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"Un encuentro inesperado en Bahía Serena entre una exitosa mujer divorciada y un joven de 18 años desata una pasión prohibida. Su intenso romance de verano los lleva a explorar el amor y el sexo, enfrentando la realidad del tiempo y la distancia. Un amor que desafía convenciones."
PROLOGO
En el resplandor dorado de un atardecer en la remota ciudad costera de Bahía
Serena, dos almas dispares se encuentran en un inesperado cruce de caminos. Una
mujer enérgica y exitosa, de pelo rubio rizado y mirada profunda, atraviesa sus
cuarenta y cinco años con la fuerza de una tormenta, aunque lleva consigo las
cicatrices de un pasado doloroso. En su corazón, un matrimonio que se
desmoronó, dejando escombros de lo que alguna vez fue el refugio de sus sueños.
No obstante, sigue luchando por encontrar la luz entre las sombras, ansiosa por
descubrir nuevos horizontes.
Por otro lado, un joven de dieciocho años, de espíritu libre y curioso, camina
por la vida con la emoción de un recién nacido. Sus cabellos despeinados y ojos
llenos de asombro revelan un anhelo inextinguible por explorar el mundo que lo
rodea. Sus pasos lo han llevado lejos de su hogar, en busca de aventuras y
aprendizajes, con un amor apasionado por la literatura y el arte.
Como los hilos invisibles del destino, la pasión compartida por las
letras y las expresiones artísticas los une. A través de
intercambios literarios y debates apasionados sobre el arte que enciende sus
almas, la distancia entre ellos se desdibuja.
CAPITULO 1
El sol se ocultaba lentamente sobre el horizonte, tiñendo el cielo de tonos
cálidos y dorados. Bahía Serena estaba envuelta en una calma pintoresca
mientras las olas rompían suavemente en la orilla. Era un lugar de escapada,
donde el ajetreo de la vida cotidiana quedaba atrás y el tiempo parecía
desvanecerse.
En medio de este escenario idílico, dos almas destinadas a cruzarse vagaban
por la playa en direcciones opuestas. Isabel, una mujer de cuarenta y tantos
años, vestía una sencilla blusa blanca y pantalones vaqueros desgastados.
Caminaba descalza, dejando que la arena acariciara sus pies cansados. Sus ojos
se perdían en el horizonte, mientras el viento jugaba con su rizado cabello rubio.
A unos metros de distancia, David, un joven de dieciocho años, de apariencia
bohemia, caminaba descalzo con un libro entre sus manos. Sus ojos brillaban con
la emoción de la juventud mientras leía las palabras impresas con avidez. Se
detenía ocasionalmente para escribir en su cuaderno algunas notas inspiradas
por la historia que devoraba.
Por casualidad, sus trayectorias se entrecruzaron, y sin
siquiera saberlo, ambos alzaron la mirada al mismo tiempo. El tiempo pareció
detenerse por un instante mientras sus ojos se encontraban en un pasaje
silencioso de conexión. Fue como si algo intangible los uniera, una corriente invisible que los traspasó sin que pudieran comprenderlo.
Isabel desvió la mirada, sintiendo una sutil incomodidad. Aunque había
experimentado muchos encuentros a lo largo de su vida, aquel fue distinto,
misterioso. Pero David, curioso e intrépido, no pudo resistirse a la intriga
que le despertó la mirada de aquella mujer enigmática. A pesar de su juventud,
intuyó que había algo más en ese fugaz intercambio visual.
Los pasos de ambos continuaron llevándolos en direcciones opuestas,
alejándolos uno del otro. El crepúsculo se intensificaba, y las luces de la
ciudad comenzaban a encenderse en la lejanía. A pesar de la distancia física,
sus pensamientos quedaron entrelazados. Cada uno se preguntaba qué había sido eso que acababan de experimentar.
Días después del primer encuentro en la playa, el destino, caprichoso como siempre,
decidía unir nuevamente los caminos de Isabel y David en el pintoresco paseo
marítimo de la ciudad.
La tarde caía suavemente, teñida de tonos rosados y dorados, y la brisa salada
acariciaba el rostro de los transeúntes. Isabel caminaba lentamente junto a la
barandilla del paseo, con los ojos perdidos en el horizonte. Cada tanto, se
detenía para observar el reflejo dorado del sol en el mar, sumergiéndose en sus
pensamientos más profundos.
Mientras tanto, David paseaba con su característico desenfado, los auriculares
en los oídos y la música fluyendo a través de su mente inquieta. Su mirada
erraba por los edificios antiguos y las coloridas casas de la ciudad,
maravillándose con la belleza del lugar que ahora consideraba su hogar temporal.
Cuando sus trayectorias se cruzaron nuevamente, ambos se dieron cuenta de la
coincidencia. Esta vez, no hubo un breve vistazo, sino que sus miradas se
encontraron y se sostuvieron por más tiempo. Un silencio vibrante flotaba en el
aire mientras se observaban el uno al otro, como si el universo estuviera
tejiendo una conexión indeleble entre ellos.
La música que acompañaba a David se desvaneció, y sus pasos
lo llevaron sin esfuerzo hacia Isabel. Ella sintió un cosquilleo en el estómago
y una mezcla de emociones revoloteando en su pecho. A pesar de la reticencia
inicial, se dejó envolver por esa mirada intensa que parecía indagar en lo
más profundo.
A escasos metros de distancia, el tiempo parecía congelarse nuevamente. Pero
antes de que pudieran pronunciar una sola palabra, un pequeño grupo de niños
emocionados se interpuso en su camino, corriendo y riendo mientras disfrutaban
de la playa cercana.
El instante mágico se rompió, y David y Isabel intercambiaron una sonrisa
tímida. Decidieron que no era el momento adecuado para presentarse, quizás
temerosos de lo que esa conexión inexplicable podría significar. Cada uno
siguió su camino, pero sus mentes se quedaron con el eco de ese encuentro,
preguntándose qué les depararía el destino.
Esa tarde, mientras los últimos rayos del sol se despedían en el horizonte,
David encontró un viejo libro abandonado en uno de los bancos del paseo
marítimo. Lo recogió con curiosidad y, al abrirlo, descubrió que era una novela
clásica. Un presentimiento fugaz lo hizo sonreír, y decidió llevar el libro consigo, como si fuera un regalo del destino.
El universo seguía conspirando, y sus caminos, aún sin cruzarse del todo, se
entrelazaban en una danza silenciosa. El próximo encuentro podría ser el que
los llevara a un territorio desconocido, donde sus almas se fundirían en una
conexión inquebrantable.
El aroma del café y los sonidos suaves de las olas del mar llenaban el aire en
la pequeña tienda de souvenirs cerca del paseo marítimo. David, con un café
para llevar en una mano y el libro que había encontrado en la otra, estaba absorto en la
búsqueda de un recuerdo para llevar consigo. Mientras hojeaba algunos
artículos, tropezó accidentalmente con una mujer, haciendo que su café
se esparciera sobre el mostrador.
─ ¡Oh no! Lo siento muchísimo ─ se disculpó David apresuradamente, tratando de
limpiar el desastre.
Aquella mujer que se había interpuesto no era otra si no Isabel, que casualmente pasaba por la tienda en ese momento, se acercó con una sonrisa amable en su rostro. ─ No te preocupes, los accidentes pueden pasar. Déjame ayudarte.
Con un gesto tranquilo, sacó un pañuelo de papel de su bolso y comenzó a
ayudar a David a limpiar el líquido derramado. Mientras lo hacían, ella notó el
libro en la mano de David, y su corazón dio un vuelco al reconocer al autor.
Era uno de sus favoritos, y eso no podía ser una simple coincidencia.
─ Este es un libro maravilloso ─ comentó Isabel con una mirada llena de
complicidad hacia David.
─ Sí, lo es. Lo encontré el otro día en un banco cerca de la playa ─ respondió David con una mezcla de sorpresa y emoción al notar la conexión.
Terminaron de limpiar el pequeño desastre, y David agradeció a Isabel con una
sonrisa genuina. ─ Gracias por tu ayuda. Lamento mucho lo ocurrido.
─ No hay problema. En realidad, me alegra haber tenido la oportunidad de
hablar ─ dijo Isabel, asumiendo el riesgo de ser demasiado audaz.
David la miró con curiosidad, sintiendo una extraña conexión con esa mujer
misteriosa. ─ Nos hemos visto antes, ¿verdad? Hace unos días por el paseo, creo que fue el día que encontré el libro.
Isabel sonrió y asintió─ Así es. Hace unos días, en la playa, nuestras miradas se encontraron de manera inusual.
David pareció reflexionar por un momento. ─ Sí, recuerdo ese momento. Fue extraño, pero a la vez...intenso.
─ ¿Qué te parece si te invito a un café para compensar el que se derramó? Hay
una cafetería en el paseo marítimo con una terraza preciosa.
David sonrió, aceptando la invitación con entusiasmo. ─ Me encantaría.
Ambos dejaron la tienda de souvenirs detrás y se encaminaron hacia la
cafetería con el mar de fondo. La conversación fluyó naturalmente, y
descubrieron que tenían más en común de lo que hubieran imaginado. Hablaron
sobre sus pasiones por la literatura y el arte, compartieron experiencias de
vida y sueños por descubrir.
Isabel se dio cuenta de que David no solo era un joven soñador con una mente
despierta, sino también un hombre atractivo y apasionado. La forma en que sus
ojos brillaban cuando hablaba de lo que amaba y cómo su risa resonaba como
música en sus oídos, comenzó a despertar algo en ella que había permanecido
dormido por mucho tiempo. Sentía un extraño calor en su bajo vientre y notaba sus pezones endurecer.
David, por su parte, no pudo evitar notar la turgencia y la belleza madura que irradiaba Isabel. No podía evitar mirar sus pechos, ahora tostados por el sol, a través del escote de su camisa. Su sabiduría y experiencia de vida lo intrigaban y atraían de una manera que nunca había experimentado antes. La combinación de su pasión por la literatura y su atractivo físico lo dejaba hipnotizado.
En esa tarde mágica, las miradas fugaces se convirtieron en un encuentro más profundo. El café derramado se convirtió en la excusa perfecta para unir sus caminos de manera definitiva. A medida que el sol se ocultaba y las luces de la ciudad iluminaban la terraza, Isabel y David se dieron cuenta de que algo especial estaba comenzando a florecer entre ellos.
