Por

Anónimo

agosto 28, 2008

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La zodiak

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El verano de 2003 fue un verano intenso. Yo, como todos los años, viajaba a un pueblo en la isla en la que B. vivía, a veranear con la familia. Quedamos para comer un día y todo fue de bien. No pasó nada. Nos reímos, hablamos, pateamos la ciudad en la que él vivía… pero lo que él no sabe es que me pasé todo el tiempo que estuvimos juntos intentando adivinar qué había debajo de la ropa.

B. era (y es) muy guapo. Un morenazo increíble. Tan alto como yo, con el pelo largo y los ojos marrones. Como él podía ir a la playa cuando quería, estaba moreno. Yo, en cambio, estaba blanca como la leche (parte genética, parte ambiente). Lo cierto es imaginar el contraste de su piel sobre la mía resultaba… interesante.

Como B. tenía una zodiac (una lancha a motor), me propuso ir a ver calas, los dos solos. El plan pintaba bien. Comida, agua, sol y la posibilidad de que nuestra amistad se afianzara en otro terreno. Porque creo que los dos sabíamos por qué queríamos perdernos en una cala.

Salimos temprano con la zodiac. El paisaje era inmejorable. El tiempo acompañaba y el mar estaba tranquilo. Durante todo el camino, estuve provocándole. Cada vez que podía, dejaba que accidentalmente mi muslo tocara su rodilla, o me inclinaba lo suficiente como para que pudiera entrever debajo de la ropa.

Paramos la zodiac en una pequeña cala que él conocía. Estábamos completamente solos. Era perfecto. Echamos el ancla al agua y preparamos las cosas que queríamos llevar a la orilla. Aquí llegó uno de los momentos duros. Se quitó la camiseta para meterse en el agua y yo fui incapaz de quitarle ojo. A cada movimiento. Creo que él se dio cuenta.

Después llegó mi turno. Llevaba un vestido de playa azul, corto y anudado al cuello. Me lo quité poco a poco, deshice el nudo del cuello y lo deslice hacia abajo, hasta que me quedé frente a él, tapada por un pequeño bikini de color verde.

Saltamos al agua y llevamos nuestras provisiones a la orilla. Aquella cala era realmente bonita, pequeña y rodeada de rocas. Era un lugar perfecto y tranquilo. Una vez nos instalamos, fuimos a darnos un baño.

El pelo negro de B. mojado sobre sus hombros, el agua resbalando desde el pecho hacia mucho más abajo. Tenía un buen cuerpo y yo quería saber qué era capaz de hacer con él.

Y empezamos a jugar. Le pregunté si le importaba que tomara el sol en top-less y me dijo que no. Aquí empezaba lo divertido. Me puse de rodillas y empecé a echarme crema en los pechos. Conseguí que no me quitara ojo de encima. Tengo el pecho pequeño, pero bien colocado. Con la piel tersa y suave, y los pezones rosados. Le pregunté que si quería seguir él con la crema y me giré, ofreciéndole mi espalda. Accedió. La primera vez que puso sus manos sobre mí, sentí una descarga de adrenalina. Empezó a extender la crema, con movimientos suaves y tímidos. Le pedí que siguiera con los hombros. Cuando hubo terminado, me giré y le di un beso en la comisura de los labios. El volver a sentir su aliento tan cerca, me excitó muchísimo. Y creo que a él también.

Después de un par de horas de cháchara e indirectas, me dijo que si me apetecía bañarme. Por supuesto que me apetecía volver a bañarme. Él entró primero en el agua, nadó un poco y paró cerca de la orilla. El agua estaba fría. B. había decidido que era su hora de jugar. Empezó a salpicarme y entré corriendo al agua, dispuesta a ahogarle por cabrón. Cuando llegué a donde estaba, me dijo �shhh, shh, silencio, no lo oyes?�. �El qué?�. Yo estaba distraída intentando escuchar. Se acerco lentamente y de frente hacia mí y antes de que me diese cuenta, había pasado mis piernas alrededor de su cadera.

De repente reaccioné. Nos quedamos mirándonos y él se acercó a susurrarme algo al oído. �No te muevas�. Por supuesto que no me iba a mover. Empezó a besarme el cuello lentamente. Cuando llegó a la altura de mis labios, quise besarle, pero en cuanto me moví, volvió a susurrarme al oído �no te muevas�. Aquello me excitaba muchísimo. El corazón me latía a mil por segundo. Entonces puso sus manos sobre mis caderas, y me apretó contra él. Podía notar su erección por debajo del bañador. El agua estaba fría.

Me levantó todo lo que pudo, y empezó a lamerme los pechos, a mordisquear mis pezones y a jugar con su lengua. Todo muy lentamente. Yo creía que iba a explotar. Volvió a bajarme y pude comprobar que su erección seguía ahí. Le miré fijamente a los ojos y le pasé la lengua por los labios, para terminar en su oreja susurrándole �quítate el bañador�. Sin separarme de él, se quitó el bañador y lo lanzó a la orilla.

Según miré hacia abajo, me empezó a apetecer cambiar mi lengua de sitio. Desmonté y aguantando la respiración, me metí su polla dura en la boca. Mi lengua jugaba con esa piel suave y fría por el agua. Era delicioso sentirla latir entre mis labios.

Cuando no pude aguantar más, salí del agua. La cara de B. había cambiado por completo. Me agarró con fuerza y me susurró al oído �quítate el bañador�. Lo hice y lo lancé junto al suyo. Podía notar su polla tan cerca, insinuándose, amenazando con penetrarme. Casi no podía aguantar la excitación.

Me separó ligeramente las piernas y mirándome de forma lasciva, me penetró con toda su fuerza. Sentí cómo iba abriéndose camino en el calor y humedad de mi cuerpo de 20 años. La tenía dura. Podía notarla latir. Y pude escuchar el primer gemido de B.

Empezamos a movernos con el vaivén del agua y la fricción me llevó a tener mi primer orgasmo. Notaba los espasmos del orgasmo mientras su polla seguía entrando y saliendo, dura como una piedra. Sin separarme, me agarró de las caderas y me acercó a la orilla. Tumbándome boca arriba, siguió con sus penetraciones, cada vez más intensas y profundas.

Mi segundo orgasmo estaba en camino, pero iba a esperarle. Me giró y me puso a 4 patas. Cada minuto que pasaba, su ritmo se aceleraba. Yo notaba como él estaba a punto…

Le pedí que termináramos cara a cara. Quería verle la cara cuando se corriera. Y entonces, llegó. Él no podía más y yo llevaba un buen rato conteniendo mi segundo orgasmo. Empezó a correrse dentro de mí. Yo notaba cómo el esperma salía a borbotones y cómo él apretaba con cada sacudida. Sentir la calidez de su leche me remató. Empecé a temblar y a gemir. Mi cuerpo no podía más y explotó en un segundo orgasmo, mucho más intenso que el anterior. Su cara, de verdadero placer. Yo extenuada.

Ese fue el primero de los 3 polvos y 2 sesiones de sexo oral de aquel día.

�¿Quieres más, B.?�


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2 respuestas

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