Un trabajo en la costa Publicado por zaphyre el 09/08/2023 en Sexo con maduras

"Durante un ardiente verano en un chalet costero, la lujuria y tensión sexual entre Carmen, una mujer de 53 años y Marcos, un joven de 18 años que busca trabajo durante un verano se desatan, creando una pasión prohibida que desafía sus límites y cambia sus vidas."

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CAPÍTULO 1

Era una calurosa mañana de verano en el barrio donde vivía la familia Rodríguez. La casa estaba llena de vida mientras todos se preparaban para enfrentar el día. En la cocina, la madre, Marta, de cabello castaño y ojos cálidos, estaba ocupada preparando el desayuno para todos. A sus 48 años no pasaba por su mejor momento. Tras un tortuoso divorcio, se esforzaba en mantener a su familia a flote trabajando en una farmacia. La hija mayor, Laura, con su cabello largo y oscuro, se acercó bostezando y se sentó a la mesa.

 

─ ¡Buenos días, mamá! ¿Qué hay para el desayuno hoy? ─ preguntó.

 

─ ¡Buenos días, cariño! Hay tostadas y un poco de zumo de naranja ─ respondió Marta mientras colocaba los platos en la mesa.

 

Justo en ese momento, el joven Marcos, con su cabello desordenado, entró en la cocina dejando la mochila del instituto en el suelo. Era el último día de clases antes de las vacaciones de verano, y estaba emocionado por lo que el futuro le deparaba.

 

─ Mamá, Laura, hoy tengo mi primera entrevista de trabajo, para mozo de almacén en la fábrica de plásticos. ─ dijo Marcos emocionado mientras tomaba una tostada.

 

─ ¡Oh, eso es genial, Marcos! ¡Te deseo mucha suerte! Estoy segura de que lo harás muy bien ─ exclamó Marta con orgullo en sus ojos.

 

─ Claro que sí, hermanito. ¡Tú puedes! ─ agregó Laura dándole una palmada amistosa en el hombro.

 

Marcos asintió con determinación. Sabía que, si conseguía ese trabajo, podría ayudar económicamente en casa y finalmente inscribirse en la autoescuela para sacarse el carnet de automóvil, algo que siempre había deseado.

 

Mientras disfrutaban del desayuno, Marta recordó a Laura que se diera prisa si no querían llegar tarde al supermercado. La joven se rio y se levantó de la mesa rápidamente.

 

─ ¡Voy, mamá! ¡Nos vemos después, Marcos! ¡Buena suerte en la entrevista! ─ dijo Laura mientras tomaba sus cosas y se despedía.

 

─ ¡Gracias, Laura! Nos vemos más tarde ─ respondió Marcos con una sonrisa.

 

Las dos mujeres salieron de la casa y se dirigieron al coche. Marta puso las llaves en el contacto y miró a Laura con cariño.

 

─ Sabes que estoy orgullosa de ambos, ¿verdad? ─ dijo Marta con voz suave.

 

─ ¡Lo sé, mamá! Y tú también sabes que siempre estaremos aquí para apoyarte en todo ─ respondió Laura mientras miraba por la ventanilla.

 

Marta sonrió y asintió. Luego, arrancaron el coche y se dirigieron a sus respectivos trabajos.

 

Por otro lado, Marcos se colocó el casco y arrancó su moto. Camino hacia el instituto pensaba en lo que el día le depararía. Estaba ansioso por la entrevista y por el comienzo de las vacaciones de verano. El sol brillaba en el cielo, y Marcos se sentía lleno de energía y esperanza. El verano prometía ser un período de cambios y crecimiento para él y su familia.

 

En esa calurosa mañana, mientras la farmacia empezaba a llenarse de clientes, Carmen llegó con su característica sonrisa amable. La mirada de Marta se iluminó al verla. Carmen era más que una jefa, era una amiga que había estado a su lado en los momentos difíciles.

 

Carmen, una mujer de 53 años, morena de pelo rizado y baja estatura, tenía unos kilos de más, pero eso no disminuía en absoluto su confianza y encanto. Su personalidad cálida y extrovertida hacía que todos se sintieran bienvenidos a su lado. Al igual que Marta, Carmen también era divorciada desde hace años, y ambas compartían esa experiencia de vida que las había acercado aún más.

 

─ ¡Buenos días, Carmen! ¿Cómo estás hoy? ─ saludó Marta con una sonrisa alegre.

 

Carmen se acercó y puso una mano en el hombro de Marta, reconfortándola con su cálida presencia. Era una mujer que irradiaba confianza y empatía.

 

─ Buenos días, Marta. Estoy bien, gracias. ¿Y tú? ─ respondió Carmen.

 

─ Oh, ya sabes cómo son los días, altibajos, pero lo importante es seguir adelante por mis hijos ─ confesó Marta con sinceridad.

 

Carmen asintió comprensivamente. Sabía lo duro que había sido para Marta enfrentar el divorcio, pero admiraba su valentía y fortaleza para superar cualquier obstáculo.

 

Tras resolver algunos asuntos de trabajo, Carmen aprovechó un momento de descanso para preguntar por Marcos.

 

─ Hoy es el último día de clase de Marcos, ¿verdad? ─ preguntó Carmen con interés.

 

─ Así es. Ha tenido unas notas excelentes este año, y hoy tiene su primera entrevista de trabajo para el verano ─ respondió Marta con orgullo.

 

Carmen se alegró por Marcos y por el hecho de que Marta pudiera contar con su apoyo en ese momento tan importante para su hijo. Sin embargo, también compartió sus preocupaciones sobre su propio hijo.

 

─ Me alegra escuchar eso por Marcos. Por desgracia, mi hijo no es tan aplicado. Se marchará a Francia con su padre este verano, y tengo la sensación de que pasará el tiempo holgazaneando sin hacer nada de provecho ─ expresó Carmen con tristeza.

 

Marta la miró con comprensión. Ambas mujeres compartían la experiencia de ser madres y las preocupaciones que conlleva criar a sus hijos.

 

─ Cada hijo es diferente, Carmen. Seguro que tu hijo encontrará su camino. Y tú siempre has sido un gran apoyo para tu familia ─ dijo Marta con cariño.

 

Carmen asintió y le agradeció a Marta sus palabras reconfortantes.

 

─ Gracias, Marta. Tus palabras significan mucho para mí. Ahora, debo llevar a mis padres al aeropuerto. Nos vemos después, ¿vale? ─ se despidió Carmen con una sonrisa.

 

─ Claro, Carmen. Cuídate y un abrazo para tus padres ─ respondió Marta mientras veía cómo Carmen se marchaba.

 

Marta y Carmen seguían siendo pilares fundamentales en la vida de cada una. La amistad entre ellas era un refugio en medio de la vida cotidiana, y juntas enfrentarían los desafíos que la vida les tenía preparados. Ambas mujeres compartían la fuerza de haber superado un divorcio y seguían adelante con sus vidas, demostrando que el apoyo y la amistad son fundamentales para sobrellevar cualquier obstáculo.

Tras una larga jornada, Marta llegó a casa sintiendo el cansancio en su cuerpo. Entró en el salón masajeando su cuello fatigado, y allí encontró a Marcos tumbado en el sofá, mirando su móvil. Ella sabía bien cómo leer a su hijo y notó de inmediato que algo no había ido bien ese día.

 

─ Hola, cariño. ¿Cómo estuvo tu día? ¿Cómo fue la entrevista? ─ preguntó Marta con cariño, sentándose junto a él.

 

Marcos respondió con tono triste, explicando que la entrevista había sido breve y que le habían dicho que necesitaba el carnet de automóvil, no el de motocicletas.

 

Marta acarició su cabello, intentando reconfortarlo. ─ No te desanimes, hijo. Era solo la primera, seguro que en la próxima te irá mejor. No pierdas la esperanza.

 

En ese momento, Laura, su hermana mayor, se acercó desde la cocina para unirse a la conversación. ─ ¡Vamos, hermanito! La vida es así, y no hay que venirse abajo a las primeras de cambio. Seguro que pronto encontrarás una oportunidad.

 

Marcos sopesó las palabras de su hermana y asintió. ─ Tienes razón, Laura. Gracias.

 

Laura, siempre con su sentido del humor, bromeó: ─ Además, siempre puedes trabajar de payaso jaja.

 

Marcos la miró divertido y exclamó: ─ ¡Con que payaso eh! Verás como te pille.

 

Ambos empezaron a correr alrededor del sofá, como si fueran niños pequeños de nuevo. Marta rio también, disfrutando de ver a sus hijos divertirse y olvidar momentáneamente las preocupaciones.

 

─ Chicos, dejad de tonterías y vamos a cenar ─ intervino Marta entre risas.

 

Los dos hermanos se detuvieron, riendo aún, y Marcos le sacó la lengua a Laura, haciendo una mueca. Laura, sin dejar pasar la oportunidad, bromeó de nuevo. ─ Ves, como eres un payaso jajaja.

 

Marcos hizo ademán de volver a correr, pero Marta les chistó amistosamente. ─ Tu, Marcos, pon la mesa, y tú, Laura, pon a calentar la comida.

 

Ambos hermanos asintieron, y Laura le preguntó a su madre: ─ Y tú, ¿qué harás, mamá?

 

Marta sonrió y respondió: ─ Yo me quitaré el uniforme y estos zapatos que me están matando, y luego cenaremos y disfrutando de un tranquilo momento en familia ─ añadiendo algo de sarcasmo a esto último.

 

Durante la cena, las risas continuaron, haciendo que Marcos olvidara la frustración de su entrevista fallida. La familia Rodríguez era un equipo unido, capaz de apoyarse mutuamente en los buenos y malos momentos. Y así, entre risas y complicidad, compartieron una velada llena de amor y cercanía que les recordaba que, pase lo que pase, siempre estarían juntos.

 

CAPÍTULO 2

Habían pasado casi dos semanas desde la frustrante entrevista de trabajo de Marcos, y la suerte parecía esquivarlo en cada oportunidad. Cada vez que se presentaba a una entrevista, siempre había algún requisito que no cumplía, y eso comenzaba a minar su moral y confianza en sí mismo.

 

Esa mañana, Marta se montó en su coche y se despidió cariñosamente de Marcos, quien estaba ocupado cambiando el aceite de su moto. Sabía que su hijo estaba pasando por momentos difíciles, y deseaba con todas sus fuerzas que la fortuna pronto le sonriera.

 

La jornada en la farmacia transcurrió como cualquier otro día, aunque Marta estaba deseando llegar a casa y estar con su familia. Cerca de la hora de terminar su turno, Carmen llegó acompañada de sus otros dos compañeros, Mauricio y Beatriz, para una breve reunión.