CAPÍTULO 2
Lentamente, el sol comenzaba a ocultarse en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos cálidos y dorados. Isabel disfrutaba de la cálida sensación de los rayos
del sol acariciando su piel mientras yacía tumbada en una toalla en la playa. El sonido suave de las olas creaba una atmósfera relajante, pero su mente
estaba inquieta con la cercanía de David, el joven intrigante que había llegado a su vida como una ráfaga refrescante.
─ ¿Te importa si me uno a ti?
Isabel, deslumbrada tapó el sol con la mano para poder ver mejor. Reconoció a David con una chispa de deseo que hasta ese momento había permanecido latente en su interior. Con cautela, pero sin poder evitar sentirse atraída, aceptó su compañía.
─ Claro, siéntate. El maravilloso espectáculo del atardecer es aún más hermoso cuando se comparte─ respondió Isabel, intentando disimular la leve excitación que recorría su cuerpo.
Ambos se acomodaron en la toalla, mirando el horizonte del mar. Sus miradas se encontraban ocasionalmente, y en esos breves instantes, podían ver cómo el deseo contenido se escondía detrás. Isabel dirigía fugaces ojeadas al joven cuerpo de David, aunque no era un hombre musculado tenia un torso definido. Deseosa de pasar su mano por su piel, su respiración se hacia profunda dificultando poder expulsar el aire después.
David tampoco perdía detalle, su joven curiosidad hacían mas descaradas las miradas a aquel hermoso cuerpo de mujer madura. Se imaginaba como serian sus pezones y como seria tenerlos entre sus labios. Intentaba controlar su excitación, pero tuvo que cambiar de postura para disimular su bulto en el bañador.
Ambos se miraron con una sensación de complicidad, y sin decir una palabra, decidieron que sería un buen momento para darse un baño en el mar. Corrieron hacia las suaves olas, riendo y bromeando entre ellos. La sensación del agua fresca y salada los envolvía mientras jugaban en las aguas oscuras. A medida que se sumergían en el mar, sus cuerpos se rozaban de manera inadvertida, creando una electricidad que recorría sus pieles y aumentaba la tensión sexual que había estado creciendo durante todo el día.
Isabel no podía evitar sentir cómo sus pezones se endurecían bajo el traje de baño con cada contacto fugaz con el joven y apuesto David. El roce provocador de sus cuerpos en el agua avivaba su deseo, haciendo que la humedad entre sus piernas aumentara con cada segundo que pasaba.David, luchaba contra las fantasías que lo abrumaban. Sentía la presión de su bulto creciente bajo el agua, deseando perderse en la lujuria que Isabel despertaba en él.
Entre bromas Isabel notó algo duro en su vientre, sabía perfectamente que era aquello. Su mirada se cruzo con la de él, que mostraba una mezcla de excitación y temor por la reacción de ella. Los ojos de David se cerraron, la mano de Isabel había entrado por su bañador y se había hecho con el control de su polla.
Comenzó a masturbarlo con suavidad, no quería que el resto de gente en la playa notara lo que allí estaba ocurriendo. El se encontraba excitado a la vez que abrumado, con sus 18 años su experiencia apenas pasaba más allá de haber perdido la virginidad. El deseo lo llevo a llevar su mano hasta las tetas de Isabel, ella llena de excitación la guio por debajo del bikini. Un suspiro salió de su boca cuando los curiosos dedos se apoderaron de su duro pezón, intensificando la paja que le estaba haciendo al joven que apenas había comenzado a conocer.
David jadeo repetidamente, ella sabía lo que vendría a continuación. La joven polla comenzó a palpitar en su mano, ella la acariciaba lentamente esparciendo aquel dulce néctar medio en el mar.
Desde lejos cualquier mirada ajena solo vería a dos personas bañándose incluso un sobrino con su tía dándose un baño inocente, pero la realidad es que habían quitado el primer candado de la puerta de la lujuria.
Cuando decidieron regresar a la orilla, sus cuerpos estaban ardiendo en un frenesí de pasión. El agua goteaba de sus cuerpos, y la excitación era palpable.
Isabel sonreía a David coquetamente─ ¿Qué te parece si cenamos juntos esta noche?
─ ¡Claro, acepto encantado! No puedo resistirme a la idea de compartir más tiempo contigo.
El día avanzó con una excitación nerviosa para ambos. Después de su encuentro en la playa, la cena prometía ser más que una simple comida. Mientras se preparaban, ambos sentían una mezcla de emociones encontradas, pero una atracción imparable los guiaba hacia esa velada.
Isabel eligió un vestido que resaltaba su figura con elegancia, dejando al descubierto sus encantos de mujer. Sus cabellos caían sueltos sobre sus hombros, y su mirada reflejaba la confianza que estaba a punto de desatar. Se sentía viva y lista para descubrir lo que la noche tenía preparado para ellos.
A la hora acordada, se encontraron en el restaurante, y las miradas que se dirigieron el uno al otro hablaban más que cualquier palabra. La velada transcurrió en medio de una conversación amena y seductora. La complicidad que había nacido en la playa se intensificaba con cada palabra compartida.
El ambiente romántico y la luz tenue de las velas eran el escenario perfecto para lo que vendría después. Al terminar la cena, David sugirió dar un paseo por la playa a la luz de la luna. Isabel aceptó sin dudar, emocionada por la posibilidad de estar más cerca de él, de sentir la arena bajo sus pies y las olas susurrando secretos a su alrededor.
Mientras caminaban en silencio, el aroma salado del mar se mezclaba con el perfume de Isabel. La brisa nocturna acariciaba sus rostros, y el sonido del mar creaba una melodía en sus oídos. Las miradas cómplices que intercambiaban hablaban por sí solas, revelando una pasión contenida que estaba a punto de desbordarse.
En un instante, el deseo y la atracción que los unía se volvieron incontenibles. Sin decir una palabra, sus labios se acercaron lentamente, y finalmente, se fundieron en un cálido y apasionado beso. Los suspiros se mezclaban con el sonido del mar mientras sus cuerpos se abrazaban con deseo.
No pudieron resistirse y se tumbaron en la suave arena, entregándose al momento y dejando que sus bocas se buscaran una y otra vez en tórridos besos. La tensión que habían contenido por tanto tiempo se liberaba en un fuego abrasador que los consumía a ambos.
El bajo por su cuello, besándolo e Isabel sabiendo a donde se dirigía saco sus hermosas tetas por el escote de su vestido. David, se impresionó al verlos, fuera de su prisión se veían más grande de lo que él se había imaginado todo el día. Ante aquella tentadora imagen, no pudo resistirse y se agacho atrapando uno de sus suaves pezones con su boca mientras sus manos recorrían cada centímetro de aquellos senos pechos, acariciando y provocando una respuesta aún más apasionada de ella, que no podía contener sus gemidos y sus pezones duros demostraban su gran excitación.
Isabel recorrió el torso del joven hasta su entrepierna y una sonrisa se dibujó en su cara al sentir la virilidad juvenil entre sus manos. Desabrochó su pantalón e introdujo su mano para ahora si sentir la piel del miembro de David. Tiro uno poco del pantalón y ahora con total libertad lo saco y comenzó a masturbarlo. Le encantaba su tamaño, era grande y su pequeña mano lo recorría con intensidad. La necesidad de probar su sabor crecía en el interior de la madura mujer. Aparto al joven de sus pechos dispuesta a meter aquella polla en su boca.
─ Oh David que duro estas…. No puedo esperar más a tenerlo en mi boca─ sin vacilar ni un segundo más dirigió su boca a la entrepierna de David. Tras unas lamidas al glande ─ que rico sabe tu polla cariño─ tomo aire y comenzó a succionar introduciéndoselo cada vez más adentro.
David agarro su pelo para poder ver bien su cara bañada por el resplandor de la luna.
─ Uf que caliente esta tu boca Isabel.
Ella lo miro con una mirada de lascivia perversión mientras succiono con fuerza la cabeza─ Hay algo más caliente que mi boca─ se incorporó un poco subiendo su vestido con una mano aparto su tanga y con la otra guio la polla del joven hasta la entrada de su ya mojado coño. Comenzó a bajar lentamente sintiendo cada milímetro abriéndose paso dentro de ella. Cuando sintió los testículos chocar en sus nalgas David la llenaba por completo.
─ Oh si tu coño esta más caliente─ el joven movía lentamente su pelvis buscando penetrarla aún más.
Isabel agarró las manos de David llevándolas a sus nalgas y este las agarró con firmeza. Empezó a subir lentamente para comenzar a bajar un poco, repitiendo este movimiento comenzó a elevar la intensidad de sus movimientos.
─ Que polla más rica tienes cariño, la quiero toda dentro de mí.
David empezó a acompasar sus movimientos y sus cuerpos comenzaron a chocar con fuerza. Los pechos de Isabel se agitaban delante del rostro del joven, quien no dudaba en intentar atraparlos con su boca.
Tras unos minutos más el joven estaba límite, los expertos movimientos de Isabel lo llevaban al límite del placer.
─Estoy a punto… de correrme─ jadeó David.
Isabel intensificó sus movimientos, ahora sus movimientos recorrían completamente aquella juvenil polla golpeando con fuerza al final.
─ Uf… córrete dentro…lléname David…me estoy viniendo oh.
Los fluidos de ella comenzaron a correr hasta llegar a los muslos de él, quien sin poder contenerse más empezó a derramar su semen con un primer potente chorro.
Ella al sentirlo, bajo fuertemente una última vez y con movimientos de su cadera exprimía a David. Ambos jadeaban fuertemente, liberados por el placer. Sentir las palpitaciones de aquella joven polla y el semen caliente en su interior alargó unos segundos más el delicioso orgasmo de Isabel. Allí sobre la arena, permanecieron en la misma posición, mientras sus fluidos se mezclaban, dándose delicados besos.
En la lejanía del paseo marítimo unas ruedas de coche rechinaron, sacándoles de la burbuja que les separaba de la realidad. Colocaron bien sus ropas y se marcharon de la playa, camino al apartamento de Isabel. En la puerta, unos húmedos besos fueron la despedida de aquella noche mágica.
