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octubre 25, 2010

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Tres amigas 3

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Estuvimos el resto de la semana repitiendo nuestros encuentros en el refugio. Martita y Jorge nos enseñaron un montón de nuevos juegos. A mí me desvirgaron también el culito, al principio me dolió, pero luego le fui cogiendo el gusto y ahora me encanta. En cambio mi hermana seguía siendo virgen del chochito ya que en cada intento a Jorge le fue imposible metérsela por los dolores. Pero su culito se convirtió en su centro del placer. Le encantaba que Jorge se la metiese por detrás e incluso ella misma se metía todo lo que era alargado y duro, llegando incluso a llevar metido, por casa o cuando íbamos de compra, un pequeño vibrador que le había regalado Martita.

También Jorge nos enseñó a chuparla profundamente, hasta las pelotas, sin ahogarnos mientras nos tragábamos todo el miembro. Y Martita a darnos placer entre mujeres, que tocar y donde chupar, aparte de otros divertidos juegos con unos consoladores que tenia.

Pero a finales de esa semana Jorge tuvo que irse a la ciudad para preparar los exámenes de septiembre y nos quedamos las tres sin nuestro hombre.

Seguíamos jugando entre nosotras con nuestros dedos, labios, lenguas y la ayuda de los consoladores que tenía Martita, pero echábamos de menos una buena polla caliente y jugosa.

Tuvimos la idea de hacerlo con algún chico del pueblo, pero la descartamos por lo brutos que eran y que seguramente que se acabaría enterando todo el pueblo de lo que hacíamos y lo guarras que éramos.

Martita vino a buscarnos, como todos los días, pero en vez de ir a nuestro refugio nos llevó a su casa, ya que sus abuelos se habían ido fuera y no volverían hasta la noche.

Vivía en un caserón antiguo no muy lejos de nuestra casa. La casa era muy grande, tenía mucho terreno agrícola, un montón de ovejas y un par de caballos.

Fuimos directas a la salita de estar. Era amplia, bien iluminada, con chimenea, la tele y dos grandes sofás.

Nos desnudamos sin prisa mientras nos acariciábamos y besábamos entre las tres. Al poco Martita salió de la estancia dejándonos a mi hermana y a mí haciendo un sesenta y nueve muy gustoso. Mientras mi hermana me lamía el bollito con su suave y ya experta lengua, Martita regresó con unos discos de dvd en la mano.

– Traigo unas pelis guarras que mi hermano se dejo aquí. Podemos verlas y buscar ideas para divertirnos más.

– ¡Sí! -Exclamó Silvia-. ¡Nunca he visto ninguna!

Martita puso una de las pelis y nos sentamos las tres bien juntitas en el sofá. La peli estuvo divertida, mientras la veíamos nos tocábamos y penetrábamos nuestros chochitos, nos frotábamos y lamíamos los pezones y Silvia se metía un consolador de tamaño considerable por su ya no tan estrecho culito.

Cuando terminó la película habíamos tenido un par de orgasmos cada una, pero queríamos más. Martita cambió de dvd y empezamos de nuevo a tocarnos. Pero esta peli no era como la otra. Al principio nos quedamos algo sorprendidas por lo que veíamos y pensé que Jorge era un guarro por tener eso, pero poco a poco nos volvimos a excitar y acabamos pensando que no parecía tan malo lo que veíamos, e incluso Martita comentó que no le molestaría probarlo.

En la peli se veían chicas haciéndolo con unos grandes perros e incluso salía una chupando un enorme pene de un caballo.

La excitación era palpable en el ambiente y en la sucia mente de Martita la idea de probar lo que salía en la peli era cada vez mayor. Finalmente, y sin decirnos nada, salió de la salita dejándonos allí masturbándonos absortas en el vídeo.

Al poco regresó en compañía de Juno, el gran danés que vigilaba la casa.

Al principio no creía posible que Martita pensase realmente hacer algo sucio con el perro, pero como en otras ocasiones había subestimado lo guarra que era.

Silvia tenía miedo a los perros grandes, y Juno parecía un poni, por lo que se apartó al final del sofá sin dejar de mirar con interés lo que hacía Martita, pero a cierta distancia.

