi vida hoy.
Quise escudriñar en su cara el signo de alguna mentira, pero nada halle. Le pregunté si tendría alguna amiga, algún familiar con quien se pudiera quedar por unos días, y ella me dijo que su familia era de otro estado de la República, que tenía pocas amistades y ninguna persona que pudiera ayudarle.
-A pesar de lo que vea. -Dijo, en lo que sus manos mostraban con gracia su figura.- Soy una mujer muy sola.
Hay veces en las que uno debería pensar más las cosas. Tener un tiempo para meditar lo que se va a comunicar. Esta no era una de ellas.
-Muy bien Danny, esto es lo que haremos. Te vas a quedar en mi casa hasta que el juez libre la orden de alejamiento.
-¿En serio Doctor? - Preguntó, y en su voz sonó la esperanza. -Gracias. Pero ¿No le molestará a su esposa?
-No te preocupes, vivo solo.
-Genial Doctor. Entonces quizá deberíamos irnos de una vez.
- ¿Y tus cosas?
Ella contestó con su irresistible coquetería:
-Están en mi coche. Todo lo que necesito se encuentra ahí.
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