─Espero verte por el paseo ─ le dedicó una mirada lasciva a David mientras abría la puerta.
─ Eso espero yo también─ se acercó y la besó por última vez antes de cerrar la puerta.
Isabel dejo caer su cuerpo contra la puerta, mordió su labio pensando en lo que había pasado, soltando un gemido al sentir el semen de David aun corriendo por sus muslos.
CAPÍTULO 3
Transcurrieron varios días en los que no se cruzaron, tampoco ninguno de los dos fue al encuentro del otro. Parecía que ambos deseaban que fuera el destino quién tomara esa decisión.
La fortuna no tardo en conspirar, una mañana en la que Isabel andaba distraídamente por una calle céntrica, mirando escaparates mientras llevaba unas bolsas. En el reflejo de los cristales reconoció a David.Con una expresión amistosa en el rostro, decidió acercarse para saludarlo. Sin embargo, mientras se acercaba, notó la preocupación en el rostro de David y unas maletas a su lado. Intrigada aceleró su paso hasta él.
─ ¿David, te sucede algo? Pareces preocupado.
David levantó su cabeza y suspiró con tristeza─ He tenido algunos problemas con el alquiler de mi alojamiento y necesito encontrar otro lugar donde quedarme. Ayer dormí en el parque, pero si no encuentro algo pronto, me veré obligado a marcharme de aquí.
Isabel sintió compasión por él y un impulso inesperado la llevó a ofrecer su ayuda─ Lo siento mucho por lo que estás pasando. Si quieres, tengo un apartamento y una habitación libre. Podrías quedarte allí mientras encuentras algo.
David, con una mezcla de sorpresa y gratitud en su mirada, se mostró reticente al principio─Isabel, eso es demasiado, no puedo aceptar. No quiero ser una molestia para ti.
─No lo eres, en absoluto. Será un placer ayudarte─ Ella le tendió su mano, el reflexionó por un momento, pero con una sonrisa en cara la acepto.
Al llegar al apartamento, David dejó sus maletas en la habitación que le había ofrecido. Se sintió un poco incómodo al principio, invadiendo el espacio personal de Isabel, pero ella lo tranquilizó.
─ Siéntete como en casa. Estás aquí porque quiero que estés aquí─ Isabel le dio un suave beso en los labios ─ acomoda tus cosas, voy a dejar la compra en la cocina.
Llegó la hora de la cena, sentados un frente al otro charlaban mientras disfrutaban de un delicioso pescado al horno. Aunque la conversación giraba en torno a sus gustos literarios, sus miradas estaban llenas de deseo. Como si de un momento a otro fueran a tirar todo de la mesa y allí mismo repetir los placeres que los embriagaron aquella noche en la playa. Aunque su encuentro en la playa había roto muchas barreras entre ellos, aun no se trataban con confianza plena, como todo lo que había ocurrido hasta ahora querían que la lujuria contenida explotara en otro encuentro sexual.
Pasados unos días, David y Isabel compartieron más tiempo juntos en el apartamento. Compartían cenas, risas y profundas conversaciones. La cercanía física y emocional se convirtió en algo natural, y cada vez se sentían más cómodos el uno con el otro. La relación entre ellos había evolucionado desde aquel encuentro casual en la playa hasta una amistad cercana y un apoyo mutuo. Sin embargo, a pesar de la conexión intensa que compartían, ambos intentaban mantener una barrera invisible entre ellos, temerosos de las complejidades que una relación romántica podría traer.
Una noche, después de cenar, decidieron ver una película en el sofá del apartamento. La luz tenue de la sala creaba un ambiente íntimo, y el aire estaba cargado de electricidad. David llevaba solo el pantalón corto del pijama, mientras que Isabel vestía un pijama veraniego que resaltaba su piel morena.
Mientras la película discurría en pantalla, se encontraban a poca distancia el uno del otro. Sus miradas se encontraban con frecuencia, y podían sentir la tensión sexual creciendo entre ellos, como una llama avivándose lentamente. Sin poder resistirse más, se acercaron y comenzaron a besarse apasionadamente. Los besos eran intensos y ardientes, expresando todo el deseo y la pasión que habían estado reprimiendo. Las manos curiosas exploraban cada centímetro de la piel del otro, como si quisieran memorizar cada detalle.
La película se convirtió en un mero fondo mientras se entregaban a la atracción que los envolvía. Los besos y caricias se volvieron más intensos, y la ropa comenzó a desaparecer poco a poco. En ese momento, ya no había barreras entre ellos, solo el deseo y la pasión que los impulsaba a un encuentro íntimo y apasionado.
Isabel se levantó y se quitó el pijama delante de él, quedando su cuerpo desnudo bañado por la luz del televisor. David se levantó y comenzó a besar su cuello camino a los grandes pechos de Isabel, sus pezones duros ansiaban ser devorados.
Ella acariciaba sus cabellos y se dejaba hacer. Abrió sus piernas dejando que la mano del joven se metiera entre ellas, acariciando su ya mojado coño. David la agarro por la espalda y la sentó en el sofá. Tras un segundo en que sus miradas llenas de lujuria se cruzaron, diciéndose todo sin mencionar una palabra, ella abrió sus piernas. El joven se arrodillo y acerco su cara a dejando que el olor a mujer lo envolvieran.
─ ¿Te gusta lo que ves? ─ Isabel pasaba sus dedos entre los labios de su mojado coño.
─ Me encanta cada centímetro de ti.
─ Entonces, ¿qué estás esperando?
David deslizó sus labios y su lengua con algo de torpeza por su inexperiencia, deleitándose con su sabor. Introducía su lengua moviéndola en círculos. Isabel apretaba la esponja del asiento del sofá, mientras se retorcía de placer.
─ No pares, sigue...
Levanto aún más las piernas de Isabel y la miro a los ojos ─ Me encanta cómo te excitas─ y comenzó a pasar su lengua por el ano.
─ Oh dios como me gusta eso David, si lámelo…mete tu lengua─ El alternaba su lengua y chupadas entre sus dos agujeros.
─Mete dos dedos en mi coño y pon tu boca aquí─ con su dedo señalaba su clítoris. Arqueo su espalda al sentir los dedos entrar. David atrapó su clítoris con sus labios y comenzó a masturbarla con intensidad.
─ Si…si…sigue…sigue…me corro cariño…me corro.
Isabel apretó la cara de David contra su coño mientras lo restregaba con movimientos de su cadera. Los jugos del orgasmo de Isabel bañaban al joven, quien no dejaba de darle placer.
Cuando Isabel soltó su cabeza, él se separó recuperando la respiración─ Casi me ahogas, pero estuvo delicioso saborear tu coño.
Ella se levantó haciendo que él se levantara también─ Es mi turno cariño, te voy la mojar bien para que luego me la metas bien rico.
Comenzó a besar el juvenil pecho de David, bajando suavemente hasta quedar de rodillas frente a él. Bajó el pijama y como un resorte apareció la polla erecta que llevaba días anhelando. La acaricio con sus manos mientras pasaba su lengua por los testículos, para luego recorrerla a lo largo y cuando llegó a la punta la engulló hasta donde pudo. A diferencia de aquella noche en la playa, esta vez se recreó mamando aquella dura polla. Sus manos acompañaban el movimiento de sus chupadas, haciendo a David difícil sostenerse en pie.
Cuando la polla de David estaba como a ella le gustaba, dura y mojada, lo empujo obligándolo a sentarse. Se coloco de espaldas y se la clavó de una estocada.
─ Mmm…uf… como la he echado de menos estos días, que rica la siento toda dentro─ sus caderas hacían movimientos circulares intentando que llegara más adentro.
Los movimientos se hicieron más intensos, el sonido del chocar de sus cuerpos se mezclaba con sus gemidos. David sujetaba sus caderas ayudando a los movimientos de Isabel y le daba alguna cachetada en sus nalgas.
Isabel sintiéndose agotada paró ─ Levántate vamos a cambiar ─ se puso de rodillas frente al sofá y recostó su pecho en él.
Aquella imagen aumento la excitación del joven, quien no tardo en encaminar su erecto miembro al mojado coño de Isabel. Lo introdujo lentamente, pero sin detenerse, ella podía sentir como la iba llenando hasta sentir los suaves huevos tocar contra ella.
─ Oh David… como me llenas…follame.
El joven comenzó a moverse, su polla salía y entraba completamente del interior de ella, sacándole un quejido en cada embestida. Isabel abría sus nalgas para que la penetración fuera más profunda, si eso aun podía ser posible.
─ Uf sigue así cariño…no pares que me voy a correr otra vez.
El ano de Isabel se abría levemente cuando la polla de la invadía completamente. David se mojó uno de sus dedos con saliva, lo paso por aquel estrecho agujero y lo introdujo un poco esperando la reacción de ella. No pareció disgustarle, pues empujado su culo hacia atrás el dedo se introdujo casi por completo.
─ Mmm… que travieso ¿te gusta mi culo corazón?
─ Se ve delicioso Isabel.
─ ¿Te gustaría follarme por ahí también? ─ la mujer miro hacia el con una cara lasciva.
─ Nunca he hecho anal, no sé si lo hare bien.
─ Solo se cuidadoso, yo hace mucho que no… y tu polla es de tamaño considerable. Yo te iré guiando cariño, primero pasa tu lengua por él y lubrícalo.
Se separo sacando su polla del húmedo coño de Isabel y se agacho. Separando las nalgas con sus manos, comenzó a lamer.
─Así cariño, lo haces muy bien. Ahora mete tu dedo como antes─ el obedeció, esta vez el dedo entro con más facilidad. Viendo que el estrecho agujero cedía se le ocurrió meter otro.
─ Mmm David… sigue así ya casi esta─ Isabel mordía su labio, excitada─ ahora colócate detrás.
Isabel guio la polla del joven hasta su ano, jugo un poco hasta que el glande comenzó a entrar.
─ Empuja un poco tu cariño, pero despacio─ David presiono un poco y su glande desapareció en aquel estrecho agujero─ Uf… déjame a mi ahora.
Isabel con suaves movimientos intentaba meter más la polla que invadía su ano. Poco a poco iba entrando más.
─ Que estrecho esta Isabel, ya casi esta la mitad dentro.