Martita acariciaba el lomo, la cabeza y la entrepierna del enorme perro para relajarlo e intentar excitarlo sexualmente. De inicio el perro no parecía inmutarse, aunque agradecía las caricias, pero poco a poco empezó a asomar entre el pelaje de la entrepierna una pollita toda rosada y brillante.

Martita empezó a pajear directamente el miembro del perro y este no tardó en crecer. Al poco Martita masajeaba una polla enorme. Nunca había imaginado que el perro tuviese semejante pollón. Era bastante más grande que la de Jorge, toda rosada y muy húmeda, no dejaba de salir liquidillo.

El perro empezó a ponerse nervioso, daba saltitos y no paraba de moverse trazando círculos alrededor de Martita. Esta intentaba seguir masajeando el enorme miembro de Juno, pero el perro no estaba por la labor y no cesaba de dar vueltas y de meter su hocico por la entrepierna de Martita.

– Ayúdame a sujetarlo un poco. -Me dijo Martita-.

Me acerque no muy convencida y cogí al perro por el collar. Este se quedó quieto y Martita aprovechó para ponerse debajo del perro y empezar a lamerle la jugosa polla. Tanto mi hermana como yo mirábamos incrédulas la mamada que Martita le hacía al perro y cuando nos preguntó si queríamos probar le dijimos que no, a mi me daba algo de asco y a Silvia le aterrorizaban los perros.

Finalmente Martita, muy excitada después de saborear la enorme polla del perro, se puso a cuatro patas con el culo bien en pompa. Juno se puso a lamerle el bollito que le ofrecía y al poco se subió a la espalda de Martita y la intento penetrar. La puntería del perro no era muy buena y después de algunos intentos Martita tuvo que guiar el pene hasta la entrada de su chochito. En cuanto el perro notó la abundante humedad del caliente bollito la metió de un solo y fuerte golpe hasta el fondo. Y empezó un frenético mete y saca. No tenia piedad con el coñito de Martita y esta chillaba tanto por la violenta cogida que le proporcionaba Juno como por el enorme placer que sentía.

A los pocos minutos Juno paró y la base de la polla del perro se hinchó rápidamente quedando encajada dentro del maltratado bollito. Martita se frotaba el clítoris mientras el perro se corría y le llenaba el chochito de gran cantidad de esperma. Al poco el miembro del animal se deslizó fuera y un chorro de leche salió despedido del interior de Martita, la cual estaba casi desmayada tanto por el castigo como por el placer que le había proporcionado Juno.

El perro se apartó satisfecho a un rincón del salón, donde se estiro a descansar mientras se limpiaba a lametazos. Silvia y yo ayudamos a Martita a levantarse, la llevamos al baño y nos duchamos las tres. Martita estaba agotada y le dolía un poco el bollito, pero nos dijo que había sido increíble y que teníamos que probar.

– No voy a hacerlo con el perro, no quiero que me penetre. Si a ti te ha dejado así a mí me mataría. -Dije mientras la enjabonaba-.

– A mí me da mucho miedo, no quiero acercarme. -Continuó mi hermana-.

– De acuerdo, vosotras os lo perdéis. Aunque tardaré algún tiempo en repetirlo. -Dijo riendo Martita-.

Después de descansar, limpiar el salón y comer nos sentamos a hablar sobre como seguir divirtiéndonos, sin la ayuda del perro. No teníamos hombres de confianza a mano y la experiencia con el perro solo la apoyaba Martita, a mi no me atraía la idea de ser penetrada salvajemente por Juno y mi hermana no quería saber nada del tema. A si que solo nos quedaban nuestros juegos lésbicos.

Martita seguía con la idea del perro, auque finalmente nos acabó confesando que había pasado algo de miedo y que no volvería a dejarse montar por uno tan grande, pero teníamos que buscar una buena polla aunque solo fuese para jugar sin penetración.

Silvia se negaba en redondo a acercarse al perro y a mí no me gustaba mucho la idea, al fin y al cabo, si excitábamos al perro luego no podríamos detenerlo y podríamos acabar dañadas.