 

─ Bien, como sabéis, estaré fuera los dos meses de verano ─ comenzó Carmen en un tono sereno y confiado. ─ En realidad, no hace falta que os diga mucho, porque siempre habéis demostrado ser profesionales en vuestro trabajo. Si ocurre algo grave, no dudéis en llamarme, pero para lo demás, Marta estará al cargo.

 

Marta sintió la satisfacción por la confianza que Carmen había depositado en ella. Todos asintieron, y Mauricio, tras la breve reunión, se marchó a disfrutar de su día libre mientras Beatriz se preparaba para iniciar su turno de tarde.

 

Marta recogió sus cosas y salió de la farmacia charlando con Carmen. La relación entre ambas era más que profesional; compartían una amistad que trascendía los muros del trabajo.

 

Carmen, preocupada por Marcos y su búsqueda de trabajo, le preguntó cómo le estaba yendo.

 

─ La verdad es que no está teniendo mucha suerte ─ respondió Marta con un suspiro. ─ Cada entrevista parece ser un obstáculo insuperable. Luego están sus vacaciones, me da reparo no poder darle unas en condiciones y no que esté buscando trabajo.

 

Carmen lamentó la situación y se ofreció a ayudar. ─ Voy a preguntar a algunas amistades para ver si alguno tiene algún trabajo para él ─ dijo con sinceridad.

 

Marta se sintió agradecida y abrazó a Carmen. ─ Eres increíble, Carmen. Siempre haces tanto por nosotros. Ojalá algún día pueda devolverte todos los favores.

 

Carmen modestamente le respondió: ─ No tiene importancia, Marta. Para eso están las amigas, para apoyarse y ayudarse mutuamente en los momentos difíciles.

 

Se despidieron con una sonrisa, y Marta se dirigió en su coche hacia casa. Aunque la situación de Marcos era complicada, el apoyo de su amiga Carmen le daba esperanzas de que las cosas mejorarían.

 

Marta entró en casa, soltando sus cosas y sintiéndose algo cansada después de un largo día de trabajo. En ese momento, Marcos apareció con una amplia sonrisa en el rostro. ─ ¡Hola, mamá! ─ dijo emocionado.

 

Marta se mostró intrigada por la alegría de su hijo. ─ ¿Qué te pasa, cariño? Se te ve muy contento ─ preguntó curiosa.

 

La emoción en la voz de Marcos era palpable mientras explicaba: ─ Me llamaron para una entrevista y conseguí el trabajo. ¡Por fin!

 

El rostro de Marta se iluminó con una sonrisa de felicidad. ─ ¡Oh, hijo, eso es maravilloso! Estoy muy feliz por ti. ¿De qué es el trabajo?

 

El tono de Marcos cambió, como si no estuviera seguro de cómo reaccionaría su madre. ─ Bueno… no te va a gustar mucho… ─ titubeó.

 

Marta, impaciente, le instó a decirlo sin rodeos. ─ Vamos, hijo, cuéntamelo todo.

 

Marcos se armó de valor y dijo con cierta aprensión: ─ Es en un negocio de comida para llevar… seré repartidor.

 

La sonrisa en el rostro de Marta desapareció instantáneamente. ─ Ah no, de eso ni hablar ─ exclamó con firmeza ─. Son muchas horas dando bandazos en moto, y ya sabes cómo van esos repartidores, intentando cumplir con los repartos a toda prisa.

 

Marcos suplicó con sinceridad: ─ Vamos, mamá, ya sabes que soy prudente, y es la única opción que tengo por ahora. Prometo seguir buscando, y si sale algo mejor, lo dejo sin problema.

 

Marta dudó en silencio, aunque sabía que su hijo ya era mayor de edad y estas decisiones eran de esperar. ─ Está bien, pero deberás cumplir tu palabra y seguir buscando ─ acordó finalmente. ─ Anda, ven, dame un abrazo.

 

Marcos saltó hacia los brazos de su madre, aliviado por la comprensión que encontró en ella.

 

Más tarde, durante la cena, Marcos compartió la buena noticia con el resto de la familia. Todos se alegraron por él, aunque como siempre, Marta no pudo evitar burlarse de su hijo cariñosamente.

 

─ ¡Bueno, mi valiente repartidor! Espero que puedas repartir las pizzas sin derramarlas por el camino ─ bromeó Marta, provocando risas en la mesa.

 

Marcos rio también, sintiéndose agradecido por el apoyo de su familia. Aunque su trabajo como repartidor no era el sueño ideal, sabía que debía empezar en alguna parte. Con el respaldo de su madre y el compromiso de seguir buscando oportunidades mejores, estaba listo para enfrentar cualquier desafío.

 

A la mañana siguiente, Marta se encontraba trabajando en la farmacia, pero le costaba concentrarse en sus tareas habituales. La preocupación por Marcos trabajando como repartidor todo el verano la tenía inquieta y pensativa.

 

En ese momento, apareció Carmen, bastante animada como siempre, pero al notar el semblante preocupado de Marta, se acercó a ella con preocupación. ─ ¿Pasa algo, Marta? ─ preguntó Carmen con cariño.

 

Marta suspiró y le contó sobre el trabajo de Marcos como repartidor y lo inquieta que se sentía al respecto. Le preocupaba que fuera peligroso para él.

 

La sonrisa de Carmen se hizo aún más grande al escuchar la preocupación de Marta. ─ Pues alegra esa cara, porque tengo buenas noticias para ti ─ dijo con entusiasmo.

 

Marta miró con curiosidad a Carmen, intrigada por lo que estaba por decir.

 

Carmen continuó emocionada: ─ Le he encontrado un trabajo mejor a Marcos. Será de mantenimiento en una urbanización en la costa, justo donde mis padres tienen el chalet. ¡Es perfecto! Así puede trabajar y disfrutar del verano en la playa al mismo tiempo. Se puede quedar allí conmigo en el chalet sin problemas el tiempo que quiera.

 

Marta no pudo contener su emoción y abrazó a Carmen agradecida. ─ ¡Gracias, gracias! No sabes cuánto significa esto para nosotros ─ repetía con gratitud.

 

Carmen separó el abrazo y señaló una condición para el trabajo. ─ Solo hay una condición ─ dijo con una sonrisa picarona ─, el chalet lleva casi un año sin ser visitado, así que Marcos deberá ayudarme a adecentarlo.

 

Marta asintió con entusiasmo. ─ Por supuesto, lo hará encantado ─ respondió con determinación.

 

Carmen prosiguió con la sorpresa. ─ Y hay otra condición más ─ reveló ─. Cuando sean tus dos semanas de vacaciones, tendrás que venirte allí con nosotros. Esto es innegociable.

 

A Marta casi se le saltaron las lágrimas de la emoción, y volvió a abrazar a Carmen agradeciéndole todo lo que hacía no solo por ella, sino también por su familia. Terminó su turno en la farmacia impaciente por llegar a casa y compartir todas las buenas noticias con Marcos.

 

Marta entró apresurada en casa, ansiosa por contarle a Marcos las últimas noticias sobre su trabajo. Al verla, Marcos salió a su encuentro y le comunicó que lo habían llamado del trabajo y que mañana mismo empezaría después de firmar el contrato.

 

Marta, sin perder tiempo, le sugirió que llamara para cancelar el trabajo. ─ Diles que no irás ─ instó con determinación.

 

Marcos se mostró algo desesperado al responder: ─ Mamá, ya hemos hablado de esto. No tengo otro trabajo.

 

Marta sonrió con satisfacción. ─ Querrás decir que no tenías otro trabajo ─ corrigió con entusiasmo.

 

Marcos se sintió confundido y le preguntó qué quería decir.

 

Marta emocionada, le explicó la propuesta de Carmen. ─ ¡Te ha conseguido un trabajo mucho mejor! Será de mantenimiento en una urbanización en la costa, donde estarás en el chalet junto a ella. Además, tendrás tiempo libre para disfrutar de la playa y hacer nuevos amigos ─ dijo esperanzada.

 

Marcos se sintió algo incómodo con la idea de pasar todo el verano con Carmen, pero su madre lo animó. ─ No tienes que estar con ella todo el tiempo, solo ayudarla a arreglar el chalet. Después, podrás disfrutar del verano como tú quieras ─ explicó Marta con cariño.

 

La idea de pasar tiempo en la playa y hacer nuevos amigos finalmente sedujo a Marcos, y al final aceptó la oferta de Carmen. Tenía mucho que preparar en un par de días, ya que él y Carmen se marcharían juntos.

 

El verano prometía ser inolvidable para Marcos, lleno de nuevas experiencias y oportunidades. La vida les estaba presentando desafíos y oportunidades, y la familia estaba lista para abrazarlos con valentía y entusiasmo.

 

 

CAPÍTULO 3

Al lunes siguiente, llegó el esperado día para el viaje a la costa. Carmen llegó a primera hora en su coche para recoger a Marcos. Marta y Marcos salieron a la calle para recibir a Carmen, y el cargaba su equipaje listo para partir.

 

Carmen bajó del coche y se acercó a ellos con un vestido veraniego que resaltaba su generosa figura con generoso y sensual escote. Marcos siempre había visto a Carmen vistiendo de forma recatada y no pudo evitar echarle algunas miradas indiscretas, Marta elogió a Carmen lo hermosa que estaba. ─ Qué bien te queda ese vestido, Carmen ─ dijo con una sonrisa ─ ¿Verdad, Marcos?

 

Marcos, intentando disimular, asintió nerviosamente. ─ Sí, sí, te queda muy bien ─ respondió apresurado mientras colocaba rápidamente su equipaje en el maletero del coche, queriendo salir de esa situación incómoda.

 

Carmen y Marta conversaron brevemente sobre la farmacia, y Marta aprovechó para decirle a Carmen que se fuera tranquila, ya que no la decepcionaría.

 

─ Bueno, será mejor que salgamos ya ─ dijo Carmen ─. Nos quedan casi cuatro horas de viaje.

 

Marcos se despidió de su madre y ella le recordó que hiciera caso a Carmen y se portara bien. Luego, ambos se acomodaron en el coche, listos para comenzar su viaje hacia la costa.

 

Marta, desde la acera, les dijo adiós con la mano y gritó cariñosamente a Carmen: ─ ¡Cuídamelo, por favor!

 

El coche se puso en marcha, y Marta observó cómo se alejaban con una mezcla de emoción y nerviosismo.

 

Después de una hora recorriendo la autovía, Carmen vio un cartel que anunciaba un área de descanso y le propuso a Marcos parar para desayunar y tomar un café.