─ Si la estoy sintiendo como me llena el culo…uf, empieza a moverte suavemente.
El estrecho rincón de Isabel comenzaba a ceder a su invasor. Los movimientos cada vez eran más largos─ Mételo todo cariño, folla mi culo más fuerte… dios como me gusta.
El joven enterró completamente su polla en las entrañas de la madura mujer, provocando en ella un alarido mezcla de dolor y placer.
─ ¿Así lo quieres?
─ Si…si… así házmelo duro.
David intensifico sus movimientos, su polla recorría el recto de Isabel envolviéndola como un guante. Las embestidas empezaban a ser violentas, lo que provocaba ríos de fluidos en el coño de ella.
David gruñía mientras taladraba ya sin compasión ─ No puedo más Isabel, voy a llenarte el culo con mi corrida.
─ Si llénamelo cariño…ah…ah… haz que me corra yo también.
Tras unas violentas envestidas David comenzó a llenar el culo de Isabel, ella gritaba descontrolada mientras se corría también.
─ Uf Isabel, que culo tienes. Me has exprimido bien─ lentamente sacó su polla del culo.
─ Me ha encantado como lo has hecho cariño─ su culo empezaba a expulsar abundante semen mezclándose con los fluidos de su coño.
Ambos de pie se fundieron un beso sellando aquella sesión de sexo lascivo.
Aquella noche había desatado una pasión que ya no podía ser contenida entre Isabel y David. A partir de ese momento, se entregaron sin reservas al deseo que sentían el uno por el otro, dejando que la pasión los guíe en cualquier lugar del apartamento. Compartían la ducha, disfrutando del tacto cálido del agua mientras se besaban apasionadamente. Las noches ya no eran solitarias, pues dormían juntos, abrazados, sintiéndose completos en la compañía del otro. Cada rincón del apartamento se convirtió en testigo de su lujuria desbordante.
A pesar de la diferencia de edad y las barreras que podían existir, ya no dudaban en mostrar su amor en público. Caminaban tomados de la mano, se abrazaban y besaban sin preocuparse por las miradas curiosas. Habían encontrado en el otro una conexión única, una afinidad que trascendía los años y las experiencias. La diferencia de edad, que al principio parecía ser una barrera, ya no tenía relevancia. Aunque el futuro es incierto, Isabel y David saben que tienen algo especial que no dejarán escapar.
Una soleada mañana, Isabel y David se encontraban emocionados en el apartamento, preparándose para pasar un día en la playa. Empacaron bebidas y comida en una nevera portátil, asegurándose de tener todo lo necesario para disfrutar al máximo.
Mientras se ocupaban de los preparativos, David no pudo resistir la tentación de provocar a Isabel. La abrazó por detrás en la cocina y le dio suaves besos en el cuello, tratando de seducirla. Isabel, con picardía, se hizo de rogar, advirtiéndole que, si seguían con esas distracciones, terminarían llegando tarde y perderían un buen sitio en la playa, cerca de la orilla. David río y se dio por vencido, al menos por el momento, prometiendo guardar sus provocaciones para más tarde. Juntos, finalmente se dirigieron a la playa, emocionados por pasar un día juntos en el paraíso de Bahía Serena.
Al llegar, buscaron un lugar cercano a la orilla para colocar su sombrilla y dejar sus pertenencias. El mar les recibía con su brisa fresca y el sonido suave de las olas que acariciaban la orilla. Se sentaron en sus toallas en la suave arena mientras disfrutaban de la vista y la sensación relajante del entorno.
El sol brillaba en lo alto del cielo, creando un ambiente perfecto para un día de playa. David y Isabel se sumergieron en la calma del momento, compartiendo risas y miradas cómplices mientras conversaban sobre sus planes para el día.
Isabel se sentía agradecida por haber conocido a alguien como David, alguien que le había devuelto la pasión y la alegría de vivir. David, por su parte, se sentía afortunado de haber encontrado en Isabel una compañera tan especial, alguien que le había enseñado a descubrir su sexualidad y madurez. Mientras disfrutaban de la brisa del mar, el deseo entre ellos se mantenía latente, como una corriente subterránea que fluía silenciosamente. Sabían que el tiempo juntos en la playa era solo el comienzo de un día lleno de momentos íntimos y emocionantes.
El sol continuaba brillando con intensidad, y la playa estaba llena de vida y movimiento. Isabel sacó un bote de crema protectora solar y comenzó a aplicarla suavemente en la espalda y torso de David. Las miradas de algunas mujeres envidiosas no pasaron desapercibidas, pero Isabel estaba concentrada en proteger la piel del joven que tenía delante. Con habilidad y delicadeza, sus manos recorrían el cuerpo de David, esparciendo la crema con suavidad. Las risas y complicidad entre ellos eran evidentes, sabían que estaban siendo observados, pero eso no les importaba. El deseo y la pasión que compartían eran más fuertes que las miradas curiosas.
Él tomó el turno para cuidar la piel de Isabel. Ella se recostó boca abajo en la toalla, permitiéndole acceso a su espalda y piernas. El masaje suave y experto de David con la crema protectora hacía que Isabel se estremeciera ligeramente, disfrutando de sus atrevimientos disimulados. David no podía resistirse y se permitió algunas caricias más osadas, haciendo que el corazón de Isabel se acelerara. Ambos se miraban con complicidad sensual, sabiendo que estaban provocando deseos y envidias a su alrededor. Ahora eran las miradas admiración y envidia de los hombres hacia David las que no pasaron desapercibidas, pero él solo tenía ojos para Isabel. Era consciente de la belleza y la sensualidad de la mujer que tenía delante, y se sentía afortunado de poder compartirla íntimamente.
El día paso entre baños y jugueteos picantes. En la orilla se acariciaban disimuladamente provocándose el uno al otro, pero dentro del agua los tocamientos subían de nivel. David usaba sus dedos, llegando provocar un orgasmo en Isabel en una ocasión. Ella no se quedaba atrás, se sumergía buscando con su boca la polla dura que tanto placer le daba. Tras esos juegos él tenía que esperar un poco antes de poder salir del agua mientras ella bromeaba al respecto desde la orilla.
El sol se sumergía lentamente en el horizonte, tiñendo el cielo con tonos dorados y naranjas mientras la playa comenzaba a vaciarse, dejando atrás solo a unos pocos amantes del mar y la puesta de sol. Isabel y David se encontraban entre ellos, disfrutando de la magia del momento. Isabel sugirió un último baño en el mar antes de marcharse. Aprovechando la tranquilidad y privacidad que ofrecía la playa casi desierta, se adentraron en las olas, dejándose llevar por la corriente mientras se divertían con juegos y risas.
Sus besos eran apasionados y ardientes, el agua salada acariciaba sus cuerpos mientras se balanceaban en el vaivén del mar. La conexión entre ellos era más profunda que nunca, como si el océano mismo los uniera en ese instante mágico.
Isabel rodeo a David con sus piernas─ Quiero follarte aquí mismo─ el sin perder tiempo aparto el bikini y sacando su polla la penetró, mientras sus miradas se mantenían unidas.
Ella comenzó a moverse con la ayuda de las olas. Subía y bajaba recorriendo cada milímetro. No decían nada solo jadeaban sin apartar sus miradas, intentando expresar lo que sentían con sus ojos.
Él quería hacerla correr y comenzó a moverse también─ Oh David… como me gusta esto…quiero que te corras, llena con tu leche caliente mi coño.
David comenzó a moverse con intensidad, esta vez cualquiera que mirara sospecharía que allí pasaba algo mas que un inocente baño. A ellos eso en ese momento no les importaba, solo se centraban en su placer.
─ Uf Isabel te voy a llenar…me corro.
─ Oh dios mío… si… me encanta sentir como te corres dentro─ sus labios se unieron mientras David seguía descargando en el interior de Isabel.
Se quedaron dentro del agua hasta casi el anochecer, las miradas de deseo contenido dieron paso a otras llenas de dulzura y amor.
EPÍLOGO
A medida que el verano llegaba a su fin, la relación entre David e Isabel se volvía cada vez más intensa. Cada día compartido se volvía una joya preciosa que atesoraban en sus corazones, sabiendo que el tiempo juntos tenía un límite. Aunque el final del verano significaba que sus caminos se separarían, ninguno de los dos quería mencionarlo para no estropear lo que les quedaba de estar juntos y disfrutar plenamente del amor compartido.
Llegó la última noche juntos, y David estaba decidido a hacer de esa velada algo inolvidable para ambos. Había reservado mesa en un romántico restaurante, queriendo que esa noche se grabara a fuego en sus mentes, como un recuerdo imborrable del tiempo que compartieron en Bahía Serena. Ambos se arreglaron con esmero, eligiendo atuendos que reflejaban la importancia de la ocasión. Las miradas picaronas cargadas de complicidad entre ellos durante la cena mostraban el deseo que todavía arde entre ellos, a pesar del inminente final del verano.
Después de una cena llena de risas y confidencias, decidieron dar un paseo por el paseo marítimo, bañado por la luz de la luna llena de esa noche. La magia del momento y el amor compartido los envolvía, haciéndolos sentir como si fueran los únicos dos seres en el mundo. En la penumbra que una farola estropeada les brindaba, se detuvieron y se fundieron en un cálido beso, sellando su conexión con ternura y pasión. Isabel, incapaz de contener su deseo, propuso volver al apartamento, donde podrían entregarse plenamente el uno al otro por última vez.
─ Quiero que hoy me llenes, que vuelvas a follar mi culo sin compasión si quieres. Soy toda tuya David. Esa noche, la lujuria y la lascivia se fundieron con el amor en el apartamento de Isabel hasta casi el amanecer.
A medida que los primeros rayos de luz bañaban el apartamento, David e Isabel se abrazaron con ternura, sabiendo que su tiempo juntos había llegado a su fin.
El final del verano marcaba el inicio de una nueva etapa en sus vidas, con caminos que los llevarían a lugares diferentes. Pero el amor que habían compartido en Bahía Serena siempre viviría en sus corazones, como una llama eterna que nunca se apagaría.
Prometieron volver a verse, manteniendo la esperanza de que el destino los reuniría nuevamente en algún momento. Era un pacto silencioso, una promesa que se selló con un cálido beso, el cual representaba todo lo que habían vivido y sentido en aquel verano tan especial.
