Por

Anónimo

junio 23, 2010

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Como mi vecina me violó.

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Tenía yo doce años, esa tierna edad en la que te empiezas a dar cuenta del mundo que te rodea y descubres nuevas sensaciones.

Era verano, vivía en un bloque de apartamentos.

Fue por esa época cuando empecé a fijarme en las mujeres, principalmente en mi vecina de enfrente, a la que podía ver desde la ventana de mi habitación.

Era una chica un poco mayor que yo. Morena, ojos verdes, delgadita, y lo que más me gustaba de ella eran sus labios.

A ella le gustaba salir al balcón de su casa a tomar el sol, con un bikini rosa muy pequeñito, yo la podía ver desde la ventana de mi habitación.

Era la cosa mas bella que había visto en mi vida, no podía dejar de mirarla y cuando lo hacía sentía un cosquilleo entre las piernas, notaba que mi joven polla se despertaba al ver semejante espectáculo.

Todas las tardes ella salía al balcón y yo la observaba desde las cortinas, hasta que ella se marchaba a hacer sus cosas, estaba tremendamente loco pos esa chica.

Un día asomado a la ventana la vi como entraba a su habitación vestida solo con una toalla, salía de la ducha. Se quito la toalla de su húmedo cuerpo, mi pantalón iba a estallar, me saque mi polla y empecé a frotármela fuertemente con la mano.

Ella seguía desnuda, mirándose en un espejo que tenía colgado en la pared.

Ese placer que estaba sintiendo no lo había sentido nunca y seguí cada vez más rápido, más rápido, no podía parar�

Llegaba al momento que yo creía que sería el explotaría de placer, y ella seguía allí, desnuda, frente a mí.

En el momento de mi clímax, ella se giró, me vio ahí delante de la ventana, pero estaba a punto de lograrlo. No iba a detenerme, ella salió corriendo de la habitación. Yo conseguí mi ansiado clímax.

En los días siguientes a mi peripecia sexual, me asomaba todos los días a la ventana, para ver si mi diosa salía a tomar el sol, pero ella no aparecía. Ansiaba poder volver a tener esa sensación. Pero ella no estaba.

Una tarde, cuando ya había perdido la esperanza de volver a verla, me encontraba viendo la televisión en casa con la familia cuando sonó el timbre.

Fue mi madre a abrir, oí que era una mujer, estaba hablando con mi madre.

Mi madre me llamó y acudí. ¡Era la madre de mi musa de la ventana!

Me asusté, pues si contaba lo sucedido a mi madre, no se que pasaría. Respiré hondo al oirle decir que si podía yo ayudarla a mover unas cosas que su marido y su hija no estaban en casa.

Mi madre le contestó que le ayudaría encantado.

Así que me fui con la señora a su casa.

La señora era bastante atractiva, muy parecida a su hija. Morena, no muy alta, un poco de más carne y el pecho más abultado que el de su hija.

Cuando subíamos por el ascensor de su edificio, yo no sabía que decir, estaba muerto de vergüenza.

Entonces la señora me dijo:

-¿Así que eres tu el chavalin que se masturba viendo a mi hija? Ahora te daré yo una buena.

No sabía que decir. Estaba asustado y muerto de vergüenza.

Entonces la señora metió su mano en el pequeño bulto de mi pantalón.

-¡Ahora vas a saber lo que es una mujer de verdad!

Mi polla, al notar su mano se puso muy gorda. Ahora ella me tenía a su merced, yo haría lo que me dijera.

Salimos del ascensor y entramos en su piso, me tumbó de un empujón.

Se tumbó encima mío y fue bajando hasta desabrocharme el pantalón. Y empezó a lamérmela, muy suavemente.

Era como el día de la ventana pero multiplicado por mil, me encantaba esa sensación.

La señora de desnudó mostrando esos grandes pechos que poseía, y los acercó a mi cara.

¡Chupalas! Pervertido.

Yo obedecí la orden y pasé mi lengua suavemente por sus pezones mientras ella gemía.

-Ohh, ohh, niñito, vas a saber lo que es una mujer de verdad.

Mi polla seguía estando dura, muy dura.

Ella se sentó encima mío introduciendo mi polla dentro de ella, no había sentido ese placer nunca.

La señora empezó a cabalgar encima de mí.

Yo le lamía los pezones mientras lo hacía.

Se levantó y se puso de rodillas, entonces pude ver su gran culo.

-Métemela.

Volvía a obedecerla como un esclavo y empecé yo a empujar mi polla dentro de ella.

Se retorcía de placer, yo sentía como si estuviera apunto de estallar. Pero tenía que continuar el placer iba aumentando.

Ella gritaba como una posesa, yo seguía cabalgando, sudoroso, con mis manos en mi cintura fui alcanzando mi orgasmo.

Llegó.

Ooohhh! Gritamos a la vez, mientras yo me corría plácidamente dentro de ella. Era la mejor sensación que había sentido en mi vida.

La saqué de ese agujero de placer y ví como mi semen le goteaba por la pierna.

Estuve unos segundos en la gloria, luego nos vestimos.

Cuando me marchaba me dijo.

-A ver si dejas de mirar niñas y te enteras de quien son las mujeres de verdad. ¿vendrás a ayudarme algún día?

Yo asentí exhausto.


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2 respuestas

  1. nindery

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