 

─ ¿Quieres parar a desayunar? Yo necesito un café ─ le preguntó Carmen con una sonrisa.

 

Marcos estuvo de acuerdo. ─ Sí, me parece bien. ¿Dónde te apetece parar? ─ respondió.

 

Carmen puso el intermitente y tomó el desvío hacia el área de descanso. Una vez allí, encontraron un sitio para sentarse y pedir su desayuno.

 

Mientras desayunaban, aprovecharon para charlar y conocerse mejor. Carmen no sabía mucho sobre Marcos, así que comenzó a hacerle preguntas.

 

─ He oído que sacaste muy buenas notas, ¿es cierto? ─ preguntó curiosa.

 

Orgulloso, Marcos respondió afirmativamente. ─ Sí, así es. Siempre me ha ido bien en el instituto.

 

Carmen continuó indagando sobre su futuro. ─ ¿Tienes planes para después? ¿Algún plan para estudiar alguna carrera universitaria? ─ preguntó interesada.

 

─ Estoy esperando a que se publicaran las notas de corte para ver sus opciones, pero me gustaría estudiar alguna ingeniería.

 

─ Vaya, eso no será fácil. Tendrás que estudiar mucho ─ comentó Carmen impresionada.

 

En ese momento, un hombre resbaló de forma cómica, y ambos comenzaron a reír disimuladamente. Carmen se inclinó sobre la mesa para ocultar su risa, y durante ese momento, su escote quedó a la vista de Marcos, quien no pudo evitar sentirse atraído por pechos maduros que se agitaban frente a él. Rápidamente, desvió la mirada, tratando de ignorar esos pensamientos.

 

─ Será mejor que nos marchemos, así que necesitas ir al baño ─ propuso Carmen amablemente ─. Es el momento.

 

Marcos asintió y fue al baño. Mientras se miraba al espejo, notó que algo había despertado en su cuerpo debido a la excitación del momento. Nunca se había sentido atraído por mujeres mayores, pero esa mañana se sintió extraño por la atracción que sentía hacia Carmen.

 

Al salir del baño, Carmen estaba en la barra pagando y ambos se dirigieron al coche.

 

─ Gracias por el desayuno, Carmen ─ agradeció Marcos.

 

Carmen respondió cariñosamente: ─ No hay de qué, Marcos. Me alegra que te haya gustado.

 

Bromeando, Carmen le preguntó si quería conducir, a lo que Marcos contestó con un deseo: ─ Ojalá pudiera.

 

Ya dentro del coche, Carmen animó a Marcos diciéndole que, si trabajaba duro durante el verano, conseguiría el dinero para pagar la autoescuela.

 

─ Bueno, si trabajas duro este verano conseguirás el dinero para la autoescuela ─ le dijo con una sonrisa alentadora.

 

Marcos sonrió también, agradecido por la oportunidad que se le presentaba. El coche de Carmen retomó la autovía, dejando atrás la parada en el área de descanso, el viaje hacia la costa continuaba.

La línea de costa empezó a ser visible en el horizonte mientras se acercaban al destino final. Carmen, algo agotada de conducir, expresó su alivio: ─ Ya estamos llegando, por fin.

 

Respondió también aliviado: ─ Sí, por fin ─ El camino ha sido una tortura para él, Carmen se había subido un poco para conducir más cómoda, y sus muslos se unieron de forma tentadora con sus senos y no pudo evitar mirarla en más de una ocasión.

 

El coche siguió por una estrecha carretera hasta llegar a un descuidado chalet bastante apartado de la playa. Carmen sacó unas llaves de la guantera y le dijo a Álex: ─ Toma, abre la cancela para meter el coche.

 

Álex obedeció y mientras estiraba sus piernas, fue hasta la cancela y la abrió. Después, comenzaron a sacar el equipaje y entraron en la casa.

Carmen soltó el equipaje y le indicó: ─ Ven, te enseñaré tu habitación y el resto de la casa.

 

Siguiéndola, Marcos recorrió la casa mientras ella le mostraba cada rincón y habitación. Llegaron a una habitación no muy grande y Carmen le dijo: ─ Esta será tu habitación, deja tus cosas ahí. Mañana limpiaremos y podrás acomodar tus cosas.

 

Marcos observó la habitación y le agradeció: ─ Es perfecta, Carmen. Muchas gracias por todo.

 

Ella respondió cariñosamente: ─ No tienes que agradecerme nada, más bien yo a ti. Aquí hay bastante trabajo. Ven, vamos fuera, te enseñaré la piscina.

 

El césped estaba bastante crecido y el agua de la piscina estaba verde. ─ Pues sí que hay trabajo aquí. ─ comentó Marcos.

 

─ Bueno, cuanto antes terminemos, antes podremos remojarnos en la piscina ─ dijo ella para animarle.

 

Él le sonrió, le gustó la idea. Entraron dentro de la casa, limpiaron un poco la cocina y almorzaron. Posteriormente, se dirigieron al supermercado para hacer la compra y prepararse para el emocionante verano que les esperaba.

 

Ambos recorrían los pasillos del supermercado, Carmen iba delante y Marcos detrás, empujando el carro. La luz tenue del lugar hacía resaltar la figura de Carmen en su vestido, y Marcos no podía evitar observar sus nalgas mientras caminaba. Aunque intentaba disimular, cada vez que ella se agachaba o se movía de manera sugerente, él no podía evitar mirar sus curvas y el escote que se insinuaba bajo el vestido.

 

Carmen volvió su mirada hacia Marcos y le preguntó con amabilidad: ─ Oye Marcos, ¿qué te gusta comer? Puedes coger lo que quieras.

 

Marcos respondió un poco nervioso ─ Ah, pues como de todo, no soy delicado para eso.

 

Carmen sonrió ─ Qué bien, eso me gusta, así no tendré que preocuparme por tus gustos.

 

Continuaron deambulando por el supermercado mientras el carro se llenaba de alimentos y productos. Marcos no podía evitar quitar ojo al vaivén de las nalgas de Carmen a través del vestido. Cada vez que ella se agachaba a coger algo, él disimuladamente intentaba echar un vistazo a su escote. La incipiente sexualidad de Marcos empezaba a florecer, alentada por el cuerpo de aquella mujer madura, y aunque se sentía atraído, también se encontraba confundido por sus propios sentimientos.

 

Llegaron a la zona de higiene personal, Carmen echó al carro varios geles y champús. Observó la piel blanca de Marcos ─ Tienes la piel muy blanca, será mejor que cojamos protector solar y crema hidratante ─ le aconsejó con cariño

 

Marcos asintió ─ Sí, tienes razón, no quiero acabar como un tomate después de un día de playa.

 

En la caja, mientras ponían la compra en la cinta, la cercanía hizo que el escote de Carmen se mostrara ante Marcos nuevamente. Carmen pasó por detrás de él, y el roce de sus pechos por la espalda del joven lo dejó un poco desconcertado. Intentó ignorar esa sensación extraña y siguió ayudando a Carmen con la compra.

 

Finalmente, salieron del supermercado y cargaron todo en el coche. Marcos se sentó en el asiento del copiloto, un poco agitado por todo lo que había sucedido. La excitación y la confusión se mezclaban en su mente mientras Carmen arrancaba el coche para dirigirse al chalet. Marcos intentó mantener la compostura y se concentró en el paisaje que veían por la ventanilla. El paisaje idílico de la costa, sumado a la cercanía y sensualidad de Carmen, hicieron que su corazón latiera más rápido de lo normal.

 

El verano en la costa prometía ser más emocionante de lo que Marcos había imaginado. Sin embargo, no sabía cómo lidiar con esos sentimientos encontrados hacia Carmen. Aunque intentara disimularlo, la presencia de la mujer madura despertaba algo en él que nunca había experimentado antes. El joven estaba a punto de descubrir que el verano traería más sorpresas de las que jamás habría imaginado.

 

CAPÍTULO 4

 

A la mañana siguiente, Carmen se despertó y tras ir al baño se dirigió a la cocina. Mientras se acercaba, el olor a pan tostado le llegó. Al entrar a la cocina, vio que Marcos estaba preparando un completo desayuno.

 

Carmen dijo: ─ Buenos días, ¿y todo este despliegue?

 

Marcos, con una sonrisa, respondió: ─ Bueno, supuse que estarías cansada del día de ayer y quería tener un detalle.

 

Carmen se sentó y dijo: ─ Muchas gracias, Marcos. La verdad es que sí, tantas horas conduciendo se hacen pesadas.

 

Ambos comenzaron a desayunar mientras charlaban. Carmen propuso organizar sus tareas del día. Ella se encargaría de limpiar la casa, y Marcos arreglaría el césped y arrancaría las malas hierbas.

 

─ Me parece genial, así nos dividimos el trabajo ─ dijo el, dándole un bocado a la tostada

 

Una vez terminaron de desayunar, se pusieron ropa cómoda y se dispusieron a realizar sus tareas. Carmen cogió unas llaves y le dijo a Marcos que la acompañara.

 

Llegaron hasta el cobertizo junto a la piscina. ─ Aquí tienes las herramientas que necesites, y al fondo está el cortacésped.

 

Marcos escuchó atentamente, pero su atención se desvió hacia una vieja moto llena de polvo en un rincón.

 

Marcos preguntó curioso: ─ Oye, ¿y esa moto? ─ preguntó curioso.

 

─ Es la vieja moto de mi padre ─ dijo ella con una sonrisa melancólica.

 

─ ¿Funciona?

 

─ No, lleva un tiempo estropeada, pero ahí hay muchas piezas. Si la consigues arreglar, puedes usarla. Aún tiene seguro.

 

─ Le echaré un vistazo, a ver si puedo hacer algo ─ dijo Marcos entusiasmado.

 

─ Sería genial volver a verla andar. Ven, vamos a abrir el desagüe de la piscina para que se vaya vaciando. ─ expresó Carmen.

 

Ambos entraron en una pequeña habitación contigua. Ella intentó abrir la válvula sin éxito y le dijo a Marcos: ─ Inténtalo tú, que tendrás más fuerza.

 

La habitación era estrecha, y fue inevitable que sus cuerpos se rozaran mientras Marcos se esforzaba en abrir la válvula, su entrepierna se posó en el culo de ella y se produjo un silencio. Ambos aparentemente hicieron caso omiso de la situación incómoda y lograron abrir el desagüe para vaciar la piscina.

 

─ Si terminamos al mediodía, por la tarde podremos comenzar a limpiarla y para mañana estará llena de nuevo. ─ dijo satisfecha y algo nerviosa aun, el miembro de Marcos apoyado sobre ella la había descolocado.