FIN
PROLOGO
En el resplandor dorado de un atardecer en la remota ciudad costera de Bahía
Serena, dos almas dispares se encuentran en un inesperado cruce de caminos. Una
mujer enérgica y exitosa, de pelo rubio rizado y mirada profunda, atraviesa sus
cuarenta y cinco años con la fuerza de una tormenta, aunque lleva consigo las
cicatrices de un pasado doloroso. En su corazón, un matrimonio que se
desmoronó, dejando escombros de lo que alguna vez fue el refugio de sus sueños.
No obstante, sigue luchando por encontrar la luz entre las sombras, ansiosa por
descubrir nuevos horizontes.
Por otro lado, un joven de dieciocho años, de espíritu libre y curioso, camina
por la vida con la emoción de un recién nacido. Sus cabellos despeinados y ojos
llenos de asombro revelan un anhelo inextinguible por explorar el mundo que lo
rodea. Sus pasos lo han llevado lejos de su hogar, en busca de aventuras y
aprendizajes, con un amor apasionado por la literatura y el arte.
Como los hilos invisibles del destino, la pasión compartida por las
letras y las expresiones artísticas los une. A través de
intercambios literarios y debates apasionados sobre el arte que enciende sus
almas, la distancia entre ellos se desdibuja.
CAPITULO 1
El sol se ocultaba lentamente sobre el horizonte, tiñendo el cielo de tonos
cálidos y dorados. Bahía Serena estaba envuelta en una calma pintoresca
mientras las olas rompían suavemente en la orilla. Era un lugar de escapada,
donde el ajetreo de la vida cotidiana quedaba atrás y el tiempo parecía
desvanecerse.
En medio de este escenario idílico, dos almas destinadas a cruzarse vagaban
por la playa en direcciones opuestas. Isabel, una mujer de cuarenta y tantos
años, vestía una sencilla blusa blanca y pantalones vaqueros desgastados.
Caminaba descalza, dejando que la arena acariciara sus pies cansados. Sus ojos
se perdían en el horizonte, mientras el viento jugaba con su rizado cabello rubio.
A unos metros de distancia, David, un joven de dieciocho años, de apariencia
bohemia, caminaba descalzo con un libro entre sus manos. Sus ojos brillaban con
la emoción de la juventud mientras leía las palabras impresas con avidez. Se
detenía ocasionalmente para escribir en su cuaderno algunas notas inspiradas
por la historia que devoraba.
Por casualidad, sus trayectorias se entrecruzaron, y sin
siquiera saberlo, ambos alzaron la mirada al mismo tiempo. El tiempo pareció
detenerse por un instante mientras sus ojos se encontraban en un pasaje
silencioso de conexión. Fue como si algo intangible los uniera, una corriente invisible que los traspasó sin que pudieran comprenderlo.
Isabel desvió la mirada, sintiendo una sutil incomodidad. Aunque había
experimentado muchos encuentros a lo largo de su vida, aquel fue distinto,
misterioso. Pero David, curioso e intrépido, no pudo resistirse a la intriga
que le despertó la mirada de aquella mujer enigmática. A pesar de su juventud,
intuyó que había algo más en ese fugaz intercambio visual.
Los pasos de ambos continuaron llevándolos en direcciones opuestas,
alejándolos uno del otro. El crepúsculo se intensificaba, y las luces de la
ciudad comenzaban a encenderse en la lejanía. A pesar de la distancia física,
sus pensamientos quedaron entrelazados. Cada uno se preguntaba qué había sido eso que acababan de experimentar.
Días después del primer encuentro en la playa, el destino, caprichoso como siempre,
decidía unir nuevamente los caminos de Isabel y David en el pintoresco paseo
marítimo de la ciudad.
La tarde caía suavemente, teñida de tonos rosados y dorados, y la brisa salada
acariciaba el rostro de los transeúntes. Isabel caminaba lentamente junto a la
barandilla del paseo, con los ojos perdidos en el horizonte. Cada tanto, se
detenía para observar el reflejo dorado del sol en el mar, sumergiéndose en sus
pensamientos más profundos.
Mientras tanto, David paseaba con su característico desenfado, los auriculares
en los oídos y la música fluyendo a través de su mente inquieta. Su mirada
erraba por los edificios antiguos y las coloridas casas de la ciudad,
maravillándose con la belleza del lugar que ahora consideraba su hogar temporal.
Cuando sus trayectorias se cruzaron nuevamente, ambos se dieron cuenta de la
coincidencia. Esta vez, no hubo un breve vistazo, sino que sus miradas se
encontraron y se sostuvieron por más tiempo. Un silencio vibrante flotaba en el
aire mientras se observaban el uno al otro, como si el universo estuviera
tejiendo una conexión indeleble entre ellos.
La música que acompañaba a David se desvaneció, y sus pasos
lo llevaron sin esfuerzo hacia Isabel. Ella sintió un cosquilleo en el estómago
y una mezcla de emociones revoloteando en su pecho. A pesar de la reticencia
inicial, se dejó envolver por esa mirada intensa que parecía indagar en lo
más profundo.
A escasos metros de distancia, el tiempo parecía congelarse nuevamente. Pero
antes de que pudieran pronunciar una sola palabra, un pequeño grupo de niños
emocionados se interpuso en su camino, corriendo y riendo mientras disfrutaban
de la playa cercana.
El instante mágico se rompió, y David y Isabel intercambiaron una sonrisa
tímida. Decidieron que no era el momento adecuado para presentarse, quizás
temerosos de lo que esa conexión inexplicable podría significar. Cada uno
siguió su camino, pero sus mentes se quedaron con el eco de ese encuentro,
preguntándose qué les depararía el destino.
Esa tarde, mientras los últimos rayos del sol se despedían en el horizonte,
David encontró un viejo libro abandonado en uno de los bancos del paseo
marítimo. Lo recogió con curiosidad y, al abrirlo, descubrió que era una novela
clásica. Un presentimiento fugaz lo hizo sonreír, y decidió llevar el libro consigo, como si fuera un regalo del destino.
El universo seguía conspirando, y sus caminos, aún sin cruzarse del todo, se
entrelazaban en una danza silenciosa. El próximo encuentro podría ser el que
los llevara a un territorio desconocido, donde sus almas se fundirían en una
conexión inquebrantable.
El aroma del café y los sonidos suaves de las olas del mar llenaban el aire en
la pequeña tienda de souvenirs cerca del paseo marítimo. David, con un café
para llevar en una mano y el libro que había encontrado en la otra, estaba absorto en la
búsqueda de un recuerdo para llevar consigo. Mientras hojeaba algunos
artículos, tropezó accidentalmente con una mujer, haciendo que su café
se esparciera sobre el mostrador.
─ ¡Oh no! Lo siento muchísimo ─ se disculpó David apresuradamente, tratando de
limpiar el desastre.
Aquella mujer que se había interpuesto no era otra si no Isabel, que casualmente pasaba por la tienda en ese momento, se acercó con una sonrisa amable en su rostro. ─ No te preocupes, los accidentes pueden pasar. Déjame ayudarte.
Con un gesto tranquilo, sacó un pañuelo de papel de su bolso y comenzó a
ayudar a David a limpiar el líquido derramado. Mientras lo hacían, ella notó el
libro en la mano de David, y su corazón dio un vuelco al reconocer al autor.
Era uno de sus favoritos, y eso no podía ser una simple coincidencia.
─ Este es un libro maravilloso ─ comentó Isabel con una mirada llena de
complicidad hacia David.
─ Sí, lo es. Lo encontré el otro día en un banco cerca de la playa ─ respondió David con una mezcla de sorpresa y emoción al notar la conexión.
Terminaron de limpiar el pequeño desastre, y David agradeció a Isabel con una
sonrisa genuina. ─ Gracias por tu ayuda. Lamento mucho lo ocurrido.
─ No hay problema. En realidad, me alegra haber tenido la oportunidad de
hablar ─ dijo Isabel, asumiendo el riesgo de ser demasiado audaz.
David la miró con curiosidad, sintiendo una extraña conexión con esa mujer
misteriosa. ─ Nos hemos visto antes, ¿verdad? Hace unos días por el paseo, creo que fue el día que encontré el libro.
Isabel sonrió y asintió─ Así es. Hace unos días, en la playa, nuestras miradas se encontraron de manera inusual.
David pareció reflexionar por un momento. ─ Sí, recuerdo ese momento. Fue extraño, pero a la vez...intenso.
─ ¿Qué te parece si te invito a un café para compensar el que se derramó? Hay
una cafetería en el paseo marítimo con una terraza preciosa.
David sonrió, aceptando la invitación con entusiasmo. ─ Me encantaría.
Ambos dejaron la tienda de souvenirs detrás y se encaminaron hacia la
cafetería con el mar de fondo. La conversación fluyó naturalmente, y
descubrieron que tenían más en común de lo que hubieran imaginado. Hablaron
sobre sus pasiones por la literatura y el arte, compartieron experiencias de
vida y sueños por descubrir.
Isabel se dio cuenta de que David no solo era un joven soñador con una mente
despierta, sino también un hombre atractivo y apasionado. La forma en que sus
ojos brillaban cuando hablaba de lo que amaba y cómo su risa resonaba como
música en sus oídos, comenzó a despertar algo en ella que había permanecido
dormido por mucho tiempo. Sentía un extraño calor en su bajo vientre y notaba sus pezones endurecer.
David, por su parte, no pudo evitar notar la turgencia y la belleza madura que irradiaba Isabel. No podía evitar mirar sus pechos, ahora tostados por el sol, a través del escote de su camisa. Su sabiduría y experiencia de vida lo intrigaban y atraían de una manera que nunca había experimentado antes. La combinación de su pasión por la literatura y su atractivo físico lo dejaba hipnotizado.
En esa tarde mágica, las miradas fugaces se convirtieron en un encuentro más profundo. El café derramado se convirtió en la excusa perfecta para unir sus caminos de manera definitiva. A medida que el sol se ocultaba y las luces de la ciudad iluminaban la terraza, Isabel y David se dieron cuenta de que algo especial estaba comenzando a florecer entre ellos.