Después de discutirlo un buen rato Silvia dijo algo que me dejó anonadada.

– No quiero hacerlo con el perro, pero sí quiero una buena polla y en la peli también salían chicas haciéndolo con un caballo, y este parecía tranquilo y se dejaba hacer. Aparte me gustan mucho los caballos y tus abuelos tienen uno.

– ¡Buena idea! -Dijo Martita-. Mis abuelos tienen un semental muy bonito y tranquilo.

– No lo decís en serio. ¿Verdad? -Dije algo incrédula-.

– ¡Sí! -Exclamaron al unísono Martita y Silvia mientras se abrazaban y daban saltitos a mí alrededor-.

No tardaron más de cinco minutos en arrastrarme, al principio en contra de mi voluntad, hasta el patio trasero, donde se encontraba la pequeña cuadra donde tenían al semental apartado de la yegua.

El animal era esplendido, tenía el pelaje muy limpio todo blanco con la crin y las patas gris plateado y una mancha negra en la frente. Su lomo se alzaba sobre nuestras cabezas y tenia unos grandes ojos negros muy expresivos.

Martita le dio un azucarcillo mientras le rascaba la frente pera relajarlo. Mientras, Silvia empezó a frotarle el pecho y a pasar las manos por la capucha del pene. Yo estaba embobada mirando lo que hacían y pero sin mucho interés en participar.

El caballo tardó más de diez minutos en excitarse, pero cuando lo hizo no sabíamos como seguir. Ante nosotras teníamos una polla de casi un metro y como un brazo de ancho. Estaba claro que ese miembro no cabría en nuestros bollitos y mucho menos en nuestros culitos, por lo que solo nos quedaba divertirnos entre nosotras e intentar hacer correrse al caballo con nuestras manos y lenguas.

El caballo se mostraba tranquilo, auque rebufaba de vez en cuando, mientras Martita y Silvia le frotaban y lamían la enorme polla. Yo me situé estirada en la paja y lamía el chochito chorreante de Martita que se sentó en mi cara y frotaba con los dedos el bollito y sobre todo el suave ano de mi hermana.

Estuvimos un tiempo en esta postura, yo les lamía y frotaba los chochitos y culitos y ellas lamían y masturbaban el pene del caballo. Se pasaban el enorme pollón del animal por las caras y lo lamían en toda su longitud. Silvia se metía la punta en la boca que se le llenaba de líquido seminal y lo escupía sobre su pecho para seguidamente restregar el pollón por sus endurecidos pezones. Martita no se quedaba atrás y lo pajeaba rítmicamente mientras le pasaba la lengua y los labios por toda su extensión, se metía la punta en la boca y tragaba con avidez el liquidillo que no dejaba de manar.

– Te toca lamerla un ratito. -Me dijo Silvia con la cara y pecho empapados-. Esta rica y muy calentita.

Sin muchas ganas agarre el enorme pollón y empecé a lamerle la punta. Tenía un olor y sabor algo fuertes, pero no era desagradable y acabé por lamerla y frotarla como hacían Martita y Silvia.

Mientras lamíamos y nos restregábamos por todo el cuerpo, las tres arrodilladas alrededor del enorme miembro del animal, se corrió. Una cantidad inimaginable de caliente y espeso semen empezó a manar del pollón dejándonos nuestros pequeños cuerpos totalmente cubiertos de esperma.

Nos restregamos las tres totalmente excitadas. Nos lamíamos la una a la otra intentándonos limpiar, pero no era posible ya que había demasiado esperma, así que nos masturbamos mutuamente mientras nos besábamos y saboreábamos la rica lechita con la que nos había regado el semental.

Después de tener unos cuantos orgasmos, masturbándonos y restregándonos la espesa leche, decidimos que ya había bastante por ese día, así que recogimos todo lo mejor que pudimos, nos despedimos con caricias y besos del hermoso caballo y nos hicimos una relajante y necesaria ducha.

Aquella noche terminamos las tres agotadas, satisfechas y muy felices dormidas juntas y abrazadas. Al fin y al cabo, habíamos tenido un buen, pero no suficiente, sustituto de nuestro querido Jorge.


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2 respuestas

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