 

Ambos salieron del cobertizo, El llevaba varias herramientas de jardinería. Antes de comenzar sus tareas, Carmen dijo: ─ Cualquier cosa, estaré dentro si me necesitas, Marcos.

 

Y así, ambos se dispusieron a realizar sus tareas, aprovechando el soleado día de verano en la costa. Marcos arreglaría el jardín mientras Carmen se ocuparía de la limpieza. Sin embargo, mientras trabajaban, Marcos no podía evitar sentirse inquieto y confundido por las emociones que Carmen despertaba en él. El verano apenas había comenzado, pero ya estaba lleno de sorpresas para el joven Marcos.

Cuando llevaba un rato arreglando el césped, Carmen salió de la casa. Llevaba un gorro de paja en una mano y en la otra un bote de protección solar.

 

Carmen le dijo con preocupación: ─ Échate un poco de crema para no quemarte, Marcos, y toma este gorro así estarás protegido.

 

Carmen apretó el bote de crema sobre las manos de Marcos y la esparció por sus brazos. Luego puso otro poco de crema en su mano y empezó a esparcirla por la cara de Marcos.

 

Marcos, un poco nervioso por la cercanía, se colocó el gorro y se lo agradeció ─ Gracias, Carmen.

 

Ella le sonrió ─ De nada, siempre es importante protegerse del sol. Voy a volver al interior, sigue vas muy bien.

 

Marcos había arrancado todas las malas hierbas y antes de encender el cortacésped, sintiéndose sediento, entró a la casa por la puerta trasera para beber agua.

 

Mientras pasaba por una de las habitaciones, vio algo que lo encendió por completo. Carmen estaba sobre sus rodillas en el suelo, limpiando debajo de la cama. Su vestido se había subido un poco, dejando una vista tentadora de su coño marcado completamente a través del tanga

 

Marcos, sintiéndose avergonzado por espiarla, siguió hasta la cocina sin hacer ruido. No quería que Carmen se diera cuenta de que la había visto en esa delicada situación. El instintivamente acaricio su polla por encima del pantalón mientras bebía agua.

 

Carmen, agachada aún, oyó el ruido que hizo Marcos con el vaso y se percató de que su vestido se había subido, mostrando más de lo que debía. Se preguntó si Marcos la había visto así, pero decidió no darle importancia, pensando que un joven como él no se fijaría en una mujer mayor como ella.

 

Carmen se acercó a la cocina, sin esperarse a él joven con su mano en la entrepierna y preguntó: ─ Marcos, ¿cómo vas?

 

Aparto su mano de inmediato, aunque el bulto en su pantalón era evidente

─ Bien, Carmen. Ya voy a empezar con el cortacésped ─ Apuró su vaso de agua y salió apresurado al jardín, con la mirada baja y su mano intentado ocultar su erección.

 

Carmen pensó: “Será que me vio antes agachada”. Sin embargo, no creía que un joven como él se fijara en una mujer de su edad. Pensó que quizás ella no tenía nada que ver, así que decidió dejarlo estar, pero la imagen de la mano del joven acariciándose no para de asaltarle la mente.

 

Con estos pensamientos rondándoles a ambos, prosiguieron con sus respectivas tareas. Carmen seguía limpiando y arreglando el interior de la casa, mientras Marcos encendía el cortacésped para dejar el jardín impecable. Aunque ambos intentaban concentrarse en sus quehaceres, los recuerdos de aquellos breves momentos de cercanía y tensión sexual flotaban en el ambiente.

 

Casi llegando la hora de almorzar, Marcos volvió a entrar en la casa, ya había terminado de arreglar el césped y quería que Carmen viera el resultado.

 

─ Carmen, he terminado. ¿Cómo vas tú? ─ le preguntó Marcos con entusiasmo.

 

Carmen, desde la cocina, respondió ─ Solo falta pasar la fregona y también habré terminado. Terminó de limpiar y salió con Marcos al jardín. Al ver el resultado, quedó impresionada.

 

─ Vaya, Marcos, ha quedado genial. Menudo cambio. ─ exclamó Carmen con una sonrisa de aprobación.

 

Marcos estaba lleno de restos de césped y tierra, Carmen, preocupada, le dijo ─ Deberías darte una ducha o te comenzará a picar todo el cuerpo. Anda, vamos dentro, mientras voy a preparar el almuerzo.

 

Marcos siguió el consejo de Carmen y se metió en la ducha, mientras ella se ocupaba de preparar la comida. Carmen sintió abrirse la puerta del baño y le dijo ─ Ya está la comida.

 

Marcos, con la toalla alrededor de su cintura, se asomó por la puerta de la cocina ─ Me visto y vuelvo.

 

La imagen del joven, con su torso desnudo y aún mojado de la ducha, no pasó desapercibida para Carmen. En ese momento, se dio cuenta de que Marcos se estaba convirtiendo en un hombre muy atractivo. No había reparado en ello hasta ahora, pero algo en él comenzaba a atraerla.

 

Marcos regresó ya vestido y se sentó a comer con Carmen. Mientras compartían la comida, charlaban animadamente sobre cómo quedaría la piscina y los últimos detalles que tenían que terminar.

 

─ Bueno, ya solo falta la piscina y algunos detalles más, pero tendremos que esperar un poco, ahora el sol está pegando muy fuerte. ─ comentó Carmen.

 

─ Sí, la verdad es que hoy hace mucho calor. ─ respondió Marcos.

 

Continuaron disfrutando del almuerzo y de la compañía mutua, pero algo había cambiado en ellos. Empezaban a verse de manera distinta, a sentir una conexión especial que antes no existía. Sin darse cuenta, una chispa de atracción empezaba a encenderse entre ambos, y el verano prometía ser más emocionante de lo que habían imaginado al principio.

 

Después de almorzar, deshicieron sus equipajes y descansaron un poco antes de dirigirse a limpiar la piscina. Ya cuando el sol había bajado un poco en el horizonte, cepillaban la verdina de los azulejos con esmero, y Marcos enviaba miradas furtivas a Carmen mientras trabajaban. Ella, concentrada en la tarea, agitaba su cuerpo maduro frente a la curiosa mirada del joven.

 

En un descuido, Carmen agarró la manguera para aclarar y al abrirla, sin querer, mojó a Marcos. Ambos se rieron de la situación y, en un juego cómplice, Carmen volvió a mojar a Marcos con el chorro de la manguera, esta vez intencionadamente.

 

─ Uy, perdón, es sin querer ─ dijo Carmen en tono burlón.

 

─ ¿Con qué sin querer no? ─ respondió Marcos riendo, buscando algo con lo que devolvérsela. Agarró un cubo lleno de agua y comenzó a salpicar a Carmen, desatando una guerra de risas y agua.

 

Así entre risas, terminaron empapados. El mojado vestido de Carmen se pegaba a su cuerpo, dibujando perfectamente sus curvas. Sus pezones erectos bajo la tela mojada eran un reclamo para la vista de Marcos, quien no pudo evitar sentirse atraído por la imagen que tenía frente a él.

 

Carmen, dándose cuenta de la situación y un poco avergonzada, dijo con risa nerviosa ─ Bueno, bueno, dejémonos de juegos que nos va a dar la noche.

 

Siguieron limpiando la piscina hasta terminar, ambos un poco conmocionados por lo sucedido, sumidos en sus pensamientos. Marcos no podía dejar de evocar la imagen de Carmen con su vestido mojado, y Carmen se sentía halagada de que su cuerpo despertara el interés de un hombre joven.

 

Antes de entrar en la casa, abrieron el agua de la piscina y esta se fue llenando. Por fin, podrían refrescarse.

 

Después de ducharse, compartieron una merecida cena. Carmen notó que Marcos estaba un poco nervioso por su primer día de trabajo al día siguiente.

 

─ Nervioso por mañana? ─ preguntó Carmen con cariño.

 

─ Un poco, será mi primer día en mi primer trabajo. Espero hacerlo bien. ─ respondió Marcos con cierta inseguridad.

 

Carmen le dirigió una cariñosa sonrisa y le dijo ─ Lo harás genial, estoy segura de ello. Solo sé tú mismo y verás que todo sale bien.

 

Marcos se sintió reconfortado por las palabras de Carmen y agradeció su apoyo. La complicidad entre ellos crecía con cada momento, y el verano prometía ser inolvidable para ambos.

 

Después de cenar, se relajaron en el salón viendo la televisión. La noche estaba fresca, y la brisa que entraba por la gran puerta corredera que daba al jardín de la piscina los reconfortaba después de un duro y caluroso día.

 

Marcos estaba sentado en un sillón, mientras Carmen se recostaba en el sofá. Bajo su camisón, decidió ponerse un sujetador para evitar que se repitiera la escena de esa tarde mientras limpiaban la piscina.

 

Los ojos de Carmen comenzaban a cerrarse rindiéndose al sueño, cuando notó la mirada de Marcos. Al mirar al joven, este parecía estar concentrado en la televisión, aparentemente ajeno a Carmen. Sin embargo, la duda de si Marcos miraba sus piernas la invadió, y sin pensarlo muy bien, subió un poco su camisón disimuladamente para comprobarlo, dejando que se viera el nacimiento de su culo. Fingía ver la televisión mientras por el rabillo del ojo sentía la mirada de Marcos.

 

Marcos no entendía por qué se sentía atraído por aquellas piernas de tez morena, aunque Carmen fuera mucho mayor que él. Al ver levantado el vestido, se deleitaba con la sensualidad de aquel cuerpo maduro que despertaba sus instintos y haciendo que su mano se dirigiera a presionar su polla.

 

De repente, Carmen se incorporó bruscamente y dijo ─ Me estoy quedando dormida, me iré a la cama, y tú deberías hacer lo mismo.

 

Marcos, agitado, agarró el mando de la televisión y la apagó, respondiendo ─ Sí, debo descansar para mañana, quiero dar buena impresión el primer día.

 

Dándose las buenas noches, ambos se dirigieron a sus respectivos dormitorios.

 

Ya en la cama, ambos tenían pensamientos encontrados sobre lo sucedido. Carmen repasaba todo y se decía a sí misma que debía tener más cuidado, no estaba bien provocar a Marcos para que la mirara así. Sin embargo, en su interior más profundo, la morbosidad de esas situaciones despertaba una chispa latente de excitación. Podía sentir su coño palpitar, pero se contuvo de masturbarse. Por otro lado, Marcos intentaba quedarse dormido, pero las imágenes del cuerpo de Carmen aparecían en su mente inevitablemente, dejándolo inquieto y el sin poder contenerse se pajeó.