CAPÍTULO 2
Lentamente, el sol comenzaba a ocultarse en el horizonte, tiñendo el cielo de
tonos cálidos y dorados. Isabel disfrutaba de la cálida sensación de los rayos
del sol acariciando su piel mientras yacía tumbada en una toalla en la playa.
El sonido suave de las olas creaba una atmósfera relajante, pero su mente
estaba inquieta con la cercanía de David, el joven intrigante que había llegado
a su vida como una ráfaga refrescante.
─ ¿Te importa si me uno a ti?
Isabel, deslumbrada tapó el sol con la mano para poder ver mejor. Reconoció a David con una chispa de deseo que hasta ese momento había permanecido latente en su interior. Con cautela, pero sin poder evitar sentirse atraída, aceptó su compañía.
─ Claro, siéntate. El maravilloso espectáculo del atardecer es aún más hermoso
cuando se comparte─ respondió Isabel, intentando disimular la leve excitación
que recorría su cuerpo.
Ambos se acomodaron en la toalla, mirando el horizonte del mar. Sus miradas se encontraban ocasionalmente, y en esos breves instantes, podían ver cómo el deseo contenido se escondía detrás. Isabel dirigía fugaces ojeadas al joven cuerpo de David, aunque no era un hombre musculado tenia un torso definido. Deseosa de pasar su mano por su piel, su respiración se hacia profunda dificultando poder expulsar el aire después.
David tampoco perdía detalle, su joven curiosidad hacían mas descaradas las miradas a aquel hermoso cuerpo de mujer madura. Se imaginaba como serian sus pezones y como seria tenerlos entre sus labios. Intentaba controlar su excitación, pero tuvo que cambiar de postura para disimular su bulto en el bañador.
Ambos se miraron con una sensación de complicidad, y sin decir una palabra, decidieron que sería un buen momento para darse un baño en el mar. Corrieron hacia las suaves olas, riendo y bromeando entre ellos. La sensación del agua fresca y salada los envolvía mientras jugaban en las aguas oscuras. A medida que se sumergían en el mar, sus cuerpos se rozaban de manera inadvertida, creando una electricidad que recorría sus pieles y aumentaba la tensión sexual que había estado creciendo durante todo el día.
Isabel no podía evitar sentir cómo sus pezones se endurecían bajo el traje de baño con cada contacto fugaz con el joven y apuesto David. El roce provocador de sus cuerpos en el agua avivaba su deseo, haciendo que la humedad entre sus piernas aumentara con cada segundo que pasaba.
David, luchaba contra las fantasías que lo abrumaban. Sentía la presión de su bulto creciente bajo el agua, deseando perderse en la lujuria que Isabel despertaba en él.
Entre bromas Isabel noto algo duro en su vientre, sabía perfectamente que era aquello. Su mirada se cruzo con la de él, que mostraba una mezcla de excitación y temor por la reacción de ella. Los ojos de David se cerraron, la mano de Isabel había entrado por su bañador y se había hecho con el control de su polla.
Comenzó a masturbarlo con suavidad, no quería que el resto de gente en la playa notara lo que allí estaba ocurriendo. El se encontraba excitado a la vez que abrumado, con sus 18 años su experiencia apenas pasaba más allá de haber perdido la virginidad. El deseo lo llevo a llevar su mano hasta las tetas de Isabel, ella llena de excitación la guio por debajo del bikini. Un suspiro salió de su boca cuando los curiosos dedos se apoderaron de su duro pezón, intensificando la paja que le estaba haciendo al joven que apenas había comenzado a conocer.
David jadeo repetidamente, ella sabía lo que vendría a continuación. La joven polla comenzó a palpitar en su mano, ella la acariciaba lentamente esparciendo aquel dulce néctar medio en el mar.
Desde lejos cualquier mirada ajena solo vería a dos personas bañándose incluso un sobrino con su tía dándose un baño inocente, pero la realidad es que habían quitado el primer candado de la puerta de la lujuria.
Cuando decidieron regresar a la orilla, sus cuerpos estaban ardiendo en un frenesí de pasión. El agua goteaba de sus cuerpos, y la excitación era palpable.
Isabel sonreía a David coquetamente─ ¿Qué te parece si cenamos juntos esta noche?
─ ¡Claro, acepto encantado! No puedo resistirme a la idea de compartir más tiempo contigo.
El día avanzó con una excitación nerviosa para ambos. Después de su encuentro en la playa, la cena prometía ser más que una simple comida. Mientras se preparaban, ambos sentían una mezcla de emociones encontradas, pero una atracción imparable los guiaba hacia esa velada.
Isabel eligió un vestido que resaltaba su figura con elegancia, dejando al descubierto sus encantos de mujer. Sus cabellos caían sueltos sobre sus hombros, y su mirada reflejaba la confianza que estaba a punto de desatar. Se sentía viva y lista para descubrir lo que la noche tenía preparado para ellos.
A la hora acordada, se encontraron en el restaurante, y las miradas que se dirigieron el uno al otro hablaban más que cualquier palabra. La velada transcurrió en medio de una conversación amena y seductora. La complicidad que había nacido en la playa se intensificaba con cada palabra compartida.
El ambiente romántico y la luz tenue de las velas eran el escenario perfecto para lo que vendría después. Al terminar la cena, David sugirió dar un paseo por la playa a la luz de la luna. Isabel aceptó sin dudar, emocionada por la posibilidad de estar más cerca de él, de sentir la arena bajo sus pies y las olas susurrando secretos a su alrededor.
Mientras caminaban en silencio, el aroma salado del mar se mezclaba con el perfume de Isabel. La brisa nocturna acariciaba sus rostros, y el sonido del mar creaba una melodía en sus oídos. Las miradas cómplices que intercambiaban hablaban por sí solas, revelando una pasión contenida que estaba a punto de desbordarse.
En un instante, el deseo y la atracción que los unía se volvieron incontenibles. Sin decir una palabra, sus labios se acercaron lentamente, y finalmente, se fundieron en un cálido y apasionado beso. Los suspiros se mezclaban con el sonido del mar mientras sus cuerpos se abrazaban con deseo.
No pudieron resistirse y se tumbaron en la suave arena, entregándose al momento y dejando que sus bocas se buscaran una y otra vez en tórridos besos. La tensión que habían contenido por tanto tiempo se liberaba en un fuego abrasador que los consumía a ambos.
El bajo por su cuello, besándolo e Isabel sabiendo a donde se dirigía saco sus hermosas tetas por el escote de su vestido. David, se impresionó al verlos, fuera de su prisión se veían más grande de lo que él se había imaginado todo el día. Ante aquella tentadora imagen, no pudo resistirse y se agacho atrapando uno de sus suaves pezones con su boca mientras sus manos recorrían cada centímetro de aquellos senos pechos, acariciando y provocando una respuesta aún más apasionada de ella, que no podía contener sus gemidos y sus pezones duros demostraban su gran excitación.
Isabel recorrió el torso del joven hasta su entrepierna y una sonrisa se dibujó en su cara al sentir la virilidad juvenil entre sus manos. Desabrochó su pantalón e introdujo su mano para ahora si sentir la piel del miembro de David. Tiro uno poco del pantalón y ahora con total libertad lo saco y comenzó a masturbarlo. Le encantaba su tamaño, era grande y su pequeña mano lo recorría con intensidad. La necesidad de probar su sabor crecía en el interior de la madura mujer. Aparto al joven de sus pechos dispuesta a meter aquella polla en su boca.
─ Oh David que duro estas…. No puedo esperar más a tenerlo en mi boca─ sin vacilar ni un segundo más dirigió su boca a la entrepierna de David. Tras unas lamidas al glande ─ que rico sabe tu polla cariño─ tomo aire y comenzó a succionar introduciéndoselo cada vez más adentro.
David agarro su pelo para poder ver bien su cara bañada por el resplandor de la luna.
─ Uf que caliente esta tu boca Isabel.
Ella lo miro con una mirada de lascivia perversión mientras succiono con fuerza la cabeza─ Hay algo más caliente que mi boca─ se incorporó un poco subiendo su vestido con una mano aparto su tanga y con la otra guio la polla del joven hasta la entrada de su ya mojado coño. Comenzó a bajar lentamente sintiendo cada milímetro abriéndose paso dentro de ella. Cuando sintió los testículos chocar en sus nalgas David la llenaba por completo.
─ Oh si tu coño esta más caliente─ el joven movía lentamente su pelvis buscando penetrarla aún más.
Isabel agarró las manos de David llevándolas a sus nalgas y este las agarró con firmeza. Empezó a subir lentamente para comenzar a bajar un poco, repitiendo este movimiento comenzó a elevar la intensidad de sus movimientos.
─ Que polla más rica tienes cariño, la quiero toda dentro de mí.
David empezó a acompasar sus movimientos y sus cuerpos comenzaron a chocar con fuerza. Los pechos de Isabel se agitaban delante del rostro del joven, quien no dudaba en intentar atraparlos con su boca.
Tras unos minutos más el joven estaba límite, los expertos movimientos de Isabel lo llevaban al límite del placer.
─Estoy a punto… de correrme─ jadeó David.
Isabel intensificó sus movimientos, ahora sus movimientos recorrían completamente aquella juvenil polla golpeando con fuerza al final.
─ Uf… córrete dentro…lléname David…me estoy viniendo oh.
Los fluidos de ella comenzaron a correr hasta llegar a los muslos de él, quien sin poder contenerse más empezó a derramar su semen con un primer potente chorro.
Ella al sentirlo, bajo fuertemente una última vez y con movimientos de su cadera exprimía a David. Ambos jadeaban fuertemente, liberados por el placer. Sentir las palpitaciones de aquella joven polla y el semen caliente en su interior alargó unos segundos más el delicioso orgasmo de Isabel. Allí sobre la arena, permanecieron en la misma posición, mientras sus fluidos se mezclaban, dándose delicados besos.
En la lejanía del paseo marítimo unas ruedas de coche rechinaron, sacándoles de la burbuja que les separaba de la realidad.
Colocaron bien sus ropas y se marcharon de la playa, camino al apartamento de Isabel.
En la puerta, unos húmedos besos fueron la despedida de aquella noche mágica.
─Espero verte por el paseo ─ le dedicó una mirada lasciva a David mientras abría la puerta.
─ Eso espero yo también─ se acercó y la besó por última vez antes de cerrar la puerta.
Isabel dejo caer su cuerpo contra la puerta, mordió su labio pensando en lo que había pasado, soltando un gemido al sentir el semen de David aun corriendo por sus muslos.
CAPÍTULO 3
Transcurrieron varios días en los que no se cruzaron, tampoco ninguno de los dos fue al encuentro del otro. Parecía que ambos deseaban que fuera el destino quién tomara esa decisión.
La fortuna no tardo en conspirar, una mañana en la que Isabel andaba distraídamente por una calle céntrica, mirando escaparates mientras llevaba unas bolsas. En el reflejo de los cristales reconoció a David.
Con una expresión amistosa en el rostro, decidió acercarse para saludarlo. Sin embargo, mientras se acercaba, notó la preocupación en el rostro de David y unas maletas a su lado. Intrigada aceleró su paso hasta él.
─ ¿David, te sucede algo? Pareces preocupado.
David levantó su cabeza y suspiró con tristeza.
─ He tenido algunos problemas con el alquiler de mi alojamiento y necesito encontrar otro lugar donde quedarme. Ayer dormí en el parque, pero si no encuentro algo pronto, me veré obligado a marcharme de aquí.
Isabel sintió compasión por él y un impulso inesperado la llevó a ofrecer su ayuda.
─ Lo siento mucho por lo que estás pasando. Si quieres, tengo un apartamento y una habitación libre. Podrías quedarte allí mientras encuentras algo.
David, con una mezcla de sorpresa y gratitud en su mirada, se mostró reticente al principio.
─Isabel, eso es demasiado, no puedo aceptar. No quiero ser una molestia para ti.
─No lo eres, en absoluto. Será un placer ayudarte─ Ella le tendió su mano, el reflexionó por un momento, pero con una sonrisa en cara la acepto.
Al llegar al apartamento, David dejó sus maletas en la habitación que le había ofrecido. Se sintió un poco incómodo al principio, invadiendo el espacio personal de Isabel, pero ella lo tranquilizó.
─ Siéntete como en casa. Estás aquí porque quiero que estés aquí─ Isabel le dio un suave beso en los labios ─ acomoda tus cosas, voy a dejar la compra en la cocina.
Llegó la hora de la cena, sentados un frente al otro charlaban mientras disfrutaban de un delicioso pescado al horno. Aunque la conversación giraba en torno a sus gustos literarios, sus miradas estaban llenas de deseo. Como si de un momento a otro fueran a tirar todo de la mesa y allí mismo repetir los placeres que los embriagaron aquella noche en la playa. Aunque su encuentro en la playa había roto muchas barreras entre ellos, aun no se trataban con confianza plena, como todo lo que había ocurrido hasta ahora querían que la lujuria contenida explotara en otro encuentro sexual.
Pasados unos días, David y Isabel compartieron más tiempo juntos en el apartamento. Compartían cenas, risas y profundas conversaciones. La cercanía física y emocional se convirtió en algo natural, y cada vez se sentían más cómodos el uno con el otro.
La relación entre ellos había evolucionado desde aquel encuentro casual en la playa hasta una amistad cercana y un apoyo mutuo. Sin embargo, a pesar de la conexión intensa que compartían, ambos intentaban mantener una barrera invisible entre ellos, temerosos de las complejidades que una relación romántica podría traer.
Una noche, después de cenar, decidieron ver una película en el sofá del apartamento. La luz tenue de la sala creaba un ambiente íntimo, y el aire estaba cargado de electricidad. David llevaba solo el pantalón corto del pijama, mientras que Isabel vestía un pijama veraniego que resaltaba su piel morena.
Mientras la película discurría en pantalla, se encontraban a poca distancia el uno del otro. Sus miradas se encontraban con frecuencia, y podían sentir la tensión sexual creciendo entre ellos, como una llama avivándose lentamente.
Sin poder resistirse más, se acercaron y comenzaron a besarse apasionadamente. Los besos eran intensos y ardientes, expresando todo el deseo y la pasión que habían estado reprimiendo. Las manos curiosas exploraban cada centímetro de la piel del otro, como si quisieran memorizar cada detalle.
La película se convirtió en un mero fondo mientras se entregaban a la atracción que los envolvía. Los besos y caricias se volvieron más intensos, y la ropa comenzó a desaparecer poco a poco. En ese momento, ya no había barreras entre ellos, solo el deseo y la pasión que los impulsaba a un encuentro íntimo y apasionado.
Isabel se levantó y se quitó el pijama delante de él, quedando su cuerpo desnudo bañado por la luz del televisor. David se levantó y comenzó a besar su cuello camino a los grandes pechos de Isabel, sus pezones duros ansiaban ser devorados.
Ella acariciaba sus cabellos y se dejaba hacer. Abrió sus piernas dejando que la mano del joven se metiera entre ellas, acariciando su ya mojado coño. David la agarro por la espalda y la sentó en el sofá. Tras un segundo en que sus miradas llenas de lujuria se cruzaron, diciéndose todo sin mencionar una palabra, ella abrió sus piernas. El joven se arrodillo y acerco su cara a dejando que el olor a mujer lo envolvieran.
─ ¿Te gusta lo que ves? ─ Isabel pasaba sus dedos entre los labios de su mojado coño.
─ Me encanta cada centímetro de ti.
─ Entonces, ¿qué estás esperando?
David deslizó sus labios y su lengua con algo de torpeza por su inexperiencia, deleitándose con su sabor. Introducía su lengua moviéndola en círculos. Isabel apretaba la esponja del asiento del sofá, mientras se retorcía de placer.
─ No pares, sigue...
Levanto aún más las piernas de Isabel y la miro a los ojos ─ Me encanta cómo te excitas─ y comenzó a pasar su lengua por el ano.
─ Oh dios como me gusta eso David, si lámelo…mete tu lengua─ El alternaba su lengua y chupadas entre sus dos agujeros.
─Mete dos dedos en mi coño y pon tu boca aquí─ con su dedo señalaba su clítoris. arqueo su espalda al sentir los dedos entrar. David atrapo su clítoris con sus labios y comenzó a masturbarla con intensidad.
─ Si…si…sigue…sigue…me corro cariño…me corro.
Isabel apretó la cara de David contra su coño mientras lo restregaba con movimientos de su cadera. Los jugos del orgasmo de Isabel bañaban al joven, quien no dejaba de darle placer.
Cuando Isabel soltó su cabeza, él se separó recuperando la respiración.
─ Casi me ahogas, pero estuvo delicioso saborear tu coño.
Ella se levantó haciendo que él se levantara también─ Es mi turno cariño, te voy la mojar bien para que luego me la metas bien rico.
Comenzó a besar el juvenil pecho de David, bajando suavemente hasta quedar de rodillas frente a él. Bajó el pijama y como un resorte apareció la polla erecta que llevaba días anhelando. La acaricio con sus manos mientras pasaba su lengua por los testículos, para luego recorrerla a lo largo y cuando llegó a la punta la engulló hasta donde pudo. A diferencia de aquella noche en la playa, esta vez se recreó mamando aquella dura polla. Sus manos acompañaban el movimiento de sus chupadas, haciendo a David difícil sostenerse en pie.
Cuando la polla de David estaba como a ella le gustaba, dura y mojada, lo empujo obligándolo a sentarse. Se coloco de espaldas y se la clavó de una estocada.
─ Mmm…uf… como la he echado de menos estos días, que rica la siento toda dentro─ sus caderas hacían movimientos circulares intentando que llegara más adentro.
Los movimientos se hicieron más intensos, el sonido del chocar de sus cuerpos se mezclaba con sus gemidos. David sujetaba sus caderas ayudando a los movimientos de Isabel y le daba alguna cachetada en sus nalgas.
Isabel sintiéndose agotada paró ─ Levántate vamos a cambiar ─ se puso de rodillas frente al sofá y recostó su pecho en él.
Aquella imagen aumento la excitación del joven, quien no tardo en encaminar su erecto miembro al mojado coño de Isabel. Lo introdujo lentamente, pero sin detenerse, ella podía sentir como la iba llenando hasta sentir los suaves huevos tocar contra ella.
─ Oh David… como me llenas…follame.
El joven comenzó a moverse, su polla salía y entraba completamente del interior de ella, sacándole un quejido en cada embestida. Isabel abría sus nalgas para que la penetración fuera más profunda, si eso aun podía ser posible.
─ Uf sigue así cariño…no pares que me voy a correr otra vez.
El ano de Isabel se abría levemente cuando la polla de la invadía completamente. David se mojó uno de sus dedos con saliva, lo paso por aquel estrecho agujero y lo introdujo un poco esperando la reacción de ella. No pareció disgustarle, pues empujado su culo hacia atrás el dedo se introdujo casi por completo.
─ Mmm… que travieso ¿te gusta mi culo corazón?
─ Se ve delicioso Isabel.
─ ¿Te gustaría follarme por ahí también? ─ la mujer miro hacia el con una cara lasciva.
─ Nunca he hecho anal, no sé si lo hare bien.
─ Solo se cuidadoso, yo hace mucho que no… y tu polla es de tamaño considerable. Yo te iré guiando cariño, primero pasa tu lengua por él y lubrícalo.
Se separo sacando su polla del húmedo coño de Isabel y se agacho. Separando las nalgas con sus manos, comenzó a lamer.
─Así cariño, lo haces muy bien. Ahora mete tu dedo como antes.
El obedeció, esta vez el dedo entro con más facilidad. Viendo que el estrecho agujero cedía se le ocurrió meter otro.
─ Mmm David… sigue así ya casi esta─ Isabel mordía su labio, excitada─ ahora colócate detrás.
Isabel guio la polla del joven hasta su ano, jugo un poco hasta que el glande comenzó a entrar.
─ Empuja un poco tu cariño, pero despacio─ David presiono un poco y su glande desapareció en aquel estrecho agujero─ Uf… déjame a mi ahora.
Isabel con suaves movimientos intentaba meter más la polla que invadía su ano. Poco a poco iba entrando más.
─ Que estrecho esta Isabel, ya casi esta la mitad dentro.
─ Si la estoy sintiendo como me llena el culo…uf, empieza a moverte suavemente.