 

El verano en aquel chalet estaba empezando a desvelar sentimientos y atracciones que ninguno de los dos esperaba. El complicado y excitante juego entre la sensualidad de Carmen y los despertares sexuales de Marcos solo estaba comenzando. Cada día juntos los llevaría a un territorio desconocido y lleno de emociones que iría más allá de la amistad.

 

CAPÍTULO 5

 

Eran las 7 de la mañana cuando el despertador de Marcos comenzó a sonar, mientras se desperezaba en la cama, Carmen tocó a su puerta.

 

─ ¿Estás despierto ya, Marcos? ─ preguntó Carmen.

 

Él dio un salto de la cama ─ Sí, voy.

 

─ Estoy haciendo café, ¿quieres?

 

Marcos, aún medio dormido, respondió ─ Sí, por favor.

 

Mientras tomaban café, Marcos se sintió culpable porque Carmen lo tuviera que llevar al trabajo ─ Esta tarde intentaré arreglar la moto, así no tendrás que levantarte temprano para llevarme.

 

Carmen, conmovida por su consideración, puso su mano en el brazo del joven y dijo: ─ Tranquilo, no me importa. Yo suelo levantarme muy temprano.

 

La voz del locutor de las noticias era el único sonido dentro del coche mientras conducían a la urbanización. Llegaron hasta una gran cancela junto a la que había una garita. La ventana de la garita se abrió y de ella se asomó un señor mayor.

 

─ Buenos días, ¿vienen a visitar a alguien? ─ dijo el señor.

 

Carmen se trepó en la ventanilla y dijo: ─ No, él es Marcos. Venimos de parte de Eusebio, el encargado de la empresa de mantenimiento.

 

─ Ah, sí, es tu primer día, ¿no, joven? ─ preguntó el señor.

 

Marcos asintió con una nerviosa sonrisa.

 

El señor apretó un botón y la cancela se abrió. Marcos quedó impresionado con las lujosas casas ajardinadas. Carmen notó su nerviosismo mientras circulaban lentamente por la urbanización.

─ Tú tranquilo, aquí sobre todo viven extranjeros ya ancianos; es una urbanización muy tranquila.

 

Marcos le dirigió una amable sonrisa. Llegaron hasta una oficina de madera prefabricada, de la que salió un hombre a su encuentro.

 

─ Carmen, ¿cómo estás? Cuánto tiempo sin vernos ─ dijo el hombre, extendiendo su mano hacia Marcos ─. Tú debes ser Marcos, ¿no?

 

Marcos apretó la mano de Eusebio y dijo algo nervioso ─ Encantado.

 

Tras saludarse, Eusebio le dijo a Marcos ─ Ven, acompáñame a la oficina.

 

Carmen se despidió de Eusebio y le dijo a Marcos que la avisara después para recogerlo, luego tras desearle suerte se marchó en su coche.

 

Marcos, tras firmar el contrato, recibió una breve formación de riesgos laborales y lo colocaron junto con otro trabajador con el que pasaría el resto de la semana aprendiendo los entresijos de su trabajo. El joven estaba emocionado por esta nueva experiencia, pero también algo nervioso por querer dar una buena impresión en su primer día de trabajo. Mientras tanto, Carmen volvía a casa, pensando en el joven y en cómo se las arreglaría en su nuevo empleo. Sin duda, su presencia en el chalet y su relación estrecha con Marcos estaban tomando un rumbo inesperado y emocionante.

 

Después de una jornada sencilla y sin muchos problemas, Marcos terminó su primer día de trabajo. Mientras charlaba con Eusebio, Carmen llegó en su coche y Marcos se encaminó hacia ella. Eusebio aprovechó para preguntarle a Carmen por sus padres, y ella se bajó del coche para charlar con él durante unos minutos mientras Marcos los observaba desde dentro del coche. Extrañamente, Marcos se sintió celoso cuando vio cómo Eusebio pasaba su brazo por la cintura de Carmen al despedirse.

 

En el camino de vuelta a casa, Marcos le explicó a Carmen cómo le había ido en su primer día. Cuando llegaron, Carmen le dijo que la piscina ya estaba llena y que podrían darse un baño antes de comer. A Marcos le agradó la idea de sumergirse en el agua.

 

Mientras nadaba en la piscina, Carmen salió al jardín para avisarle de que la comida estaba lista. El joven salió de la piscina y ella no pudo evitar admirar el torso de piel pálida de Marcos. Después de enjuagarse en la ducha, se reunieron para almorzar.

Carmen y Marcos habían compartido un agradable almuerzo en el jardín de la casa. Mientras recogían los platos, Carmen se giró hacia Marcos con curiosidad.

 

─ ¿Qué tienes pensado hacer por la tarde? ─ le preguntó, con una sonrisa.

 

Marcos apoyó los platos en la encimera y se pensó un momento antes de responder.

 

─ Pienso dormir un poco para descansar y luego intentaré arreglar la moto ─ dijo con convencido.

 

Carmen asintió, mostrando interés en sus planes.

 

─ Suena como un buen plan. Yo, por mi parte, planeo descansar y disfrutar del sol y la piscina ─ respondió.

 

Después de finalizar sus tareas en la cocina, ambos se sintieron cansados y decidieron tomarse un merecido descanso. Marcos se encaminó hacia su habitación, mientras Carmen se acomodaba en el cómodo sofá de la sala de estar. La televisión estaba encendida, y Carmen cambió los canales hasta encontrar algo interesante para ver.

 

 

Sin saber cuánto tiempo había dormido, Marcos se levantó y salió al jardín, donde Carmen lo saludó desde dentro de la piscina y le preguntó si no se iba a bañar.

 

─ Más tarde, no quiero estar mojado mientras arreglo la moto, respondió Marcos.

 

Ella siguió nadando, mientras resonaba el ruido de las herramientas y las piezas. Al salió del agua y se tumbó en la hamaca a secarse al sol. Estaba relajada cuando su móvil comenzó a sonar. Era Marta, la madre de Marcos.

 

─ Marta, ¿cómo estás? ¿Todo bien por allí?

 

─ Sí, sí, Carmen. Te llamaba para preguntarte por Marcos. Hablé con él y me dijo que todo iba bien, pero ya sabes cómo son los adolescentes, no te puedes fiar de ellos.

 

Ambas se rieron, y Carmen le aseguró que todo estaba bien. Le contó que Marcos estaba ayudándole mucho en el chalet, y que su jefe le había comentado que era un chico obediente y educado.

 

─ Me quedo más tranquila con tus palabras ─ dijo Marta aliviada.

 

─ No tienes que preocuparte. Mira, precisamente ahora está arreglando la moto de mi padre. Ya me gustaría a mí tener un hombre tan atento y dispuesto como él ─ bromeó Carmen.

 

─ Oye, oye, no me quites a mi hijo. Búscate otro novio.

 

Ambas volvieron a reírse, y Carmen llamó a Marcos para que hablara con su madre.

 

─ Marcos, ven, es tu madre.

 

Marcos llegó al trote y tomó el teléfono.

 

Mientras ellos hablaban, sus ojos ocultos bajo las gafas de sol recorrían el torso desnudo y adornado por gotas de sudor de Marcos. La idea de tener un joven como él como pareja, como había dicho su madre, inquietó su mente.

 

Cuando Marcos colgó y antes de que se fuera a seguir con la moto, Carmen lo paró ─ Espera, échate crema protectora o te quemarás.

 

Agarró el bote de crema y le echó en las manos de Marcos, y él comenzó a untársela por el pecho y los brazos. Carmen le pidió que se diera la vuelta, y ella misma le aplicó crema en la espalda del joven. Sentir su piel y músculos en sus manos encendió una chispa de excitación en Carmen, quien demoró todo lo que pudo ese momento. Las manos de Carmen acariciando su espalda tuvieron un efecto similar en Marcos y sus bellos se erizaron. Una vez que su piel absorbió la crema, Marcos volvió junto a la moto.

 

Ella nadaba en la piscina de nuevo cuando reconoció el ruido del motor de la moto de su padre. Salió del agua y se acercó con una sonrisa.

 

─ ¡Oye, lo has conseguido! ─ Exclamó Carmen emocionada.

 

─ Sí, ha costado un poco, pero ahora va como la seda ─ respondió Marcos, mostrando su satisfacción por haber arreglado la moto.

 

Agachado, Marcos recorrió el cuerpo mojado de Carmen con la mirada, observando cada detalle que marcaba su bikini. A Carmen no le pasó desapercibido el interés de Marcos, pero en lugar de sentirse incómoda, se dejó admirar, alagada y excitada por la atención del joven.

 

─ Pues corre y date un merecido baño en la piscina, le sugirió Carmen con una mirada pícara.

 

Ambos se metieron en el agua y entre bromas, risas y salpicaduras, pasaron el resto de la tarde divirtiéndose en la piscina. Luego llegó el momento de cenar, y tras ducharse, se sentaron a la mesa. Durante la cena, se miraron con interés, tratando de disimularlo ante la presencia del otro.

 

Después, decidieron ver una película. Carmen se tumbó en el sofá mientras Marcos se acomodaba en otro asiento cercano. El juego de miradas furtivas comenzó, y Marcos no podía evitar perder detalle de las piernas de Carmen. Ella, por su parte, lejos de sentirse incómoda, se dejaba admirar, sintiéndose excitada con la situación y su coño empezó a reaccionar.

 

En un acto de travesura, Carmen levantó un poco más su camisón, ofreciendo de forma inocente pero tentadora una vista de sus muslos y parte de su culo. La excitación creció entre los dos, y ambos disfrutaban de la complicidad que se iba gestando. Ella notaba su entrepierna húmeda y el no para de dedicarse disimuladas en su polla.

 

La película terminó, pero la excitación de los dos no. Con una mirada llena de complicidad, se despidieron y cada uno se fue a su cama. Carmen se encontraba inquieta en la cama, notaba como su coño seguía mojado y esa noche no se contuvo. Su mano bajo para acariciarse, rápidamente quedaron impregnados de sus fluidos. Pellizcaba sus pezones mientras sus dedos se hundían en su coño, mordió la sabana y se corrió. Con su respiración entrecortada una sonrisa en su rostro se dibujó, hacia mucho que no tenia un orgasmo.

 

CAPÍTULO 6

 

La semana transcurrió con una tensión creciente entre Marcos y Carmen. Cada día, su complicidad se fortalecía, y las miradas indiscretas se volvían más intensas. Los juegos en la piscina y las noches compartidas en el salón se llenaban de deseos contenidos. Carmen, sabiendo el efecto que tenía sobre el joven, se atrevía a subir su camisón cada noche, provocando que Marcos no pudiera apartar la vista de sus muslos, lo que hacía excitarla a ella también.

 

El ansiado fin de semana finalmente llegó, y Marcos se sintió aliviado por la perspectiva de poder descansar después de una agitada semana. La mañana del sábado, mientras compartían un relajado desayuno en la cocina, Carmen rompió el silencio con una sonrisa curiosa.

 

─ ¿Tienes algo en mente para hacer hoy? ─ preguntó, mientras daba un sorbo a su café.

 

Marcos se encogió de hombros, pensativo.

 

─ No lo he planeado mucho, la verdad. Pero había pensado que podríamos dar una vuelta juntos a la playa ─ sugirió, esperando ver la reacción de Carmen.

 

El rostro de Carmen se iluminó con entusiasmo ante la idea. Dejó su taza de café con delicadeza sobre la mesa y miró a Marcos con una expresión emocionada.

 

─ ¡Eso suena genial! Me encantaría ir a la playa contigo ─ exclamó, con un brillo en los ojos. Ambos se prepararon y se dirigieron en el coche de Carmen hacia una cala con una playa preciosa y tranquila. Al llegar, colocaron sus cosas sobre la arena y Marcos clavó la sombrilla.

 

─ Ven, déjame echarte crema dijo Carmen ─ mientras se acercaba a él. Marcos se puso de espaldas, sintiendo las suaves caricias de la crema en su piel. Pero esta vez, Carmen le indicó que se diera la vuelta, y comenzó a esparcir la crema por su pecho. El joven estaba encantado con las caricias y la cercanía de Carmen.

 

─ Toma, ahora échame a mí en la espalda ─ pidió Carmen. Marcos obedeció y empezó a recorrer su espalda con la crema. Mientras él lo hacía, Carmen también se aplicaba crema por delante, sin perder detalle de cómo sus bamboleantes pechos atraían la mirada de él.

 

Marcos estaba ansioso por darse un baño en el mar. Sin embargo, Carmen se mostraba reacia y solo metió sus pies en la orilla, alegando que el agua estaba muy fría. Marcos, juguetón, comenzó a salpicarla, provocándola de manera burlona. Entre risas, Carmen intentaba alejarse, pero Marcos la persiguió hasta agarrarla por la espalda.

─ No seas malo, jajaja ─ reía ella mientras disfrutaba del contacto del joven. Los brazos de Marcos rozaban las tetas mientras su polla presionaba el culo de Carmen.

 

La situación se volvía cada vez más sugerente. El contacto en sus nalgas de la excitaba, y ella decidió tomar venganza. Nadó detrás de Marcos y, saltando sobre su espalda, intentó sumergirlo en el agua. Sus tetas, con los pezones erectos por la excitación y el agua, se clavaron en la espalda del joven, generando un escalofrío en ambos. Entre forcejeos y roces, se entregaron a un baño lleno de complicidad. En alguna ocasión Carmen noto una erección en él, se imaginaba como seria su polla erecta y no dudaba en buscar el contacto con ella fingiendo jugar.

Después de almorzar, Carmen se tumbó boca abajo sobre su toalla, pidiendo a Marcos que le pusiera crema en la espalda. El joven obedeció, pero cuando chocó con la tira del bikini, Carmen le pidió que esperara y lo desató, dejando libre su espalda. Marcos disfrutaba del contacto de su piel, y ella gozaba con sus caricias.

El ambiente se volvía más íntimo y sensual entre ellos, ambos conscientes de las emociones que empezaban a aflorar. Ninguno había revelado aun lo que estaban experimentando, pero las miradas y los gestos hablaban por sí mismos.

 

Carmen le pidió a Marcos que también le pusiera crema en las piernas. Aunque algo nervioso, él cumplió su petición. Sus manos recorrieron aquellas maduras piernas, llegando a rozar el nacimiento de las nalgas de Carmen. Ella abrió un poco más sus piernas, y Marcos acarició el interior de sus muslos, provocándole un leve gemido que tuvo contener.

El día en la playa transcurría entre juegos, roces y tocamientos aparentemente inocentes, pero en realidad, cada gesto escondía la pasión contenida de ambos. Entre risas y miradas cómplices, el deseo iba en aumento, creando una atmósfera cargada de seducción y promesas implícitas. Ambos se deleitaban en la cercanía del otro, sin saber hasta dónde los llevaría esta inesperada conexión que había surgido entre ellos.

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Capítulo 6 parte 3:

Luego de llegar de la playa, decidieron ducharse para quitarse el salitre y la arena. Carmen entró primero, y al salir envuelta en la toalla, se cruzó con Marcos en el pasillo. Una mirada de lujuria surgió entre ellos, pero cada uno siguió su camino.

Después de cenar, como era costumbre, se dirigieron al salón para ver televisión. Carmen, viendo que Marcos se sentaba en el sillón, le ofreció un lugar junto a ella en el sofá. Marcos aceptó la invitación y se sentó a su lado, dedicándole una sonrisa. Así, en la cercanía del sofá, empezaron a ver una película.

 

Carmen, sintiendo el cansancio, dejó caer su cabeza sobre el hombro de Marcos, dándole una vista perfecta de su escote. Ella, fingiendo buscar una postura más cómoda, dejó más a la vista sus tetas, ya no usaba sostén por las noches y sus oscuros pezones se dibujaban perfectamente en el camisón. Marcos no pudo evitar excitarse y un bulto comenzó a surgir en su pantalón.

 

Carmen se dio cuenta de la reacción de Marcos y lo miraba con deseo, tentada de llevar su mano a la entrepierna del joven. Los deseos de Marcos no eran menos atrevidos. La tensión sexual entre ellos era palpable, como una bomba de relojería que amenazaba con explotar en cualquier momento.

 

Una noche más ninguno de los dos dio el primer paso, retirándose a sus dormitorios, con el corazón acelerado y los pensamientos llenos de deseo que luego cada uno en su intimidad tenían que aplacar en solitario.

 

El sol ya había hecho su aparición hace varias horas, y Carmen y Marcos se encontraban despiertos en sus camas, repasando en silencio todo lo sucedido entre ellos. Ambos se preguntaban si el otro también sentía la intensa atracción que los unía.

Carmen tocó la puerta de Marcos, y él se cubrió con la sábana para ocultar su erección matutina. Al permitirle entrar, ella le preguntó si le apetecía zumo de naranja para el desayuno. Marcos, intentando disimular su excitación, respondió afirmativamente. Carmen cerró la puerta, quedando intrigada por la extraña actitud de Marcos, pero se imaginó perfectamente lo que podía estar pasando.

Mientras compartían el desayuno juntos en la soleada mañana, Marcos miró a Carmen con una sonrisa traviesa.

 

─ ¿Te gustaría hacer algo juntos nuevamente? ─ preguntó, buscando su compañía una vez más.

 

Carmen devolvió la sonrisa con una mirada dulce y sincera.

 

─ Claro que sí, me encantaría ─ respondió, curiosa por sus ideas.

 

Marcos tomó un sorbo de su café antes de proponer su plan.

 

─ He pensado que podríamos dar una vuelta en moto por la costa. ¿Qué te parece? ─ sugirió, esperando su reacción.

 

Los ojos de Carmen se iluminaron ante la emocionante propuesta.

 

─ ¡Suena emocionante! ─ exclamó, mostrando su entusiasmo.

Carmen se puso un ligero vestido que realzaba sus encantos de manera sugerente, con la intención de provocar a Marcos. Ambos se ajustaron los cascos y montaron en la moto. En el primer acelerón, el cuerpo de Carmen se inclinó hacia atrás, pero Marcos la sujetó.

─ Agárrate fuerte a mí ─ le dijo, su voz transmitiendo seguridad y confianza. Ella rodeó sus caderas con sus brazos y se pegó a la espalda del joven.

 

A través del espejo, sus miradas se encontraban, intercambiando sonrisas cómplices mientras recorrían las sinuosas curvas de la carretera que los llevaba hacia la playa. Carmen sugirió hacer una parada para comer, y le indicó a Marcos un lugar donde se servía un delicioso pescado.

 

Marcos obedeció y aceleró la moto mientras Carmen rodeaba su vientre con sus brazos, acercando su cuerpo al del joven. La cercanía y la excitación entre ellos se volvían palpables, y la aventura en moto prometía ser un viaje lleno de emociones y sensaciones que los acercarían aún más. Ambos disfrutaban del presente, sin saber qué les depararía el futuro, pero dejándose llevar por la intensidad del momento y la pasión que los unía.

Sentados en la mesa del bonito restaurante con vistas al mar, disfrutaron de un delicioso almuerzo mientras charlaban, y el deseo que sentían el uno por el otro se hacía evidente. La complicidad entre ellos era palpable, y cada gesto y mirada cargados de significado.

 

Al momento de pagar, Carmen se dispuso a hacerlo, pero Marcos la interrumpió, apurado. ─ Carmen, cuando cobre mi primer sueldo, todo esto te lo tengo que pagar. ─ Le dijo con seriedad.

 

Carmen acarició su cara con dulzura. ─ No te preocupes, cariño, lo importante es que estamos disfrutando juntos. ─ Le aseguró con una sonrisa.

 

Montaron nuevamente en la moto, y Marcos preguntó con entusiasmo, ─ Bien, ¿ahora a dónde vamos?

 

Carmen tuvo una idea. ─ Sigue esa carretera, llegaremos a una pequeña cala. Llegar es complicado, pero vale la pena. ─ Propuso emocionada.

 

Arrancaron la moto, y durante el trayecto, Carmen abrazó a Marcos, pero esta vez, sus manos también acariciaron su cuerpo. Con dificultad, llegaron a la cala, donde se sentaron para admirar el romper de las olas.

 

Marcos mencionó, ─ Lástima que no trajimos bañadores para refrescarnos.

 

Carmen, con cierto miedo, pero decidida, le dijo, ─ Bueno, la ropa interior casi es como un bañador, y estamos solos…

 

Marcos se sonrojó un poco y le preguntó, ─ ¿Tú te atreves?

 

Carmen, con valentía, se levantó y se quitó el vestido, dejando a Marcos perplejo, admirando su sensualidad. Él se incorporó también, tomó aire y se quedó en calzoncillos. Carmen, riendo, salió disparada al agua gritando, ─ ¡El último que llegue hace la cena!

 

Marcos la siguió hasta adelantarla, pero Carmen se arrojó sobre él, cayendo abrazados al agua. Surgieron riendo y disfrutando. Marcos preguntó divertido, ─ ¿Quién ha ganado?

 

Carmen, con una sonrisa picarona, respondió, ─ Creo que ninguno, tendremos que hacer la cena juntos.