El estrecho rincón de Isabel comenzaba a ceder a su invasor. Los movimientos cada vez eran más largos.
─ Mételo todo cariño, folla mi culo más fuerte… dios como me gusta.
El joven enterró completamente su polla en las entrañas de la madura mujer, provocando en ella un alarido mezcla de dolor y placer.
─ ¿Así lo quieres?
─ Si…si… así házmelo duro.
David intensifico sus movimientos, su polla recorría el recto de Isabel envolviéndola como un guante. Las embestidas empezaban a ser violentas, lo que provocaba ríos de fluidos en el coño de ella.
David gruñía mientras taladraba ya sin compasión ─ No puedo más Isabel, voy a llenarte el culo con mi corrida.
─ Si llénamelo cariño…ah…ah… haz que me corra yo también.
Tras unas violentas envestidas David comenzó a llenar el culo de Isabel, ella gritaba descontrolada mientras se corría también.
─ Uf Isabel, que culo tienes. Me has exprimido bien─ lentamente sacó su polla del culo.
─ Me ha encantado como lo has hecho cariño─ su culo empezaba a expulsar abundante semen mezclándose con los fluidos de su coño.
Ambos de pie se fundieron un beso sellando aquella sesión de sexo lascivo.
Aquella noche había desatado una pasión que ya no podía ser contenida entre Isabel y David. A partir de ese momento, se entregaron sin reservas al deseo que sentían el uno por el otro, dejando que la pasión los guíe en cualquier lugar del apartamento.
Compartían la ducha, disfrutando del tacto cálido del agua mientras se besaban apasionadamente. Las noches ya no eran solitarias, pues dormían juntos, abrazados, sintiéndose completos en la compañía del otro. Cada rincón del apartamento se convirtió en testigo de su lujuria desbordante.
A pesar de la diferencia de edad y las barreras que podían existir, ya no dudaban en mostrar su amor en público. Caminaban tomados de la mano, se abrazaban y besaban sin preocuparse por las miradas curiosas. Habían encontrado en el otro una conexión única, una afinidad que trascendía los años y las experiencias. La diferencia de edad, que al principio parecía ser una barrera, ya no tenía relevancia. Aunque el futuro es incierto, Isabel y David saben que tienen algo especial que no dejarán escapar.
Una soleada mañana, Isabel y David se encontraban emocionados en el apartamento, preparándose para pasar un día en la playa. Empacaron bebidas y comida en una nevera portátil, asegurándose de tener todo lo necesario para disfrutar al máximo.
Mientras se ocupaban de los preparativos, David no pudo resistir la tentación de provocar a Isabel. La abrazó por detrás en la cocina y le dio suaves besos en el cuello, tratando de seducirla. Isabel, con picardía, se hizo de rogar, advirtiéndole que, si seguían con esas distracciones, terminarían llegando tarde y perderían un buen sitio en la playa, cerca de la orilla.
David río y se dio por vencido, al menos por el momento, prometiendo guardar sus provocaciones para más tarde. Juntos, finalmente se dirigieron a la playa, emocionados por pasar un día juntos en el paraíso de Bahía Serena.
Al llegar, buscaron un lugar cercano a la orilla para colocar su sombrilla y dejar sus pertenencias. El mar les recibía con su brisa fresca y el sonido suave de las olas que acariciaban la orilla. Se sentaron en sus toallas en la suave arena mientras disfrutaban de la vista y la sensación relajante del entorno.
El sol brillaba en lo alto del cielo, creando un ambiente perfecto para un día de playa. David y Isabel se sumergieron en la calma del momento, compartiendo risas y miradas cómplices mientras conversaban sobre sus planes para el día.
Isabel se sentía agradecida por haber conocido a alguien como David, alguien que le había devuelto la pasión y la alegría de vivir. David, por su parte, se sentía afortunado de haber encontrado en Isabel una compañera tan especial, alguien que le había enseñado a descubrir su sexualidad y madurez.
Mientras disfrutaban de la brisa del mar, el deseo entre ellos se mantenía latente, como una corriente subterránea que fluía silenciosamente. Sabían que el tiempo juntos en la playa era solo el comienzo de un día lleno de momentos íntimos y emocionantes.
El sol continuaba brillando con intensidad, y la playa estaba llena de vida y movimiento. Isabel sacó un bote de crema protectora solar y comenzó a aplicarla suavemente en la espalda y torso de David. Las miradas de algunas mujeres envidiosas no pasaron desapercibidas, pero Isabel estaba concentrada en proteger la piel del joven que tenía delante.
Con habilidad y delicadeza, sus manos recorrían el cuerpo de David, esparciendo la crema con suavidad. Las risas y complicidad entre ellos eran evidentes, sabían que estaban siendo observados, pero eso no les importaba. El deseo y la pasión que compartían eran más fuertes que las miradas curiosas.
Él tomó el turno para cuidar la piel de Isabel. Ella se recostó boca abajo en la toalla, permitiéndole acceso a su espalda y piernas. El masaje suave y experto de David con la crema protectora hacía que Isabel se estremeciera ligeramente, disfrutando de sus atrevimientos disimulados.
David no podía resistirse y se permitió algunas caricias más osadas, haciendo que el corazón de Isabel se acelerara. Ambos se miraban con complicidad sensual, sabiendo que estaban provocando deseos y envidias a su alrededor. Ahora eran las miradas admiración y envidia de los hombres hacia David las que no pasaron desapercibidas, pero él solo tenía ojos para Isabel. Era consciente de la belleza y la sensualidad de la mujer que tenía delante, y se sentía afortunado de poder compartirla íntimamente.
El día paso entre baños y jugueteos picantes. En la orilla se acariciaban disimuladamente provocándose el uno al otro, pero dentro del agua los tocamientos subían de nivel. David usaba sus dedos, llegando provocar un orgasmo en Isabel en una ocasión. Ella no se quedaba atrás, se sumergía buscando con su boca la polla dura que tanto placer le daba. Tras esos juegos él tenía que esperar un poco antes de poder salir del agua mientras ella bromeaba al respecto desde la orilla.
El sol se sumergía lentamente en el horizonte, tiñendo el cielo con tonos dorados y naranjas mientras la playa comenzaba a vaciarse, dejando atrás solo a unos pocos amantes del mar y la puesta de sol. Isabel y David se encontraban entre ellos, disfrutando de la magia del momento.
Isabel sugirió un último baño en el mar antes de marcharse. Aprovechando la tranquilidad y privacidad que ofrecía la playa casi desierta, se adentraron en las olas, dejándose llevar por la corriente mientras se divertían con juegos y risas.
Sus besos eran apasionados y ardientes, el agua salada acariciaba sus cuerpos mientras se balanceaban en el vaivén del mar. La conexión entre ellos era más profunda que nunca, como si el océano mismo los uniera en ese instante mágico.
Isabel rodeo a David con sus piernas─ Quiero follarte aquí mismo─ el sin perder tiempo aparto el bikini y sacando su polla la penetró, mientras sus miradas se mantenían unidas.
Ella comenzó a moverse con la ayuda de las olas. Subía y bajaba recorriendo cada milímetro. No decían nada solo jadeaban sin apartar sus miradas, intentando expresar lo que sentían con sus ojos.
Él quería hacerla correr y comenzó a moverse también─ Oh David… como me gusta esto…quiero que te corras, llena con tu leche caliente mi coño.
David comenzó a moverse con intensidad, esta vez cualquiera que mirara sospecharía que allí pasaba algo mas que un inocente baño. A ellos eso en ese momento no les importaba, solo se centraban en su placer.
─ Uf Isabel te voy a llenar…me corro.
─ Oh dios mío… si… me encanta sentir como te corres dentro─ sus labios se unieron mientras David seguía descargando en el interior de Isabel.
Se quedaron dentro del agua hasta casi el anochecer, las miradas de deseo contenido dieron paso a otras llenas de dulzura y amor.
CAPÍTULO 4
A medida que el verano llegaba a su fin, la relación entre David e Isabel se volvía cada vez más intensa. Cada día compartido se volvía una joya preciosa que atesoraban en sus corazones, sabiendo que el tiempo juntos tenía un límite.
Aunque el final del verano significaba que sus caminos se separarían, ninguno de los dos quería mencionarlo para no estropear lo que les quedaba de estar juntos y disfrutar plenamente del amor compartido.
Llegó la última noche juntos, y David estaba decidido a hacer de esa velada algo inolvidable para ambos. Había reservado mesa en un romántico restaurante, queriendo que esa noche se grabara a fuego en sus mentes, como un recuerdo imborrable del tiempo que compartieron en Bahía Serena.
Ambos se arreglaron con esmero, eligiendo atuendos que reflejaban la importancia de la ocasión. Las miradas picaronas cargadas de complicidad entre ellos durante la cena mostraban el deseo que todavía arde entre ellos, a pesar del inminente final del verano.
Después de una cena llena de risas y confidencias, decidieron dar un paseo por el paseo marítimo, bañado por la luz de la luna llena de esa noche. La magia del momento y el amor compartido los envolvía, haciéndolos sentir como si fueran los únicos dos seres en el mundo.
En la penumbra que una farola estropeada les brindaba, se detuvieron y se fundieron en un cálido beso, sellando su conexión con ternura y pasión. Isabel, incapaz de contener su deseo, propuso volver al apartamento, donde podrían entregarse plenamente el uno al otro por última vez.
─ Quiero que hoy me llenes, que vuelvas a follar mi culo sin compasión si quieres. Soy toda tuya David.
Esa noche, la lujuria y la lascivia se fundieron con el amor en el apartamento de Isabel hasta casi el amanecer.
A medida que los primeros rayos de luz bañaban el apartamento, David e Isabel se abrazaron con ternura, sabiendo que su tiempo juntos había llegado a su fin.
El final del verano marcaba el inicio de una nueva etapa en sus vidas, con caminos que los llevarían a lugares diferentes. Pero el amor que habían compartido en Bahía Serena siempre viviría en sus corazones, como una llama eterna que nunca se apagaría.
Prometieron volver a verse, manteniendo la esperanza de que el destino los reuniría nuevamente en algún momento. Era un pacto silencioso, una promesa que se selló con un cálido beso, el cual representaba todo lo que habían vivido y sentido en aquel verano tan especial.
FIN.
@Zaphyre_85
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