 

Sus miradas no se apartaban del otro, y sus rostros se acercaron hasta que sus labios se rozaron. A pesar del deseo compartido, ninguno se atrevía a dar el paso final y besar al otro.

 

Carmen rompió el silencio, preguntándole, ─ ¿Qué estamos haciendo, Marcos?

 

El joven respondió con sinceridad, ─ No lo sé, Carmen.

 

El griterío de un grupo de personas que bajaba por la cala rompió el momento íntimo, y Carmen temiendo ser vistos en ropa interior, salió corriendo del agua, llamando a Marcos para que se vistieran.

 

El camino de vuelta al chalet fue en silencio, ella se agarraba a él, recostada en su espalda, mientras ambos se sumían en sus pensamientos y emociones, dejando en el aire la incertidumbre de lo que podría ocurrir entre ellos.

Al regresar al chalet bajo el ardiente sol, decidieron darse un baño en la piscina, pero esta vez se pusieron sus bañadores. Nadaban tranquilamente, pero las miradas cargadas de deseos los delataban. Sus cuerpos se atraían inevitablemente, y los brazos de uno rodeaban al otro. Marcos, sin poder contenerse, acercó sus labios a los de Carmen, quien correspondió abriendo los suyos. Mientras sus bocas se encontraban en una húmeda danza, sus cuerpos se rozaban bajo el agua.

 

Carmen sintió la joven dureza de Marcos en su entrepierna, lo que la hizo soltar un gemido. Sin embargo, la razón volvió en sí y se separó de él, diciendo, ─ Detente, Marcos. Esto no está bien. Si se llega a enterar tu madre, no me lo perdonaría.

 

Marcos, avergonzado, respondió, ─ Lo siento, Carmen. No sé cómo hemos llegado a esto.

 

Carmen salió del agua y se adentró en la casa, dejando a Marcos en el agua sin saber que hacer. Esa noche, no hubo sesión de película en el sofá; Carmen se encerró en su cuarto, y Marcos apenas pudo conciliar el sueño, atormentado por la culpa que rondaba su mente.

 

A la mañana siguiente, Marcos se despertó con preocupación evidente en su rostro. Se acercó al dormitorio de Carmen y golpeó suavemente la puerta. ─ Carmen, ¿estás despierta? ─ Preguntó con nerviosismo.

 

La puerta se abrió, y Carmen, con signos de no haber dormido tampoco, respondió, ─ Dime, Marcos. ─

 

Él, con la cabeza gacha, dijo, ─ Con respecto a lo que pasó ayer, si quieres, puedo volverme a mi casa. Me inventaré alguna excusa para mi madre. ─ Propuso, sintiendo culpa por lo ocurrido.

 

Carmen negó con la cabeza. ─ No, Marcos, eso no hará falta. Todo está bien. Vete a trabajar tranquilo. Cuando vuelvas, hablaremos. ─ Le aseguró con serenidad.

 

─ Está bien, Carmen. Luego hablaremos. ─ Respondió Marcos, agradecido por su comprensión.

 

Terminó de prepararse y se marchó en la moto, llevando consigo el peso de lo sucedido, pero también la esperanza de que todo se aclararía cuando hablara con Carmen.

 

CAPÍTULO 7

 

Marcos volvió del trabajo, bebió agua en la cocina y por la ventana vio a Carmen sentada en el jardín, sumergida en la lectura de un libro. Había llegado el momento que llevaba toda la mañana temiendo, la conversación pendiente con ella.

 

Se acercó y se sentó junto a ella, notando cierta tensión en el ambiente. Carmen dejó su libro a un lado, y Marcos comenzó diciendo, ─ Creo que tenemos que hablar de algo, ¿no?

 

─ Así es. ─ Respondió Carmen con cierta seriedad.

 

─ En primer lugar, Marcos, no quiero que te sientas culpable por lo que pasó. Estas cosas pueden suceder entre personas adultas, pero debemos dejarlo tal como está. ─ Expresó Carmen, buscando aliviar la carga que sentía el joven.

 

Marcos asintió, aunque en su interior, un sentimiento agridulce se apoderaba de él. ─ Lo entiendo perfectamente, Carmen. ─ Aceptó, conteniendo sus emociones.

 

─ Bueno, anda, date un baño y refréscate, luego almorzamos. ─ Sugirió Carmen, intentando que las cosas volvieran a una normalidad relativa.

 

Carmen entró en la casa, y Marcos, con el ánimo por los suelos, se sumergió en la piscina, buscando que el agua ahogara sus pensamientos y emociones. La relación entre ellos se volvió más distante. Carmen comenzó a vestir de forma más discreta, evitando provocar al joven nuevamente. Por su parte, Marcos la evitaba, aunque sus sentimientos hacia Carmen no habían desaparecido, y tenerla cerca sin poder besarla era una tortura para él.

 

Conforme transcurría la semana, la tensión comenzó a aflojarse, y aunque ambos evitaban situaciones incómodas, la confianza entre ellos se volvió más natural. Ambos estaban convencidos de que habían superado la difícil situación, pero los sentimientos seguían latentes, esperando el momento adecuado para aflorar de nuevo.

Marcos había hecho amistad con un compañero del trabajo, unos años mayor que él. A este compañero le encantaba la pesca y tenía una pequeña embarcación para su afición. Invitó a Marcos a pescar durante el fin de semana, y el joven aceptó con entusiasmo.

 

El fin de semana llegó, y Marcos apenas paró por el chalet. Al principio, Carmen agradeció tener un momento de soledad, pero conforme pasaba el domingo, se dio cuenta de que extrañaba a Marcos. Recordaba cómo se unieron durante la primera semana, cómo una chispa había surgido entre ellos, sus sonrisas, miradas, roces y hasta los furtivos besos que compartieron.

 

Carmen suspiró, tratando de ser fuerte, recordándose a sí misma que una mujer de su edad no podía tener ese tipo de relación con el hijo de una empleada. Se repetía estas palabras para convencerse de que debían mantener las cosas como estaban.

 

Marcos llegó a última hora del domingo después de su jornada de pesca, con un cubo lleno de pescado. Ilusionado, se lo mostró a Carmen y le propuso cocinarlo para la cena. A Carmen le reconfortó ver a Marcos tan contento, y le dijo que seguro estaría delicioso.

 

─ Los haré al horno, yo me encargo. ─ Dijo Marcos con una gran sonrisa. ─ Aunque me ayudas a limpiar el pescado, no tengo ni idea.

 

Carmen agarró el cubo con una sonrisa y le dijo, ─ Claro que sí, anda ve y date una ducha que hueles a pescado.

 

Marcos se fue a su cuarto y luego a la ducha, mientras Carmen buscaba los cuchillos para limpiar el pescado. Se dio cuenta de que desde que Marcos llegó, su sonrisa no se había quitado de su cara; su presencia llenó el vacío que había sentido durante el fin de semana.

 

Cuando Marcos entró en la cocina, Carmen comenzó a limpiar el pescado. Notó que a Marcos se le daba fatal, y entre risas, le dio algunos consejos sobre cómo hacerlo correctamente. Marcos agradeció la ayuda y se mostró encantado de aprender de ella.

 

Durante la cena, Marcos le preguntó a Carmen qué había hecho durante el fin de semana. Ella respondió que no mucho, que prácticamente descansó en el chalet y no hizo nada interesante.

 

Sintiéndose mal por ella, Marcos le propuso, ─ Podrías venirte a pescar la próxima vez.

 

Carmen sonrió y le agradeció la invitación, pero le confesó, ─ Me temo que los barcos y yo no nos llevamos muy bien, me mareo fácilmente.

 

Ante la negativa, Marcos propuso otra actividad, ─ Bueno, pues hacemos otra cosa.

 

Carmen se conmovió por la preocupación del joven y le agradeció, diciendo, ─ Gracias, ya pensaremos algo juntos.

 

La relación entre ellos parecía encontrar un nuevo equilibrio, pero ambos sabían que sus sentimientos estaban bajo una fina capa que se podría resquebrajar en cualquier descuido.

El distanciamiento entre ellos empezó a desdibujarse con el pasar de los días, y aunque evitaban la tentación de ir más allá, cada momento que pasaban juntos llenaba sus corazones de emoción y anhelo.

 

Un nuevo viernes por la noche, mientras cenaban, Marcos comentó que estaba cansado, especialmente debido a las altas temperaturas de esa semana.

 

─ Bueno, este fin de semana dijimos que haríamos algo juntos, ¿verdad? ─ Le recordó Marcos a Carmen.

 

Ella asintió con una sonrisa. ─ Como estás cansado, mañana podríamos encender la barbacoa y pasar el día en la piscina, y ya se nos ocurrirá algo para el domingo, ¿te apetece?

 

─ Me parece genial. ─ Respondió Marcos entusiasmado por la idea.

 

Al día siguiente, Carmen se levantó temprano y fue al mercado a comprar carne para la barbacoa. Cuando regresó, Marcos estaba cortando el césped y la saludó desde lejos.

 

─ ¿Qué haces, Marcos? Deberías descansar. ─ Dijo Carmen preocupada.

 

─ No te preocupes, estoy bien. Cómo vamos a estar aquí todo el día, pensé en ponerlo todo a punto. He limpiado la piscina también. ─ Explicó Marcos, demostrando su atención por los detalles.

 

Carmen sonrió y puso su mano cariñosamente en el hombro de él. ─ Qué atento eres.

 

Con sus bañadores puestos, comenzaron a encender la barbacoa y se refrescaron en la piscina. Ambos estaban contentos, disfrutando de la mutua compañía y la tranquilidad del día.

 

Sin embargo, había una calma tensa entre ellos de nuevo. Las bromas en la piscina no parecían más que una excusa para rozar sus cuerpos, acompañadas de risas que ocultaban sentimientos más profundos. Después de comer, Marcos se metió en la piscina y, mientras disfrutaba del silencio que envolvía al chalet, Carmen también se metió lentamente en el agua.

 

Se miraban mutuamente, tanteándose el uno al otro, cada vez más cerca. Sus corazones latían con fuerza, y aunque ambos sabían que había algo especial entre ellos, aún no se atrevían a dar el paso y revelar sus verdaderos sentimientos.

Marcos se envalentonó. Tomó a Carmen por la cintura, atrayéndola hacia él, mientras ella rodeó el cuello del joven con sus brazos. Sus miradas se encontraron nuevamente, y ambos sabían que no podían resistir la atracción que los unía.

 

Marcos acarició suavemente el cabello de Carmen mientras sus labios se encontraban en un beso suave pero cargado de pasión. La intensidad fue aumentando, sus labios se entrelazaron con ansias y sus cuerpos se acercaron aún más en ese abrazo ardiente. El agua de la piscina los rodeaba, pero en ese momento, el mundo parecía desvanecerse.

 

Carmen dejó escapar un suspiro de placer mientras los besos se volvían más apasionados y sus manos comenzaban a explorar los cuerpos del otro con suavidad. La tensión acumulada durante tanto tiempo se liberaba en cada caricia, en cada roce, en cada mirada llena de deseo.

 

─ Carmen… ─ Susurró Marcos entre besos.

 

─ Marcos… ─ Respondió ella con voz entrecortada.

 

No necesitaban palabras para expresar lo que sentían en ese momento. Sus corazones latían al unísono, y sus cuerpos se fundían en una danza de pasión y deseo.

Carmen se movía, rozándose con la incipiente dureza de Marcos.

─ Se que esto no está bien Marcos, pero no puedo resistirme más ─ dijo Carmen mientras bajo su mano hasta su entrepierna y comenzó a acariciar la polla del joven.

El acariciaba todo su cuerpo, apretaba el culo y luego subía a sus tetas. Carmen se quitó como pudo la parte superior del bikini. Y Marcos se quedó impresionado, eran los primeros senos que veía de verdad y ahora estaban allí, ante él con sus pezones duros a su disposición.

¿Te gusta cómo se ven? ─ le preguntó Carmen.

─ Son preciosos.

¿Y por qué no los chupas un poco? ─ sugirió Carmen.

El agachó su cabeza y jugó con ellos. Los chupaba y succionaba, Carmen acaricia el cabello del joven mientras jadea.

─ Ven ─ dice Carmen, le saca el bañador a Marcos y se termina de quitar el suyo. Apoyando su espalda contra el bordillo agarra la dura polla de Marcos y lo guía hasta su mojado y excitado coño.

─ Empuja ahora Marcos ─ el obedece introduciéndose en el interior de ella, quien cierra los ojos disfrutando de la penetración.

Marcos comenzó a moverse con algo de incomodidad, pero intentado hacerlo lo mejor posible. El agua de la piscina se agitaba al compás de sus movimientos.

─ Marcos…si… sigue así… uf que polla tienes cariño.

Marcos no atinaba a decir nada solo jadeaba, mientras las palabras de Carmen lo alentaban a follarla más fuerte.

Carmen después de tanto tiempo contenida no tardó mucho correrse en aquella joven polla entre jadeos y gemidos.

─ Me corro Marcos… así cariño… sigue… saca tu leche.

Pero a Marcos le costaba, entre los nervios y la difícil postura no conseguía correrse. Viendo que no culminaba, lo saco de sus adentros delicadamente y lo llevó a los escalones de la piscina,

─ Siéntate cariño ─ agarró y acarició su polla para luego hacerla desaparecer en su boca.

Marcos estaba en el paraíso, había tenido su primera relación sexual y ahora le estaban comiendo la polla con maestría. Ella se esmeraba, sus manos acariciaban sus huevos y recorrían su polla acompañando a su boca.

─ Carmen…voy a terminar…uf…uf ─ consiguió decir a duras penas y ella con expertos movimientos de manos lo exprimió hasta sacar el dulce néctar que se derramó sobre sus tetas y su barbilla.

─ Que rico Marcos…─ y tras darle una ultima chupada, con el sabor del semen en su boca Carmen se sumergió en el agua.

Saco su cabeza del agua y le dirigió una mirada llena de lujuria, el con su polla aun medio erecta se zambulló y emergió junto a ella. Se rodearon con sus brazos y sus bocas no pararon de besarse en silencio. El tiempo se detuvo mientras se entregaban el uno al otro, dejando atrás las preocupaciones y las barreras que habían construido para protegerse. El calor del sol y el agua de la piscina se mezclaban con el fuego de su pasión, creando un momento mágico y único que nunca olvidarían.

 

La noche descendió sobre ellos y el ambiente se cargó de una energía intensa. Mientras encendían nuevamente la barbacoa, cada cruce de miradas, caricias o besos, volvía a encenderlos. Habían pasado varias horas desde que habían follado y la excitación en ellos volvía a crecer. Cenaron apresuradamente, como si el deseo acumulado durante esas horas necesitara ser liberado una vez más.

Con el chalet sumido en la penumbra, excepto por las luces que danzaban en la superficie de la piscina, Carmen se sumergió en el agua, disfrutando de la sensación del frescor nocturno en su piel. Pero no pasó mucho tiempo antes de que sintiera a Marcos sumergirse junto a ella. Emergió justo detrás de ella, rodeándola con sus brazos mientras sus labios buscaban su cuello con ansias. Carmen se dejó llevar por las sensaciones, permitiéndole explorar su piel con sus besos ardientes.

Marcos le quito el bikini, amaso aquellas generosas tetas terminando en un suave pellizco en los pezones. Carmen noto que el ya estaba desnudo, agarro aquella polla que en la tarde tan sabrosa le pareció y ahora deseaba volver a mamar.

El separo sus piernas y acaricio los labios de su coño ─ Mmm ─ jadeo ella.

─ ¿Vamos a la hamaca? ─ susurro en el oído de Carmen.

Marcos tomo su mano y la guio hasta allí. A ella le encanto que él hubiera tomado la iniciativa. Dejo que ella se recostara y comenzó a besarla. Su polla rozaba el coño mojado de Carmen, deseando que se metiera en su interior. Pero la tenía otras intenciones, bajó por sus pechos. Su boca jugo con ellos hasta que retomo su camino, bajo por su vientre y abriendo sus piernas comenzó a besar los mojados labios vaginales.

─ Pasa tu lengua cariño…métela dentro ─ dijo Carmen notándolo algo perdido en la materia. El siguió sus indicaciones y su lengua comenzó su andanza por su interior.

─ Oh Marcos… esto es una locura…ah si…si, cómeme el coño ─ decía Carmen entre gemidos, mientras su mano acariciaba el cabello de la cabeza que tenía entre sus piernas.

Ella movía sus caderas cada vez mas rápido, señal que anunciaba su orgasmo ─ Ah…Ah… más rápido Marcos ─ ella bajo su mano y empezó a acariciar su clítoris con intensidad ─ me corro… me corro…─ repetía desatada.

Un potente chorro de fluidos se estrello en la sorprendida cara de Marcos, pero no se aparto hasta que ella se lo pidió. De pie se pasaba las manos por la cara intentando secarse.

─ No sabia que las mujeres podíais hacer eso.

Carmen se incorporó ─ Hay muchas cosas que seguramente no sepas, si quieres yo te las puedo mostrar ─ y sin dudarlo un instante empezó a mamarle la polla.

─ Oh Carmen como me gusta lo que haces.

Carmen paro un momento sin dejar de masturbarlo ─ ¿Cómo te gusta más? ¿Como hasta ahora o así? ─ abrió bien su boca y la metió hasta sentir el glande entrar en su garganta.

─Agh…Agh…Agh ─ era el ruido que salía del interior de Carmen y sin dejar de mirarlo el saco de su garganta ─ ¿y bien? ¿Cuál prefieres? ─ le pregunto recuperando el aire.

─ Así metiéndolo todo en tu boca.

Carmen le dedico una sonrisa lasciva ─ Lo sospechaba ─ y volvió a tragarse su polla ─ Marcos, quiero que me vuelvas a follar.

Lo apartó un poco y se puso a cuatro patas en la hamaca. El acariciando su miembro lo guio hasta su coño. Para sorpresa de ella, se la metió a la primera hasta el fondo. Ahora fuera del agua pudo sentir lo grande que era, se sentía completamente llena.

─ Oh…dios… que polla mas rica tienes… ve despacio cariño…

Marcos seguía sus instrucciones y entraba y salía suavemente, su polla se deslizaba completamente al interior de aquel magnifico coño.

─ ¿Te gusta mi coño? ─ le pregunto Carmen con su cabeza sobre su hombro.

─ Si…

─ Dímelo Marcos…dímelo.

─ Me gusta tu coño Carmen…lo caliente y mojado que esta ─ dijo el casi gritando.

─ Mmm… pues follalo cariño… follalo fuerte, no te contengas.

Aunque le costo encontrar la forma, rápidamente el joven golpeaba con fuerza y ritmo el coño de Carmen. Su pelvis chocaba contra el culo de ella, entrecortando sus gemidos. El primer orgasmo de ella llegó, aumentando la humedad que había entre ellos.

Carmen se vio sorprendida por la juvenil potencia de Marcos. sentía cada centímetro de su polla recorrer su interior, golpeando con fuerza al final.

─ ¡Oh Marcos por diooos! ¡que rico me follas! ¡voy a correrme otra vez!

─ Mmf...mmf… yo también… no aguanto más.

─ Hazlo cariño… lléname con tu leche…oh...oh…

Sin dejar de follarla comenzó a correrse dentro, hasta que con el ultimo chorro de semen clavo su polla todo lo que pudo dentro de Carmen, haciendo que esta soltara un alarido mientras su cuerpo temblaba con los últimos coletazos de su orgasmo.

Las rodillas de Marcos se doblaron y para no caerse se salió de su interior. La imagen que tenia delante era digna de un cuadro, ella allí a cuatro patas con su coño dilatado y el semen comenzando salir.

Carmen se tumbo en la silla y con las manos en su cabeza suspiro ─ Por dios Marcos, que follada me has dado, ha sido increíble.

Marcos se sintió orgulloso ─ ¿De verdad?

─ Si cariño, ven túmbate aquí conmigo.

Bajo el manto de estrellas, permanecieron juntos durante horas, abrazados en la calma de la noche. La satisfacción de haber cruzado ese umbral y entregarse a la lujuria y la pasión llenaba el aire a su alrededor. Sus miradas se encontraban, llenas de un nuevo entendimiento entre ellos.

 

Mientras compartían ese momento íntimo, sus pensamientos se volvían hacia el futuro, lleno de incertidumbres, pero también de promesas. Se preguntaban qué les depararía el destino y cómo sería su relación a partir de ese punto. El verano aún estaba por delante, con días largos y cálidos que les ofrecían un sinfín de posibilidades.

Sin embargo, la sombra de la madre de Marcos se cernía sobre ellos. ¿Qué pasaría cuando Marta fuera a pasar sus dos semanas de vacaciones al chalet? Esa pregunta pendía en el aire, añadiendo una capa de tensión a su incertidumbre. Pero no era el momento de preocuparse de eso, ahora querían disfrutar de lo que tenían y de lo que podrían llegar a tener.

 

Continuara…

 

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